Primer Domingo de Cuaresma, Invocavit
1 de marzo, A+D 2020,
¿Qué estás pensando, Jesús? San Mateo 4:1-11
¿Qué
estás pensando, Jesús?
Me
temo que, desde la perspectiva del mundo actual, Jesús se esté
equivocando. Está perdiendo una
oportunidad incomparable para mejorar el mundo, y me temo que el mundo no vaya
a perdonarlo.
Consideremos un momento, desde una perspectiva razonable y moderna, las
tentaciones del Diablo, las que Jesús rechazó, quizás sin darlas la
consideración que merecían.
Tal
vez algunos están pensando que el hecho que es el Diablo que ofrece
estas promesas increíbles significa que Jesús debe rechazarlas, sí o sí, puesto
que Satanás es el padre de mentiras, y el icono por excelencia del mal.
Pero
hoy en día todo, ¿no es que todo el mundo sepa que la falsedad y la verdad son
nada más que constructos culturales impuestos en la sociedad, mayormente por la
Iglesia? Es igual con el bien y el mal,
¿no? De verdad, en vez de tentaciones,
¿no sería mejor decir que Satanás dio algunas “sugerencias”, o aun “promesas”?
¿No es
que hoy en día uno debe ser inteligente, y considerar los beneficios prácticos
de cualquiera idea, sin prejuicio medieval?
Consideremos, entonces, “las promesas” del Diablo, y el supuesto
bien que Jesús pudiera lograr, si las aceptara.
Primeramente,
vemos la oportunidad de tener un suministro de pan inagotable. Se puede considerar extraña la postura de
Jesús, de no querer cambiar las piedras en pan para aliviar su hambre. Porque, durante los años siguientes, Jesús
haría algo muy parecido, multiplicando panes para alimentar una gran multitud,
al menos dos veces. Después de todo,
¿qué podría ser más importante que tener suficiente comida?
Puesto
que Jesús tiene el poder de convertir piedras en pan, ¿por qué no siempre hacerlo? ¿Por qué es bueno en una situación, pero no
en otra? No tiene sentido. El mundo quiere saber: ¿Por qué no mostrar su
poder y luego dejar que otros beneficien, igual como él mismo? Imagina el número de discípulos esto
atraería. ¿No es una señal de una mente
cerrada que Jesús no quiere aceptar tal sugerencia buena, solamente porque
viene de un enemigo?
Podemos ver que esta sugerencia concuerda con el utilitarismo y el
materialismo, filosofías que consideran el ser humano como nada más de un
animal inteligente, que debe tomar cada decisión considerando nada más que su
propio bien. Bajo esta perspectiva, es
razonable tomar cada decisión basada en factores materiales y económicos, y
nada más. ¿Por qué Jesús no quiere usar
su poder para alimentar a sí mismo, o tal vez a todo el mundo? ¿No sería algo bueno?
Segundo, Satanás invita a Jesús que muestre su poder para proteger la
vida y la salud, en este caso su propia vida y salud, aprovechándose de las promesas
de Dios al hombre verdaderamente fiel, como es Jesús. A sus ángeles mandará acerca de ti, y, En sus manos
te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra. ¿Qué
sería el problema con aprovechar de esta promesa divina?
Obviamente
es un bien que uno puede garantizar la vida y la salud. Esto sería el camino a la mejor atención
médica posible para todos, ¿no? Si de
verdad Jesús tiene este poder, ¿por qué no usarlo, para ayudar a sí mismo, e
innumerables otros?
Esta
sugerencia del Diablo está basada en nuestra tendencia a valuar a nuestra vida
sobre cualquiera otra cosa. Se puede
llamarla una actitud lógica, o una actitud egoísta, o como algo necesario para
realizar la sobrevivencia del más apto. Pero
así es como somos.
La
tercera oferta del Diablo es para poder gobernar el mundo entero. Hay tanta miseria infligida por gobiernos
malos e ineficaces; ¿cómo puede Jesús no aprovechar de esta oportunidad? Si sólo pudiéramos tener un sistema global,
dirigido por alguien bueno y sabio, como Jesús.
¡Imagínate las mejoras que veríamos!
Es verdad que tal sistema requeriría que cediéramos una parte importante
de nuestra libertad, y el poder de dirigir nuestras propias vidas. ¿Pero no te parece un canje positivo?
Al
mundo de hoy, es patente que perseguir estos bienes ofrecidos por Satanás es
razonable, aunque requeriría que echáramos toda religión de la conversación, de
la cultura, y de las consideraciones públicas.
Tal vez el mundo podría dejar que la gente simple continúe en sus
tradiciones religiosas, pero sería peligroso y contraproducente dejar que la
religión ejerciera una influencia real y pública.
¿No es
un dato conocido que cualquiera persona que quiere ser considerada culta y de
alto rango tiene que aceptar la realidad que la ciencia ha desalojado a la
religión de su puesto de prestigio inmerecido? ¿No es imprescindible prohibir que la
religión, especialmente los cristianos, tengan voz? Porque es obvio que las religiones siempre
causan problemas, crean fricciones, y retrasan el progreso. Y, según la ciencia, toda la religión es nada
más que superstición, ¿no?
Así
son las “sugerencias” de Satanás, vistas a la luz de nuestro día. Todas sus tentaciones tienen un concepto
básico en común, una filosofía y cosmovisión que podemos llamar humanitarismo
secular, que no solamente es buscar cuidar a otras personas, sino más bien exige
que medamos el valor de todo por los deseos y la razón de los hombres,
sin referencia a ninguna autoridad fuera de nosotros. Es como si fuéramos nuestros propios
dioses.
El humanitarismo
radical tiene el hombre, el ser humano, como el centro y juez de todo, sin referencia
a Dios. Esta actitud, promocionada por
el Diablo, tiene su atracción, y aun se puede usar algunas ideas y palabras Bíblicas
para camuflarla.
Por
ejemplo, el humanitarismo secular dice que los seres humanos son importantes, y
que es bueno querer el bien para todos. Es
un lema del humanitarismo a decir: ¿Por qué no podemos todos convivir en paz? Todo suena bien, ¿no?
Las
crisis siempre son oportunidades para que el humanitarismo secular aumente su
poder e influencia. Podemos ver el
patrón en la historia reciente. Por
ejemplo,
en mi infancia, tuvimos la
amenaza constante de guerra nuclear;
hoy tememos la
posibilidad del cambio climático catastrófico;
y esta semana ha surgido
el pánico del coronavirus.
En
tales crisis, siempre hay voces proclamando que sería inteligente dar más o aun
todo el control
a un poder central, a un gran líder, para sobrevivir la crisis. Buena idea, salvo si este líder viene a ser
otro Napoleón, Hitler, Mao Zedong, o Stalin.
Pero
el problema fundamental con las sugerencias del Diablo, sus tentaciones, es que
nos distraen de nuestro problema real.
Para entender el problema real, y su única solución, necesitamos
considerar las respuestas dadas al Diablo por Jesús.
A la tentación de convertir
piedras en pan, Jesús dice: Escrito
está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca
de Dios. Somos seres de carne y
hueso, y es cierto que necesitamos comer.
Pero el pan de cada día no nos garantiza la vida. El que creó los cielos y la tierra con su
Palabra también nos sostiene, primera y eternamente, con su Palabra. Sin pan suficiente, podríamos morir, o al
menos vivir mal. Pero sin la Palabra que
sale de la boca de Dios, moriremos eternamente.
Pan es importante, pero la Palabra del Señor es aún más importante. Es bueno dar pan a una persona
hambrienta. Pero la vida real y
perdurable sólo viene de la Palabra.
A la tentación de forzar que su
Padre le rescate de un salto del pináculo del Templo, Jesús responde: Escrito está también: No tentarás al Señor
tu Dios. Nuestra vida y nuestra
salud vienen de Dios. Exigir que Dios pruebe
su cuidado a nosotros revela una fe y una perspectiva sobre Dios que son falsas
y merecen rechazo. Está bien querer buena
salud, incluso intentar tener un sistema médico bueno. Pero ningún sistema cambiará la verdad que
nuestra vida viene de Dios, y nuestros días están en sus manos. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y
si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos,
del Señor somos. (Romanos 14:8)
Finalmente, Jesús rechaza la
tentación de gobernar el mundo entero con estas palabras: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo
servirás. No podemos confiar en
hombres ni príncipes, porque todos los hombres son mentirosos, y nadie siempre
hace bien. Nadie, porque somos malos de
corazón. Un buen gobierno es una
bendición de Dios, pero no existe el gobierno perfecto entre hombres, precisamente
porque nosotros hombres caídos estamos involucrados.
Los gobiernos del mundo nos son
dados por Dios, para mantener un nivel del orden en el mundo, para que no nos
destruyamos. El mejor gobierno es
limitado en su poder de hacer el bien, pero puede facilitar el estado de
derecho y la paz que hacen más factible la obra de la Iglesia, la proclamación
de Cristo crucificado. No debemos
esperar más de nuestro gobierno. Cuando
empezamos de confiar en el gobierno más que en Dios, invitamos catástrofes
terrenales, y peor, rechazamos al único que realmente puede ayudarnos.
Las tentaciones de Satanás tenían
la meta de desviar Jesús de su proyecto de salvación. Imposible.
Todo lo que Adán y Eva hicieron mal, y todo el mal de sus descendientes,
incluyendo tu y yo, Jesús vino para hacer bien.
Y aún más, vino para encargarse
de la responsabilidad de arreglar todo, de pagar nuestra deuda y así consumir
y aniquilar todo el poder del pecado, la muerte y el Diablo, en el momento
oportuno, en una Cruz, fuera de Jerusalén.
Su victoria sobre Satanás en el
desierto fue solamente el primer paso.
Pero el proyecto fue iniciado, y lo que el Señor decide hacer, ya está
efectivamente hecho, aun si no podemos ver el resultado.
Pero mira. Hoy podemos ver el resultado, con ojos de fe. Acerquémonos,
pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar
gracia para el oportuno socorro.
Porque aquí podemos oír el
resultado bendito, cada vez que la Palabra de Absolución, la Palabra de perdón,
entra nuestros oídos. Podemos verlo
cuando un niño está traído a la fuente de vida, la pila bautismal. Podemos verlo, tocarlo y saberlo, bajo y con
el pan y el vino, por los cuales recibimos el cuerpo y la sangre de aquel que
rechazó las tentaciones del Diablo, para empezar su gran obra de
rescatarnos. Todo esto nos enseña que verdaderamente,
Jesús sabe lo que está haciendo, ayer, hoy, mañana y hasta la eternidad.
Y lo que hace, Él hace para ti,
en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén.
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