Tercer Domingo después de
Trinidad
7 de julio, A+D 2019
El Buscador Divino
¿Alguna vez has estado perdido? Hoy el Salmista nos pone en la posición del
perdido. Solo y afligido. Completamente perdido, sin capacidad de
encontrar el camino a nuestro hogar.
Hicimos nuestra entrada a la presencia de Dios esta mañana orando como
rezaría la famosa oveja, separada de los 99.
Mírame, y ten
misericordia de mí, oh Señor, porque estoy solo y afligido.
Es bueno considerar un rato estar
perdido.
¿Alguna vez has estado perdido? Cuando tuve 5 o 6 años, una vez estaba en
Billings, Montana, con mi familia, haciendo compras en una tienda, una versión
americana de El Corte Inglés. Estaba
siguiendo a mi madre, peregrinando entre el laberinto de percheros redondos que
llenan la sala de ropa de mujeres. Sé
que estábamos en invierno, porque mi madre llevaba un abrigo de lana, de color
café, lo cual era mi faro mientras navegaba entre los acantilados de ropa que
me rodeaban, intentando evitar sufrir un náufrago contra las rocas. O así fue en mi imaginación.
En un momento dado, el peligro de mi
aventura me hizo perder el abrigo de mi madre; y cambié suyo, de color “café
con leche” para el abrigo de otra mujer, de color “café cortado.” No sé cuánto tiempo yo seguía a esta mujer,
pero de repente, cuando tiré de su abrigo para preguntarle algo, me encontré
perdido, sin mi madre, a solas en un bosque oscuro de ropa. Aunque no recuerdo que tenía mucho miedo, el
hecho de que todavía, casi 5 décadas después, me acuerdo de tantos detalles del
acontecimiento, esto sugiera otra realidad.
Estuve perdido, y sentí afligido y amenazado.
Puedo reírme ahora, pero en el momento de
estar perdido, es temeroso, y preocupante.
Podría ser que nos falla los Mapas de Google, y nos encontramos en un
barrio sospechoso a las 3:00 de la mañana, …
o que
perdemos el sendero en las montañas mientras el sol desaparece debajo del
horizonte, …
o también podría ser que no estamos
literalmente perdidos, pero no tenemos ninguna persona en nuestra vida en quien
podamos confiar. No importa como
llegamos a estar perdidos, es malísimo.
Sea lo que sea la causa, estar solo y
perdido es una aflicción. Y si el
terreno de nuestra soledad no es geográfico, sino espiritual, puede ser aun
peor.
Por grande que sea la incomodidad que
sufrimos por considerar estando perdido en esta vida, en posible peligro, separado
de nuestra comunidad, o alejado emocionalmente de la familia, … peor es
considerar la separación de Dios, actual y eterna.
Porque, cada vez que consideramos
honestamente la verdad de nuestras vidas, la distancia que solemos poner entre
nosotros y el Señor Dios, y cómo y porqué terminamos tan lejos de Dios,
descubrimos de nuevo la realidad de que espiritualmente, no estamos perdidos,
temporalmente, sino que somos perdidos.
Ser perdido es nuestra condición natural, y fácilmente pudiera llegar a
ser eterna.
La verdad es que elegimos salir del camino
recto y bueno de Dios cada vez que pecamos, y así corremos el riesgo de
perdernos. Con frecuencia buscamos
socorro desde otras fuentes falsas, en vez de saciarnos de la fuente de
vida. Simplemente hay que considerar tu
vida y conducta según los Diez Mandamientos, y pronto sabrás no sólo de estar
perdido, sino que también de la perdición.
Pero basta. No quiero continuar en este camino, es
demasiado difícil y triste; no lo podemos soportar. Mejor que cambiemos el tema, que consideremos
el otro lado, de ser un buscador. ¿Qué
hacemos, por ejemplo, cuando perdemos algo valioso? ¿Qué haces, pues, si pierdas tu móvil, o tu
billetera?
Igual que hicieron el pastor y la mujer en
las parábolas de Jesús. Cuando perdemos
algo valioso, dejamos todo y enfocamos 100% en la búsqueda de la perdida. Cambiamos planes, reclutamos toda la familia,
y no hacemos nada excepto respirar y buscar, hasta que encontremos el objeto
valioso. Y si, Dios nos guarde, lo
perdido no sea un objeto, sino una persona, entonces extendemos la alarma a la
comunidad. Hemos visto cómo toda España
puede enfocar en un niño perdido. Y
recordamos cómo, hace un año en estas mismas fechas, el mundo entero estaba
esperando, orando, y ofreciendo ayuda para que los niños y entrenadores del
club de futbol de Tailandia fueran rescatados de una cueva.
Nuestra concentración y esfuerzos cuando
perdemos algo valioso pueden ser maravillosos, y a veces, cuando el resultado
está bueno, estas experiencias puedan forjar una familia o comunidad más
integrada y solidaria.
Otro beneficio para nosotros del pensar en
cómo actuamos cuando perdemos algo valioso es que nos ayuda sacar la lección
principal de las parábolas de Jesús que oímos hoy: Dios mismo, cuando perdió su posesión más
querida y valiosa, hizo la misma cosa que nosotros hacemos. De hecho, el Señor hizo mucho más.
Por tan malo que sea considerar seriamente
nuestra tendencia a perdernos, hasta aun huir de nuestro Dios, y rebelar contra
Él,
y por tan triste y difícil que sea pensar
en la soledad actual y eternal que arriesgamos cuando nos apartamos de Dios,
el mensaje de Jesús para nosotros hoy es aún
más consolador. Porque Dios nos ama, a
pesar de cómo somos. A pesar de
nuestros pecados, somos muy valiosos en sus ojos, y él ha estado enfocado en
buscarnos y rescatarnos desde la primera vez que elegimos apartarnos de su presencia
y amor. De hecho, misterio de misterios,
el Señor ya tuvo su plan para rescatarnos, antes de la fundación
del mundo. Tan fuerte es su compromiso
de rescatarnos.
La parábola del pastor loco, quien dejó a
noventa y nueve ovejas obedientes, y salió de su hogar cómodo y seguro, para
entrar en el desierto y buscar a una sola oveja, descarriada y perdida, es una
metáfora de la carrera del Hijo de Dios, quien fue reinando en gloria, rodeado
por ángeles y arcángeles cantando loores al Padre, Hijo y Espíritu Santo. Jesucristo tuvo todo, pero eligió descender
de la diestra de su Padre y entrar en nuestro mundo destrozado por pecado. Y no solo entrar, pero quiso unirse con
nosotros, tomando nuestra forma, asumiendo la carne humana en su persona
divina, para hacerse el Cristo, Hombre y Dios en un solo ser, el único capaz de
ganar nuestra salvación. ¡Y su objetivo
en todo esto eras tú!
Aunque Jesús no te llevó a casa
literalmente sobre sus hombros, esta imagen debería recordarnos de otro evento
literal, cuando nuestro Señor soportó una carga en sus hombros, la de una cruz
romana, que el Hijo de Dios llevó al monte Calvario. Aun peor, y más asombroso, Jesús no solamente
aceptó el castigo peor de los romanos, nuestro Salvador también aceptó el
castigo divino contra nuestros pecados, para deshacer la causa de nuestra
separación y perdición. Lo que fue
necesario, Jesús, nuestro Buscador Divino, ya ha hecho, para encontrarte y
rescatarte. ¡Consumado es!
Y ahora, anticipamos la celebración. La última parte de cada de las tres parábolas
es sorprendente: la celebración hecho
por cada buscador, fiestas que nos parecen demasiado extravagantes en relación
con las cosas encontradas de nuevo.
¿No te parece que reunirse con todos los
amigos y vecinos es demasiado, comparado con el valor de una sola oveja?
¿No es que la mujer gastó más que el valor
de la moneda perdida para hacer la fiesta después de encontrarla?
¿Y ya habiendo dado la mitad de sus bienes
al hijo menor, cómo es que el padre tiene suficientes recursos para poner un
anillo en el dedo de este pródigo, matar el becerro gordo y hacer una fiesta
tan grande?
Las fiestas nos parecen muy desproporcionadas
al valor de las cosas encontradas.
Así sería con nosotros, pero no estamos
hablando de nosotros, estamos hablando del Señor Dios, Rey de los cielos,
Comandante de los ejércitos celestiales, Creador del universo, y el Buscador Divino. La grandeza de su gozo está reflejada en los
ángeles, regocijándose perpetuamente por la maravilla que es el amor de Dios,
revelado en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.
Celebremos con los ángeles este Dios, que perdona la maldad, y olvida el pecado del
remanente de su heredad. Nuestro Dios se
deleita en misericordia, y tiene misericordia de nosotros. El Señor ha sepultado nuestras iniquidades, y
echó en lo profundo del mar todos nuestros pecados.
A través del perdón de los pecados, ganado
para todo el mundo, Jesús otorga la resurrección a la vida eterna a todas las
ovejas perdidas que Él encuentra. Y las
ovejas nuevamente encontradas causan una fiesta entre los ángeles. Ovejas como nosotros, congregados aquí otra
vez en arrepentimiento, para recibir los dones de perdón y salvación, y tomar
un anticipo de la fiesta venidera,
En el Nombre del Padre, y
del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
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