Below are two sermons, the first in Spanish, the second in English, for the First Sunday in Advent.
Abajo hay dos sermones, el primero en Español, y la segundo en Íngles, por el Primer Domingo en Adviento.
Primer Domingo de Adviento, 29 de Noviembre, A+D
2015
La Llegada de Nuestra Paz: San Lucas 19:28 – 40 Iglesia Evangélica Luterana Española
En estos días,
cuando movemos desde el fin del año litúrgico a la temporada de Adviento,
enfocamos en las llegadas de Jesús. Es
lógico que, en el fin del año, consideramos el retorno de Cristo, en el día
final. Pero también en Adviento, la
temporada antes de la Navidad, tenemos el día final en mente, justo con el
advenimiento de Cristo en Belén. De
verdad, en la temporada de Adviento meditamos en cuatro llegadas diferentes de Jesús. El tema de la temporada es menos la
preparación para la Navidad, y más la preparación para dar la bienvenida a
Jesús, todas las veces que Él nos viene.
Todo eso tiene
razón, creo yo, porque Adviento significa llegada, venida, un advenimiento, y
para la Iglesia la llegada más importante es siempre la llegada de Cristo. Debemos saber todo lo posible a cerca de la
llegada de Cristo, porque es solo en Él que Dios nos revela su amor. Encontramos el amor de Dios en la obra de
salvación que Dios ha hecho para nosotros en Cristo. Por eso, durante todo el año las lecturas bíblicas
nos muestran aspectos diferentes de las llegadas de Cristo, como la intención
de Dios a llegar al día en que los seres humanos vivan con Él en gloria, o como
el problema de pecado hizo necesario una llegada de Cristo en forma humilde,
para ser nuestro Salvador.
Hay cuatro
llegadas de Jesús. La primera fue su
llegada a través de la nación de Israel.
Su
humanidad vino físicamente por los hijos de Abraham, por la tribu de
Judá, y por la casa real de David. Además,
por la proclamación de los profetas, y por la promesa de los sacrificios en el
Templo, Cristo vino espiritualmente para crear la fe salvadora en los Israelitas. Los profetas y los fieles de Israel buscaron
al futuro, tratando de ver la llegada prometida del Salvador, que iba a ser
revelada en la historia de Jesús, desde Belén al Calvario.
Nos encanta la
historia del nacimiento de Jesús, como debe ser. Todas personas deben amar a una vida
nueva. Debemos amar a todos los
bebes. Pero en el nacimiento de Jesús
hay más, mucho más. Dios llegó a
nosotros, y para nosotros, en Belén. El
eterno Hijo de Dios se hizo también el hijo humano de María. Por el poder de Espíritu Santo, empezó desde
de una célula en el seno de la virgen, creciendo al bebé cuyo nacimiento
celebraremos dentro de unas pocas semanas. En Belén recibimos la segunda llegada de
Jesús, cuando Dios llego en carne humana.
Ahora, en este
día, Jesús viene, todavía, viniendo a nosotros en la Palabra y en el
Sacramento. Como Él nos prometió, “He aquí, yo estaré con vosotros todos los
días,” y también “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy.” Jesús nos anima con estas promesas: “Dondequiera
mi Iglesia bautiza, predica el arrepentimiento y la fe en mi Evangelio,
dondequiera que mi gente se reúnen alrededor de mi mesa, allí estoy, para
servir a todos. Jesús hace su advenimiento hoy, para ofrecer consuelo, para
perdonar, restaurar y renovar. Jesús
viene por su Palabra y su Sacramento, su tercera llegada.
Algún día, tal
vez mañana, tal vez en mil años, pero seguramente algún día Jesús llegará
nuevamente, la cuarta vez. Él vendrá
otra vez, visiblemente a todos. Esta cuarta
llegada será su vuelta en poder y gloria para juzgar a los vivos y a los
muertos. Jesús vendrá de nuevo, para reunir a los suyos en sus mansiones
eternas.
Las lecturas del
Domingo de Ramos, que usamos en este primer domingo de Adviento, también marcan
un advenimiento de nuestro Señor, un parte importante de su advenimiento como
Dios encarnecido para salvar. El Señor
se acercó a Betfagué y Betania justo
fuera de Jerusalén, preparándose para su entrada triunfal en un burro humilde. Su entrada real pondría en marcha las
maquinaciones finales de sus enemigos, que temieron a este Rey de la Paz, y
quisieron verle muerto.
La historia del
Domingo de Ramos toca todas las facetas diferentes del Adviento. El Monte de
Olivos sería la colina de donde pronto Jesús ascendería al cielo, y también el
monte donde se espera que Jesús vuelva en la gloria, en el Último Día.
Igualmente, la predicación del advenimiento del Salvador, que hicieron los
profetas, está claramente presente ya que la gente proclama el saludo del
Antiguo Testamento al Mesías: ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor!
De verdad, la
iglesia del Nuevo Testamento está presente, ya que los discípulos de Cristo le
rodean y alaban los trabajos fuertes de Dios.
Es igual como cuando nos juntamos en torno a la Palabra de Cristo para
dar la alabanza a Su Padre por todo que ha hecho para nosotros.
Por último, hay
un poco de la Navidad el domingo de Ramos, como la gente canta la canción de
los ángeles en el campo fuera de Belén: “Paz en el cielo y gloria en las
alturas! " Bueno, la canción en el Domingo de Ramos es casi
como la de Navidad. La canción de los ángeles de Belén es un poco
diferente. Normalmente la recitamos como parte de nuestro liturgia de la Santa
Cena: “Gloria a Dios en las alturas, y paz a su pueblo en la tierra.” Durante el Adviento, dejamos de cantar esta
canción, que se llama en latín “Gloria en Excelcis.” La idea es incrementar nuestra anticipación
para la Nochebuena, cuando la volvemos a cantar con los ángeles. Pero tenemos hoy un eco de esta canción en el
Domingo de Ramos: “Paz en el cielo y gloria en las alturas!"
Es como la
canción de Navidad, pero con una gran diferencia. En Belén fue gloria en las
alturas, y la paz estuvo en la tierra, con buena voluntad a los hombres. En el
Domingo de Ramos la paz está en el cielo.
¿Por qué la
diferencia? ¿Por qué la paz está en la tierra en Navidad, sino la paz está en
el cielo en el Domingo de Ramos? Bueno,
la diferencia en el lugar nos ayuda a entender lo que está sucediendo en la
historia de Jesús y sus llegadas.
En la Navidad los
ángeles proclaman que la paz ha llegado a la tierra, porque el hijo de Dios ha
entrado en nuestra historia humana. Esto
fue necesario, porque nuestra historia humana no es pacífica. Adán y Eva
establecen el modelo para matrimonios después de la Caída en el Pecado. Todavía hicieron su vida junta, pero no sin
lucha. Todos los matrimonios también
tienen sus luchas, sus problemas. Pero,
quizás no hacemos tanto mal como Caín, el primer hijo de Adán y Eva. Caín mató a su hermano Abel, y la humanidad
ha estado en guerra desde entonces.
Pero Jesús vino
para llevarnos la paz. Mejor, Él es
nuestra paz. Los ángeles cantan de la
paz en la tierra en la noche de la venida del niño Jesús, porque esto era algo
nuevo. La situación había cambiado en la
tierra, porque Jesús había llegado. Paz
en la tierra.
Pero ahora, en el
Domingo de Ramos, la canción cambia porque el lugar de la paz, está a punto de
cambiar otra vez. Paz en el cielo, la
multitud cantaron, pero no creo que entendieran el significado de lo que
declararon. El hombre de la paz está a punto de regresar al cielo, y así la
canción de las multitudes es profética, profetizando el trabajo próximo de
Jesús, su muerte, su resurrección y su ascensión. Llegando en Jerusalén sobre
un burro, Cristo está en la etapa final de su viaje. La paz que vino a la
tierra en Navidad está a punto de regresar al cielo. Paz en el cielo y gloria
en las alturas!"
Sin embargo, la
paz de Cristo viene con un precio. De hecho, Jesús mismo parece contradecir
esta idea de una vía pacífica desde el cielo a la tierra y otra vez al
cielo. Durante su ministerio terrenal Él
declara: ¿Piensan que vine a dar paz en la tierra? No, os digo, sino más bien
división. ¿Qué significa Jesús, que Él
no viene a dar paz? Tal vez quiere
decir que no vaya a dar paz en esta vida terrenal, pero ciertamente él dará paz
a su pueblo, en el cielo. Muy bien. Pero
creo que hay más, que Jesús está hablando aún más profundamente, y creo que la
clave es la palabra "dar". Es
que Jesús no vino para darnos paz, más bien Él es nuestra paz, y solo Él puede separarnos del pecado y muerte
eternal.
Lo que quiero
decir es que la paz no es una mercancía que Jesús está distribuyendo, como un
amuleto de buena suerte. No, Jesús mismo, en su carne y sangre, es
nuestra paz. No podemos tener la paz con Dios aparte del Señor que entró en
Jerusalén montado en un burro. La paz
sólo se encuentra en Él; debemos ser uno
con Él, ser unido con Él, para tener paz.
Jesús no podría ser
nuestra paz desde lejos. Él tenía que
venir a la tierra. Aún más, para ser
nuestra paz, Jesús tuvo que convertirse en un ser humano, porque la culpa que
nos separa de Dios tenía que ser pagado por los humanos. No fue posible un rescate desde una distancia. Jesús fue completamente comprometido.
Y en los días
después del Domingo de Ramos, en la Semana Santa original, nos enteramos de
cuánto Jesús tenían que hacer, hasta sufrir el infierno que merecemos por
nuestros pecados. No haría mera representación dramática de la ira de Dios
contra el pecado, no solo pasar por los movimientos. No, Jesús tuvo que sufrir verdaderamente,
en la cruz, llevando nuestros pecados en su propio cuerpo. Este es cómo Él ha ganado nuestra paz.
Ahora, Jesús es
nuestra paz, en los cielos, preparando un lugar para nosotros. Debido a nuestros pecados, que todos nosotros
todavía tenemos, Dios por su justicia es naturalmente en guerra contra
nosotros. Nuestros pecados merecen la ira de Dios. No podemos llegar ante su
trono todavía llevando nuestra pecaminosidad. Sin embargo, ahora tenemos un lugar en el
cielo. Este lugar está en Jesús, en su
propio cuerpo. En su Ascensión, Jesús
entró en el cielo con su cuerpo, crucificado y resucitado. Su presencia como ser humano en la presencia
de Dios Padre es nuestra entrada. Por
eso, todos los fieles, unidos a Cristo a través de la fe en el perdón de
pecados, tienen ya su lugar en el cielo reservado, en Cristo.
Nuestra paz es
Jesús, en su cuerpo sin pecado, sentado a la diestra de Dios. Él es la Paz
entre Dios y el hombre, porque Él ha hecho la paz entre Dios y el hombre, en el
Calvario. Ahora Él es nuestra garantía
de paz eterna, en la gloria de Dios.
La paz es tener a
Jesús resucitado en medio de nosotros, como en la noche después de la
Resurrección. Jesús apareció en el
aposento alto, en medio de los discípulos.
Aunque habían oído las buenas noticias varias veces, todavía los 11
discípulos se escondían, llenos de miedo.
En este momento Jesús se puso en medio de ellos. Allí estaba, en medio
de ellos, Dios mismo, en el hombre Jesús.
La paz del cielo había llegado a ellos, milagrosamente. Y Jesús les dijo: Paz a vosotros.
Jesús ha venido.
Jesús vendrá de nuevo. Y Jesús viene, ahora, incluso en medio de nosotros,
reunido en su Nombre hoy. Jesús os dice: Paz a vosotros. Esto es la temporada de Adviento. Dios quiere
que encuentres la paz en esta temporada.
Por eso, Jesús, viene a ti, para ser tu paz, la Paz que sobrepasa todo
entendimiento, y que guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en
Cristo Jesús, hoy, hasta su llegada final, y por los siglos de los siglos, Amén.
1st Sunday
of Advent, November 29th, anno + Domini 2015
Luke 19:28 - 40
The Arrival of Our Peace
Advent, this
early winter season before Christmas, traditionally begins with the Palm Sunday
story, which happened a week before the Resurrection, in the Spring. Which may seem strange, but actually makes
sense, when you consider that Advent is not just the season leading up to
Christmas. It is also the beginning of
the Church Year. Every twelve months we
take a journey that moves us from the beginning of time, when God created the
heavens and the earth, to the End, the return of Christ, the end of this age
and the beginning of the New Heaven and the New Earth. As we hear the entire story of God’s love
toward us each year, beginning in the middle, near the climax, is actually a
reasonable place to start.
It makes sense because
Advent means the Coming, and during the year we have four different Comings of
Christ to consider. First Jesus
advented, He came, in the preaching of the Prophets. Jesus came to the faith of all the Old
Testament saints who heard the Promise of a Savior and believed.
Then Jesus
advented, He came in Bethlehem. The Son
of God became also the Son of Mary, growing by the power of God’s Word from one
cell in her virgin womb to the Baby whose birth we will celebrate in a few
weeks. God came into human flesh.
Now Jesus
advents, He comes to us in Word and Sacrament.
Lo, I will be with you always, Jesus promised, wherever two or three are
gathered in my Name, wherever my Church baptizes, preaches repentance and faith
in the Gospel, wherever my people gather around my table, there I am, to
serve. To comfort, forgive, restore and
renew. Jesus comes in Word and
Sacrament.
Someday, maybe
tomorrow, maybe in a thousand years, someday Jesus will advent again. He will come again, visibly, to all,
returning in power and glory to judge both the living the dead. Jesus will come again to gather His own into
His eternal mansions.
So there are four
Advents of Christ for us to consider, and so Palm Sunday is also a reasonable
place to begin our Advent journey, for Palm Sunday also marks an advent of our
Lord, as he drew near to Bethphage and Bethany, just outside Jerusalem,
preparing for His triumphal entry on a lowly donkey. His kingly entry which would set in motion
the final machinations of His enemies, who feared this King of Peace, and
wanted to see Him dead.
The Palm Sunday
story itself touches on all the different facets of Advent. The Mount of Olives figures prominently, the
hill where Jesus would soon ascend into heaven, the mount where Jesus is
expected to return in glory, on the Last Day.
Likewise, the advent preaching of the prophets is present as the people
proclaim the Old Testament greeting:
Blessed is the King who comes in the name of the Lord!
The New Testament Church is present, as the disciples of
Christ surround Him and praise the mighty works of God, just as we gather
around the Word of Christ to give praise to His Father for all He has done for
us.
Finally, there is a bit of Christmas on Palm Sunday, as the
people sing the song of the Angels outside Bethlehem: Peace in heaven and glory in the
highest!" Well, almost like
Christmas. The angels song from
Bethlehem is a little different. We
normally sing it as part of our divine service, at the beginning of our
liturgy, Glory to God in the Highest, and peace to His people on earth. We set aside this Gloria in Excelcis during
Advent to build our anticipation for Christmas Eve, but we get an echo of it in
Luke’s Palm Sunday story: Peace in
heaven and glory in the highest!"
It’s like Christmas, but with one big difference. At Bethlehem it was Glory in the Highest, but
the peace was on earth, with goodwill to men.
On Palm Sunday it is Peace in Heaven.
Why the difference?
Why peace on earth at Christmas, but peace in heaven on Palm
Sunday?
The difference in the where helps us understand what’s
going on in the story. At Christmas the
angels proclaim that peace has come to earth, for God’s Son has entered into
our human story.
Our human story is not a peaceful one. Adam and Eve set the model for marriages
after the fall, as they made their life together, but not without
struggle. Most of us do not do as well
in our marriages as Adam and Eve. But
perhaps we also don’t go as far as Cain.
For the first son of Adam, Cain, killed his younger brother Abel. Humanity has been at war ever since.
But Jesus is at peace.
He is the who of peace, for He is our peace. The angels sing of peace on earth at the
coming of the Christ Child because this was a new thing. Things were changing on earth, because Jesus
had come. Peace on earth.
But now, on Palm Sunday, the song changes because the
location, the where of peace, is about to change. Peace in Heaven, the crowds sing out, but I
don’t think they understood the full import of what they declared. There has always been Peace in heaven, that
is God does not allow sin and strife in His presence. But the Man of Peace is about to return to
heaven, and so the crowds song is prophetic, of Jesus’ upcoming trials, His
death, His resurrection and His ascension.
Riding into Jerusalem on a donkey, Christ is on the final stage of His
journey. The Peace that came down to
earth at Christmas is about to return to heaven. Peace in heaven and glory in the highest!"
Yet, the Peace of Christ only comes at a cost. Indeed, Jesus Himself seems to contradict
this idea of a peaceful pathway from heaven to earth and back to heaven when,
in the middle of His earthly ministry He declares: I did not come to give peace, but rather
division. What does Jesus mean, He does
not come to give peace? Perhaps this is
an instance of our Lord using radical language that He doesn’t mean to be taken
literally to drive home a point. In this
case Jesus goes on to detail how the message of His cross will divide people,
even family members.
When Jesus says He does not give peace, we could understand
that He means He does not give peace in this earthly life, but certainly He
does give peace to His people, in heaven.
Jesus seems to use this kind of hyperbole in other places. The passage, “If your eye cause you to sin,
gouge it out,” comes to mind.
But I am not sure.
Jesus could be speaking more deeply, and I think the key may be the word
“give.” Luke may be making the point
that Jesus does not give us peace, but rather He is our peace. What I
mean is that peace is not a commodity that Jesus passes out, like a good luck
charm. No, Jesus Himself, in His flesh
and blood, is our peace. We cannot have
peace apart and independently from Him.
Our peace is found only in Him; we must be one with Him, joined to Him,
in order to have peace.
This perspective fits with Luke’s words of peace at
Christmas, and at Palm Sunday. Jesus
could not be our Savior from afar, He needed to come to earth, and even more,
to be our peace, Jesus had to become a human being. No arms distance rescue, Jesus was all
in. And in Holy Week we learn just how
far Jesus had to go, all the way to suffering the hell that our sins
deserve. No mere dramatic portrayal of
God’s wrath against sin would do, no mere going through the motions. No, Jesus had to truly suffer, for our sins,
in His own body. This is the How
of our peace.
Jesus’ Ascension into heaven is similarly physical and
concrete. He goes to prepare a place for
you, that is His humanity being welcomed into heaven is the only way our
humanity can hope for heaven. Because of
our sinfulness, God is naturally at war with us. Our sins deserve God’s attack. And attack us He will, if we seek to come
before His throne still bearing our sinfulness.
But our place in heaven is Jesus, in the flesh. He is, literally, in His sinless body sitting
at God’s right hand, our peace. He
makes peace between God and man, or rather He has made peace between God and man,
at Calvary, and now He is our eternal peace treaty, holding our place in
glory.
Jesus Himself is our peace.
We see this once more in Luke’s Gospel, in his last use of the Word
peace. In the upper room, on the night
of the resurrection, when the Good News had been told the 11 Disciples by many,
and yet they still doubted and feared.
The two from Emmaus came and told them again of Jesus rising from the
dead and appearing to them, but still they didn’t believe. Then Jesus stood in their midst. Right in the middle of them, God Himself, in
the Man Jesus. Peace from heaven had
arrived, miraculously, right in the
midst of them all. And Jesus said: Peace to you. Peace is having the resurrected Jesus in our
midst.
Jesus has come. Jesus
is coming again. Jesus comes, now, even
to us. This is what Advent is all
about. God grant that you find Peace
this season, by sending you His Son, Jesus, who comes to you to remind you of
God’s love, and to be your peace, which passes all understanding, and which
will keep your heart and mind, unto life everlasting, through Christ Jesus our
Lord, Amen.
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