Sunday, June 24, 2018

¿Por qué estamos celebrando?


Nacimiento del Juan el Bautista            
24 de junio       
¿Por qué estamos celebrando?

     ¿Por qué estamos celebrando el Nacimiento de Juan el Bautista hoy?  Pues, ¿por qué no?  ¿No queremos aprovechar de la oportunidad de cantar villancicos en el verano, dándonos un recuerdo aural de las fechas invernales, los días fríos, llenos de luz y esperanza, especialmente en este día en que un infierno de calor nos está abrumando?  ¡Buena noticia, solo seis meses hasta la Nochebuena!

     Pronto después de recibir en su matriz la concepción inmaculada del Hijo de Dios, la Virgen María fue al campo, para visitar a su prima Elizabet, que estaba en su sexto mes de embarazo con Juan el Bautista.  Por eso, entendemos que Juan nació más o menos seis meses antes de su primo y Señor, Jesucristo.  Por ende, hoy, seis meses antes de celebrar la Nochebuena, celebramos el Nacimiento de Juan el Bautista, el Precursor del Cristo, quién preparó sus caminos, y anunció la llegada del Reino de Dios en la persona de Jesús, Dios hecho hombre. 


     De verdad, hay muchas razones fantásticas para celebrar este acontecimiento.  Por ejemplo, el nacimiento de Juan, junto con lo de Jesús, nos recuerdan el gozo de ser pro-vida. 

     Sin duda, hay una ley que nos enseña ser pro-vida: el quinto mandamiento: no matarás, lo cual Lutero explica así:  Debemos temer y amar a Dios de modo que no hagamos daño o mal material alguno a nuestro prójimo en su cuerpo, sino que le ayudemos y hagamos prosperar en todas las necesidades de su vida. 
     Seguro que el aborto, junto con el eutanasia, son mucho más que un simple daño a nuestro prójimo.  Y es un daño a los prójimos más vulnerables, de cierto.  El Señor Dios es la fuente de toda vida, y como sus criaturas, no tenemos derecho de determinar quien vive y quien muere.  No importa si la vida tiene solo unos días en la matriz del madre, o si es de un anciano, o una persona discapacitada, deberíamos proteger y celebrar la vida, desde la concepción hasta la muerte.

      Muy bien, sabemos la ley, y sabemos nuestra culpabilidad, como una sociedad y como individuos, en relación con este tema.  Pero, con la concepción y nacimiento de Juan y Jesús, aprendemos la razón mejor para ser pro-vida:  el gozo, el gozo de entender, aunque solo en parte, el gran valor que cada vida humana tiene en los ojos de Dios.  Que alegría saber, desde la visita de María a Elisabet, que Dios puede y quiere dar fe en Cristo, aun a un bebé en útero.  Porque Juan, dentro de su mamá, saltó por gozo por oír la voz de la madre de su Señor, dándose cuenta del hecho que estaba por primera vez en la presencia cercana de Dios.  Que gozo oír en el Gradual de hoy la promesa de Dios a Jeremías, que nos indica quien es el Autor de vida, y también nos habla de la importancia de cada vida a Dios, aun antes de su concepción: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué. 

     Dios ama a la vida humana.  El Señor ama a tu vida, aún más que tú.  Él tiene tanto amor para tu vida, que el Mesías, el Salvador, ha pasado por cada etapa de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte, para redimir cada etapa.  El amor del Creador para las vidas humanas es tan profundo que provee perdón y salvación en la sangre de Cristo, poderosa para limpiarnos del pecado, incluso el pecado de matar sin justicia.  En Cristo, no tenemos que vivir con la culpa y el miedo de la justicia de Dios por haber participado en matar o adelantar la muerte.  Este pecado también Cristo ha pagado y superado.  Arrepiéntete, tus pecados contra la vida humana son perdonados. 

     Celebramos el Nacimiento de Juan por el gran poder de Dios, realizado a través de criaturas indefensas.  Después de nombrar a su hijo con el nombre “Juan,” como el ángel le había indicado, su padre Zacarías cantó:
Bendito el Señor Dios de Israel, Que ha visitado y redimido a su pueblo,
69 Y nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo,
70 Como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio;
71 Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron;
72 Para hacer misericordia con nuestros padres, Y acordarse de su santo pacto; 

      Todo esto, la llegada de un Salvador poderoso, el cumplimiento de todas las profecías mesiánicas, la victoria sobre los enemigos, la misericordia y el cumplimiento del pacto de Dios con Israel, todo esto, ya realizado en el bebé todavía creciendo en la matriz de María. 

     Luego Zacarías canta del futuro y la misión su propio hijo:
Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos;
77 Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, Para perdón de sus pecados,
78 Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, Con que nos visitó desde lo alto la aurora,
79 Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz.  
     Impresionante futuro previsto para Juan. 

     Nuestra nieta Heather es muy bonita y muy capaz.  Si todavía no lo sabéis, yo pudiera compartir algunos fotos y videos con vosotros después de la bendición final.  Creo que el futuro de mi nieta Heather será brillante. 

   Pero no tengo expectativas por ella tan altas como las que tenía Zacarías por Juan.  Sobre estos dos bebés, Juan y Jesús, que en el momento de su cántico solo tenían entre los dos un año de vida terrenal, quedaba el cumplimiento y la revelación de toda la Ley y los Profetas y de todas las promesas de Dios a su pueblo, y a toda la raza humana.  Por causa de Juan y Jesús, los primos más importantes de toda la historia, mi nieta, y todos nosotros, de verdad tenemos un futuro brillante, por el perdón de los pecados y el camino de paz que Cristo nos ha construido.  El poder de Dios lo ha conseguido, a través de estos niños, nacidos para compartir amor y misericordia. 

     Celebramos el Nacimiento de Juan por la humildad.  Aunque Juan fue elegido por Dios para realizar un ministerio único y sumamente importante, todavía Juan sabía quién era: un pecador con gran necesidad de un Salvador.  Cuando Juan terminaba su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy? No soy yo él; mas he aquí viene tras mí uno de quien no soy digno de desatar el calzado de los pies.  El profeta del altísimo no tenía orgullo en si mismo, todo su orgullo fue en su primo Jesús. 


    Y milagro de humildad, Jesús mismo demostró la humildad por excelencia de toda la historia.  El rey de los cielos, el unigénito Hijo de Dios, se humillo a sí mismo, para cumplir su misión salvadora.  No fue que simplemente bajo del cielo y vivió una vida pobre y dura.  Es que él, que no conoció pecado, fue hecho pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él.

     Hoy celebramos por la consolación: Porque hemos recibido doble por todos nuestros pecados.  ¿Cómo hemos recibido doble?  ¿Tal vez por las dos naturalezas en Cristo, que en Jesús, Dios y hombre son unidos eternamente, y por lo tanto, nuestra seguridad es eterna?  ¿O es porque Cristo se hizo nuestro  sustituto, activo y pasivo, activamente cumpliendo los requisitos de su propia ley en nuestro lugar, y luego pasivamente sufriendo todo nuestro castigo merecido, para liberarnos completamente de la acusación de Satanás?  ¿O quizás es doble por el paz de hoy y la esperanza brillante para mañana que tenemos en Jesús?  ¿Cuál es la razón correcta?  Yo digo “sí” a todas estas posibilidades.   


     Celebramos porque la predicación de Juan continúa, la predicación del arrepentimiento para el perdón de pecados, vinculado al Bautismo, la predicación de la Ley y el Evangelio, culminando hoy en la Santa Cena, donde acercamos confesando nuestro pecado, y confiando que en el Cuerpo y Sangre de Jesús tenemos plena redención. 

      Juan el Bautista predicó con los ojos al futuro, esperando la culminación de la misión de su primo.  Juan predicó, sufrió y murió antes de la Pasión de Jesús, que es la plena revelación de todo el misterio de la salvación.  Por haber muerto antes, a veces la vista de Juan no estaba completamente clara.  Pero los predicadores, y los oyentes de hoy, ya sabemos la plenitud del Evangelio.  Nuestra predicación hacemos con los ojos al pasado, lo que vemos con mucha más claridad que Juan, una claridad recibida por ver todo a través de la Cruz y la Resurrección de Jesucristo.  Y predicamos con los ojos al futuro de gloria y paz eternal, que Él ha ganado para nosotros.

    Entonces, sí, celebremos hoy, y cada día, los niños y primos, Juan el Bautista, y su Señor y Dios, Cristo Jesús, la Palabra de Salvación, en quién tenemos vida, gozo, paz, poder, humildad y la vida eterna, Amén.
         

Thursday, June 14, 2018

Nuestra Identidad


Segundo Domingo después de la Trinidad
Nuestra Identidad
Lucas 14:15-24

     ¿Con quién de nuestra parábola de hoy nos gustaría ser identificados? 

     ¿Con quién seremos identificados? 

     Cuando escuchamos una buena historia, o cuando miramos una película o leemos una novela bien escrita, es normal y agradable que nos identifiquemos con uno o más de los personajes de la historia.  En nuestra imaginación, nos preguntamos ¿quién soy yo en esta historia?  Por ejemplo, normalmente me identifico con los caracteres de las películas realizados por actores como Sean Connery o Clint Eastwood. Naturalmente. 

     Entonces, entre los personajes de nuestra parábola de hoy, ¿con quién te identificas? ¿Con el padre de familia?  Creo que no.  O al menos espero que no.  Es suficiente claro que el padre de familia representa a Dios mismo.  No somos Él.  Hay un solo Dios, y el primer mandamiento nos instruye que no nos es permitido adorar a otro, particularmente si este otro dios sea nosotros mismos.  

     ¿Te identificas con los convidados buscando excusas para evitar la cena del señor?  Otra vez, creo que no. 

     O tal vez sí.  La invitación de Dios es una buena noticia, pero si algunas veces en nuestra vida tú y yo hemos despreciado las buenas noticias de Dios, esta parábola nos pudiera golpear como una condenación fuerte.  Ya sabéis como lo justificamos a nuestra ausencia:  Yo sé que reunirme con el pueblo de Dios para escuchar su Palabra y recibir sus dones es bueno, pero, … toda la familia va a la playa, o las montañas, o, tengo que ir a una comida de mi primo, o, o, lo que sea… y por eso este domingo, no puedo asistir a la Eucaristía…

     Rechazar la invitación bondadosa del Padre es un estupidez, pero yo apuesto a que cada uno de nosotros hubiéramos tenido, o todavía tengamos alguna culpa por evitar venir adonde Dios nos ha invitado, a su congregación, reunida alrededor de su Palabra. 

     ¿Queréis identificaros con los pobres, los mancos, los cojos, los ciegos?  Bueno, sí, deberíamos quererlo.  Dado que ellos llegan a sentarse en el banquete del señor, es una buen idea.  Pero, ¿identificarme con los pobres y los cojos, literalmente, por ejemplo, sufrir tales problemas en mí vida?  No, no lo quiero mucho, de ninguna manera. 

    Hablando de la pobreza, preferimos la forma de San Mateo, “bienaventurados los pobres, en espíritu.”  (Mt 5:3) Somos capaces de encontrar una definición menos dura en la “pobreza del espíritu,” en vez de la pobreza literal.  Pero este evangelista Lucas, supuestamente más alegre y suave que Mateo, lo dice diferente: “Bienaventurados vosotros, los pobres,” (Lc 6:20), punto, sin adjetivo, sin una palabra que nos ofrecería una salida de la idea de que deberíamos aceptar la pobreza y el sufrimiento con alegría. 

     ¿Hay alguien aquí que se identifica con el siervo del padre de familia? Quizás… Llevar la invitación del padre a los vecinos es una vocación alta.  Como exactamente deberíamos realizar esta tarea santa ha sido el tema de nuestra reunión de este fin de semana, nuestro Foro.  Creo que todos ya sabemos que no es un trabajo leve o fácil.  Y, de todos modos, si tú quieres llevar la invitación del Padre a alguna persona específica aquí en España, o incluso quieres hacerlo como una vocación, como un siervo de la Iglesia, hablemos, tú y yo.  Después de todo, cuando oramos que el Padre envíe más obreros en su cosecha, estamos hablando de personas de entre nosotros.  

     Muy bien, puede ser divertido y servicial considerar con quien nos identificamos en una parábola.  Pero, más importante que con quién nosotros nos identificamos es la pregunta de con quién nos será identificados por otros, y finalmente, por Dios. 

     No somos el Padre. 

     ¿Seremos identificados con los convidados que no quisieron venir al banquete? ¡Ay de mí! Esperamos que no.

     Deberíamos querer ser identificados con los pobres, los mancos, los cojos, los ciegos.  Pero, nos da mucho miedo la idea de desear ser pobre o incapacitado. 

    De verdad, las opciones de este parábola nos da miedo, miedo de con quién Dios nos identificara. 

    Y, digo yo, este miedo está muy bien.  Porque el temor de Jehová es  el principio de la sabiduría.   

     El temor de Jehová, del Señor, es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia.

     El temor del Señor es el principio de la sabiduría, pero no el fin.  Hay que proceder al conocimiento del Santísimo para tener una inteligencia salvadora.  Es decir, al final, aunque es sumamente importante la pregunta de con quién seremos identificados por Dios, esta no es la pregunta principal.  De verdad es una pregunta del camino de la Ley, y siempre nos va a encontrar dudas por ella, porque aunque dediquemos toda nuestra vida y fuerza a siempre estar listo de responder a la invitación del Señor, no lo hacemos. 

    No, la pregunta principal es la de siempre cuando tratamos con la Palabra de Dios:  ¿Dónde está Cristo en esta historia?  ¿Con cuál personaje deberíamos identificar a Él?

     Y la respuesta sorprendente es que Cristo nuestro Salvador se identifica con todos los caracteres de esta parábola.

     Podemos ver una identidad compartida entre Jesús y el padre de familia, porque Jesús y su Padre son uno.  Si vemos al Hijo, vemos al Padre.  No podemos entrar profundamente dentro de este misterio hoy, pero es verdad.   

     ¿Podemos identificar a Jesús como el siervo del Padre?  Claro que sí.  Es el Siervo escogido, el Santo de Dios, enviado a este mundo para invitar a todos a la cena celestial y sin fin.  El Señor quiere que todos sean salvos, y por eso envió a su Siervo, su único Hijo para entrar en nuestra carne, para hacerse nuestro hermano.  Nos alegramos en esta buena noticia, que el Hijo del Hombre, el Mesías de Dios, no vino para ser servido, sino para servir, incluso para dar su vida en rescate por muchos. 

     Para rescatarnos, Cristo Jesús, el eterno Hijo del Padre, tuvo que identificar con nosotros, hasta el último.  Jesús, dejando su trono en la gloria y el poder divino, se identificó con los pobres, los sufridos, los que están en duelo.  Qué mensaje más consolador, que en nuestros momentos más bajos podemos confiar que Jesús ha pasado lo mismo, y peor, y que Él todavía está con nosotros, especialmente en nuestro sufrimiento. 

     Pero no somos solamente personas inocentes, sufriendo los dardos de Satanás y el odio del mundo.  Mucho menos, somos, en nuestro pecado, enemigos de Dios, rechazando su invitación y despreciando a su Siervo una y otra vez, cada vez que pecamos.  Por lo tanto, para rescatar a mí, para rescatar a ti, para rescatar a todo el mundo, fue necesario que Cristo se identificara también con los malos convidados que no quisieron venir a la gran cena.  

     Y, en la sorpresa más grande y buena de toda la historia, Jesús lo hizo.  El Santo Siervo de Dios se identificó con los fariseos, quienes amaban al dinero y confiaban en su propia justicia, en sus buenas obras, como ya habían merecido una invitación para entrar en la cena eterna del Señor.  Cristo se identificó con los malhechores, los asesinos y los ladrones, y con gobernadores sin preocupación por la justicia.  El Santo Siervo de Dios dejó que sus enemigos le identificaron como blasfemador.  Y luego, para tragar el último de la copa de maldición, Jesús fue identificado como el Pecador de pecadores por el Padre de la Casa, su propio Padre Celestial. 

     Todos tus pecados, y los míos, y los de todos, y todo el castigo justo que hemos merecido, fueron aceptado y consumido por Él, colgado en una cruz, bajo el odio de Satanás y todo este mundo caído, y peor, y en un momento incomprensible, bajo toda la ira justa de su Padre.  Consumado es. 

     Y luego, después de cumplir el sábado en la tumba, Jesucristo se resucitó.  La muerte no tenía poder suficiente para retener al Hijo de Dios, porque Él es la luz y la vida del mundo. 

     Y por todo eso, en Cristo Jesús, tú tienes una nueva identidad.  Tú puedes identificarte con Cristo, porque Él ha puesto su nombre, su justicia y su santidad sobre ti en tu bautismo.  Por causa de la obra de Jesús, el Padre te ha declarado justo y santo.  La morada de Dios en el Espíritu está contigo, porque tenerte con Él para siempre es su gran deseo. 

     De verdad, bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.  Tú puedes confiar que por, y en, y a través de Cristo Jesús, ya tienes un sitio reservado en la cena eternal, una cena de que también Jesús nos da un anticipo, aquí, hoy, alimentándonos con su cuerpo y su sangre, para perdón, vida y salvación. 

En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén.