La Visitación - Salvador del Mundo Ven
Siempre me gusta cuando el
leccionario nos da la oportunidad de volver al Adviento y la Navidad en medio
del verano. Hoy la tenemos, con la
celebración de la Visitación de María a su prima Elisabet, justo después la
Anunciación, cuando el ángel Gabriel vino a María para anunciar la maravilla
que ella iba a ser la Madre de Dios. La
Encarnación, la muy buena noticia que el Hijo de Dios fue hecho carne para
salvarnos, es nuestro enfoque hoy. La
canción de su Madre María, cantada en el momento de su visita a Elisabet, nos
va a servir un poco como nuestro lente a través de que vamos a considerar la
buena noticia, que Dios en Cristo fue hecho hombre.
Junto con el Cántico de María,
que se llama el Magníficat, vamos a usar nuestro himno del día, Salvador del
Mundo Ven, un himno muy anciano del Adviento y la Navidad, como esqueleto del
sermón. Fue escrito en el siglo cuatro
por Ambrosio, Obispo de Milano, y es una joya de la Iglesia. Así, vamos a cantar una estrofa, oír algunos
comentarios sobre el tema del día, entonces la segunda, comentarios, la
tercera, etc. Vamos entonces a la
primera estrofa del himno.
1. Salvador del
mundo, ven,
Hijo de la Virgen es,
Maravilla sin igual
Nacimiento virginal.
Ciertamente hay demasiado para considerar
en la Visitación. Hoy, cuando el
gobierno británico está planificando la muerte del niño Charlie Gard, aunque
sus padres quieren llevarlo a los EEUU para un tratamiento nuevo, y tienen el
dinero para hacerlo, sería apropiada que hablemos del valor de la vida, desde
la concepción hasta la muerte. También
desde el vientre de Elisabet, Juan el Bautista nos enseña que no solamente son
los niños en útero personas, seres humanos creados por Dios, pero también
pueden tener fe, saltando en alegría al saber que la madre del Señor está
llevando el Cristo a medio de nosotros. Además,
Dios en Cristo ha honrado a todos los seres humanos por convertirse en
uno. Por todo esto, cada vida individual
es preciosa, y merece nuestra protección.
Por otro lado, podríamos hablar del honor
que anuncia Elisabet, exclamando como María es “Bendita entre las mujeres” y llamándola “Madre de mi Señor.” Es justo que celebramos y honramos a María
hoy, porque Dios lo ha hecho, y porque a través de ella, el Cristo ha venido a
nosotros. No puede ser un mejor honor
dado a ninguna persona.
El Cántico de María, el Magníficat, es uno
de los primeros y más importantes canciones de la Iglesia. Y de verdad, Ambrosio y María tratan en gran
parte de los mismos temas. María, en las
primeras líneas del Magníficat, dice:
Engrandece mi alma al Señor;
Y mi espíritu se regocija
en Dios mi Salvador.
Porque ha mirado la bajeza de su sierva.
Buenas noticias, Dios es el
Salvador del mundo lleno de las personas bajas.
Es decir, aunque es temeroso considerar que cualquier persona lleva el
Hijo de Dios hecho carne dentro de su propio cuerpo, no obstante, es una buena
noticia, porque Dios ha venido para salvar, para rescatar a los hombres, que
son todos bajos, todos pecadores, todos en necesidad de salvación. ¡Y el Salvador ha venido!
2. Carne no lo
concibió,
Del Espíritu nació.
Hombre vino Cristo-a
ser
Nace fruto de mujer.
Carne no lo concibió. Como nos enseña San Juan en el primer
capítulo de su Evangelio, la concepción y el nacimiento de los hijos de Dios
vienen de la concepción y el nacimiento de Cristo, el Hijo Unigénito de
Dios. Como es Cristo, también son los
cristianos, en el sentido derivativo y apropiado: no son engendrados de sangre,
ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Esto, entonces, es el significado de que el
nacimiento del Cristo fue virginal:
Salvación pertenece a Dios, y viene de Dios, cien por ciento. Porque, desde el fracaso de Adán en no
proteger a su esposa del ataque de la serpiente, todos los descendientes de
Adán han sido pecadores, sin la capacidad de contribuir a su propio
rescate. La culpa pertenece a todos,
porque somos todos sus descendientes, todos somos pecadores. Pero la transmisión del pecado y de la culpa
a los hijos es por parte de los varones, no las madres, porque Dios
originalmente le dio la responsabilidad a Adán, y él fracasó.
Pero Dios no aceptó nuestro
fallecimiento. Desde la Caída en Pecado,
Dios ha sido anunciando su intención de corregir el fracaso de Adán. Moisés nos dio una predicción del nacimiento
virginal en Génesis capítulo 3, en la promesa de “la simiente de la mujer”, que
vendría para derrotar a la serpiente.
Ahora, en la Encarnación, vemos que el fracaso del primer Adán ya ha
sido asumido por el nuevo Adán, el Nuevo y Único Hombre capaz de salvar al
mundo.
Por eso es apropiado e importante
reconocer y honrar a la nueva Eva, María, madre del Nuevo Adán. Pero necesitamos cuidado, porque es muy fácil
enfocar demasiado sobre su persona, dado que su vida y experiencia son
absolutamente únicas. Sobre todo,
siguiendo sus propias palabras, la Iglesia se junta a María en confesar que el
Niño engendrado en ella es el Señor y Salvador, vino para ayudar a la bajeza de
nosotros, empezando con María misma, la sierva baja de Dios. Ella confiesa su necesidad de un Salvador, y
en fe recibe a Él, porqué Él recuerde su misericordia, que es de generación en
generación.
Que el Espíritu nos ayude hacer lo mismo
siempre.
3. En el vientre
concibió,
Virgen casta-ella
quedó.
La virtud
resplandeció,
Dios, su trono,
reveló.
El tabernáculo de Dios está entre los
hombres, y El habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo
estará entre ellos. (Apoc 21:3) Empezando con el sueño de Jacob, cuando se dio cuenta
que el Señor estaba presente en el mismo lugar que él, y Jacob no lo sabía, y continuando
durante los años del Tabernáculo en el desierto y el Templo en Jerusalén, la
promesa que Dios moraría con su pueblo fue repetido y revelado un poco más y un
poco más. Pero ahora, en la Encarnación,
Dios reveló su trono, que siempre ha estado en los cielos. Ahora también, en el momento de la
Visitación, su trono fue María misma. El
Señor exaltó a esta humilde joven, haciendo en ella durante un tiempo el trono
de su Hijo.
Por eso, por causa de Emanuel, Dios con
nosotros, Juan el Bautista y su madre Elisabet se regocijaron, y también María
brotó en canción. Aunque todavía quedaba
la pregunta de cómo pudiera ser que el Santo Dios morara con pecadores, la
buena noticia es indiscutible: en el
Hijo de María, quien es también el Hijo de Dios, el Señor mora con nosotros,
acordándose de la misericordia, y las promesas que hizo a Abraham y su
descendencia para siempre.
4. De la-altura
descendió
Para darnos
salvación.
De la muerte
infernal,
Volvió-al trono
celestial.
Para solucionar un problema, es necesario
enfrentarlo directamente. Todo el mundo
le gusta celebrar la Navidad, no importa la fe personal que se tiene,
especialmente porque en el norte nos da una excusa para una celebración en
medio del invierno. Pero sin una
conexión a la finalidad del camino del Niño Jesús, la Navidad es una fiesta
vacía, sin el poder de ofrecer una esperanza cierta.
Es
importante que la Iglesia siempre recuerde lo que también supo María, que una
espada iba a traspasar aun su propia alma, que la madera del pesebre se
convertiría en la madera de la Cruz.
Nuestra amenaza principal siempre ha sido la muerte causada por nuestro
pecado. Por consiguiente, el Hijo de
Dios entronizado temporalmente en el matriz de María siempre estaba andando al
Calvario.
También siempre estaba en camino a su
trono celestial, que implica que la Cruz no sería la palabra final. Pero allí está, no podemos ignorar la
Cruz. Más bien, considerémoslo
diariamente.
5. ¡Oh Santísimo de
Dios!
Lo que-el hombre
mereció,
Soportaste-hasta la
cruz,
Para darle gracia-y
luz.
Nunca queremos considerar que un niño
sufra del mal de los hombres. Por eso el
caso de Charlie Gard en Inglaterra está en las noticias, y debe darnos mucha
preocupación. Aun menos queremos pensar
que el Santísimo de Dios, el Hijo Jesucristo, tuvo que sufrir no solo por el
pecado de los hombres, pero por mi pecado, y vuestro pecado. “Lo que el hombre mereció” no refiere a una
persona anónima, refiere a mí. Refiere a
vosotros.
Una de las varias paradojas de la vida
cristiana es que, aunque vivimos en y desde el perdón de los pecados, nos
sentimos nuestros pecados más y más con el paso del tiempo. Se puede parecer a otros que un buen
cristiano está creciendo en santidad todos los días de su vida, pero la
realidad es que, cuanto más que un cristiano acerca a Dios a través de Cristo,
cuanto más grave sus propios pecados le van a parecer. Pero, aunque difícil, esta realidad es
también una bendición, porque esta paradoja nos fuerza depender más y más en
Cristo, y no en nosotros mismos. Y la
dependencia en Cristo es buena, es la vida, es el lugar de donde vemos su
gracia y luz. Entonces, los cristianos
viven día tras día en arrepentimiento, en oración, … y en alegría, porque el
Padre siempre está listo de perdonar, en el nombre de Jesús, quién soportó a
todo, para redimirnos de todo pecado.
6. Tu pesebre-en esplendor,
Da-en la noche
resplandor.
Las tinieblas huyen
ya,
Pues la fe ha de
brillar.
La fe ha de brillar. Aunque todavía hay muchos desafíos en la vida
cristiana, la fe tiene que brillar, porque su objeto es Cristo, Dios hecho
hombre. Cristo es la luz del mundo, y aún
más, junto con su Padre, Jesús es la luz de los cielos, la fuente de toda luz y
vida.
Esta luz brilló desde el mismo cuerpo del
Cristo resucitado, durante los cuarenta días entre la Resurrección y la
Ascensión, y todavía lo hace. En Cristo,
la misión de salvación ya está completado.
Por eso, Elisabet se regocijó. Por
eso María cantó, y también nosotros.
Como escribió San Pablo a
Timoteo, “indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue
manifestado en carne, Justificado en el
Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo,
Recibido arriba en gloria.
Entonces, con María y
Elisabet, con todos los ángeles, con la Iglesia triunfante, y la Iglesia
militante en toda la tierra, cantemos la última estrofa de nuestro himno,
exaltando al Santísimo Trinidad, en quien tenemos perdón, salvación, y vida
eterna, Amén.
7. Gloria-al Padre
eternal,
Gloria-al Hijo
Redentor,
Gloria-al
Santo-Espíritu,
Será por
eternidad.
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