Séptimo Domingo de Pascua – Exaudi
Dos de junio, A+D 2019
Ven Espíritu
Santo.
Es apto que estamos
esperando el Espíritu Santo, en este Séptimo Domingo de la Pascua. Acabamos de celebrar la Ascensión de Cristo,
y nos falta una semana hasta el Pentecostés, la fiesta de la Venida del
Espíritu con lenguas de fuego y milagros de idiomas, para inaugurar la obra de
la Iglesia de Cristo Jesús. No es
ridículo decir que nosotros, miembros y amigos de una iglesia pequeña y joven,
estamos esperando como los Apóstoles nuevos, esperando que llegue la Promesa
del Padre de Cristo, el Espíritu de Dios, el Consolador, para guiarnos en toda
la verdad, y dar vida a su Iglesia. En
nuestro caso, mejor decir, esperamos la venida de Espíritu para empoderar y dar
crecimiento a la parte nuestra de su pueblo, la Iglesia Luterana de
España.
Ven Espíritu Santo, y
llénanos con tu sabiduría y poder.
Porque muchos de nosotros acabamos de pasar unos días hablando del plan
para tu misión del puro evangelio en España, y sabemos mejor que nunca que te
necesitamos, en cada momento.
Piénsalo. Nosotros estamos hablando de administrar la
multiforme gracia del Señor, el que subió a los cielos y está sentado a la
diestra de Dios Padre. No estamos
intentando algo sencillo o sin importancia.
Pretendemos administrar su gracia, la gracia del Señor, el
Rey del Universo. He conocido a algunos
de vosotros durante décadas, otros por tres o cuatro años, otros muy poco
tiempo. Pero no cuesta mucho tiempo
hablando de la Misión de Dios antes de que nos damos cuenta de que no tenemos
las fuerzas ni recursos ni las buenas ideas necesarios.
Por lo tanto,
recordemos la exhortación de San Pedro, que,
si alguno habla, hable conforme a las
palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da,
para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo. Porque
es cierto que, mirando al tema desde lo que nosotros tenemos para ofrecer, no
deberíamos aun abrir la boca, mucho menos pretender planificar como vayamos a
realizar la misión luterana en España.
Somos pecadores, en necesidad constante de la misericordia de Dios. Somos débiles, espiritualmente
inestables. Nos falta el compromiso con
la misión que debería estar presente en los que han sido unido con el hombre
comprometido por excelencia, Jesucristo.
Considerad como Jesús dio su 100% a la Misión. Estaba reinando en la corte celestial,
disfrutando de la comunión eterna y perfecta con su Padre y el Espíritu,
recibiendo toda la alabanza de los buenos ángeles. Pero, Jesús bajó del cielo, para
nosotros. El unigénito Hijo del Padre
bajó de su puesto glorioso, asumió nuestra humanidad, y vivió una vida de
servicio humilde, nunca sirviendo a sí mismo, nunca devolviendo mal por mal
recibido. Jesús dio todo, para conseguir
su meta, la que es vosotros, y también los demás de los pecadores. Sí, Jesús fue comprometido a la Misión, hasta
la muerte.
¿Pero nosotros? Pues, ¿deberíamos
ser comprometido a la Misión que ha llevado nosotros a Cristo el Salvador? Claro que sí.
Pero, todos nosotros tenemos en nuestra historia fallos de compromiso a
la Misión, fallos leves, y quizás fallos importantes.
No hemos siempre asistido fielmente a los oficios de la Iglesia, es decir
que, de vez en cuando, hemos evitado el lugar y el momento cuando Cristo mismo
nos viene para servir a nosotros pecadores.
Hemos evitado reunirnos, porque tuvimos mejores cosas para hacer…
Otro fracaso común es fingir la vida cristiana los domingos, pero dejarla
completamente fuera de la vida durante la semana, nunca permitiendo que un
vecino nuestro podría ver la esperanza que supuestamente tenemos en nuestros
corazones.
Y sé que también algunos de nosotros hemos luchado contra un deseo de
regresar a casa, de no participar más en la tarea difícil en la cual Dios nos
ha puesto. Esta casa antigua que podría
estar en los Estados Unidos, donde pudieras servir a una congregación del Sínodo de Misuri que tenga más miembros
que toda la Iglesia Luterana Española. O
tal vez habéis pensado a volver a la casa de tu iglesia anterior, antes de
convertiros en luteranos, tal vez una iglesia mucho más grande, más
prestigiosa, y sin los desafíos que pertenecer a una iglesia luterana
confesional requiere. Porque aceptar a
la Biblia como la autoridad única para la fe y la vida es una postura ridícula
en los ojos del mundo, y también en los ojos de muchas iglesias supuestamente
cristianos. Sería más fácil abandonar la
lucha, y vivir como un agnóstico más en nuestra cultura posmoderna. Más fácil, por evitar el escarnio del mundo,
pero mucho peor, por perder la paz y la confianza que solamente el Evangelio
puro nos ofrece.
Ven Espíritu Santo, y
llénanos con tu amor, porque sin tu ayuda, solo vamos a fracasar. Necesitamos el amor que cubre una multitud de
pecados. No queremos pecar. No queremos caer en disensiones y argumentos
frívolos. Pero sabemos que vamos a tener
una multitud de pecados, que solo el amor de Cristo puede cubrir. Ven a nosotros, oh Espíritu de amor, porque
sin ti, no vayamos a tener ningún éxito en la misión.
Pero contigo, oh
Consolador, el Espíritu enviado del Padre por Jesús, con el Espíritu que
convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio, no hay duda alguna que la
misión luterana crecerá. Podemos confiar
y reposarnos en esta promesa, porque Él no va a hacerlo por nosotros, no por
causa de nuestro buen nombre. No, más
bien Él va a realizar su misión por causa del Santo Nombre del Señor.
No puede ser por
causa de nosotros y nuestra santidad, puesto que nuestra falta de compromiso
sigue profanando al Santo Nombre del
Señor. No, aunque somos los
beneficiarios, la fuerza de la Misión es el Santo Nombre de Dios y todas las
promesas que Él ha hecho en el mismo.
Dios va a crecer su
Iglesia fiel, por su Santo Nombre, no por nuestras virtudes. Pero, gracia sobre gracia, al mismo tiempo el
Espíritu no lo vaya a hacer sin nosotros.
El gran escándalo de la Cristiandad es la presencia y la debilidad de
todos los pecadores que son miembros de ella.
Pero esta misma cosa es a la vez la gloria de la Iglesia, que Dios tiene
el poder, el amor, y el compromiso para seguir logrando su misión de salvar a
los pecadores, a través de las bocas y las vidas de los pecadores ya salvados.
Sí, vamos a necesitar una abundancia de amor, lo que viene del Espíritu de
Cristo, y vamos a tenerlo, por causa de su Santo Nombre.
Como si esta sorpresa
no fuera suficiente, mira la forma por la cual Dios realiza su salvación. Con la cosa más sencilla, agua limpia,
esparcida sobre corazones, una ducha breve que nos sana de todas nuestras
inmundicias, un baño pequeño, que hace un trasplante de corazón, quitando
nuestros corazones idolátricos, y cambiándolos por nuevos corazones de carne,
vivificados por la sangre de Dios.
La sorpresa de la
sencillez del bautismo va muy bien con la predicción de Jesús, que sus propios
doce discípulos iban a sufrir grandes persecuciones. Los más fieles de los hombres recibirían la
persecución, el odio y aun sería matados por los poderes mundiales,
especialmente por los super - religiosos.
Desde los apóstoles hasta hoy el mundo dirigido por satanás mata a los
cristianos verdaderos, pensando que con esto sirven a Dios. Y en un sentido misterioso, aunque su pecado
es manifiesto, al mismo tiempo la persecución de los fieles sirve la propuesta
de Dios, que la usa para divulgar su evangelio, por el poder y la obra de su
Santo Espíritu, a veces convirtiendo a los mismos perseguidores.
Entonces, recemos
otra vez: Ven Espíritu Santo, y
ayúdanos. Ayúdanos vivir como
cristianos, con paciencia y amor y la buena confesión de que Jesús es el Señor,
quien reina ahora mismo en la diestra de su Padre. A través de estas cosas, haremos un buen testimonio
al mundo, y por ello el Consolador atraerá a las personas para convertirlas y
salvarlas. Ven Espíritu Santo, y levanta
a los socios de nuestras iglesias hermanas, colaboradores, amigos fieles, que
orarán, aconsejarán, y apoyarán con sus talentos y recursos, a la Misión
Luterana en España.
Pidamos diariamente
para la presencia y la ayuda del Espíritu.
Al mismo tiempo, vivamos en la Paz que viene de la siguiente
realidad: Ya tenéis el Espíritu de
Cristo. Él te lo ha prometido, y él te
lo ha dado, en tu bautismo. Dios ha
puesto su Santo nombre sobre ti, y no hay promesa más fuerte. No faltáis nada para disfrutar del amor de
Dios y confiar en su protección y amor eterna.
Aunque somos pocos,
no faltamos nada, porque en las promesas de Cristo, en su presencia
sacramental, y por el poder de su Espíritu, ya reinamos con Cristo, hoy por la
fe, pero un día pronto, en la presencia de su plena gloria. Entonces, sigamos adelante, con humildad, y
confianza. Porque el poder de la misión
no viene del número de feligreses ni del tamaño de los edificios, o la
inteligencia de sus ministros. No, más
bien el poder de la Misión de Dios viene de su Santa Palabra, proclamada
puramente, viene de los misterios evangélicos que otorgan el perdón de pecados,
y la comunión más íntima con Cristo mismo.
Gracias al Señor por
su ayuda, y que seguimos teniendo todos estos dones, por los cuales tenemos un
futuro garantizado de alegría y paz, y una misión alegre en que podamos
participar, en el Santo Nombre del Señor, Amén.
No comments:
Post a Comment