Vigésimo
Quinto Domingo después de Trinidad,
18 de noviembre de 2018
San
Mateo 24:15-28, 1 Tesalonicenses 4:13-18,
Job 14:1-6
¡Buenas noticias! Dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se
juntarán las águilas. Qué bien, ¿no? Podemos confiar y estar tranquilos, porque
dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas.
¿Qué es el problema? No me parece
que estéis alegres por oír esta buena noticia.
¿Por qué? ¿No es obvio que las
águilas juntadas alrededor del cadáver sea buena noticia?
De verdad, por escucharlo sólo una vez, hay mucho preocupante en nuestro
evangelio de hoy. Por ejemplo, Jesús
predijo que la abominación desoladora iba a volver al lugar santo, es decir, al
Templo de Jerusalén. El Señor hace
referencia a la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, la
profanación del Templo por los soldados griegos en el año 167 a.C., cuando
sacrificaron un cerdo a Zeus, dentro de la casa del verdadero Dios.
También Jesús advierte que una tribulación terrible iba a caer sobre los
judíos. Estas profecías se cumplieron en
el año 70 d.C., cuando los legionarios romanos arrasaron el Templo, y
destruyeron a Jerusalén, matando a miles de judíos, y dispersando miles
más. Esta prédica de Jesús fue dura, es
cierto.
Además, hemos
oído el lamento de Job sobre la futilidad de la vida humana:
El hombre nacido de mujer, Corto de días,
y hastiado
de sinsabores,
Sale como una flor y es cortado,
Y huye como
la sombra y no permanece.
Una lectura temerosa, otra deprimente.
Es fácil entender porque el tema del fin de la edad, el juicio de Dios y
el regreso de Cristo siempre ha dado dudas y miedo a casi todos.
Sin embargo, no es así, o al menos no es necesariamente así. Es mi papel y mi privilegio, en este día
cuando el invierno y la oscuridad avanzan en el calendario y en las noticias, es
mi privilegio anunciarte que el propósito de Dios con nuestra lectura de San
Mateo hoy es darnos alegría y confianza, confianza en su amor, y gozo sobre
nuestro futuro.
Es verdad que las amenazas de Cristo sobre el fin de la edad, en San
Mateo y en otros textos, son fuertes, e importantes. No quiero decir que los eventos hablados por
Jesús no son riesgos verdaderos. El
Espíritu de Cristo, con estas amenazas, quiere captar la atención de cualquier
persona que esté ignorando la realidad del Fin, del Último Día, y el retorno de
Cristo. Es una advertencia para el
mundo, que un juicio, el Juicio Final, viene, y cualquier persona que no se
arrepienta de sus pecados vaya a ser perdida, condenada, y separada eternamente
de Dios y de toda cosa buena.
Es una advertencia para el mundo, para los no creyentes, y también para
nosotros. Es para nosotros una
advertencia al pecador, al hombre viejo, que sigue existiendo en cada cristiano
durante su vida terrenal. Nuestro hombre
viejo quiere desviarnos del camino de Cristo, quiere que no prestemos atención
a la venida del Señor. Las palabras de
Jesús nos recuerdan de la realidad de esta lucha interno que vivimos, la lucha
entre la fe y la incredulidad. Hay
muchas cruces en la vida cristiana, pero la primera y muchas veces la más
difícil es esta lucha interior contra nuestra propia pecaminosidad e
incredulidad. Hay que luchar, y aún más
confiar que el Espíritu, por el amor de Jesús, nos guardará, con su Palabra
poderosa.
Las amenazas sobre el Último Día son reales. Pero, como creyentes bautizados, es decir
para la nueva criatura que Dios ha hecho de nosotros por su Palabra recreadora,
verdaderamente las palabras de Jesús deberían darnos paz y alegría, aun esta
frase extraña: Dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las
águilas.
Desde
nuestros textos de hoy, podemos confiar, primero, que no vamos a perder el
regreso de Cristo. Esta es la promesa
más fácil de entender. Dice Jesús repetidamente:
si alguno os
dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo
creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán
grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun
a los escogidos. Ya os lo he dicho antes.
Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad,
está en los aposentos, no lo creáis. Porque como el relámpago que sale del
oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo
del Hombre. Nadie va a perderla.
Segundo, tenemos otra promesa de
San Pablo. Cuando pensamos en los fines,
el fin del mundo, o el fin de una vida humana, nuestra vida o la de un querido,
es muy común tener dudas y aprehensiones.
Pero, como cristianos, escuchemos lo que dice Cristo, a través de San
Pablo. En relación con la muerte
terrenal, porque confiamos en Jesucristo, crucificado, resucitado y ascendido a
la diestra del Padre, Pablo nos consuela así:
Acerca de los
que duermen, no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.
Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios
con Jesús a los que durmieron en él… el Señor mismo con voz de mando, con voz
de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en
Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que
hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para
recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por
tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.
El regreso de Cristo es buena noticia para cristianos, y la muerte
terrenal es sólo un traspaso para vivir con Dios. Pero ojo:
Escuchemos a Cristo y sus apóstoles.
Siempre que miramos por alrededor, cuando escuchamos las noticias, o
pasamos tiempo en Facebook o Twitter, vamos a ver muchas razones para dudar las
promesas de Dios. Además, escucharemos
muchas voces negando la Palabra de Dios.
Escucha a Cristo. La sabiduría
cristiana es saber que el mundo no puede aceptar la Palabra de Cristo, que nos
da perdón y salvación. Entonces, nuestra
tarea no es escuchar la palabra del mundo, más bien es recibir la Palabra de
Cristo diariamente, y luego compartir esta Palabra salvadora con nuestros
vecinos, para que el Espíritu haga su obra de salvación en ellos.
Finalmente, tenemos que resolver el misterio del cadáver y las
águilas. Cierto, no parece que las
águilas alrededor del cuerpo muerto sean predicadores de buenas noticias. El cuadro que nos describe Jesús es extraño, con
estas águilas juntadas. O, pudieran ser buitres,
porque la palabra en griego del texto original significa ambas, águila y buitre. Sean lo que sean, allí están, congregados
alrededor del cadáver. Ambas aves son carroñeras,
y es fácil imaginar una escena distópica al extremo, algo de una peli de
horror.
Pero no es así. Bueno, es verdad
que Jesús está refiriendo a un momento terrible, cuando las águilas se juntaron
alrededor de su propio cuerpo muerto.
Es que el águila fue el símbolo de las legiones de Roma. Cada soldado romano la llevaba en su ropa y armadura. Jesús con esta frase está hablando de su
propia muerte en la Cruz, donde sufrió, rodeado de legionarios, sufriendo para quitar
los pecados de todo el mundo.
Es cierto que con esta frase Cristo estaba siendo misterioso. Pues, recordemos que su sermón que oímos hoy
fue predicado primero durante la Semana Santa original, solo unos días antes
del Viernes Santo. Nadie, ni incluso sus
discípulos más cercanos, pudiera entender lo que iba a pasar, que el unigénito
Hijo del Padre, el Señor Dios encarnado, iba a sacrificarse, para salvar al
mundo, a sus enemigos, a los soldados romanos, y a nosotros. Pero, hasta que fuera cumplido, fue necesario
hablar en enigmas. El que lee, entienda.
Fue el momento peor de todos, cuando se murió el único hombre verdaderamente
santo e inocente. Pero, por la voluntad
y misericordia de Dios, también fue un momento bueno, lo mejor de toda la
historia. Porque, en su cruz, bajo el
poder de Poncio Pilatos y sus soldados, Jesús ganó nuestra salvación, nuestro
perdón gratuito y la garantía que, en Cristo, nuestro futuro eterno es seguro,
y glorioso.
Imagínate, con esta frase tan extraña, que donde estuviere el cuerpo
muerto, allí se juntarán las águilas, Jesús nos está confortando. Aun el Centurión, comandante de los soldados
romanos, fue movido por el Espíritu a predicar.
Mirando al cuerpo muerto de Cristo, el Centurión declaró: Verdaderamente este fue un Hombre Justo, este
fue el Hijo de Dios.
Y gloria sea al Señor Dios, la muerte no pudo prohibir que el Autor de
Vida se resucita. ¡Cristo resucitó! ¡Jesús vive!
El cuerpo una vez muerto ya está glorificado, reinando sobre todo el
cielo y la tierra. Por lo tanto, podemos
estar tranquilos. Siempre que, como
hacen creyentes bautizados, vivimos conectado a Él a través de su Palabra y
Sacramentos, dependiendo no en nosotros mismos ni en nuestras obras o santidad. Bien arraigados en la Buena Noticia de Cristo
y su perdón y amor, podemos estar tranquilos sobre el Último Día y el fin de
esta edad.
Porque en Cristo, el Último Día ya está cumplido; ya hemos pasado desde
la muerte a la vida eterna. Su victoria ya
es nuestra victoria, su vida es nuestra vida, y su regreso es nuestra
esperanza.
Entonces oremos: Ven, Señor Jesús, ven, Amén.
Twenty-fifth
Sunday after Trinidad,
November 18,
2018
Matthew
24: 15-28 1 Thessalonians 4:13-18, Job
14:1-6
Good
news! Wherever the corpse is, there will the eagles be
gathered together. That´s great, no? We can trust and be calm, because
wherever the dead body is, there the eagles will gather.
What´s the
problem? I do not think that you are glad to hear this good
news. Why? Is it not obvious that the eagles gathered around the corpse is
good news?
Really, to
hear it just once, there is much that is concerning in
our Gospel today. For example, Jesus predicted that the
Abomination of Desolation was going to return to the holy place,
that is, to the Temple of Jerusalem. The Lord refers to the Abomination of
Desolation, spoken of by Daniel the prophet, the
desecration of the Temple by the Greek soldiers in 167 BC, when
they sacrificed a pig to Zeus, inside the very house of the true God.
Jesus also warns that a terrible tribulation was going to
fall on the Jews. These prophecies were fulfilled four decades later,
in 70 AD, when the Roman legions razed the Temple, and destroyed
Jerusalem, killing thousands of Jews, and scattering thousands more. This sermon
from Jesus is difficult, it´s true.
In addition, we
have heard Job's lament about the futility of human life:
The man born of
woman, Short of days,
and weary of sorrows,
He comes out
like a flower and is cut off,
and he flees like a shadow and does not remain.
One fearful
reading, another depressing one. It is easy to understand why the
theme of the end of the age, the judgment of God and the return of
Christ has always given doubts and fear to almost
everyone.
Nevertheless, it is not like this, or at least not necessarily
so. It is my role and my privilege, on this day when winter and
darkness advance in the calendar and in the news, to announce to
you that God's purpose with our reading of St. Matthew today is
to give us joy and confidence, confidence in his love, and joy about our future.
It is
true that the threats of Christ about the end of
the age, in St. Matthew and in other texts, are strong, and important. I
do not mean that the events spoken of by Jesus are not real
risks. The Spirit of Christ with these threats wants to capture
the attention of anyone who is ignoring reality of the End, the
Last Day, and the return of Christ. It is a warning for the
world that a judgment, the Final Judgment, is coming, and anyone
who does not repent of their sins will be lost, condemned, and
separated eternally from God, separated from every good thing.
It is a
warning to the world, to non-believers, and also to us. It is a
warning to us, to the sinner, the old man, who remains in
every Christian during his earthly life. Our old man wants to lead us
astray from the way of Christ. The words of Jesus remind us of
the reality of this internal struggle which we live, the
struggle between faith and unbelief. There are many crosses in the
Christian life, but the first and often the most difficult is this inner
struggle against our own sinfulness and unbelief. We must fight, and even
more trust that the Spirit, for Jesus´sake, will protect us with His powerful Word.
The threats about the Last Day are real. But as baptized
believers, that is to say, for the new creature that God
has made of us by His recreative Word, these words of Jesus
should truly give us peace and joy, even this strange
phrase: wherever the dead body is, there the eagles will
gather.
From our texts today, we can
trust, first of all, that we will not miss the return of
Christ. This is the easiest promise to understand. Jesus says
repeatedly: if anyone says to you: Look, here is the Christ, or look,
there he is, do not believe it. For there will arise
false Christs, and false prophets, and they will do great signs and
wonders, in such a way as to deceive, if possible, even the
elect. I've told you beforehand.
So, if they tell you: Look, he´s in the desert, do not go out; or
look, he's in the upper rooms, do not believe it. For like the
lightning that comes from the east and flashes to the west, so will also the
coming of the Son of Man. Nobody is going to miss it.
Second,
we have another promise from St. Paul. When we think about the “ends”,
the end of the world, or the end of a human life, be it our death, or that
of a loved one, it is very common to have doubts and apprehensions. But, as
Christians, let us hear what Christ says through St. Paul. Regarding earthly death, because we trust in
Jesus Christ, crucified, risen and ascended to the right hand of the Father,
Paul, comforts us in this way: About those who sleep, do not grieve
like the others who have no hope.
Because if we believe that Jesus died and rose again, so will God bring
with Jesus those who have fallen asleep in him ... the Lord Himself
with a voice of command, with the voice of an archangel, and with the trumpet
of God, will descend from heaven; and the dead in Christ will rise
first. Then we who live, who are left, will be caught up
together with them in the clouds to receive the Lord in the air, and so we will
always be with the Lord. Therefore, encourage one another with these
words.
Christ 's return is good
news for Christians, and physical death is only a transport
from this fallen world to live with God. But beware: Listen to
Christ and his apostles. Whenever we look around, when we hear the news,
or spend time on Facebook or Twitter, we will see many reasons to
doubt the promises of God. In addition, we will hear many voices
denying the Word of God.
Listen to Christ! Christian
wisdom is knowing that the world cannot accept the Word of Christ,
which gives us forgiveness and salvation.
So, our task is not to listen to the word of the world, rather
it is to receive Christ daily, through receiving His Word, and then to share
the saving Word with the world.
Finally, we must
solve the mystery of the dead body and the eagles. True, it does
not seem that the eagles around the corpse are preachers of good
news. The picture that Jesus describes to us is awful, with those eagles
gathered. Or, they could vultures,
because the word in Greek of the original text means both eagle and
vulture, two types of scavengers, carrion birds. Whichever they are, eagles
or vultures, these birds are there, gathered around the corpse. It is
easy to imagine an extreme dystopian scene, something right out of
a horror movie.
But
it is not like that. Well, it is true
that Jesus is referring to a terrible moment, when
the eagles gathered around his own dead body. You see, the eagle
was the symbol of the Roman legions.
Each Roman soldier wore the eagle on his clothes and armor. Jesus with
this strange phrase about “eagles gathered around the corpse” is speaking of
his own death on the Cross, for the sins of the whole world.
Truly, Christ is speaking mysteriously. Well, let´s remember
that his sermon which we hear today was first preached during the
original Holy Week, a few days before Good Friday. No one, not even his closest
disciples, could understand what was going to happen, that the only begotten
Son of the Father, the Lord God incarnate, was going to sacrifice himself, to
save the world, to save his enemies, to save us. So then, it was necessary
to speak in enigmas. Let the reader understand.
It was
the worst moment of all, when the only truly holy and
innocent man died. But, by the will and mercy
of God, was also a good moment, the best of
all time. Because, on his cross, under the power of Pontius
Pilate and the Romans, Jesus won our salvation, our free
forgiveness, and the guarantee that, in Christ, our eternal future is safe, and
glorious. With this strange phrase, that where the corpse is, there the
eagles will gather, Jesus is comforting us. Remember how the Centurion, the
commander of those Roman soldiers who crucified Jesus, was moved by the Spirit
to preach. Looking at the dead body of Christ, the Centurion
declared: Truly this was a Just Man, this was the Son of God.
And glory be
to the Lord God, death could not forbid that the Author of Life should
rise from the dead. Christ is risen! Jesus lives! His body, once dead, is now
glorified, reigning over all heaven and earth.
Therefore, we can be calm. As long as we live in the way
baptized believers live, connected to Him through His Word and
Sacraments, depending not on ourselves or our works or holiness,
we can be reassured about the Last Day and the end of this age. Because in
Christ, the Last Day is already fulfilled; we have already passed
from death to eternal life. His victory is already
our victory, his life is our life, and his return is our hope.
So then let us pray: Come, Lord Jesus,
come, Amen.
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