1 Corintios
1:26 – 2:16 y Juan 15:18-21
La Bendición
de estar involucrado en la Misión de Cristo
No todos. No
siempre.
En una clase en el seminario en Fort Wayne, Arthur me dijo
una vez que es importante empezar un sermón con buenas noticias, porque es muy
posible que dentro de poco todos vayan a estar pensando en otras cosas, y no
quieres dejarlos sin esperanza. Por lo
tanto, nuestros mensajes deberían proclamar el Evangelio pronto, por si acaso...
Por ende, os anuncio buenas
noticias:
No todos. Y no siempre.
No todos os van a aborrecer. No es que cada persona en el mundo os vaya a
odiar, no cada vez, y no siempre. A
veces, por la gracia de Dios, algunos, uno, dos, tal vez tres personas van a
guardar tu Palabra, la que es la Palabra del Señor. Y esto cambia todo.
La Palabra que hemos oído esta tarde claramente tiene que
ver con la misión de la Iglesia. Bueno,
toda la Biblia tiene que ver con misiones, porque misiones siempre tiene que
ver con toda la Palabra, sea lo que sea.
Pero este pasaje San Juan es particularmente aplicable a nosotros, como
miembros de la Iglesia Luterana en España, lo cual implica que participamos en
la obra de llevar la Palabra de la Cruz a todas las naciones.
Acordaos de la palabra que yo os he dicho … Jesús
hablaba con los Once en la noche en que fue entregado, solo Once porque ya
había salido el traidor, para poner en moción el plan para crucificar el Señor
de gloria. Sabiendo lo que venía, Jesús
describe para los Once la realidad de la misión:
Si el mundo os
aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. 19 Si fuerais del
mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os
elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.
20 Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su
señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si
han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. 21 Mas todo esto os
harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.
¡Qué buena noticia!
¡Este es el Evangelio de Señor!
Hay que buscar un poco para hallar una buena noticia en
este texto, ¿no? Y la dificultad particular
en predicar este Palabra a vosotros hoy es que ya conocéis esta realidad, la
realidad de ser odiado y rechazado, o tal vez peor, ignorado, cuando intentáis
compartir la Palabra que Jesús nos ha dicho.
En aquellos momentos, cuando nadie está guardando nuestra
Palabra, entendemos muy bien nuestra vocación, es decir, nuestro estatus como
cristianos, que no somos muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni
muchos nobles. ¿Es bien claro, no?
No somos muy impresionantes, pero no importa nuestra
debilidad, el odio y el rechazo del mundo no nos deberían sorprender. Porque el diablo odia a Cristo, su Palabra y
su Misión, y los opone ferozmente.
Además, cada fibra de cada persona naturalmente rechaza a la Palabra de
Cristo.
Aunque, hablando humanamente, un contacto nuevo podría
ser muy majo, un buen vecino, una persona muy agradable, la realidad difícil de
misiones es que la Palabra que tenemos que proclamar dice que no tenemos nada
para ofrecer a Dios para mejorar nuestra situación. Más bien, dice que somos naturalmente
pecadores desesperados. Y nadie quiere
aceptar esto.
Cristo y su Cruz confunden nuestra sabiduría, dominan nuestro
poder, y humillan a nuestra nobleza. Y
debéis escucharme bien, queridos hermanos, no estoy hablando solamente de los
incrédulos.
Nosotros también, en nuestra carne, no queremos la
Palabra de Cristo. Preferiríamos poder
pensar mejor de nosotros mismos, y especialmente preferiríamos tener un mensaje
más suave para proclamar al mundo. Pero
esto no es nuestra vocación.
Por eso, por la debilidad de vuestra carne, deberíais
continuar participando en la misión, recibiendo fielmente el Evangelio en
Palabra, Pan y Vino, para que podáis cumplir vuestra parte en la obra del
Señor, siendo siempre preparados para dar la razón de tu esperanza, no importa
que sea difícil.
No os digo continuar en la misión solamente porque es
nuestra vocación recibida en el Bautismo.
Más bien, os exhorto continuar en la obra, para que la Palabra de Cristo
siga entrando los oídos y el corazón de vosotros también. Porque el Señor nos está salvando, a través
de nuestras vocaciones.
Cuando estuve seminarista, el Pastor David Peterson,
invitado a presentar en una clase, nos dijo que Dios le había hecho un pastor
para que pudiera salvarle. Que aparte
del trabajo de su vocación pastoral, y el contacto estrecho con la Palabra que
implica, no sería un cristiano.
Un poco antes, precisamente en el año del Señor 107, San
Ignacio, el obispo de Antioquía, en camino a Roma para ser martirizado por
leones en el Circo Máximo, dijo: Ahora empiezo a ser un discípulo.
Ambos el Pastor Peterson y San Ignacio entienden la vida
de la fe cristiana como una lucha continua, en la que estamos radicalmente
dependientes en la Palabra de Cristo, día a día, como ramas de una vid, que
mueren rápido una vez desconectadas.
Dios salvó a San Ignacio a través de su vocación como obispo y mártir. Dios está salvando a David Peterson, y a
David Warner, a través de la vocación de pastor. Y Dios está salvando a cada uno de vosotros,
a través del rol en la misión que el Señor ha dado a cada uno, en tu vida
cotidiana.
Entonces, ¿que pudiera ser mejor para vuestra alma de que
estéis ocupados en la misión, recibiendo la Palabra, sirviendo a los prójimos,
y confesando Cristo en la vida cotidiana?
Aunque hay desinterés, mucho rechazo, y a veces hasta odio, todavía, no pudierais
ser más bienaventurados. Porque estáis
ocupados en la divulgación de la Palabra cruciforme de Ley y Evangelio, el
mensaje sorprendente que Dios escogió lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y lo débil del
mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo
vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo
que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.
Estar ocupado en la obra de recibir y compartir este
mensaje es bueno, porque por ello estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos
ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención… y
esto hace toda la diferencia.
¿Es verdad que el mundo te va a aborrecer y rechazar? Sí, frecuentemente, porque hasta que el Espíritu
los convierte, para los incrédulos nuestra Palabra es una locura. Pero no os preocupéis, no sois del mundo,
sino sois de Cristo.
¿Es cierto que el mundo te va a odiar e ignorar? Sí, muchas veces. Pero no todos. Y no siempre.
En el tiempo del Señor, aquellas almas que el Señor tiene preparadas para
guardar su Palabra van a escucharte, y van a regocijarse contigo en la Palabra
de Cristo crucificado, la esperanza de perdón y salvación. Que alegría vamos a experimentar, y a la vez,
que bendición, porque esta Palabra de Jesús, lo que cuando está plantada en los
corazones puede salvar las almas de los incrédulos, también te está
salvando.
La Palabra de Cristo.
Recíbela, compártela, y regocíjate en ella, cada vez, en el Nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
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