El Nacimiento de Nuestro Señor 24 de diciembre, A+D 2018
Confirmación de Sebastián y Juan Miguel
¿Están listos? San Lucas 2: 1 - 20
¿Están listos? No, no están listos. Es obvio, ¿no?
Quiero
decir que los pastores, vigilando a sus ovejas por la noche en aquel Judea de
hace dos mil años no estaban listos. No
estuvieron adecuadamente preparados para ser los primeros predicadores de la
Encarnación, la buena noticia que, en el Bebé de Belén, Dios se hizo carne,
para lograr la salvación del mundo.
Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, y a los hombres, buena
voluntad…
Tenían los pastores un sermón corto y
bonito, que nos ha sido nacido hoy, en Belén, un Salvador, Cristo el
Señor. Fantástico. ¿Pero no deberían haber sido los pastores más
listos, más bien educados y cultos, con un aspecto mejor? Aquí en España todavía se puede observar a
pastores de ovejas y cabras en muchos lugares, en el campo, y en las afueras de
las ciudades, cuidando sus rebaños. Creo
que la profesión no ha cambiado tanto en dos milenios, bueno, excepto que ahora
los pastores llevan móviles. Y no creo
que muchos de los pastores actuales se sientan preparados para subir en un
púlpito para predicar de Cristo. Ni
tampoco creo que hubiera mucha diferencia hace dos mil años en Judea. No estaban listos.
¿Están listos Seba y Juanmi para la
confirmación? Es interesante hacer la
confirmación en la Navidad, para mí la primera vez. Siempre hay una preocupación, por parte de
los catecúmenos, sus padres, y sus pastores, si ellos están verdaderamente
listos para confesar su fe en Cristo y acceder a la Santa Cena, para comer y
beber, en un misterio, el mismo cuerpo y sangre de Él que una vez reclinó en un
pesebre, y luego colgó en una cruz. Las
lecturas asignadas hoy nos proveen un contexto bueno para meditar sobre la
preparación de los catecúmenos, y de cada uno de nosotros.
Y, por un lado, no, Seba y Juanmi no están
listos. Hay un componente académico de
la confirmación, una historia para conocer, una doctrina para entender, una
presencia real de Cristo en la Santa Cena para confesar. No es meramente un juego de niños, es el tema
eterno, el asunto más importante de todos.
Y siempre hay más para aprender.
La Confirmación no puede ser la terminación de la Catequesis, porque
siempre necesitamos continuar en la Palabra, para profundizar en la Fe, y para
ser preparados para la lucha que es la vida cristiana. También necesitamos continuar en la
catequesis, porque somos olvidadizos.
Siempre hay algo que hacer en relación con
la catequesis, lo que significa que la catequesis es de la Ley. Y siempre con la Ley la realidad es que no
hemos hecho todo, y no todo perfecto.
Como los pastores en Belén, nuestros chicos no están tan listos que
podríamos preferir. Ni estáis vosotros. Ni estoy yo.
Así es el camino de la Ley: la expectativa es perfección, y no llegamos
ni siquiera cerca de la perfección.
Pero, por el otro lado, es totalmente
correcto hacer la confirmación de Juanmi y Sebas hoy. Porque, al fin y al cabo, aunque no podemos
ignorar la parte académica, la confirmación no es un logro nuestro, es un don recibido
de Dios. No es solamente Ley, es también
Evangelio. Confirmarse es simplemente
confesar públicamente y personalmente el contenido de la fe bautismal, y la fe
bautismal es un misterio, creado en nosotros por el Espíritu Santo.
Hay contenido concreto, hechos y datos
para aprender, pero al fondo, la confirmación no es alcanzar un determinado
nivel de conocimiento. La confirmación
es nada más, y nada menos, que confesar públicamente tu fe en la persona y obra
de Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo de María, y nuestro Salvador, una obra y fe recibida
primeramente en el Bautismo, el lavamiento de gracia hecho por el Espíritu
Santo.
Es importante que mantengamos un estándar,
porque hacer diferente sería burlarse de Dios, y los cristianos no se burlan
del Señor Todopoderoso. Pero, al mismo
tiempo, no es un título académico. Los
chicos no están terminando su educación, simplemente están confesando su fe,
para acceder a la Santa Cena. Y al fin,
la capacidad de confesar la fe es un misterio, un misterio que nos da acceso a
otro misterio, la Cena del Señor, donde recibimos todo el fruto de la obra de
Dios hecho carne, Jesucristo.
Y estos son misterios que deberíamos poder
entender mejor hoy, cuando celebramos de nuevo el Nacimiento de Nuestro Señor,
el Hijo de Dios, nacido de la Virgen María, y colocado en un pesebre, una caja
normalmente utilizada para alimentar a las ovejas y las vacas.
Nuestra falta de preparación adecuada no
debería sorprendernos, porque nos parece claro que tampoco el Bebé de Belén
estaba listo. Este bebé, sin casa, sin poder,
sin importancia, él no puede ser el Salvador, mucho menos el Dios encarnado; es
incomprensible, ¿no? ¿Cómo puede un
niño, cien por ciento dependiente de su madre, defendernos del diablo, y de la
propia justicia de Dios? ¿Cómo puede un
niño, sin la capacidad de hablar, ser a la vez el Verbo eterno, la Palabra del
Padre, enviada para predicar buenas noticias de salvación a los pecadores? No está listo, ¿verdad? ¿Como pudiera ser?
Pero este niño fue Dios hecho hombre. Fue la Voz celestial, venido a anunciar el
Evangelio, fue el creador y el sostenedor de toda la creación, y de toda
vida. Desde su nacimiento, y antes, aún
en la matriz de María, nunca había un momento cuando Jesús no fuera Dios mismo.
En un sentido, claro, el niño Jesús,
recién nacido de María, no estaba listo para ser el Salvador. Iba a necesitar la leche de tu madre, y el
cuidado de su padre por adopción, José.
Tendría que fugarse con la Sagrada Familia a Egipto, y volver a Nazaret
después de la muerte del rey Heródes.
Tendría que crecer, y esperar.
Pero al mismo tiempo, siempre fue el Todopoderoso.
Y en esto, finalmente, vemos el amor de
Dios, y su compromiso a nosotros, que el Padre quiso enviar su eterno y
unigénito Hijo a pasar por toda esta humillación. Vemos el amor de Dios en el hecho de que el
Hijo quiso hacer todo esto, por amor a su Padre, y a nosotros pecadores. Todo lo que experimentó, la humildad y la
vergüenza, la necesidad y el cansancio, el sufrimiento, y la muerte, todo esto,
y más, fue libremente elegido por Jesús, para servir… a ti. Para hacerte listo para recibir su amor, su
perdón, su justicia, y entrar finalmente en su reino celestial.
Al final, la confirmación, el acceso a la
Santa Cena de los que fueron bautizados de niño, es muy sencilla. Es la confesión de Jesús, la confesión de
nuestra confianza, aunque a veces sea débil, de que, en Él, tenemos paz con
Dios, a través del pleno perdón de nuestros pecados, logrado para nosotros en
la Cruz. La confirmación es la confesión
que nunca pudiéramos lograr aun la mitad de lo necesario para ganar el perdón…
por lo tanto, nunca pudiéramos hacernos listos.
Pero Jesús lo ha hecho completo, 100%, para nosotros.
Entonces sí, Seba y Juanmi están listos,
porque Jesús ha puesto su nombre y su justicia sobre ellos. Por ende, recibamos juntos hoy el mejor
regalo de Navidad posible, el Bebé de Belén, quien es también el Hombre de
Calvario, ya reinando encima del universo, quién también viene a nosotros en su
Palabra, y bajo el Pan y el Vino, para hacernos preparados por su visitación,
en el Nombre del Padre, y
del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén.
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