Día de Todos
los Santos (observado)
4 de
Noviembre, A+D 2018
La
Aplicación de las Bienaventuranzas
Un video de este sermón está disponible aquí: https://youtu.be/IB8bgmlIl2A
An English translation is available below, after the Spanish manuscript.
Será
mucho más fácil en el cielo. Nuestra
lectura de Apocalipsis es muy alegre, misteriosa, sí, pero también llena de
gloria y el gozo de todos los santos, miles y miles, congregados alrededor del
trono del Cordero, alabando a Él quien los ha salvado y los ha traído al
paraíso nuevo, el eterno reino de Dios.
Las dudas, la lucha contra el mal, el sufrimiento, y las lágrimas:
ninguno de estos disturba la paz celestial.
¡Qué galardón! ¡Qué futuro que nos prometa Dios!
La
descripción que nos da Jesús de la vida bienaventurada es más complicada.
Las
Bienaventuranzas de Jesús no nos apetecen tanto, por los requisitos que vienen
con las bendiciones. Cierto, las
bendiciones prometidas a los que cumplen los requisitos son fantásticas: entrar en el reino de los cielos, recibir
consolación, heredar la tierra, recibir misericordia, ver a Dios, y Dios como
tu propio Padre. Gran galardón de
verdad. ¿Pero los requisitos
previos? La mayoría no nos gustan: Ser pobre en espíritu, llorar, ser manso,
¿Quién querría estos?
Otros
de los requisitos previos nos suenan bien, pero poco probable para
nosotros: Ser verdaderamente
misericordioso, tener un corazón limpio, ser un pacificador. Para mí, al menos, todos muy difíciles. ¿Y para ti?
Finalmente, hay los dos últimos:
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, …
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan
toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
¿Estamos listos de aceptar tales bendiciones?
La
lista de bienaventuranzas es Palabra de Dios, una prédica propia de Jesucristo,
desde su famoso Sermón del Monte. No
podemos descartarlas, sin arriesgar perder a toda la Palabra y el Cristo que
nos viene a través de esta Palabra. Pero
son problemáticos. ¿Cómo aplicamos estas
Bienaventuranzas?
¿Aplican solamente a los santos, es decir, una
clase de super cristianos, empezando con María, madre de nuestro Señor, y los
Apóstoles, e incluyendo muchos famosos cristianos de la historia? ¿Está Jesús indicándonos que el reino de Dios
tiene varios niveles, y diferentes clases de cristianos? ¿Es que hay algunos santos con la capacidad
de cumplir estas bienaventuranzas, y luego vienen los demás, los cristianos
normales, a quienes este pasaje no aplica?
Esto ha sido una interpretación muy popular en la historia de la
Iglesia, resultando en una industria eclesial del tráfico en santos y sus
talismanes.
Si
aplicamos las Bienaventuranzas solamente a los super cristianos, por ejemplo, a
los Santos o a los cleros, vamos a ver divisiones dentro del Pueblo de
Dios. Se crearía una jerarquía de
santidad, que no encaja bien con la enseñanza bíblica que la Iglesia, todos los
creyentes, son miembros distintos del mismo cuerpo de Cristo, cada uno con
funciones distintas, pero con un valor y gloria igual, porque el valor y la
gloria no tienen nada que ver con nosotros y nuestras obras, sino pertenecen
solamente a Cristo, la cabeza, quien en su bondad comparte su justicia, mérito
y gloria con nosotros.
Además, la idea de que hay una clase de santos especiales con
superpoderes espirituales para cumplir las Bienaventuranzas va en contra del
significado bíblico de la palabra “santo.”
Según la Biblia, un santo, refiriendo a una persona, es nada más y nada
menos que un cristiano, alguien que ha sido rescatado del reino del pecado y la
muerte, limpiado y recreado desde el corazón por Dios, declarado de ser santa
por causa de la sangre santificadora de Jesús.
Hay
distinciones para hacer entre algunos cristianos, especialmente con los
pecadores utilizados en gran manera por Dios en su Misión, como María, Pablo,
Pedro, o Santiago. Es bueno dar gracias
a Dios por los santos destacados, y emular su vida de fe. Pero, al fin y al cabo, un santo es un
creyente bautizado, un pecador hecho limpio y santo, por la obra del Espíritu
Santo.
No
podemos evitar las Bienaventuranzas por aplicarlas solo a un grupo de super
cristianos. ¿Se nos aplican a nosotros,
entonces?
Ay…
bueno, no sé…
Nos
gustaría ser reconocido como pacificadores y herederos de la tierra y
ciudadanos del cielo. ¿Pero los
requisitos duros que vienen con todo esto?
¿Queremos sufrir la persecución, para ser bienaventurados? No.
Muchas gracias por la oferta, pero no.
¿Hay
una salida de nuestro dilema? Tal vez,
aquí, en la primera frase de la lectura hallamos una pista. Viendo
la multitud, (Jesús) subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. San Mateo hace una distinción entre, por un
lado, los discípulos, que para Mateo siempre eran los doce, los futuros
Apóstoles, y por el otro lado, la multitud.
No siempre podemos entender cada pequeño detalle de las Escrituras, pero
el Espíritu nunca habla sin propósito.
Aunque es probable que las multitudes escucharan las Bienaventuranzas,
Jesús las dirigió primeramente a los Doce.
Es
como el final del mismo Evangelio, cuando Jesús envía a los Once a hacer
discípulos de todas las naciones. Este
mandato tiene significado para todos, cristiano o no, pero su primer
significado y aplicación fue a los Once.
El significado más básico para nosotros de Mateo 28 es bendición. Fuimos bautizados y salvados porque Jesús
envió a los Once. Y, como podemos ver
en la última Bienaventuranza, cuando Jesús cambia su discurso y usa el
pronombre “vosotros,” la primera aplicación de las bienaventuranzas es a los
Apóstoles.
Todavía, con esto solo posponemos las dificultades, no las
escapamos. Porque, aunque los Apóstoles
sí son santos destacados por la gracia de Dios, ni siquiera ellos cumplieron
los requisitos de Jesús. Si la fe
cristiana dependiera de que los Apóstoles tuvieran corazones puros, 100%
misericordiosos, pobres y mansos y con un hambre y sed de justicia, entonces la
Iglesia habría fracasado hace dos milenios.
Porque, como vemos en el mismo evangelio de Mateo, y el resto del Nuevo
Testamento, los Apóstoles sufrían de muchos errores y debilidades, antes y
después de la Resurrección.
Sabemos muy bien que solamente Jesucristo
ha cumplido los requisitos de las Bienaventuranzas. Solo Cristo los ha cumplido… Solo Cristo…
¿Pudiera ser que Jesús con las Bienaventuranzas está predicando de sí
mismo?
¡Por
supuesto! En sus Bienaventuranzas, Jesús
está repitiendo la idea de Salmo 24:3-5.
Escuchad el eco: ¿Quién
subirá al monte del Señor? ¿Y
quién podrá estar en su lugar santo? El de manos limpias y corazón puro; el que
no ha alzado su alma a la falsedad, ni jurado con engaño. Ese recibirá bendición del Señor, y
justicia del Dios de su salvación.
Sí,
entre los seres humanos, solo Jesucristo cumple los requisitos del Señor. Por lo tanto, Él dice que “yo soy el camino
al Padre,” el único camino. Nuestra esperanza se encuentra en el mismísimo
cumplimiento de Jesús de su propia prédica.
Por ejemplo:
Bienaventurados los que lloran, como Jesús lloró, por la ceguedad de
Jerusalén, y la muerte de Lázaro, y por su propio sufrimiento, el cáliz de
nuestra salvación, que Cristo consumió hasta el último, para ganar nuestra
consolación.
Y otra vez:
Bienaventurados los pobres de espíritu y los
mansos, de ellos es el reino de los cielos, y ellos recibirán la tierra por
heredad. El Hijo de Dios, en humildad y
caridad, pobre en espíritu y manso en todos sus hechos, bajó de los cielos,
para volver después y abrir los cielos a nosotros. Ahora mismo, el hombre Jesús gobierna toda la
tierra y los cielos, desde la diestra del Padre, esperando con ganas nuestra
llegada.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia. Nadie nunca ha tenido hambre y sed de
justicia como Jesús, quien al mismo tiempo sació todas las demandas de la
justicia divina que clamaba por nuestro castigo justo, y también proveyó su
propia justicia divina-humana, una justicia eterna, vindicada en la
Resurrección, con que Él nos cubre y nos limpia de nuestros pecados, saciando
nuestra falta de justicia.
Bienaventurados los pacificadores, y el máximo pacificador es Cristo
Jesús, quien sufrió persecución y vituperio y las mentiras de hombres y de
satanás, sacrificándose en la Cruz para crear en su propio cuerpo una paz
eterna entre Dios y los hombres.
Sí.
Es cierto que primero aplicamos las Bienaventuranzas a Jesús, para que, a
través de la enseñanza de sus Apóstoles, Él pudiera aplicarlas a nosotros, no
por causa de nuestras obras, sino por las suyas, y por su misericordia. Esto es lo que significa la Iglesia
Apostólica, que la Cabeza del Cuerpo de Cristo, es decir, nuestro Señor Jesús,
siempre va primero. Luego los Apóstoles
transmiten su Verdad salvadora en el Evangelio en Palabra y Sacramentos.
Muy bien. Entendemos mejor las Bienaventuranzas, y
queremos vivir en ellas. Pero, cuándo
fracasamos en el Camino, ¿qué entonces?
La expectativa de Dios para su pueblo todavía está vigente. ¿Qué
haremos, cuando no cumplimos con los requisitos de las Bienaventuranzas?
Volvamos a Apocalipsis, y
recordemos que aun en los cielos, los santos son “los que han salido de la gran
tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del
Cordero.” La vida cristiana es la gran
tribulación, viviendo como santos, hijos de Dios, que todavía tienen que
enfrentar el pecado, en el mundo alrededor, y dentro de nuestros propios seres.
Aunque no lo queremos, vamos
a fracasar en nuestro cumplimiento de las Bienaventuranzas de Jesús. Pero ya sabéis la solución. Volvemos a dónde podemos acceder a la
santidad de Cristo, dónde podemos limpiar nuestra ropa en su sangre blanqueadora. En primer lugar, fue la predicación, de la
ley que nos lleva al arrepentimiento, y del evangelio que nos da Cristo y su
justicia, que nos hizo cristianos. La
misma cosa es lo que nos mantiene en la fe, dentro de la Iglesia de
Cristo. Cuando pecamos, la respuesta
correcta no es: comporte mejor, hazlo correctamente, o serás perdido. No, la respuesta cristiana es volver al
principio, a la Verdad, a la confesión de pecado, al arrepentimiento, para
recibir de nuevo la gracia de perdón.
Luego, esta tarde, y mañana,
y cada día, intentaremos andar en las Bienaventuranzas otra vez, siempre con
Cristo. Esto es el camino de los santos,
un camino no meramente preparado por el Señor, más bien, y más bienaventurado,
es el camino que es Jesús mismo.
¡Qué
alegría! ¡Qué bendición! En la sangre del Cordero, nuestro Salvador
Jesús, Amén.
All
Saints Day (observed),
November 4,
A + D 2018
The
Application of the Beatitudes
It will be much easier in heaven. Our
reading from Revelation is very joyful, mysterious, yes, but also full of glory
and the joy of all the saints, thousands and thousands, gathered around the
throne of the Lamb, praising Him who has saved them and brought them to the new
paradise, the eternal kingdom of God. Doubts, the struggle against evil,
suffering, and tears: none of these disturbs the celestial peace. What a
reward! What a future God promises us!
The description that Jesus gives us of the
blessed life is more complicated.
The Beatitudes of Jesus do not appeal to
us so much, because of the requirements that come with the
blessings. True, the blessings promised to those who meet the requirements
are fantastic: enter the kingdom of heaven, receive consolation, inherit the
earth, receive mercy, see God, and God as your own Father. A truly great reward. But
the prerequisites? Most of us do not like them: To be poor in spirit, to
cry, to be meek: who would want these?
Other prerequisites sound good, but
unlikely for us: To be truly merciful, to have a clean heart, to be a
peacemaker. For me, at least, all very difficult. And for
you? Finally, there are the last two: Blessed are those who suffer
persecution for the sake of righteousness, ... Blessed are you when they revile
you and persecute you, and say all manner of evil against you falsely, for my
sake. Are we ready to accept such blessings?
The list of beatitudes is the Word of God,
a preaching of Jesus Christ, from his famous sermon on the Mount. We
cannot discard them, without risking losing the whole Word and the Christ that
comes to us through the Word. But they are problematic. How do we
apply these Beatitudes?
Do they apply only to the saints, that is,
a class of super Christians, beginning with Mary, mother of our Lord, and the
Apostles? Is Jesus indicating a kingdom of God with several levels,
different kinds of Christians? Are there some saints with the ability to
fulfill these Beatitudes, and then come the others, the normal Christians, to
whom this passage does not apply? This has been a very popular
interpretation in the history of the Church, resulting in an ecclesiastical
industry, trafficking in saints and their talismans.
If we applying the Beatitudes only to
super Christians, for example to the saints or to the clergy, we are going to
see divisions among the People of God, a hierarchy of holiness, that does not
fit well with the teaching that the Church, all believers, are members
different from the same body of Christ, each with different functions, but with
equal value and glory, because the value and glory have nothing to do with us
and our works, but belong only to Christ, the head, who in his goodness shares His
justice, merit and glory with us.
In addition, the idea that there is a
class of special saints with spiritual superpowers to fulfill the Beatitudes
goes against the biblical meaning of the word "saint," or “holy one.”
According to the Bible, a saint, referring to a person, is nothing more and
nothing less than a Christian, someone who has been rescued from the kingdom of
sin and death, cleansed and recreated from the heart by God, declared to be
holy because of the sanctifying blood of Jesus.
There are distinctions to be made among some
Christians, especially with those sinners used in a great way by God
in his Mission, such as Mary, Paul, Peter, or James. It is good to
thank God for the outstanding saints, and to emulate their life of
faith. But, in the end, a saint is a baptized believer, a sinner made
clean and holy, by the work of the Holy Spirit.
We cannot avoid the Beatitudes by only applying them to a group of super
Christians. Do they apply to us, then?
Ooh ... well, I do not know ...
We would like to be recognized as peacemakers and heirs of the earth and
citizens of heaven. But the hard requirements that come with all
this? Do we want to suffer persecution, to be blessed? No. Thank you
very much for the offer, but no.
Is there a way out of our
dilemma? Perhaps, here, in the first sentence of the reading we find a clue.
Seeing the crowd, (Jesus) climbed the
mountain; and sitting down, his disciples
came to him. St. Matthew makes a distinction between, on the one hand,
the disciples, who for Matthew were always the twelve, the future Apostles, and
on the other hand, the multitude. We cannot always understand every little
detail of the Scriptures, but the Spirit does not speak in without purpose. Although
it is probable that the multitudes listened to the Beatitudes, Jesus directed
them first to the Twelve.
It is like the end of the same Gospel,
when Jesus sends the Eleven to make disciples of all nations. This mandate
has meaning for all, Christian or not, but its first meaning and application
was to the Eleven. The most basic meaning for us of Matthew 28 is
benefit. We were baptized and saved because Jesus sent the Eleven. And, as
we can see in the last Beatitude, when Jesus changes his way of speaking to use
the pronoun “you,” the first application of the beatitudes is to the Apostles.
Still, with this we only postpone the difficulties, we do not escape
them. Because, although by the grace of God, the Apostles are outstanding
saints, neither did they fulfill the requirements of Jesus. If the
Christian faith depended on the Apostles having pure hearts, 100% merciful,
poor and meek and with an intense hunger and thirst for justice, the faith would
have failed two millenia ago. For as we
see in the same Gospel of Matthew and the rest of the New Testament that the
Apostles suffered from many errors and weaknesses.
We know very well that only Jesus Christ
has fulfilled the requirements of the Beatitudes. Only Christ has
fulfilled them ... Only Christ…
Could it be that Jesus with the Beatitudes is preaching from himself?
Of course! In his Beatitudes, Jesus
is repeating the idea of Psalm 24: 3-5. Listen to the echo: Who
shall ascend to the mountain of Sir? And
who can be in his holy place? The one with clean hands and a pure
heart; who has not lifted up his soul to falsehood, nor sworn
deceitfully. That will receive blessing from the Lord, and justice from
the God of his salvation.
Yes, among human beings, only Jesus Christ
fulfills the requirements of the Lord. Therefore, He says that "I am
the way to the Father," the only way. Our hope is found in
the very fulfillment of Jesus of his own preaching:
For example:
Blessed are those who mourn, as Jesus wept, for the blindness of
Jerusalem, and the death of Lazarus, and for his own suffering, the cup of our
salvation, which Christ consumed to the last, to win our consolation.
And again:
Blessed are the poor in spirit and the
meek, theirs is the kingdom of heaven, and because they will receive the land
as an inheritance. The Son of God, in humility and charity, poor in spirit
and meek in all his deeds, came down from heaven, to return later to open them
to us. Now that man Jesus governs all
the earth and the heavens, from the right hand of the Father, eagerly awaiting our
arrival;
Blessed are those who hunger and thirst for justice, and no one has ever
hungered and thirst for righteousness like Jesus, who at the same time satiated
all the demands of divine justice that cried out for our just punishment, and
also provided his own divine-human justice, an eternal justice, vindicated in
the Resurrection, with which He covers us and cleanses us from our sins,
satisfying our lack of justice.
Blessed are the peacemakers, which is in
truth Jesus Christ, the peacemaker, who suffered persecution and vituperation
and the lies of men and satan, sacrificing himself on the Cross to create in
his own body an eternal peace between God and man.
Mu bien. We better understand the
Beatitudes, and we want to live in them.
But, when we fail on the way, what then? God's expectation for his
people is still valid. What will we do, when we do not fulfill the
requirements of the Beatitudes?
Let us go back to Revelation, and remember that even in the heavens, the
saints are "those who have come out of the great tribulation, and have
washed their clothes, and made them white in the blood of the Lamb." The
Christian life is the great tribulation, living as saints, children of God, who
still have to face sin, in the world around us, and within our own beings.
Although we do not want to, we are going to fail in our fulfillment of
the Beatitudes of Jesus. But you already know the solution. We return
to where we can access his holiness, where we can clean our clothes in his
bleaching blood. It was preaching, of the law that leads us to repentance,
and the gospel that gives us Christ and his justice, that made us
Christians. The same thing keeps us in faith, within the Church of
Christ. When we sin, the correct answer is not: behave better, do it
correctly, or you will be lost. No, the Christian response is to go back
to the beginning, to the confession of sin, to repentance, to receive the grace
of forgiveness.
Then, this afternoon and tomorrow, and every day, we will try to walk in
the Beatitudes, always with Christ. This is the way of the saints, a path
not merely prepared by the Lord, rather, and more blessedly, it is the path
that is Jesus himself.
What joy! What blessing! In the
blood of the Lamb, our Savior Jesus, Amen.
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