Último Domingo del Año Litúrgico, 22 de noviembre, A+D
2015
El Fin Viene, ¿Qué Debemos Hacer? San Marcos 13:24 – 37
Ercole Ramazzani, The Last Judgement, 1597 |
Mirad, velad, y orad. Hemos llegado al fin
del año litúrgico, cuando en las lecturas concentramos en los fines: el fin del
mundo, el fin de este tiempo, los últimos días.
Consideramos el fin de esta edad, cuando Jesús va a venir otra vez,
visiblemente, cuando Él venga por la última vez, viniendo en las nubes, como si
montado en un caballo, el Rey del Cielo, viniendo para juzgar a todo el mundo e
inaugurar visiblemente el reino de Dios.
No sé cómo os lo parece este tema, quizás increíble, o temeroso,
espantoso. O quizás os lo parece irreal,
como un sueño. Pero no importa cómo nos
parece la vuelta de Jesús, cuando Él venga, necesitamos estar listos. Si no estamos, no tendremos tiempo para
preparar. Será demasiado tarde.
No estuvimos listos para los atentados en
París. Esto no debería haber sido. Tuvimos bastantes advertencias, amenazas de
violencia de los hombres malvados y violentos de Daesh, el supuesto estado
islámico. Además hemos visto varias
acciones violentas en los últimos meses, acciones hecho fuera de su territorio
controlado. Pero no estuvimos
preparados, y los actos terroristas en Francia nos impactan como presagios del
fin del mundo, como el fin de la edad, o al menos, como el fin de un modo de
vida. Queremos que los culpables sean
castigados y que se detenga el mal. Lo
peor es que el 13 de noviembre fue un fin muy inesperado para más que 120
personas. Nuestra vida buena y suave en
el mundo del siglo 21 nos hace creer que la muerte normalmente no sea una
sorpresa, y una muerte violente es casi impensable. Ahora pensamos un poco diferente.
Los atentados en París no son el fin del
mundo, pero ellos nos recuerdan que, para cada persona en el mundo, hay un fin
personal, para que debemos estar listos.
Las instrucciones de Jesús para ser preparados para su vuelta sirven
también para cada persona en relación con nuestro fin personal: Mirad, velad, y
orad.
El consejo es igualmente apropiado, no
importa si la causa del fin sea atentados terroristas, la muerte causada por
cáncer, o la vuelta de Cristo. Necesitamos
mantener la vigilancia, porque no sabemos cuándo vengan los eventos
inesperados.
Cuando Shelee y yo vivimos aquí en España
en los años noventa, la misión de mi unidad fue seguridad. Tuve la responsabilidad de guardar y proteger
las instalaciones militares en nuestra zona.
Y os puedo decir que mantener la vigilancia es muy difícil. Cuando hay una amenaza clara, todo el mundo
quiere hacer lo que es necesario para ser preparado. Pero después de poco tiempo, si los eventos
esperados no vienen, entonces la voluntad de todos, incluyendo ambos los
guardias y las personas bajo su protección, flaquea mucho.
Yo espero fervientemente que los líderes
de las naciones mantengan su nueva postura contra el Daesh. Pero será difícil a mantenerlo. La voluntad de la población y de los
políticos es fuerte hoy. Pero
necesitaremos resolución y tenacidad para soportar todo lo que es necesario
para mantener la seguridad y luchar contra los terroristas. Tenemos la voluntad hoy. ¿Pero en dos
semanas, dos meses, dos años? Vamos a
ver. Y orar.
La situación actual en Europa y en el
mundo a cerca del terrorismo islámico es serio, un tema muy importante. Pero el tema de la vuelta de Cristo es aún
más serio e importante. Un hombre
malvado puede herirte, o aún matarte.
Sería horrible, pero estos males no tocan la eternidad. Espiritualmente, y con la eternidad en vista,
vivimos hoy en un tiempo de riesgos, y también en un tiempo de
oportunidad. Hoy el pecado y el mal
tienen mucho control en el mundo. Pero
también, hoy existe la oportunidad para hombres y mujeres pecadores
arrepentirse y recibir el reino de Dios a través del perdón de pecados. Todavía hay tiempo. Pero cuando Jesús vuelva, no habrá más
tiempo. Todos los pecadores serán
castigados, y Dios detendrá todo el mal, para siempre. Por eso, lo que dice Jesús a los Apóstoles,
también dice a todos nosotros, Velad.
Estad alerta.
Muy bien, tenemos un consejo directamente
de Jesús. ¿Pero exactamente qué quiere
decir este mandato: “Velad, estad alerta?”
Las instrucciones de Jesús, que seamos
preparados para su vuelta son: Mirad, velad y orad. Bueno, creo que entendemos como orar. Si no, vamos a practicar en unos momentos. ¿Pero qué quiere decir el Señor cuando dice:
“Mirad y velad?” ¿Qué acciones debería
ser visible en nuestra vida cotidiana?
Cuando nuestro Señor ascendió a los
cielos, como leemos en el libro de Hechos, capítulo 1, los Apóstoles quedaron
en el Monte de Olivos, mirando fijamente al cielo dónde una nube le había
recibido a Jesús y le ocultó de sus ojos.
Pero, mientras los discípulos estaba mirando al cielo, dos hombres en
vestiduras blancas les aparecieron y les preguntaron: Varones galileos, ¿por qué
estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá de
la misma manera, tal como le habéis visto ir al cielo. Entonces regresaron los Apóstoles a Jerusalén.
Se puede decir que los Apóstoles estaban
mirando y velando, como les instruyó Jesús.
Pero, los dos mensajeros del cielo les corrigieron, enviándolos a
Jerusalén, enviándolos a su tarea en el mundo.
De San Lucas capítulo 24, sabemos qué, justo antes de su Ascensión,
Jesús también les había dado la instrucción a regresar a Jerusalén para esperar el don del Espíritu Santo, que
sería su señal para empezar la evangelización del mundo. Los mensajeros en vestidura blanca no estaban
equivocados. Los Apóstoles no tenían un
mandato a mirar al cielo. Entonces el
mandato “Mirad y velad,” que Jesús dio en relación con su vuelta, debe tener
otro significado.
Jesús no quiere que los cristianos pasan
los días literalmente mirando al cielo, velando para ver su vuelta. Es natural que los creyentes tienen
curiosidad sobre su regreso y la venida del reino nuevo. De verdad, entre la Resurrección y la
Ascensión, los Apóstoles preguntaron a Jesús sobre la venida de su reino. “Señor, ¿restaurarás en
este tiempo el reino a Israel?” Y Él les dijo: “No os corresponde a vosotros saber los tiempos ni las épocas que el Padre
ha fijado con su propia autoridad, pero recibiréis poder cuando el Espíritu
Santo venga sobre vosotros, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda
Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.”
Entonces, debemos mirar y velar para el
fin, pero no debemos intentar saber la fecha, ni tampoco debemos dejar de la
vida cotidiana para pasar nuestro tiempo mirando al cielo, esperando su
venida. Pero todavía tenemos este
mandato, no solo a los Apóstoles, pero a todos vosotros: Velad. Estad alerta. ¿Qué quiere decir Jesús con este
mandato?
Voy a empezar mi respuesta con otra
pregunta: Confesamos que tenemos comunión con Cristo hoy. ¿Cómo experimentamos esta comunión? ¿Cómo
“vemos” a Jesús hoy? ¿Cómo
experimentamos la presencia de Dios en el siglo 21? Bueno, es muy común hoy que los cristianos
refieren a las emociones como prueba de la presencia de Dios. Se dice frases como: Puedo sentir al
Espíritu… o Puedo sentir a Jesús en mi corazón.
También es natural pensar que donde haya mucha gente y actividad
religiosa, allí esté Dios. ¿Pero, que es
la verdad?
Claramente, hay muchas emociones en la
vida cristiana, y todos queremos ver la Iglesia crece. Pero hay muy pocas referencias bíblicas que
nos apuntan a las emociones o a las apariencias como pruebas de la presencia de
Dios. De verdad, es al revés. Hay muchísimas promesas en la Biblia, pero
estas no nos apuntan a dentro de nuestro ser, ni tampoco a lo que podemos
ver.
Sino más bien, nos apuntan afuera, a la
Palabra de Dios que recibimos por los oídos, y que crea la fe salvadora en
nosotros. Como dice San Pablo, Andamos
no por la vista, pero por la fe. O como
Jesús dijo a Tomás en el octavo día de la Resurrección: ¿Por qué me has visto
has creído? Bienaventurados los que no vieron y sin embargo creyeron.
Y además
en Romanos capítulo 10 oímos: Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de
Cristo.
A veces en la historia del mundo, Dios
quiso comunicar con su pueblo directamente, cara a cara, y en el Último Día,
todos nosotros le veremos a Dios cara a cara.
Pero normalmente, desde la Creación hasta hoy, Dios está comunicando con
nosotros, y de verdad está con nosotros, por medio de su Palabra. Dios eligió a profetas, Apóstoles y pastores
para proclamar su Palabra públicamente.
Dios causó que su Palabra fue grabado, escrito, en el libro que llamamos
la Biblia. Y Dios está metiendo su
Palabra en los oídos de más y más gente cada día a través de la confesión de
los miembros de su Iglesia, confesando Cristo en su vida cotidiana.
Y precisamente cuando estamos oyendo la
Palabra, cuando estamos meditando y orando y compartiendo la Palabra, entonces
somos mirando y velando para el retorno de Cristo. Porque hay solamente una cosa que nos prepara
para el fin de días, y esto es una fe viviente en Cristo, nuestro Salvador,
crucificado y resucitado. Y la fe viene
por oír la Palabra de Cristo, las buenas noticias que Él ha quitado todo el
pecado del mundo, y ha derramado su preciosa sangre para ganar perdón y
salvación para todos.
Pero espera, ¡hay más! Cuando estamos escuchando y meditando en la
Palabra habitualmente, Dios nos ayuda también con las dudas y los miedos que
nos molestan cuando pensamos en el Fin, o en los peligros y males de la
vida. El mensaje de la Biblia nos hace
libre del miedo. ¿Como? A través de las promesas, y por el poder del Espíritu. Podemos afrontar los peligros y las amenazas
del mundo de hoy, no porque somos tan fuertes o tan valientes, pero porque
somos tan perdonados, y tan bendecidos.
No quiero decir que los cristianos nunca
deben sentir miedo. No, pero cuando estamos
viviendo continuamente en y con la Palabra de Dios, Dios va a recordarnos que
nadie nos puede arrebatar de sus manos. Porque las manos de Dios son las manos
de Cristo, y sus manos son todavía marcados con cicatrices. Las manos de Jesús llevan para siempre las
marcas de los clavos, que proclaman que Cristo te ha redimido y elegido, para
siempre.
Por la Palabra, por las cicatrices lleno de
amor que la Palabra nos muestra, ahora podemos vivir en la libertad, la
libertad de eternidad, que es nuestro, en Jesús. Podemos vivir en el amor, compartiendo con
nuestros vecinos el amor de Jesús, que hemos recibido, y que nunca se agota,
porque es el amor del eterno y todopoderoso Dios. Y aunque la muerte y la violencia y la
enfermedad y el Fin nos dan miedo, podemos buscar más allá de todos estos males
con esperanza y confianza.
Podemos mirar y velar al retorno de Cristo
con expectación y alegría, porque nuestro día más importante ya ha pasado, hace
2,000 años, en una cruz afuera de Jerusalén.
Por nuestro bautismo hemos pasado por el último Día de Cristo, cuando Él
detuvo todo el mal, recibiendo en su propio cuerpo todo el castigo merecido por
nosotros. Ahora, vivimos ya en la
eternidad, por el poder de su resurrección, y por nuestra fe en Él. Cuando
recibimos la Santa Cena, recibimos hoy en día la presencia corporal de su
sangre y cuerpo, por cual Dios nos entrega perdón y fuerza para vivir. No tened miedo ni tampoco duda, el Señor esté
con vosotros.
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