Adviento 1 (Ad Te Levavi)
He aquí, que vienen días.
San Mateo 21:1-9, Romanos 13:8-14, Jeremías 23:5-8
Adaptado del sermón de Pastor Adam Lehman,
que bendiciones sean sobre su cabeza…
En el nombre del
Padre, y del + Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Los días
vienen. ¡Preparémonos!
Es la temporada del Adviento, un tiempo,
sí, para prepararnos la celebración, en unas pocas semanas, del nacimiento de nuestro Salvador. También es
el tiempo de preparación para la Segunda Venida, el Segundo Adviento de nuestro
Señor ... su regreso en el Último Día.
Por lo tanto, escuchad bien las palabras del profeta: He aquí, que vienen días, dice Jehová. Los
días están viniendo. Hay urgencia. El
tiempo es esencial.
¿Pero, en qué estamos realmente enfocados?
¿Oramos diariamente, “Ven, Señor Jesús, ven”?
¿O es que olvidemos de enfocar en su regreso porque tenemos que salir de
compras y queremos disfrutar de todas las ventas y decoraciones navideñas? Tal vez lo mejor que podamos decir es que somos
generosos, que queremos asegurarnos que cada persona en nuestra lista esté bien
atendida, en la Navidad, y los Reyes.
Por supuesto, es bueno dar regalos. Pero ojo, en medio de tanta actividad alegre,
es fácil olvidar de lo que es más importante. Es fácil olvidar la urgencia con que
el profeta nos llama, y pasar por alto el motivo de la advertencia que el Señor
nos está declarando ... He aquí, que
vienen días.
Vienen días para que nuestro Rey venga a
nosotros, el mismo renuevo justo de David, que un día pronto reinará como Rey universal, el cual será
dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra.
Es tiempo para preparar.
Nos preocupamos mucho por el tiempo, que
pasa demasiado rápido, excepto cuando corre demasiado lento. Pero los días vienen cuando toda nuestra
preocupación por el tiempo terminará, porque el tiempo en sí terminará. Para
todos que estén en Cristo, con la terminación del tiempo llegarán otros finales:
el final de la preocupación, el final de tener que estar aquí y allá. El estrés, los problemas de dinero, la
enfermedad, la angustia, las divisiones familiares, el pecado, todos estos
terminarán, y sí, vendrá el final de la muerte en sí.
He aquí, que vienen días.
Pues, tan segura que ocurrió la entrada
triunfal de nuestro Señor en Jerusalén, la que fue predicha por los profetas,
esperada durante miles de años por la gente, y llevada a cabo en la plenitud
del tiempo, así también, su Segundo Adviento llegará. Su venida en gloria. Su
triunfo final. Su regreso para tomar su trono y su corona. En aquel día, Él no
viene manso y humilde, sobre un asno. No
tomará una cruz ni llevará una corona de espinas, sino que más bien será
aclamado en un triunfo mundial que lo colocará a Jesús visiblemente en el
centro del universo, cumpliendo todo lo que se ha testificado de Él en las
Escrituras.
He aquí, que vienen días.
De verdad, todos nos estamos moviendo hacia
este día, sea conscientemente, o no. Por
eso el tiempo es esencial. Y por eso, San Pablo nos dice que debemos levantarnos del sueño. Celebrar la
Navidad con gozo está bien, siempre que recordemos que hay algo mucho más
importante que las compras y las fiestas, más esencial que cocinar y decorar.
¡Estamos
preparando el camino real para encontrarnos con nuestro Rey! ¡Estamos
almacenando tesoros eternos en el cielo para disfrutarlos en la fiesta que
nunca terminará! En aquella mesa allá, saludaremos a nuestros hermanos de todos
los tiempos y lugares, todos nosotros alrededor del trono del Cordero, y
cantaremos: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del
Señor! ¡Hosanna en las alturas!
La meta es
gloriosa. ¡Preparémonos!
La primera vez que el Señor vino a
nosotros, quedó indefenso y fue colocado en un pesebre. Él vino a nosotros como
uno de nosotros. Se unió a nosotros en nuestra debilidad y mortalidad, aunque
no fuera justo que Él sufriera, porque no tuvo ningún pecado. Pero lo hizo todo,
por amor.
Y cuando vino a reclamar su reino en Jerusalén,
su ciudad real ancestral, vino manso, y sentado sobre una asna, sobre un
pollino, hijo de animal de carga. Al entrar en la ciudad, fue aclamado como rey,
y las multitudes querían darle una corona.
Cinco días después, recibió una corona distinta, y lo llevaron a Él fuera
de las murallas de la ciudad, burlándose de Él como un mesías fraudulento y
falso, echándolo fuera de Jerusalén, para ser crucificado.
Él vino la primera vez para sufrir en
nuestro lugar, por nuestros pecados. Murió soportando nuestro castigo, sacrificándose
para lograr nuestra redención. Y luego, resucitó como vencedor de la muerte,
para que nosotros, su pueblo amado, pudiéramos vivir para siempre con Él.
Y así, esperamos ansiosamente este regreso
trascendental de nuestro Señor. Porque
ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. El
tiempo es esencial, porque el tiempo nos lleva a la eternidad.
Entonces, mientras nos preparamos para el
ajetreo de la temporada navideña, preparémonos también espiritualmente para la
próxima era. Encontrémonos preparados para saludar a nuestro Señor en la
eternidad, ya sea que Él venga a nosotros al fin del mundo, o que vayamos a Él
al final de nuestras vidas. Porque no sabemos cuándo sucederá ninguno de los
dos eventos. Pero al igual que la entrada triunfal de nuestro Señor en
Jerusalén, su Segundo Adviento y el fin vendrán.
¿Y cómo podemos prepararnos? Empecemos por recordar como Jesús ha venido a
nosotros, individualmente y como Iglesia.
Aunque cada uno de nosotros estábamos muertos en nuestro pecado, Dios
nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados). Hemos sido redimidos por la Santa Sangre del
Señor, bautizados por el Agua Santa del Señor, perdonados por la Santa
Absolución del Señor. Estamos invitados a una unión mística con Él a través de
la Santa Cena del Señor.
Él nos ha preparado todo, en el día en que
se ofreció a sí mismo por nosotros. Ahora, nos ha invitado a la fiesta. Él ha
preparado este camino de Palabra y Sacramentos para que nos unamos a Él por la
eternidad, dejando atrás el tiempo mismo y todo el ajetreo, la preocupación y
el dolor, la enfermedad, el pecado, y la muerte.
Entonces ven. Ven a Él, donde y cuando Él
viene a ti este Adviento, y durante todo el año. Él vino a nosotros para nuestra salvación
como el Bebé en Belén, como el Rey montado en un asno, y como el Pecador
castigado por Dios en la Cruz. Ahora el Cristo resucitado nos ofrece el fruto
de su obra, hoy en día, aquí mismo. Ven
a Él, así como Él nos llega humildemente, montado sobre su Palabra de promesa,
y con el pan y vino, perdonando nuestros pecados y dándose Él mismo en el
milagro de la Eucaristía.
El tiempo es esencial, porque la noche está avanzada, y se acerca el día.
Ven a Él, así como Él viene a ti en cada Misa, para prepararte y unirte a Él,
hoy, y por la eternidad. Y así, estés
preparado por el Día en que Él vendrá a nosotros, la Iglesia, su Novia. Él vendrá como Conquistador al final de los
siglos, derrotando a Satanás y la muerte de una vez por todas.
He aquí, que vienen días, dice Jehová.
Los días están viniendo. El tiempo es esencial.
Hay un sentido de urgencia. Porque esto es verdaderamente importante.
Pero a la vez, es un tiempo de gozo,
porque nos viene el mejor regalo de todos.
He aquí, tu Rey viene a ti.
Por ende, cantemos
juntos:
¡Hosanna al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!
Amén.
No comments:
Post a Comment