Wednesday, March 16, 2016

Nuestra Gallina Divina

Segundo Domingo en Cuaresma, (transferido), 13 de Marzo, A+D 2016
Jeremías 26:8-15, San Lucas 13:31-35

¿Qué es la cuestión, la idea central? 

     Yo paso bastante tiempo en tren, trabajando en mí ordenador, a veces viendo
las películas de RENFE.  Intento trabajar, y por eso normalmente no me pongo los auriculares.  Veo las pelis en las pantallas unos momentos, de vez en cuando, sin escucharlas.  Y es interesante; normalmente puedo entender la trama de la historia, puedo coger la idea central, sin oír las palabras.  Solo por ver los escenarios, y los carácteres, sus caras y sus acciones, normalmente puedo entender bien el sentido de una peli.    Puede tener docenas de caracteres, tramas, tramas secundarias, y varios escenarios, pero, si es una
historia típica, va a tener solo un tema central, un punto al que la historia conduce.  Y usualmente puedo saberlo, solo por mirar.  No es tan difícil, aún sin palabras. 

    Es porque de verdad no hay tantas historias diferentes.  El Amor.  La amistad.  La guerra.  Problemas familiares.  Desafíos en sobrevivir o conquistar a la naturaleza, las enfermedades, o las discapacidades.  Se pueden mezclar como quieran; sin embargo, sabemos de qué van.      

     La Palabra de Dios también es una historia con una idea central, un solo punto.  Pero muchas veces parece muy difícil entender correctamente la historia de la Biblia.  Se dice que es una guía moral, instrucciones de cómo debemos vivir.  O es un documento de filosofía, con buenos consejos para personas sensatas, o una historia construida por hombres intentando controlar a la gente.  Y la Biblia sí tiene cosas relacionadas con estas ideas.  Sin embargo, la historia de la Biblia solo tiene una trama, una idea central.  Es toda una historia sobre Cristo Jesús.  Y no necesitáis creer a mí.  Jesús mismo lo dice, varias veces, como en el Evangelio de San Juan, capítulo 5.  Discutiendo con los judíos, Jesús les dijo: Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí. 

     Además, dos veces en el último capítulo de San Lucas Jesús declaró que la 
historia de las Escrituras es su propia historia.  Una vez fue con dos discípulos en el camino a Emaús, en la tarde del día de su Resurrección. Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les explicó lo referente a El en todas las Escrituras. Lucas 24:27

   La otra fue con los Once Apóstoles en Jerusalén, unas horas más tarde:  Y les dijo: Esto es lo que yo os decía cuando todavía estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo que sobre mí está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Lucas 24:44 

     Toda la Biblia es la historia de Cristo, y también, hay solo una meta, un punto central de esta historia.  Con los Once, Jesús continuó:  Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: Así está escrito, que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día; y que en su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde JerusalénLucas 24:45 – 47 
  
     Cristo Jesús, su encarnación, vida, muerte y resurrección para la salvación del mundo, esto es la trama de la Palabra de Dios.  Es la clave para entender la Biblia.  Podemos usar este clave para interpretar las Escrituras siempre, no importa que parte de la Biblia oímos o leemos. 

     Por ejemplo, podemos ver una prefiguración importante de este punto central de la historia de Jesús en nuestra lectura del Antiguo Testamento de hoy, del libro de Jeremías. Desde ahí, oímos acerca de un profeta en peligro de muerte, solamente porque declaró la verdad de Dios.  Y cuando terminó de hablar Jeremías todo lo que Jehová le había mandado que hablase a todo el pueblo, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo le echaron mano, diciendo: De cierto morirás.  Es muy duro, este rechazo de la verdad de Dios, este ataque contra un profeta del Señor. 

     Siempre ha sido lo mismo.  Como nos dice Jesús hoy:  ¡¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!!  Desde Abel hasta San Juan Bautista, ha sido muy normal que un profeta honesto recibe ataques por su fidelidad a la Palabra de Dios.   

     ¿Por qué?  Porque naturalmente, no nos gusta oír la verdad de Dios.  Si un predicador quiere hablarnos de la grandeza de la creación, o la belleza de la humanidad, o si podemos escuchar una historia interesante sobre los personajes de la Biblia… muy bien.  Quizás soportamos algo de consejo sobre cómo podemos mejorar nuestra vida.  Pero, aunque hay casos de estos en la Biblia,
mucho más la Palabra de Dios nos habla del pecado, de la justicia de Dios y nuestros fallos en mantenerla.  Dios siempre nos está advirtiendo sobre el castigo que hemos merecido con nuestros pecados.  No nos gusta nada.  Y, aunque no le podemos hacer nada a Dios, sí podemos hacer algo a sus mensajeros. 

     Sin embargo, la historia de la Biblia, la historia de Jesús, es una historia de misericordia. De perdón.  De amor, vida y alegría.  Pero necesitamos oír toda la Palabra de Dios, incluidas las partes difíciles, para entender cómo pueda ser.

     El Todopoderoso Dios es justo, y quiere mantener la justicia en este mundo pecaminoso.  Esto implica que nosotros pecadores vamos a sufrir el castigo divino.  Pero, aunque siempre Dios mantiene la misma actitud de justicia, del rechazo al mal, y a los malhechores, a la misma vez, Dios siempre mantiene su actitud de amor, de servicio a los seres humanos, una actitud de protección.  Aunque todas las personas son pecadores, Dios tiene ganas de tener a su pueblo consigo mismo. 

     Es muy chocante, la diferencia que vemos en este mundo entre la justicia y el amor.  Tenemos a veces la idea que es imposible tener los dos, justicia y amor, que es imposible hacer justicia y también amar.  Y de los dos, para nosotros mismos, y para nuestros amados, normalmente preferimos que la justicia sea disminuida.  La justicia es buena, cuando se aplica a otros, pero para mí, quiero solamente sentir el amor.  Pero esto no sirve. 

     Sin justicia, no hay ningún amor verdadero.  Los padres de niños lo saben.  Aunque los pequeños nunca lo dicen, nuestros hijos quieren disciplina, quieren reglas, dentro de que ellos pueden vivir sin temor.  Para amar a nuestros niños, necesitamos darles justicia.  También, sin que todo el mundo trate a los prójimos con honestidad y justicia, los ricos y fuertes vayan a dominar a los pobres y débiles, que vayan a sufrir.  Necesitamos justicia, y amor.  Pero, hay un choque, un conflicto, entre justicia y amor, que no podemos resolver.
  
     Podemos ver este conflicto entre justicia y amor en este dicho muy interesante de Jesús: ¡¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!!   Con esta frase, estamos llegando a la puerta del punto central de toda la historia de la Biblia.  ¿Puedes ver en tu mente el escenario que pinta Jesús?  Escucha otra vez, “Jerusalén, Jerusalén, ¡¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!!”


     Cristo Jesús, verdadero Dios, nos dice que ha querido juntar a su pueblo, como la gallina junta a los pollitos debajo de sus alas.  Mira lo que nos enseña esto.  Imagínate un momento a Jesús como una gallina.  ¿Por qué quiere juntar los pollitos debajo de las alas?  Para protegerlos.  La gallina hace de sí misma un escudo de carne y plumas, para ofrecer protección a sus crías.    Pero, para hacerlo, la gallina tiene que abandonar su propia defensa.   Una gallina, para defenderse a sí misma, puede huir, corriendo y volando un poco, como hacen las gallinas.  Por el otro lado, si la gallina quiere pelear, ella sola tiene una herramienta, sola un arma, las garras.  Pero si, para proteger a los pequeños, la gallina está en el suelo con las alas extendidas ampliamente sobre los pollitos, ella no puede huir, ni defenderse. Si un enemigo fuerte viene, ella va a morir, protegiendo a sus hijos.

      Aunque no tenemos una pantalla, ¿puedes ver este cuadro?  La gallina protegiendo a sus crías debajo de sus alas nos ofrece un cuadro de Jesús, sin defensa, colgando en una cruz, protegiendo a sus hijos, ofreciéndonos el escudo de su carne y sangre para cubrirnos, perdiendo su vida, para salvarnos.   
      
      Cuando toda la vida va muy bien, es fácil pensar que yo soy muy capaz, muy independiente, sin la necesidad de ser salvado.  Pero mi vida no siempre va bien.  Vienen los días cuando necesito ayuda, cuando los problemas del mundo, y mi propio pecado, mis debilidades y temores, me hacen buscar una gallina que me cubra con sus alas, un Salvador que me protege bajo las alas de su Cruz. 

     Este Salvador yo lo tengo, y también tú lo tienes.


     Cristo ha llegado para protegernos, no solo de los males que nos amenazan hoy, sino por protegernos de todo el poder malo del diablo, del mundo y de nuestra propia naturaleza pecaminosa.  Él murió para hacernos seguros.  Él no tiene vergüenza de salvarnos, aun quiere describirse a sí mismo como una Gallina Divina, muriendo para proteger a sus pollitos.  Y, desde que la muerte no podía restringir al Señor de Vida, porque Él resucitó al tercer día, ya sabemos que nuestra protección divina es eterna.  Los enemigos pueden herirnos un poco, hoy en día, pero la victoria es nuestra, debajo de las alas de Cristo, tu Gallina Divina, tu Salvador y Dios, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.    

Wednesday, March 2, 2016

Miércoles de Ceniza - Sermón sobre Salmo 51 - Pastor Adam Lehman

Míercoles de Ceniza, Sermón sobre Salmo 51
Pastor Adam Lehman, traducido por Pastor J. García  

Salmo 51
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.
Porque yo reconozco mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre delante de mí.
Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.
He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
Purifícame con hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco que la nieve.
Hazme oír gozo y alegría,
Y se recrearán los huesos que has abatido.
Esconde tu rostro de mis pecados,
Y borra todas mis maldades.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
11 No me eches de delante de ti,
Y no quites de mí tu santo Espíritu.
12 Vuélveme el gozo de tu salvación,
Y espíritu noble me sustente.
13 Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos,
Y los pecadores se convertirán a ti.
14 Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación;
Cantará mi lengua tu justicia.
15 Señor, abre mis labios,
Y publicará mi boca tu alabanza.
16 Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría;
No quieres holocausto.
17 Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
18 Haz bien con tu benevolencia a Sion;
Edifica los muros de Jerusalén.
19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia,
El holocausto u ofrenda del todo quemada;
Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.



En el Nombre del Padre, y del + Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
     El Salmo 51 es un regalo maravilloso para la iglesia. De hecho, la comprensión de este bendito Salmo es necesaria y profundamente útil de muchas maneras. Este salmo contiene la instrucción de las partes principales de toda la fe cristiana. Nos enseña sobre el pecado, el arrepentimiento, la gracia y la justificación, así como la enseñanza sobre el culto que debemos prestar al Único Dios Verdadero. Finalmente, nos enseña sobre la confesión y la absolución, y por eso, es referido a menudo como un "salmo penitencial."

Tal como enseñamos en el Catecismo Menor:  La confesión tiene dos partes.
     En primer lugar, confesamos nuestros pecados, y en segundo lugar, recibimos la absolución, es decir, el perdón del pastor como de Dios mismo, sin dudar, y con la convicción de que por medio de ella nuestros pecados son perdonados ante Dios en el cielo. (Catecismo)

     A través de la pluma del Rey David, nuestro Señor nos presenta ambos (confesión y absolución) ante nosotros esta tarde. Al comienzo del salmo le vemos profundamente preocupado por el conocimiento de su pecado y el peso de su conciencia. "Ten piedad de mí, oh Dios," escribe, "limpia mi pecado! Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. ". Y al final del Salmo vemos a David consolado por la gracia y la misericordia del Señor. Está tan lleno de alegría por el perdón de los pecados que simplemente no puede contenerse. Y así escribe, "mi lengua cantará tu justicia. Señor, abre mis labios, y mi boca proclamará tu alabanza. ". David sabe que ha sido perdonado de su profunda maldad. De hecho, la historia en 2º libro de Samuel, capítulo 12 es bien conocida. Los pecados de David incluyeron el adulterio, la mentira, el asesinato, abuso de autoridad, y encubrimiento de sus pecados; acumulando pecado sobre pecado.


     Con esto en mente, vemos que David es un ejemplo de todos los hombres, incluidos nosotros. Uno a uno rompió cada uno de los mandamientos del Señor. Sin embargo, se negó a reconocer su pecado. Y esta negativa a reconocer el pecado fue lo más peligroso para su alma eterna. David quería ser conocido como un rey justo y santo. Él quería que sus pecados fuesen secretos para todos. Por lo tanto, se negó a admitir su pecado. Se negó a arrepentirse. Es por esto que el Señor envió a Natán el profeta a David: para enfrentarse a él con la Ley, pero no para destruirle, aunque lo merecía. Dios envió a Natán a David para llamar a David al arrepentimiento, a fin de que pudiera recibir el perdón. Y con el perdón, él también recibiría la vida y la salvación.

     A la luz de lo expuesto, la tragedia de David se convierte en un ejemplo muy emotivo del pecado, y aún más, de la gracia. Y sin esta visión de la vida de David, tendríamos una imagen totalmente distorsionada de este patriarca en la fe.

     Si la Santa Escritura no nos hubiera hablado de este vergonzoso recuento ¿quién creería que un hombre tan santo podría caer tan bajo? Después de todo, a través del Espíritu Santo, David había instituido el culto de Jehová en el tabernáculo. Había escrito bellos himnos cantados por los fieles ... Había ganado muchas batallas militares, en las que el Señor había luchado en su nombre. Confió totalmente en el Señor para la victoria. De hecho, fue el elegido directamente por el Señor para servir como el rey. Incluso el propio Mesías sería luego conocido como el Hijo de David.

     Y, aun así, un hombre tal cayó en pecado. Y el gran rey David no cayó en un mero "pecado pequeño", sino en muchos pecados realmente graves.  Y lo que es peor, cayó en la impenitencia. Cayó en una arrogancia tal que se negó a arrepentirse. Y si un hombre como David pudo caer tan miserablemente que Natán tuvo que enfrentarse con él cara a cara, entonces desde luego, nosotros no estamos exentos de una caída similar que puede hasta destruir el alma. Nosotros también debemos ser confrontados con nuestro pecado. Nosotros también tenemos que tragarnos nuestro orgullo pecaminoso, y humildemente caer de rodillas ... Arrepentirnos ... pidiendo la misericordia de Jehová. Debemos ser honestos con nosotros mismos sobre lo que realmente somos: pobres, miserables pecadores, mendigos ciegos que necesitan desesperadamente de la misericordia de Jehová.

     Esta noche el Señor nos habla palabras que son muy difíciles de escuchar. Pero también nos entrega las palabras más dulces que los oídos pecaminosos pueden jamás oír. Incluso, al mismo tiempo que estamos abatidos por el reconocimiento de nuestras transgresiones profundas, somos elevados por la bendita palabra de su perdón. Nuestro Señor nos llama a arrepentirnos de nuestros pecados, y por ninguna otra razón que con el fin de que recibamos el perdón, la vida y la salvación. No confesamos nuestros pecados por el mero bien de la confesión de nuestros pecados. No, confesamos nuestros pecados, a fin de que recibamos la sagrada absolución.

Como dice en el Catecismo, En primer lugar, confesamos nuestros pecados.
En segundo lugar, recibimos la absolución ...
Es decir, el perdón del pastor como de Dios mismo ...
Sin dudar, pero con la convicción de que por ella nuestros pecados son perdonados ante Dios en el cielo. (Catecismo)


     Natán fue enviado a David con el fin de que pudiera ser llevado al arrepentimiento, y que pudiera recibir el perdón, la paz, y el gozo de ser justo antes con Dios. Nos hemos reunido aquí esta tarde para el mismo propósito. Habéis llegado a confesar vuestros pecados, a fin de que podáis recibir el perdón, la paz, y el gozo de ser justo antes con Dios. Y debido a la pasión y muerte de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, estáis perdonados. De las llagas de Cristo Crucificado fluye el perdón de todos tus pecados. Y de esas heridas fluye la paz eterna entre tú y tu Padre celestial. Jesucristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesucristo es el Cordero de Dios que ha muerto para el perdón del pecado de David. Jesucristo es el Cordero de Dios que ha sufrido y muerto con el fin de que tú puedas vivir. Por ello estás perdonado.


Como dista el oriente del occidente, tus pecados son perdonados, en el Nombre de Jesús +. Amén.