Tuesday, March 13, 2018

Nuestro Pan de Vida

Sermón del Cuarto Domingo en Cuaresma
Juan 6:1-15


En el Nombre del Padre, y del + Hijo,
y del Espíritu Santo. Amén.
     Los que estaban en la ladera de la montaña eran débiles. No podrían viajar más sin comida. No podrían llegar a casa sin desmayarse en el camino. 
     ¿Es posible que Jesús no se diera cuenta de lo que estaba sucediendo? ¿Por qué les permite seguirlo tan ciegamente, tan captados por su Palabra que se olvidaron de las necesidades de la vida? 
     La respuesta es que Jesús los condujo al campo salvaje a propósito. No es que el sufrimiento o el dolor o el miedo provengan de Él.  Pero Él los utiliza, para el beneficio de la gente, según su misericordia divina. Sí, Él la llevó a la multitud a un punto sin esperanza. Y justo allí, en la situación desesperada, Él les proveyó para ellos. Él les enseñó que solo hay un lugar donde buscar sustento. Les demostró que Él es la esperanza para los sin esperanza. 
     Así en el sufrimiento aprendemos fe.  No obstante, muchos en aquel entonces solo pensaban en sus estómagos, solo querían a Jesús como un Rey de Pan.  Por lo tanto, Jesús se retiró solo, porque ser un Rey de Pan no fue su misión.   
      Hoy, aquí en nuestra ladera de la montaña, los estómagos todavía gruñen.  El tirón de la carne puede ser tan fuerte, o nuestra depresión tan intensa, que nuestros huesos duelen dentro de nosotros, y murmuramos. 
     Es una ironía muy extraña que, en nuestra época, cuando para muchos, seguramente para nosotros, hay más que suficiente pan, y además todo tipo de comida rica, y tenemos la Palabra de Dios, y acceso a mucho conocimiento y tecnología, y disfrutamos de una vida bastante cómoda, sin muchos de los peligros que han afligido a los seres humanos durante casi toda la historia, no obstante, no vivimos en paz.
     Tenemos muchas preocupaciones y dudas acerca de la Palabra de Dios.  De vez en cuando surgen preguntas irreverentes de nuestros corazones, preguntas que a veces salen de la boca: “¿Qué me importa todo esto, Señor Jesús?  ¿Qué me importa si hiciste milagros y enseñaste grandes cosas hace 2,000 años?  Nos profetizaste un futuro muy bueno.  Pues, ¿dónde estás ahora? ¿Dónde han ido esas experiencias espirituales magníficas, cuando llevaste a tus seguidores a la cumbre de la montaña emocional?” 

     ¿Cuándo serán multiplicados los panes para mí? No tengo hambre literal, pero tengo suficientes problemas.  Yo lloro y rezo hacia el cielo, que me quites mis sufrimientos de mí.  Pero el sol se levanta y se pone, y las nubes pasan, lloviendo, o no, sin darse cuenta de mí.  Luego la noche viene, y no veo ningún milagro para mí. 
     ¿Qué relevancia tiene la alimentación de los cinco mil para mi vida?  ¿Cómo podemos orar por alivio, cuando ha sido nuestra oración incesante durante tanto tiempo, y durante tanto tiempo la ha quedado sin respuesta? Cuántas veces, mientras enfrentando una necesidad grande, nos hemos compadecido con Felipe, diciendo: "El pan de doscientos denarios no sería suficiente."  Es decir, “no hay esperanza.” Y con Andrés hemos dicho: "Aquí hay un muchacho con cinco panes de cebada y dos pececillos, pero ¿Qué son entre tantos?" Es decir, "Es imposible, Señor.”
     Bajo el amable sol, creo todo lo que dice la Palabra acerca de ti, Jesús.  Pero, cuando la cortina negra de la depresión, la desesperación o la frustración desciende a mi alrededor, separando a mí de mis seres queridos y mis cosas buenas, entonces todo me parece irrelevante. 
     Oh, tú que conquistó el pecado y la muerte, ¿no puedes vencer mi dolor? 

     ¿Qué dijiste, Señor?  ¿Sí, puedes hacerlo?  Pues, muy bien, ¿por qué no me lo has hecho? 

    Es posible que aun nosotros prefiramos un Rey de Pan, y no un Salvador.

     Queridos amigos, a veces tristes y solitarios, a veces tercos y quejosos: las imposibilidades; los obstáculos insuperables; las noches largas y oscuras; estas cosas no son nada para Dios.  Para Él, todo es posible.  Él puede conquistar, y lo hace.  
     De las cenizas se elevó el fénix a la vida, pero es solo un mito.  Pero escucha:  desde una tumba prestada se levantó nuestro Señor Jesucristo. No es un mito. Es verdad. ¿Tienes duda?  O.k., investígalo.  Te acompañaré en la investigación.  Este milagro nos ha dejado muchas pistas, y es un gozo estudiarlo.  Porque es verdad. 

     Y de la Cruz y la Resurrección aprendemos la Verdad Imprescindible: que, desde las circunstancias más insignificantes, utilizando cosas poco impresionantes, desde la debilidad y la humildad, incluso desde la muerte, Jesús reparte los mejores regalos. 
    Tú dices, "¿Qué debo hacer? Estoy triste. Estoy solo. Estoy deprimido. Estoy frustrado.  Tengo miedo. No hay a donde acudir". 
     Y el Señor te dice: "Siéntate.  Si quieres, recuéstate.”    
     Eso es lo que dijo en la ladera de la montaña de la alimentación milagrosa. Él ordenó que la gente se recostara, que se sentara y descansara en la abundante hierba.   También hoy Él te dice: "Siéntate, descánsate." 
     Siéntate y escucha. Siéntate y espera. Serás provisto según su manera, en su tiempo. Él te proveerá.  Después de todo, Él vino a salvarte, no solo para la eternidad, sino también para el aquí y ahora.


     Jesús alzó los ojos a los cinco mil hombres, más mujeres y niños, que habían venido a escucharle, y tuvo compasión de ellos. A su palabra, se sentaron y Él se hizo cargo de ellos.  El vio a esa asamblea, y a lo largo de los siglos, también vio a todos sus amados hijos de todos los tiempos.  Él ve tus alegrías y sonríe contigo.  Él ve tu dolor y tristeza también. 
     Él te oye llorar, "Señor, me duele". Y él responde: "Lo sé. Me hicieron daño a mí también. Pero mi Padre no me dejó en la tumba. Me liberó de las profundidades del infierno. Así también yo te liberaré.  Mi muerte es suficiente. Mi sangre cubre todos tus pecados. El precio ha sido acordado, pagado en su totalidad, y aceptado por la eternidad.
     Jesús te dice hoy: “Espera. Te amo. Estoy aquí para ti, donde he prometido estar.”   
    Cristo te recuerda:  En los días grises y últimos, yo soy el consuelo, la paz, y la esperanza. Hay fuerza para el viaje, pero solo en Mí. Yo soy el único Nombre bajo el cielo por el cual los hombres sean salvos. Ningún hombre viene al Padre sino por Mí.  No hay consuelo, no hay curación, no hay paz en ningún otro lado.
     Por lo tanto, Jesús te dice: “Siéntate. Deja de murmurar, y deja de intentar hacer tu propio camino. Estoy aquí para servirte. Escucha mis Palabras de vida, de amor, y de perdón. Ven. Arrodíllate ante Mí. Déjame alimentarte con pan que satisfaga tu alma. Y debes saber esto: yo volveré a buscarte."
      Jesucristo te escucha. Él responde a tus oraciones. Su respuesta no va a satisfacer siempre los antojos de tu carne. Él sabe lo que es mejor. A menudo, sus acciones no tienen sentido para nosotros. Pero sabemos que Él da abundantemente, de acuerdo con lo que es bueno y con lo que podemos aguantar.
     Recuerda como Jesús alimentó a los cinco mil con raciones más que suficientes; dio tanto que cada persona comió hasta que se llenó, y aún quedaban doce cestas rebosantes. Donde Dios reparte sus dones, los vasos humanos se llenan hasta rebosarse. No pueden contenerlo. La gracia de Dios es más grande que nuestra necesidad.
      La victoria sobre el pecado, la muerte y el infierno está completa. Ha sido anunciado en la Resurrección.  Pronto pasaremos a través de este velo de lágrimas y entraremos en nuestro hogar celestial.   

    Por el momento solo hay una forma de luchar, de seguir adelante, de viajar por este desierto. Es por el Maná celestial que Él otorga tan generosamente.   Es por su Palabra y sus Sacramentos. Por su Gracia y Providencia, estos dones te están disponibles.
     Él te ha dado la Biblia. Cógelo. Léelo. Hay consuelo allí para ti.
    Él también te ha dado su Cuerpo y su Sangre, que te fortalecerán y sostendrán en esta vida, con preparación para la próxima. En la Cena Él perdona tus pecados, lava tu alma y te lleva a la comunión perfecta con él.
     Además, hay la Absolución. Él mismo es tu Abogado, que te representa como inocente delante de su Padre, por causa de sus propias heridas.  En la Absolución, Cristo mismo habla por la boca de su siervo, con el resultado bendito que tú seas puro y santo como Él es puro y santo.
     Por el momento, estos dones no te quitan todo tu dolor o sufrimiento. Ni siquiera curan todas tus dudas. Pero te darán la fuerza para continuar, para creer en medio de los problemas. Te protegerán de desmayarte en el camino. 

    Al final, te llevarán a tu destino donde la cruz será intercambiada por una corona, al lugar donde no haya lágrimas, ni remordimientos, ni vergüenza, ni miedo, ni culpa, ni soledad, ni depresión.
     Aun con Cristo, esta vida puede ser una vida difícil.  A menudo, la realidad de la maldición se nos viene encima; el caos y la muerte nos atacan. Están más allá de nuestra comprensión, porque los hijos de Dios no pueden comprender el mal que los rodea.
     No es fácil la vida cristiana, pero es buena.  La vida cristiana está centrada en su Palabra.  Esta Palabra de Cristo expulsará las impurezas de tu boca, y limpiará tus labios, y así disfrutarás de la paz que solo Dios puede dar, hoy por la fe, y pronto, en la gloria.
     Así que, ven a las aguas que satisfacen, que limpian y refrescan. ¿No tienes dinero? Ven, de todos modos. Ven, compra vino y leche sin dinero y sin precio. Deja que tu alma se deleite en la abundancia y la misericordia del Señor.  Deja que llene los espacios vacíos dentro de ti. ¡Escucha, y tu alma vivirá!


     Jesucristo, Dios encarnado, no da nada menos que a sí mismo, el Pan de Vida, su Palabra, y su cuerpo y su sangre, comida divina para las almas en conflicto que sufren bajo la cruz, esperando la gloria por venir. 
     Pronto, a los rezadores cansados, a los tristes, a los solitarios, y a los confundidos, Cristo vendrá, con su descanso eternal. Por ahora, viene comida celestial, amor milagroso, y fortaleza para el viaje. Nuestra copa está rebosando.  Dios es bueno.  Amén.    

(Sermón adaptado de uno de Pastor David Peterson, Redeemer Lutheran Church, Fort Wayne, Indiana)