2º de agosto, A+D 2020
Como Guardarse de los Falsos Profetas
Jeremías 23:16-19, Hechos 20:17-38, San Mateo 7:15-23
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros
con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos
los conoceréis.
Bueno, no es que la conducta de vida no sea importante, para predicadores y cada cristiano. Pero el fruto que distingue un profeta de lo demás miembros del Pueblo de Dios es su vocación de predicar públicamente. El fruto principal de un profeta es el mensaje que sale de su boca. Fruto malo sería cualquier mentira acerca de Dios y su salvación. Fruto bueno sería la verdad. Pero todavía queda la pregunta: ¿cómo debemos juzgar estos mensajes?
El profeta fiel declara que el Señor aborrece el pecado, y, sin un cambio radical, Dios no tendrá nada salvo castigo para los pecadores. Es un mensaje sin aficionados. Es durísimo. Finalmente, sólo entendemos esta realidad dificilísimo cuando miremos a la Cruz. Allí es donde captamos la seriedad del pecado, de nuestro pecado, cuando veamos la humillación y el sufrimiento que fueron el coste de nuestro rescate. En el Calvario vemos la tempestad de Jehová que salió con furor, la cual saldrá todavía sobre todos que se burlan de la Ley y la Justicia de Dios.
Porque, en el mismo momento terrible, el
Padre, junto con el Hijo y el Espíritu Santo, también nos amó. El Dios Trino, en la crucifixión, expió todo
nuestro castigo bien merecido, para poder compartir con pecadores su perdón y
justicia.
En la muerte de Jesús está cumplida la
justicia eterna de Dios, 100%. Esto es
el cambio radical que nos salva. Lo que
es el máximo acusación contra nosotros hombres perdidos, que crucificamos al
Señor de Gloria, es al mismo tiempo la declaración del amor de Dios a los mismos
pecadores, a mí, y a ti.
La
profecía rapaz es la mentira más fea, porque quita la salvación del Pueblo de
Dios justo en el momento que el Señor quiere entregarla. No es que el Padre eligió castigar a su Hijo
sin razón. Lo hizo en amor, para
rescatarnos de la condenación eterna.
Los profetas son enviados para hacer una sola cosa: anunciar esta buena noticia a todos.
La voluntad del Padre de Jesús es que este
anuncio sea proclamado desde los azoteas, en voz alta, para que todos puedan
oír y creerlo. Sin duda, proclamar el
Evangelio requiere que proclamemos la verdad sobre quien es Dios, y lo que nos
exige su Ley. Esto es el preludio
necesario para que corazones arrepentidos puedan oír y recibir por la fe la
buena noticia de Cristo, crucificado y resucitado, el quien hoy nos ofrece
perdón y amor.
Hermanos y hermanas, oremos al Espíritu Santo para que siempre nos ayude rechazar a los falsos profetas. Hay un solo Dios, revelado a nosotros en el hombre Jesucristo. Tenemos su historia fiel en el milagro de la Palabra escrita y conservada para nosotros, en el libro que se llama la Biblia, la cual nos predica a Cristo, su Padre y su Espíritu, y la exclusividad de la salvación, solo en Cristo. Esto es la palabra fiel, desde Génesis hasta Apocalipsis.
Sostennos firmes, ¡oh Señor!,
En la Palabra de tu amor;
Refrena a los que en su maldad,
Tu reino quieren derribar.
Que el Señor también nos ayude rechazar la
mentira más fácil y común, la de los profetas soñadores, que dicen que no
importa la Ley de Dios, que nuestro pecado no es tan serio, ni tampoco Dios
vaya a castigar a los que persisten en su iniquidad. Rechazar la Ley de Dios es al mismo tiempo
rechazar la obra de Cristo en la Cruz, y por ende, es invitar caer sobre
nosotros el furor del Señor. Es la
realidad más temerosa que hay, nuestra culpa bajo la Ley de Dios.
No podemos soportar mucho este mensaje, y
por eso, también oremos que Cristo nos ayuda rechazar los falsos profetas
rapaces, los lobos que quieren descartar el Evangelio del pleno perdón de los
pecados, recibido aparte de nuestras obras, por la fe. Nada es más importante. Sin el anuncio de la justificación por la fe
y la salvación por gracia, la confesión del mero “Nombre del Señor” carece
contenido. Hacer milagros sin anunciar
el Evangelio es un engaño. Predicar un
Cristo sin perdón es predicar un dios falso.
Pero con la buena noticia de la gracia de
Dios entregada a nosotros en y por Jesús, la predicación nos da vida nueva. Y por eso estamos aquí, para oír y recibir todo
el consejo de Dios, el testimonio acerca del arrepentimiento para con
Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.
Esta buena noticia de perdón y salvación
es la fuerza más poderosa en el universo, la profecía de nuestra eterna
salvación, entregada a nosotros, a través de la Palabra, incluso en el misterio
de la Eucaristía, el cuerpo y sangre de Cristo, dado y derramada para el perdón
de todos nuestros pecados.
Esto es la Palabra fiel de nuestro profeta
veraz, Cristo Jesús, el crucificado.
Alabanzas sean a Dios, Amén.
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