Thursday, August 23, 2018

Jesús el Fontanero - El Duodécimo Domingo después de la Trinidad


Duodécimo Domingo después de la Trinidad,
19 de agosto, A+D 2018
Jesús el Fontanero             Marcos 7:31 – 37

     ¿Jesús os parece un fontanero hoy? 

     Bueno, tendremos que pensar en eso un rato. 

     Pero, es seguro que Pastor Adam en Sevilla es un fontanero.  No por su propia elección, ciertamente, pero sí, él es un fontanero.  Las exigencias de la vida y sus vocaciones le han convertido en un fontanero autodidacta, en su casa, y esta semana, también en el Centro Casiodoro de Reina, nuestro templo y centro de ministerio en Sevilla.  Sabes como va.  Aunque como inquilinos técnicamente el propietario tiene la responsabilidad para mantener la fontanería, muchas veces es mejor hacer la obra ti mismo, para ahorrar tiempo y frustración.  Por lo tanto, Pastor Adam ha aprendido como hacer algunas reparaciones sencillas, y algunas no tan sencillas, para promover el bienestar de su familia y su congregación. 

    Que está bien.  Yo pudiera decir que sería aún mejor si otro miembro de la congregación ayudara en tales deberes en el Centro, para dejar Adam más tiempo para hacer catequesis, estudiar la Palabra, preparar sermones, etc.  Pero al mismo tiempo, es importante que entendamos que hacer la fontanería no es indigno de un pastor, ni de cualquier otra persona, especialmente cuando se hace para servir a los demás.  Como dice Jesucristo en Juan capítulo 15:  El siervo no es mayor que su señor. 

     Y vemos en nuestra lectura de hoy como el Señor Jesús estaba preparado a hacer cualquier cosa necesaria para ayudar a la gente, incluso hacer una forma de fontanería humana, para restaurar las facultades de un sordo y tartamudo. 
     Escucha de nuevo:  le trajeron (a Jesús) un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima.  33 Y tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua; 34 y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es decir: Sé abierto.  35 Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien.

      No sé si haya un milagro más extraño de toda la carrera del eterno Hijo de Dios, quien bajó de la gloria y se hizo hombre, y ahora está desatascando las orejas y soltando la lengua con gemidos y dedos y saliva, aparentemente jugando el papel de un fontanero.  

      Bueno, tal vez prefieres considerarle como un médico, curando las enfermedades con suma compasión. Y sí, lo es.  ¡Pero qué tratamiento médico raro! Ningún médico que yo conozco jamás haya hecho tales cosas, gimiendo, escupiendo, y poniendo los dedos en el órgano dañado.  Me parece un tratamiento muy físico, casi mecánico, más como un fontanero desatascando las tuberías, que un médico sanando enfermedades.  Deberíamos preguntar a nuestros amigos médicos, Sandra y Toño, para saber si usen tales métodos.   

     Al fin y al cabo, no es muy importante si clasifiquemos este milagro como medicina o fontanería.  Aunque es un milagro raro, podemos ver el compromiso de Cristo, y la bendición de los rezos gemidos, Efata, sé abierto, y la saliva y el dedo de Dios.  Jesús lo hizo con buena voluntad, para ayudar a este hombre sordo, y también para darnos mucho consuelo, especialmente cuando experimentemos sufrimientos.  Es de verdad el Evangelio saber que nuestro Salvador Jesús no se para en su misión cuando encuentra tareas desagradables.

     Él vino para hacer todo lo que fue necesario para redimir y rescatar a su pueblo: 
     ¿Tocar los oídos de un sordo?  No pasa nada.     
     ¿Bajar del cielo, dejando atrás la gloría y honor y alegría del trono de Dios, para entrar en este mundo caído, lleno de sufrimientos?  Sin problema. 
     ¿Asumir la carne humana en su divina persona?  O.k. 
     ¿Someter a la misma Ley que Él mismo había dado a Moisés, con la circuncisión, la dieta limitada, los festivos requeridos, y en general vivir como si fuera pecador, como nosotros?  Con placer. 

     Es cierto que, cuando consideramos todo lo que hizo Jesús antes de nuestra este milagro de hoy, tocar los oídos y la lengua de este hombre sufrido no es tan sorprendente.  Si dormir en un pesebre no es indigno del Hijo de Dios, ¿qué sería indigno de Él? 

     Tal vez morir en una cruz romana, condenado como rebelde y blasfemador.  Seguramente esto sería indigno de Jesús, el único hombre sin pecado, y el verdadero Dios, en la carne. 

     Pero no.  Ni siquiera estos sufrimientos injustos y horribles eran indignos de Jesucristo.  De verdad, aunque la vergüenza principal de los seres humanos es el hecho que fue nuestro pecado, lo tuyo y el mío y el pecado de todos, que requirieron este sacrificio, según la sabiduría de Dios, la Cruz no fue ninguna indignidad. 

     De hecho, la Palabra nos indica que la Cruz es la revelación de la verdadera dignidad de Cristo, porque bajo el sufrimiento y el horror y la vergüenza brillan el amor de Dios, y la salvación de los hombres.  Esto, para Cristo Jesús, es su gran honor y gozo.  Como está escrito en Hebreos 12:  poned los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de El soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.  Contra toda expectativa humana, la Cruz de Jesús es llena de dignidad, es la obra culminante del Salvador, el momento de amor más intenso de todos. 

     Ahora, con los ojos puestos en Jesús por el oír de su historia de amor, que nosotros empecemos de pensar diferentemente de las tareas de la vida cristiana.  Si reparar un inodoro es lo que la misión necesita, es una obra digna de Pastor Adam, o de mí, o de cualquier de nosotros. 

     Pero tal vez estamos evitando otras tareas desagradables que el Espíritu Santo nos está invitando hacer. 
     Quizá alguien tiene la capacidad y un deseo de apoyar económicamente a la obra de la misión luterana en España, pero está permitiendo su mente racional a negar la idea. 
     O, posiblemente, tienes un amigo que tú sospechas pudiera ser receptiva al mensaje del puro evangelio, pero tu lengua está atada, y no puedes hablar de Cristo a él. 
     ¿O alguna vez has fracasado en explicar a tu familia que asistir a las reuniones de la iglesia es una prioridad importante en tu vida, y al final decidiste no ir a una reunión de tu congregación, para evitar una discusión con la familia? 
     ¿O cuantas veces hemos participado pasivamente en actividades obviamente pecaminosas, aprobándolas con nuestro silencio, para que no seamos llamados mojigatos?

     Cuando consideramos lo que no era indigno de Jesucristo para ganar nuestra redención y vida eterna, muy pronto nos damos cuenta de que, aunque no somos sordos y tartamudos físicamente, nuestra incapacidad de hacer aún las tareas cristianas más básicas es un obstáculo espiritual y una gran vergüenza para nosotros.

     Gracias a Dios, su Palabra nos explica claramente las cosas que están atascando los oídos y atando la lengua, aun como bautizados creyentes.  Tal vez escuchamos a Dios una o dos horas por semana.  Pero escuchamos constantemente la palabra del mundo, que niega la Verdad de Cristo, y peor, que burla de Dios y su Salvación como muletas de personas débiles y supersticiosas.  La invitación constante del mundo, desde Twitter hasta el recreo en el cole y aún hasta la mesa de cenar en nuestro hogar, es que utilicemos nuestras lenguas como armas, para insultar, burlar y herir, en vez de alabar a Cristo y su digno Cruz y compartir su amor con otros. 

     Nuestros oídos están atascados con las mentiras de Satanás y nuestros propios deseos malos, con el resultado que nuestras lenguas estén atadas y no confesemos Cristo en el día a día.  Como el sordo y tartamudo, necesitamos el dedo de Dios, la saliva de Dios, y el gemido de Dios, para que anunciemos sin parar, en palabra y obra, las grandes cosas que Dios nos ha hecho. 

     Efata, sé abierto. Necesitas el dedo de Dios, la saliva de Dios, y el gemido de Dios, y ya los tienes, en tu bautismo, y en la Palabra que explica y da poder a tu bautismo.  En el agua unido a la Palabra, Cristo te tocó con su dedo divino, quitándote todo tu pecado, te lavó con agua divina, te salvó, llamándote por un nombre nuevo, adoptándote como hijo o hija de Dios. 

     Hoy Jesús, sea Él nuestro médico o nuestro fontanero espiritual, no ha terminado sus revisiones de nosotros.  Como hizo en la pila, también hoy Jesús hace su invasión espiritual, el chequeo de tu salud eternal, con su Palabra, y cada vez que te acercas a la Santa Cena, para tomar la medicina de inmortalidad.   Por lo tanto, como Jesús va a continuar hallando y guardando a sus miembros, y como Pastor Adam va a continuar hacer cualquier tarea necesaria, nosotros también podemos descansar en la obra digna de Cristo, y compartirla sin temor con las personas que Dios nos trae en la vida cotidiana,

En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.  Amén.   


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