Sexagésima
2018 Sola Escritura
Sola
Escritura. Sola Escritura, una de las Cinco
Solas de la Reforma Luterana, quiere decir que la Santa Palabra de Dios es la
única fuente de doctrina en la Iglesia.
Además, es sólo por la proclamación de la Palabra de Dios que la
salvación viene a los pecadores. La
Palabra es la autoridad, y la herramienta, de la redención.
Hoy tenemos ante
nosotros la parábola del sembrador, el sembrador loco y derrochador, como cualquier
granjero podría llamarlo. No nos
sorprende que la semilla sea la Palabra de Dios. Porque, desde el principio, Dios dice: “Sea” y
ahí está: Luz, cielo, tierra, criaturas. La Palabra de Dios es creativa, causando que
las cosas que dice existen. La Palabra
de Dios crea y sostiene nuestra realidad, y todo el universo. La semilla es la Palabra de Dios.
Lo que nos
sorprende es cómo se siembra esa semilla. El granjero de Jesús la lanza por doquier, sin
cuidado, un método de siembra que resulta en el aparente fracaso de su
propósito, con demasiada frecuencia. Parece
una lección extraña para los discípulos, aprendiendo día a día en su camino hacia
el apostolado. Es lógico que se
preguntaban, ¿a quién deberíamos predicar, y cómo? ¿Y cómo deberíamos juzgar su éxito? Preguntas cruciales, para ellos y para
nosotros. Entonces Jesús les dice esta
parábola.
El
sembrador salió a sembrar su semilla, y en su siembra, esto es lo que
sucedió. Las palabras sembrador, sembrar
y semilla nos indican que esta parábola no se trata de los suelos, ni de la
lluvia o el sol, sino de la Semilla y su Sembrador. La Palabra de Dios, la Escritura sola, y cómo
Dios la proclama, esto es el tema principal de la parábola.
Por
supuesto, ningún agricultor planta de la manera que Jesús describe, ni en aquel
entonces, ni hoy. Sería como transmitir
semillas por un esparcidor montado en un helicóptero: Unas caen en los campos, otras en el río, en
la carretera y sobre las azoteas de los bloques de pisos. ¡Qué derroche!
Hoy hay toda una ciencia para descubrir y
mejorar la calidad de los diversos suelos para que las semillas crezcan, y toda
una ciencia para adaptar las semillas a los suelos particulares. El agricultor compra las semillas correctas
para sus diversos suelos, y planta esas semillas preciosas ordenadamente en
hileras, justo donde la ciencia le ha dicho que las ponga. Si él arrojara la
semilla en cualquier lugar, su negocio agrícola sería arruinado. Seguramente
los granjeros en los días de Jesús, mientras que ellos no tenían la ciencia de
hoy, todavía sabían que no podían cultivar de la manera que Jesús sugería.
La forma en que
Jesús quiere sembrar la semilla de su Palabra es sorprendente. Esparce la misma semilla en todas partes, sin
mirar el suelo primero para ver qué puede crecer allí, sin comprobar si está
demasiado rocoso o demasiado compactado o si ya ha echado semilla allí. La Palabra de Dios es para todos, y para todos
lo mismo: arrepentirse y creer el Evangelio; Jesús el Hijo de Dios es
crucificado por tus pecados y tu pecaminosidad, y ha resucitado para darte perdón
completo, y vida eterna.
Esta
predicación no es el "plan B" de la misión de Dios. Es el "plan A", y no hay ningún
"plan B". La predicación de
Cristo es una parte esencial del plan de salvación de Dios. “Así está escrito, ", dice Jesús, acerca de todas las Escrituras, "que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer
día; y que en su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de
los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.”
La Palabra es el
medio por lo cual Dios salva, específicamente la Palabra de Jesús, quien es la Semilla
que debía morir y caer en la tierra para poder llevar una abundante cosecha de
creyentes.
La
Palabra salvadora de Dios es para todos, y los apóstoles y pastores y todos los
creyentes deben sembrarla en todas partes, al igual que Jesús, el Sembrador que
salió a sembrar. En este sentido, hay un
himno cantado en Misuri, que va así:
"Predícales
la Palabra con toda fuerza,
a los
hombres a quienes les gusta o no les gusta,
La
Palabra que perdurará y se mantendrá,
Cuando
las flores y los hombres serán olvidados.
¿Y si
en un momento dado pareciera
que no está dando frutos?
¿Qué
hay de eso, qué hay de eso? "
Muy
bien, tal vez es fácil para Jesús y el autor de este himno decirlo, pero ¿cómo
afrontamos tú y yo el aparente fracaso de la Palabra?
Protestamos
como granjeros ordenados a utilizar un esparcidor de helicóptero. La difusión
de la Palabra de Dios tiene un costo, y esperamos que funcione, de una manera
consistente y predecible. No queremos
malgastar; nos parece vergonzoso, como si fuéramos tontos.
Incluso
hay un costo para recibir la Palabra de Dios en nosotros mismos. Podríamos
estar haciendo otra cosa con nuestro tiempo, en lugar de estar sentados aquí para
tenerla implantada dentro de nosotros. Podríamos estar satisfechos por un tiempo
con recibir las otras semillas del mundo, que podrían brotar. Pero ¿brotar en qué fruto? ¿Quién sabe?
Pero sí sabemos que las semillas del mundo y de nuestros deseos solo
pueden crecer por un tiempo. Todos ellos
perecerán al final, y nosotros junto con ellos, si confiamos en ellos. Solo la Palabra del Señor perdura para
siempre.
Aun cuando estamos
recibiendo la Palabra verdadera para nuestra salvación, todavía existe el costo
de diseminar esa semilla. Y en esto somos propensos a mirar a los suelos que
nos rodean, es decir las personas a quienes pudiéramos proclamar la Palabra, e
intentamos averiguar si vale la pena.
Ese suelo, ese
pecador, se ve bastante rocoso. Antes él
solía molestarme y golpearme. ¿Qué va a
hacer ese tío con la palabra del perdón de Dios? Es probable que él vaya a pensarme un tonto,
listo para otra paliza.
Y conozco
bien a este. Está bastante asfixiado con
las malas hierbas de los placeres de este mundo. No va a aceptar la semilla
santa. Tal vez yo preferiría disfrutar
algo de las hierbas malas con él, en lugar de plantar la semilla buena allí.
Aquel
otro es un camino bastante usado. Todo lo que podría ser probado, ya ha hecho
él; está endurecido. ¿Qué uso tendrá
para la Palabra de Dios? Mejor salvar mi
aliento, probablemente no vaya a funcionar. Si lo intento y no funciona de inmediato, me
avergonzaré. Voy a aferrarme a la
semilla. No lo arrojaré sobre él.
Hermanos,
no estamos llamados a ser frugales con la Palabra de Dios, y especialmente no
debemos ser tacaños. Desgraciadamente, a
menudo lo somos, por nuestros temores, debilidad de fe, y pecado. Señor,
perdónanos por nuestra mezquindad con tu Palabra.
Perdónanos, e, igual
que los apóstoles, enséñanos aplicar generosamente la semilla, incluso cuando
no creemos que funcione, incluso donde no ha funcionado antes, incluso cuando
creemos que podríamos estar desperdiciando nuestro aliento. Es imprescindible
recordar que, a través de ese aliento que nos parece tan desperdiciado, el
Espíritu de Dios respira vida eterna, donde y cuando le plazca.
Por supuesto, esperando
ver el "dónde y cuándo" del Espíritu puede ser frustrante para
nosotros. Sabemos que Dios habló en el principio, y el mundo fue creado. Por lo tanto, pensamos que nuestra
proclamación de la poderosa palabra de Dios debería producir resultados
inmediatos y espectaculares. Si la Palabra de Dios es una espada viva y
efectiva de dos filos, que penetra hasta partir el
alma y el espíritu, entonces esperamos ver resultados ya.
Pero
Jesús preparó a sus discípulos para la realidad que conocemos tan bien: algunas
semillas caen en el camino y las aves se las comen. O más bien, el diablo viene
y la arrebata la Palabra de los corazones duros, sin que la palabra penetre, para
que no se arrepientan ni crean.
Otras
semillas caen sobre las rocas, donde brotan bajo el sol y el rocío de la
mañana, pero mueren cuando no logran echar raíces. Estos escuchan el Evangelio
con mucho gusto en un buen momento, pero en un momento de prueba, apártense y se
sequen.
Y luego
hay una semilla que cae entre las espinas, la Palabra estrangulada en el
corazón de un creyente, estrangulada por todos los cuidados y riquezas y
placeres de esta vida, con el fin de que la Semilla buena no brota en la vida
eterna, más bien la semilla mala produzca el pecado y la muerte.
Conocemos estas
historias. Conocemos a esta gente. Vemos
un grado de cada uno en nosotros mismos. Esta es la realidad del mundo en el
que los Apóstoles fueron enviados a predicar, y es la realidad de nuestro
mundo, un mundo que naturalmente ignora o incluso desprecia la Palabra de Dios.
Este mundo necesita redención.
Nosotros, que hemos
sido llevados por la gracia a la fe en la Palabra de Cristo, queremos ver la salvación
de todos, ahora mismo. Pero, como Jesús
nos recuerda, la Misión no funciona de esta manera. Se predicará la Palabra, y
quizás solo una pequeña parte de los oyentes brotará con fe. Esto no significa que la Palabra no funciona
como debería. Esto no significa que la Semilla es sospechosa o que el plan de
Dios es débil. Ciertamente, no significa
que debemos manipularlo hasta que funcione mejor.
No, lo
que significa es que la antigua trinidad impía, el diablo, el mundo y nuestra
carne, se oponen ferozmente a la Palabra. También significa que la Misión pertenece a
Dios, no a nosotros. Sea como sea, la
respuesta de Dios a todo esto no cambia:
Permaneced en mi Santa Palabra, y compartidla. Es sencillo:
la Escritura sola es nuestra autoridad, y también nuestra herramienta
para comprender y participar en la enseñanza y la misión de Cristo.
No hay ciertas
personas para quienes la gracia y el perdón de Dios están destinados, y otros
no. El sembrador siembra en todas partes, y no es tonto por hacerlo. Porque en
el día de la cosecha veremos una vasta multitud, de toda tribu y nación, que
han creído en la palabra de Jesús y han sido salvos en él. No olvidéis a Saulo,
también llamado Pablo, el perseguidor de la iglesia, a quien Jesús trajo a la
fe y perdonó e hizo su apóstol especial para las naciones. Recordad a Pedro,
quien negó a Cristo tres veces, y siempre quiso las cosas a su manera, pero de
quien no obstante Jesús hizo un fiel pastor. Recordad a los pecadores groseros
en Corintio, todavía llamados hermanos en Cristo por Pablo.
Sobre
todo, recuerda lo que el Espíritu a través de la Palabra ha hecho en y para ti.
A pesar de lo que eras por naturaleza,
un enemigo de Dios, fuiste lavado, fuiste santificado, fuiste justificado en el
Nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios. Aunque a menudo somos suelo duro y rocoso, este
es el objetivo de Dios para nosotros, y para todos los pecadores, y el Señor
cumple su meta por su santa Palabra.
El Señor es fiel, lo
hará, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
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