Quinto Domingo después de
Trinidad
Callaos; Echad la Red; No Teméis.
¡Qué maravilla! Durante muchos siglos el Espíritu Santo iba
guiando a la Iglesia en la elección de nuestras lecturas de hoy. Y todo el tiempo, tenemos que decir que el
Señor tenía su ojo en este domingo, y en nuestra iglesia, para proveernos un conjunto
de lecturas, lo cual llamamos “los propios del día,” que hablarían precisamente
a nuestra situación actual.
No veo otra posibilidad. Fíjate como nuestros “propios” de hoy aplican
a nuestra actualidad como iglesia misional.
En nuestra lectura del A.T., tenemos a
Elías, un predicador fuertísimo, audaz y poderoso en su ministerio, pero ahora
agotado, desesperado, escondido en una cueva, buscando una salida de su
vocación. Elías solo pudiera ver su
situación fatal; aparentemente no sabía que Dios estaba guardando todavía 7.000
Israelitas fieles.
Me pregunto si los 7.000 conocían los unos
a los otros, o si ellos también, por causa de la soledad, apenas se aferraban a
la fe. Los 7.000 fueron unos pocos,
esparcidos entre tanta gente, parientes y amigos, llamados igualmente por el
Señor, pero gente que había salido del camino recto, siguiendo dioses falsos.
Gracias a Dios, oímos también de las
próximas generaciones de predicadores, de Eliseo, un joven que iba a continuar
el trabajo, después de Elías. Y, un
milenio más tarde, de San Lucas, oímos de la vocación por Jesús mismo de Simón Pedro,
un hombre maduro, que no buscaba una vocación nueva. Oímos como el Señor escogió a este hombre
común y simple, un hombre quien fue, según nuestro entendimiento, poco
preparado para ser un predicador. Pero,
el Señor le escogió, y a sus compañeros, Juan y Jacobo. “Te haré un pescador de hombres,” dice Jesús
a Pedro, y por lo tanto, así es como es, no importa lo que pensemos.
¿Y qué de nuestra situación? Seguramente, durante los 18 años de la
misión, los luteranos en España se han regocijado en mucho; nunca deberíamos
olvidar las alegrías. Y no creo que
queramos comparar nuestra situación a la de Elías e Israel, sufriendo bajo los
ataques de los reyes malvados Acab y Jezabel.
No hemos sufrido así. Pero la
historia de la Iglesia Luterana en España tampoco ha sido fácil.
Creo que nuestros miembros, diseminado por
todas partes de España, sepan algo de ser aislados y poco conectados.
También tenemos predicadores sirviendo en
varias etapas del ministerio. Tenemos
por ejemplo:
·
Un nuevo pastor, intentando descubrir el patrón
de su ministerio, recientemente ordenado, pero a la vez, el hermano mayor de todos
nuestros pastores.
·
Un pastor con experiencia, que durante algunos años
llevó mucha carga sin mucha ayuda, intentando servir entre golpes y fracasos
fuera de su control. Y estos dos, como
San Pablo, realizan su servicio pastoral mientras también trabajan a tiempo
completo.
·
Para acompañarlos y ayudarlos, tenemos dos
norteamericanos, todavía luchando para dominar el idioma, y comprender la
cultura.
Finalmente,
tenemos tres seminaristas, cada uno siguiendo un camino distinto al ministerio
pastoral. Tenemos:
·
Uno en formación “a distancia,” buscando tiempo
para hacer las clases por internet, mientras trabajando, y siendo padre, y
esposo… y catequista… y líder de una congregación.
·
Otro hombre con mucha experiencia pastoral, pero
en una iglesia distinta, un hombre familiarizado con luchas dentro del pueblo
de Dios, entrando ahora mismo en un año más de formación intensiva, mientras
continúa buscando opciones laborales que pudieran dejarle tiempo para servir a
su nueva iglesia.
·
Y finalmente, un joven, un hombre quien, para
conseguir la mejor formación pastoral, está saliendo de su país, su cultura, y
su entorno familiar, para realizar un vicariato con una congregación
dominicana, y algunos estudios en el nuevo seminario luterano en Santiago.
Y todo este esfuerzo misional se ha
realizado en España, donde mucha gente no quieren nada más que salir
completamente de la iglesia, y otros que entienden un luterano como algo raro, pero
más o menos igual a un pentecostal, un bautista, o aun igual a un mormón, o un
testigo de Jehová.
Como decía el Predicador, hijo de David,
rey en Jerusalén, “nada hay nuevo debajo
del sol.” (Eclesiastés 1:9b) El fiel predicador y los creyentes siempre
van a recibir el rechazo de los sabios del mundo, que no quieren oír nada que
no conforme a su entendimiento. Más
bien, demandan que la teología sometan a las últimas modas y los deseos bajos
de los hombres, por ejemplo, cualquier de las muchas religiones de
auto-justificación, o la religión secular de hoy, el cientificismo materialista
y evolucionista, o la religión popular de la libertad sexual.
El fiel predicador y los creyentes también
sufrirán de los que solo quieren aceptar demostraciones de poder obvio, los que
quieren encontrar a Dios en el viento que quiebra peñas, o en terremotos o en
fuego ardiente, es decir, por ejemplo, ellos que buscan a Dios en grandes
edificios, instituciones razonables y eficaces, o en movimientos
populares.
Pero el Señor solo da a sus predicadores
un silbo delicado, una predicación de locura.
Según las preferencias del mundo, la palabra de la Cruz, aunque la
gritamos de las azoteas, no tiene más importancia que un susurro, menos poder
que un murmullo de un niño. Pero, lo insensato
de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los
hombres. Y por eso, predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente
tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos
como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.
Y, mientras predicamos y escuchamos a Cristo
crucificado, aprendemos que nuestro Siervo Sufriente siempre ha sido con su
iglesia, con sus creyentes, dondequiera se han sido encontrado. El Señor siempre estaba con Elías y todos sus
profetas, perseguidos por gobernantes viles y líderes religiosos diabólicos,
hasta que Jesús mismo fue ejecutado por personas iguales.
El Señor estaba morando por la fe en el
corazón de cada uno de los 7.000 fieles, agarrando a ellos en los momentos
cuando su fe desmayaba, guardándolos para la vida eterna. Fue el compromiso de Dios a ellos por la
promesa de la circuncisión, y es su compromiso a vosotros, por la promesa mejor
de vuestro bautismo, que es la circuncisión hecho no por manos humanas, sino la
circuncisión del corazón, hecho por el Espíritu Santo.
El Cristo siempre estaba con Pedro,
corrigiéndole y enseñándole como pescar, y al final, tomando su título de “hombre
pecador,” colgando en la Cruz no como solo un pecador más, sino sufriendo allí
como “el pecador de pecadores.” Jesús
fue completamente sin pecado, pero en amor, aceptó, para Pedro, y para
nosotros, toda la deuda y todo el pecado que nos separaban de su Santo
Padre. No teméis: con, por, y en Cristo,
tenéis pleno perdón y toda la bendición de Dios, eternamente.
Ciertamente hoy, por la Palabra designada,
el Espíritu Santo tiene un mensaje particular para nosotros, los miembros y
servidores de la Iglesia Evangélica Luterana Española: Callaos;
Echad la Red; y No Teméis.
Callaos. Cuando sentimos aislados, olvidados, o
perseguidos, cuando dudamos nuestra vocación como cristianos, o cuando pastores
actuales o futuros dudan la validez de su vocación para predicar, el Señor nos
dice: Callaos. Tranquilizaos.
Callaos, y escuchad mi voz apacible, la
locura de la Palabra de la Cruz. No es
una palabra poderosa según el poder de hombres, pero tiene todo el poder de
Dios, más que suficiente para llevarnos a la meta. El Señor, crucificado y resucitado, es nuestra luz y nuestra salvación; ¿de
quién temeremos?
Echad
la red. Cuando, por la falta del
logro visible, lo cual nuestra carne pecaminosa siempre quiere ver, estamos
tentados de diseñar un modo nuevo para crecer la Iglesia, el Señor nos
manda: Echad la red. Echad la red que es mí red, es decir, echad
la red que es la locura de la predicación de Cristo crucificado. Echad la red del misterio de la promesa de la
Santa Cena, y el lavamiento en agua que nos une a la muerte y la resurrección de
Jesús. Echad la red para el bien de los
fieles creyentes, y también echadla a los perdidos. Luego, dejad que el Señor llene su propio
red, según su propio plan.
Y
finalmente, no teméis. El Señor,
crucificado y resucitado, es nuestra
luz y nuestra salvación; ¿de quién
temeremos? Tendremos días de alegría, y días de lágrimas. No os desmayéis ante dificultades, como si
Cristo os hubiera abandonado. Ni tampoco
en los días buenos deberíais tener orgullo en vosotros mismos, como si habéis
ganado algo por vuestro poder. No
teméis, sino recordad la Palabra de la Cruz, y hallad vuestro orgullo y
confianza exclusivamente allí, porque la palabra de la cruz es locura a los que
se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios, y
sabiduría de Dios. Es nuestro sumo bien,
y nuestra salvación completa, en el Nombre de Jesús, Amén.
Fifth Sunday after
Trinidad
Be quiet; Throw the net; Do not fear.
What a marvel! For
many centuries the Holy Spirit was guiding the Church in the choice of our
readings today. And all the time, we have to say that the Lord had his eye
on this Sunday, and on our church, to provide us with a set of readings, what
we call "the propers of the day," that would speak precisely to our
current situation.
I do not see another
possibility. Look at how our “propers” today apply to our present reality
as a missionary church.
In our reading of the OT,
we have Elijah, a strong preacher, audacious and powerful in his ministry, but
now exhausted, desperate, hidden in a cave, looking for a way out of his
vocation. Elijah could only see his fatal situation; apparently he
did not know that God was still guarding 7,000 faithful Israelites.
I wonder if the 7,000 knew
each other, or if they too, because of loneliness, barely clung to the
faith. The 7,000 were a few, scattered among so many people, scattered
among relatives and friends, also called by the Lord, but people who had strayed
from the straight path, following false gods.
Thank God, we also heard
from the next generations of preachers, of Elisha, son of Safat , a
young man who was going to continue the work, after Elijah. And, a
millennium later, from St Luke, we heard about the calling by Jesus himself of
Peter, a mature man, who was not looking for a new vocation. We hear how
the Lord chose this common and simple man, an man who, according to our
understanding, was unprepared to be a preacher. But the Lord chose him,
and his companions, John and James. I will make you a fisher of men,
says Jesus to Simon Peter, and so, that's how it is, it does not matter what we
think.
And what of our
situation? Surely, during the 18 years of the mission, the Lutherans in
Spain have rejoiced in much; we should never forget the joys. And I
do not think we want to compare our situation to that of Elijah and Israel,
suffering under the attacks of the evil kings Ahab and Jezebel. We
have not suffered like that. But the history of the Lutheran Church
in Spain has not been easy either.
I believe that our members,
scattered throughout Spain, know something about being be isolated and barely
connected.
We also have preachers
serving in various stages of the ministry. We have for example:
- A
new pastor, trying to discover the pattern of his ministry, recently ordained,
but at the same time the older brother of our pastors.
- An
experienced pastor, who for years carried a lot of burden without much
help, trying to serve between blows and failures beyond his
control. And these two, like Saint Paul, doing their pastoral service
while also working full time.
- To
accompany and help them, two Americans still struggling to master the
language, and understand the culture.
Finally, we have three
seminarians, each one following a different path to the pastoral ministry.
- One
in formation "at a distance," looking for time to do the classes
online, while working, and being a father, and husband ... and catechist
... and leader of a congregation.
- Another
one with a lot of pastoral experience, but in a different church, a man
familiar with struggles within the people of God, entering now in another
year of intensive formation, while continuing to look for work options
that could leave him time to serve his new church.
- And
finally, a young man, a man who, to get the best pastoral formation, is
leaving his country, his culture, and his family environment, to make a
vicariate with a Dominican congregation, and some studies in the new
Lutheran seminary in Santiago.
And all this missionary
effort has been carried out in Spain, where many people
want nothing more than
to leave the church completely, and others that understand a Lutheran as
something strange, more or less equal to a Pentecostal, a Baptist, or even the
same as a Mormon, or a Jehovah´s Witness.
As the Preacher, son of David,
king in Jerusalem, said, "there is nothing new under the sun."
(Ecclesiastes 1: 9b) The faithful preacher and the believers will always find
the rejection of the wise men of the world, who do not want to hear anything
that does not conform to their understanding.
Rather, they demand that theology submit to the latest fashions and the base
desires of men, for example, any of the many religions of
self-justification, or the secular religion of today, the materialistic and
evolutionary scientism, or the popular religion of sexual freedom.
The faithful preacher and
the believers will also suffer from those who only want to accept
demonstrations of obvious power, those who want to find God in the wind that
breaks rocks, or in earthquakes or in burning fire, that is, for example, those
who seek God in great buildings, reasonable and effective institutions, or
popular movements.
But the Lord only gives his
preachers a delicate whistle, a preaching of madness. According to the
preferences of the world, the word of the Cross, although we shout it from the
rooftops, has no more importance than a whisper, less power than a murmur of a
child. But the foolishness of God is wiser than men, and the
weakness of God is stronger than men. And so, we preach Christ
crucified, for the Jews a stumbling block, and for the Gentiles foolishness;
but for those who are called, both Jews and Greeks, Christ the
power of God, and the wisdom of God.
And, as we preach and
listen to the crucified Christ, we learn that our Suffering Servant has always
been with his church, with his believers, wherever they had been found. The
Lord was always with Elijah, persecuted by vile rulers and diabolical
religious leaders, until Jesus himself was executed by equals.
The Lord was dwelling by
faith in the hearts of each of the 7,000 faithful, holding on to them at those times
when their faith fainted, saving them for eternal life. It was His
commitment to them by the promise of circumcision, and it is his commitment to you,
by the better promise of your baptism, which is the circumcision made not by
human hands, the circumcision of the heart, made by the Holy Spirit.
The Christ was always with
Peter, correcting and teaching him, and in the end, taking his place, and his
title of sinful man, hanging on the Cross not as just another sinner, but
suffering there as a sinner of sinners. Jesus was completely without sin,
but in love, he accepted, for Peter, and for us, all the debt and sin that
separated us from his Holy Father. Do not fear: with, for, and in Christ,
you have full forgiveness and all the blessing of God, eternally.
Today, by the appointed Word,
the Holy Spirit has a particular message for us, the members and servants of
the Evangelical Lutheran Spanish Church: Be
Quiet; Cast the Net; and Do not Fear.
1. Be Quiet: When we feel
isolated, forgotten, or persecuted, when we doubt our vocation
as Christians, or when current or future pastors doubt the validity of
their vocation to preach, the Lord tells us: Be quiet. Calm down.
Be still, and listen to my
peaceful voice, the madness of the Word of the Cross. It is not a powerful
word according to the power of men, but it has all the power of God, more than
enough to take us to the goal. The Lord, crucified and risen, is our
light and our salvation; Whom shall we fear?
2. Cast
the Net: When, because of the lack
of visible achievement, which our sinful flesh always wants to see, we are
tempted to design a new way to grow the Church, the Lord commands us: Cast the
net. Cast out the net that is my net, that is, cast the net that
is the folly of the preaching of the crucified Christ. Cast out the net of
the mystery of the promise of the Holy Supper, and the washing in water that
unites us to the death of Jesus, and also to his resurrection. Cast out
the net for the good of the faithful believers, and also cast it out to the lost. Then,
let the Lord fill his own net, according to his own plan.
3. Do not fear. The Lord, crucified and resurrected, is
our light and our salvation; Whom shall we fear? You will experience
days of joy, and days of tears. Do not lose heart in the face of
difficulties, as if Christ were leaving you. Nor in the good days should you
take pride in yourself, as you have gained something by your own power. No,
remember the Word of the Cross, and seek your pride and confidence exclusively
there, because the word of the cross is madness to those
who are lost; but to those who are saved, that is, to us, it is the
power of God, and the wisdom of God. It is our highest good, and our
complete salvation, in the Name of Jesus, Amen.
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