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Tuesday, July 23, 2019

Todo está conectado - Jubilate - Cuarto Domingo de la Pascua


Cuarto Domingo de la Pascua – Jubilate
12 de Mayo, A+D 2019
San Juan 16:16-22
Todo está conectado.

     La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.

     Todo está conectado.  Todo.  Y especialmente toda la Palabra de Dios: es súper interrelacionado, de verdad el magno don.  Aunque es producto de más de 30 autores humanos, escribiendo a lo largo de 15 siglos, la Biblia es al mismo tiempo un solo libro, todos los detalles conduciéndonos a un solo punto culminante, una sola doctrina central, un mensaje consolador a los oídos de fe. 

     Considerad, por ejemplo, el porqué de la maldición anunciada a la primera mujer, después de que ella y su hombre se cayeron en pecado.  A la mujer dijo: En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos…
     El hombre, Adán, fue condenado en el mismo momento a una vida de trabajo bochornoso, con sudor en el frente y espinas por todos lados, castigo cotidiano mientras luchaba para ganar su pan.  Por el otro lado, Eva, madre de todos los vivientes, recibió una condena más puntual, pero más aguda a la vez:  En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto,
con dolor darás a luz los hijos… 

     ¿Por qué?  ¿Hay un sentido de la forma específica de la maldición femenina?  Pues, no conozco de ningún pasaje bíblico que nos dé una explicación especifica.  Es importante recordar que Dios con la Biblia no está explicándonos cada tema, sino nos está dando el mensaje que necesitamos para la salvación.  El Señor no explica cada cosa; de verdad hay una multitud de misterios que nos esperan para ser aclarado en el último día, en el día que veremos a Dios, cara a cara.  Pero todo está conectado y no haya frases inútiles o sin importancia en la Biblia. Es simplemente que no podemos comprender todo.

     Todavía, en estos días de mayo cuando la mayoría de los países laudan y celebran a las madres, tal vez nos preguntemos sobre el dolor del parto.  No estoy sugiriendo que el hombre y la mujer no merecían sus distintas maldiciones.  Juntos, nuestros primeros padres arruinaron la muy buena creación de Dios, introduciendo la muerte, el dolor y la separación de Dios, a sí mismos, y a todos sus descendientes.  Pero, al mismo tiempo, nos podríamos preguntar: ¿por qué este castigo específico? 

     Bueno, aunque Dios no nos ha prometido que en esta vida entendamos cada detalle de su plan, Él sí nos ha animado a profundizarnos en su Palabra, al escuchar, leer, estudiar, orar y meditar en la Sagrada Escritura, por la cual el Espíritu nos guiará a toda la verdad.  Y hoy, tal vez el Señor Jesús nos haya dado una pista de la razón por la dificultad del parto. 

     Que interesante que, en la misma noche en que fue entregado, mientras prediciendo su muerte y resurrección a los Doce, Jesús introduce el tema del nacimiento y el fenómeno de las madres olvidadizas.  No puede ser una casualidad. 

     Y que cambio milagroso suele ocurrir con una madre, un momento casi agonizando en el parto, sufriendo mucho, quizás extrayendo promesas solemnes del padre, que nunca lo haremos otra vez: ¡PROMÉTEMELO! …
    … y en el próximo momento, la misma mujer, llorando de gozo, completamente satisfecha con el bebé en sus brazos, feliz y sin memoria del dolor.  Es una verdadera maravilla.

     Las madres después de un nacimiento seguro y sano sobrepasan en el gozo.  Además, los nuevos seres humanos, tan pequeños, con una apariencia graciosa, extraña y atractiva a la vez, provocan una reacción positiva de casi todos. Me llama la atención especialmente como los recién nacidos tienen este poder, incluso con otros bebés no mucho más mayores. Mi nieta tiene un primo solamente 10 o 11 meses más joven.  Cuando lo vio la primera vez, nuestra Heather quedó fascinada con su pequeñito primo.  Es una señal de nuestra creación en la imagen de Dios.  Aunque nuestro pecado ha fracturado esta imagen en nosotros, nuestro amor a los recién nacidos es una pista de la imagen de Dios.  La fascinación y la atracción que tenemos para bebés recién nacidos vienen de Dios. 

     Esto tiene sentido, porque tener hijos fue la primera tarea de Dios para sus seres humanos, “sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra,” un proyecto común entre nosotros y el Todopoderoso.  El Señor ama a los niños, y quiere que haya muchos.  Por eso la Iglesia dice procreación, no reproducción, porque un hombre y una mujer teniendo un hijo participan en una obra divina.  No es como fabricar un coche, es crear con Dios una nueva vida. 

     Bueno, estar en la presencia de un recién nacido es agradable para casi todos.  No es totalmente fácil, este tema.  Puede hacer algunos incómodos, o aun nerviosos.  Muchas veces estas personas sólo necesitan recibir sus propios niños para experimentar el gozo.  Pero no pasa nada.  No emocionarte en la presencia de un bebé no es un pecado. 

     Sin embargo, hay otro fenómeno, algo inédito que ha aparecido en las últimas décadas, el desprecio selectivo de niños.  Nuestra cultura popular hoy dice que tener un hijo es bueno, si estés bien preparado y ser padre o madre no choca con tus sueños o tu libertad de vida.  En el momento adecuado y con el acuerdo de los padres, tener un niño es algo bueno, según el mundo.  Pero, si las circunstancias no son perfectas, o simplemente si la madre está preocupada por todo el esfuerzo y el cambio, entonces nuestra cultura dice que el niño sea totalmente opcional, descartable, como si fuera un proyecto medio acabado, y de repente decidiéramos echarlo en la basura.  No pasa nada, o así se dice. 

     Pero tener un niño no es producir un producto, es crear con Dios, es tener un rol íntimo en la creación de un nuevo ser humano, una persona única y preciosa al Señor. 

     Hoy en día la Iglesia de Cristo tiene una tarea de amor en el mundo, la que es hablar por los niños, y anunciar la verdad, que cada vida humana es preciosa, desde la concepción hasta la muerte, y merece la protección de todos. 

     No es que ser madre o padre no sea difícil.  No quiero decir que no haya fracasos de familias que resultan en tristeza para los niños.  Simplemente tenemos que decir lo que Dios dice sobre el valor de los recién nacidos, y sobre los todavía no nacidos, y sobre cada persona, que cada cual es un alma para quien Cristo dio su vida para salvar. 

     Es un mensaje crucial.  Y aún más, tenemos el privilegio de proclamar que, puesto que Cristo ha amado a todos en su Cruz, hay perdón para todos, aun para las personas, fuera o dentro de la Iglesia, que en un momento dado no han querido o no han protegido a la vida humana como deberíamos.  La sangre de Jesús cubre todos los pecados.       

     Por lo tanto, que alegría estar reunidos juntos, todos nosotros pecadores perdonados, además bendecidos de tener niños en la congregación, como recordatorios del milagro de una madre dando a luz a un bebé, como colaboradora con Dios. 

     Y que bueno oír la comparación de Jesús, de la interrelación cercana entre lo que experimenta una madre, y lo que experimentarán sus discípulos.  La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.

     Así podemos ver que la maldición de dolor en el parto fue, en parte al menos, para ayudarnos entender el acontecimiento más importante de toda la historia.   La pena y el dolor de la Pasión y la crucifixión de Jesús, que son incalculables, ahora son olvidados, borrados de la memoria divina, junto con nuestra culpa y nuestro castigo. 

     Fíjate, el gozo de la Resurrección no fue solamente para los discípulos, ni solo para nosotros.  También es para Dios mismo.  Cristo despreció la vergüenza y el dolor de la Cruz, ¿para qué?  Para llegar al gozo, el gozo de dar un nuevo nacimiento a toda la humanidad, en su nueva vida santa.  Su salida de la tumba, un hombre nuevo entrando en el mundo, no sólo otro hombre, más bien, un hombre nuevo, un hombre mejor, diferente, un hombre-Dios, capaz de compartir su justicia y su gozo con todos. 

     Que gozo, para Dios, y para los hombres y mujeres, el gozo compartido por toda la eternidad por toda la familia de Dios.  Esto es lo que decía Jesús, hablando de los dolores de una madre borrados por el nacimiento.  Jesús en su Cruz, por el gozo puesto delante de Él, soportó todo, incluso toda la angustia y dolor de todas las madres, y todo el sudor y cansancio de todos los hombres, y toda la ira justa de Dios contra nuestro pecado, para hacernos una nueva creación, restaurada y preparada para una eternidad de alegría.   

     Considerad cuán grande es la diferencia entre la angustia del parto y el gozo de abrazar un recién nacido.  Cuanto más grande será nuestro regocijo en el mundo venidero, en el reino de los cielos con Cristo.

     Y no es necesario esperar tanto.  El gozo del cielo es nuestro ya, en el mismo Cristo, crucificado y resucitado.  Seguramente, hoy sólo experimentamos este gozo en parte, en medio de un mundo todavía hundido en angustia.  Pero nuestro gozo es real, porque el Rey de los Cielos está con nosotros, verdaderamente presente con nosotros, su Pueblo creyente, para abrazarnos, para quitar de nuevo nuestras angustias, dolores, y nuestros pecados.  Alimentados con su propio cuerpo y sangre, misteriosamente presente bajo el pan y el vino, de verdad podemos olvidarnos del pasado, del dolor, de la culpa, y empezar de vivir otra vez, verdaderamente vivos, en Él que nos da vida, Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador, Amén. 


Sunday, November 4, 2018

Las Bienaventuranzas de Jesús: ¿Cómo las aplicamos?


Día de Todos los Santos (observado)
4 de Noviembre, A+D 2018
La Aplicación de las Bienaventuranzas

Un video de este sermón está disponible aquí:  https://youtu.be/IB8bgmlIl2A

An English translation is available below, after the Spanish manuscript.

     Será mucho más fácil en el cielo.  Nuestra lectura de Apocalipsis es muy alegre, misteriosa, sí, pero también llena de gloria y el gozo de todos los santos, miles y miles, congregados alrededor del trono del Cordero, alabando a Él quien los ha salvado y los ha traído al paraíso nuevo, el eterno reino de Dios.  Las dudas, la lucha contra el mal, el sufrimiento, y las lágrimas: ninguno de estos disturba la paz celestial.  ¡Qué galardón! ¡Qué futuro que nos prometa Dios!  

     La descripción que nos da Jesús de la vida bienaventurada es más complicada. 

     Las Bienaventuranzas de Jesús no nos apetecen tanto, por los requisitos que vienen con las bendiciones.  Cierto, las bendiciones prometidas a los que cumplen los requisitos son fantásticas:  entrar en el reino de los cielos, recibir consolación, heredar la tierra, recibir misericordia, ver a Dios, y Dios como tu propio Padre.  Gran galardón de verdad.  ¿Pero los requisitos previos?  La mayoría no nos gustan:  Ser pobre en espíritu, llorar, ser manso, ¿Quién querría estos? 

     Otros de los requisitos previos nos suenan bien, pero poco probable para nosotros:  Ser verdaderamente misericordioso, tener un corazón limpio, ser un pacificador.  Para mí, al menos, todos muy difíciles.   ¿Y para ti?  Finalmente, hay los dos últimos:  Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, … Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.  ¿Estamos listos de aceptar tales bendiciones?

     La lista de bienaventuranzas es Palabra de Dios, una prédica propia de Jesucristo, desde su famoso Sermón del Monte.  No podemos descartarlas, sin arriesgar perder a toda la Palabra y el Cristo que nos viene a través de esta Palabra.  Pero son problemáticos.  ¿Cómo aplicamos estas Bienaventuranzas?

¿Aplican solamente a los santos, es decir, una clase de super cristianos, empezando con María, madre de nuestro Señor, y los Apóstoles, e incluyendo muchos famosos cristianos de la historia?  ¿Está Jesús indicándonos que el reino de Dios tiene varios niveles, y diferentes clases de cristianos?  ¿Es que hay algunos santos con la capacidad de cumplir estas bienaventuranzas, y luego vienen los demás, los cristianos normales, a quienes este pasaje no aplica?  Esto ha sido una interpretación muy popular en la historia de la Iglesia, resultando en una industria eclesial del tráfico en santos y sus talismanes. 

     Si aplicamos las Bienaventuranzas solamente a los super cristianos, por ejemplo, a los Santos o a los cleros, vamos a ver divisiones dentro del Pueblo de Dios.  Se crearía una jerarquía de santidad, que no encaja bien con la enseñanza bíblica que la Iglesia, todos los creyentes, son miembros distintos del mismo cuerpo de Cristo, cada uno con funciones distintas, pero con un valor y gloria igual, porque el valor y la gloria no tienen nada que ver con nosotros y nuestras obras, sino pertenecen solamente a Cristo, la cabeza, quien en su bondad comparte su justicia, mérito y gloria con nosotros.  

     Además, la idea de que hay una clase de santos especiales con superpoderes espirituales para cumplir las Bienaventuranzas va en contra del significado bíblico de la palabra “santo.”  Según la Biblia, un santo, refiriendo a una persona, es nada más y nada menos que un cristiano, alguien que ha sido rescatado del reino del pecado y la muerte, limpiado y recreado desde el corazón por Dios, declarado de ser santa por causa de la sangre santificadora de Jesús. 

     Hay distinciones para hacer entre algunos cristianos, especialmente con los pecadores utilizados en gran manera por Dios en su Misión, como María, Pablo, Pedro, o Santiago.  Es bueno dar gracias a Dios por los santos destacados, y emular su vida de fe.  Pero, al fin y al cabo, un santo es un creyente bautizado, un pecador hecho limpio y santo, por la obra del Espíritu Santo. 

     No podemos evitar las Bienaventuranzas por aplicarlas solo a un grupo de super cristianos.  ¿Se nos aplican a nosotros, entonces? 

     Ay… bueno, no sé…

     Nos gustaría ser reconocido como pacificadores y herederos de la tierra y ciudadanos del cielo.  ¿Pero los requisitos duros que vienen con todo esto?  ¿Queremos sufrir la persecución, para ser bienaventurados?  No.  Muchas gracias por la oferta, pero no.

     ¿Hay una salida de nuestro dilema?  Tal vez, aquí, en la primera frase de la lectura hallamos una pista.  Viendo la multitud, (Jesús) subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos.  San Mateo hace una distinción entre, por un lado, los discípulos, que para Mateo siempre eran los doce, los futuros Apóstoles, y por el otro lado, la multitud.  No siempre podemos entender cada pequeño detalle de las Escrituras, pero el Espíritu nunca habla sin propósito.    Aunque es probable que las multitudes escucharan las Bienaventuranzas, Jesús las dirigió primeramente a los Doce. 

     Es como el final del mismo Evangelio, cuando Jesús envía a los Once a hacer discípulos de todas las naciones.  Este mandato tiene significado para todos, cristiano o no, pero su primer significado y aplicación fue a los Once.  El significado más básico para nosotros de Mateo 28 es bendición.  Fuimos bautizados y salvados porque Jesús envió a los Once.   Y, como podemos ver en la última Bienaventuranza, cuando Jesús cambia su discurso y usa el pronombre “vosotros,” la primera aplicación de las bienaventuranzas es a los Apóstoles. 

     Todavía, con esto solo posponemos las dificultades, no las escapamos.  Porque, aunque los Apóstoles sí son santos destacados por la gracia de Dios, ni siquiera ellos cumplieron los requisitos de Jesús.  Si la fe cristiana dependiera de que los Apóstoles tuvieran corazones puros, 100% misericordiosos, pobres y mansos y con un hambre y sed de justicia, entonces la Iglesia habría fracasado hace dos milenios.  Porque, como vemos en el mismo evangelio de Mateo, y el resto del Nuevo Testamento, los Apóstoles sufrían de muchos errores y debilidades, antes y después de la Resurrección.   

     Sabemos muy bien que solamente Jesucristo ha cumplido los requisitos de las Bienaventuranzas.  Solo Cristo los ha cumplido… Solo Cristo…
     ¿Pudiera ser que Jesús con las Bienaventuranzas está predicando de sí mismo? 

     ¡Por supuesto!  En sus Bienaventuranzas, Jesús está repitiendo la idea de Salmo 24:3-5.  Escuchad el eco: ¿Quién subirá al monte del Señor?  ¿Y quién podrá estar en su lugar santo? El de manos limpias y corazón puro; el que no ha alzado su alma a la falsedad, ni jurado con engaño.  Ese recibirá bendición del Señor, y justicia del Dios de su salvación. 

     Sí, entre los seres humanos, solo Jesucristo cumple los requisitos del Señor.  Por lo tanto, Él dice que “yo soy el camino al Padre,” el único camino. Nuestra esperanza se encuentra en el mismísimo cumplimiento de Jesús de su propia prédica.
Por ejemplo:
    Bienaventurados los que lloran, como Jesús lloró, por la ceguedad de Jerusalén, y la muerte de Lázaro, y por su propio sufrimiento, el cáliz de nuestra salvación, que Cristo consumió hasta el último, para ganar nuestra consolación.
Y otra vez:
    Bienaventurados los pobres de espíritu y los mansos, de ellos es el reino de los cielos, y ellos recibirán la tierra por heredad.  El Hijo de Dios, en humildad y caridad, pobre en espíritu y manso en todos sus hechos, bajó de los cielos, para volver después y abrir los cielos a nosotros.  Ahora mismo, el hombre Jesús gobierna toda la tierra y los cielos, desde la diestra del Padre, esperando con ganas nuestra llegada.
     Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia.  Nadie nunca ha tenido hambre y sed de justicia como Jesús, quien al mismo tiempo sació todas las demandas de la justicia divina que clamaba por nuestro castigo justo, y también proveyó su propia justicia divina-humana, una justicia eterna, vindicada en la Resurrección, con que Él nos cubre y nos limpia de nuestros pecados, saciando nuestra falta de justicia.
     Bienaventurados los pacificadores, y el máximo pacificador es Cristo Jesús, quien sufrió persecución y vituperio y las mentiras de hombres y de satanás, sacrificándose en la Cruz para crear en su propio cuerpo una paz eterna entre Dios y los hombres.          

     Sí. Es cierto que primero aplicamos las Bienaventuranzas a Jesús, para que, a través de la enseñanza de sus Apóstoles, Él pudiera aplicarlas a nosotros, no por causa de nuestras obras, sino por las suyas, y por su misericordia.  Esto es lo que significa la Iglesia Apostólica, que la Cabeza del Cuerpo de Cristo, es decir, nuestro Señor Jesús, siempre va primero.  Luego los Apóstoles transmiten su Verdad salvadora en el Evangelio en Palabra y Sacramentos.

     Muy bien.  Entendemos mejor las Bienaventuranzas, y queremos vivir en ellas.  Pero, cuándo fracasamos en el Camino, ¿qué entonces?  La expectativa de Dios para su pueblo todavía está vigente. ¿Qué haremos, cuando no cumplimos con los requisitos de las Bienaventuranzas? 
     Volvamos a Apocalipsis, y recordemos que aun en los cielos, los santos son “los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.”  La vida cristiana es la gran tribulación, viviendo como santos, hijos de Dios, que todavía tienen que enfrentar el pecado, en el mundo alrededor, y dentro de nuestros propios seres. 

      Aunque no lo queremos, vamos a fracasar en nuestro cumplimiento de las Bienaventuranzas de Jesús.  Pero ya sabéis la solución.  Volvemos a dónde podemos acceder a la santidad de Cristo, dónde podemos limpiar nuestra ropa en su sangre blanqueadora.  En primer lugar, fue la predicación, de la ley que nos lleva al arrepentimiento, y del evangelio que nos da Cristo y su justicia, que nos hizo cristianos.  La misma cosa es lo que nos mantiene en la fe, dentro de la Iglesia de Cristo.  Cuando pecamos, la respuesta correcta no es: comporte mejor, hazlo correctamente, o serás perdido.  No, la respuesta cristiana es volver al principio, a la Verdad, a la confesión de pecado, al arrepentimiento, para recibir de nuevo la gracia de perdón. 

     Luego, esta tarde, y mañana, y cada día, intentaremos andar en las Bienaventuranzas otra vez, siempre con Cristo.  Esto es el camino de los santos, un camino no meramente preparado por el Señor, más bien, y más bienaventurado, es el camino que es Jesús mismo.  

     ¡Qué alegría!  ¡Qué bendición!  En la sangre del Cordero, nuestro Salvador Jesús, Amén. 


All Saints Day (observed), 
November 4, A + D 2018
The Application of the Beatitudes

     It will be much easier in heaven. Our reading from Revelation is very joyful, mysterious, yes, but also full of glory and the joy of all the saints, thousands and thousands, gathered around the throne of the Lamb, praising Him who has saved them and brought them to the new paradise, the eternal kingdom of God. Doubts, the struggle against evil, suffering, and tears: none of these disturbs the celestial peace. What a reward! What a future God promises us!

     The description that Jesus gives us of the blessed life is more complicated.

     The Beatitudes of Jesus do not appeal to us so much, because of the requirements that come with the blessings. True, the blessings promised to those who meet the requirements are fantastic: enter the kingdom of heaven, receive consolation, inherit the earth, receive mercy, see God, and God as your own Father. A truly great reward. But the prerequisites? Most of us do not like them: To be poor in spirit, to cry, to be meek: who would want these?

     Other prerequisites sound good, but unlikely for us: To be truly merciful, to have a clean heart, to be a peacemaker. For me, at least, all very difficult. And for you? Finally, there are the last two: Blessed are those who suffer persecution for the sake of righteousness, ... Blessed are you when they revile you and persecute you, and say all manner of evil against you falsely, for my sake. Are we ready to accept such blessings?
  
     The list of beatitudes is the Word of God, a preaching of Jesus Christ, from his famous sermon on the Mount. We cannot discard them, without risking losing the whole Word and the Christ that comes to us through the Word. But they are problematic. How do we apply these Beatitudes?

     Do they apply only to the saints, that is, a class of super Christians, beginning with Mary, mother of our Lord, and the Apostles? Is Jesus indicating a kingdom of God with several levels, different kinds of Christians? Are there some saints with the ability to fulfill these Beatitudes, and then come the others, the normal Christians, to whom this passage does not apply? This has been a very popular interpretation in the history of the Church, resulting in an ecclesiastical industry, trafficking in saints and their talismans.
       
     If we applying the Beatitudes only to super Christians, for example to the saints or to the clergy, we are going to see divisions among the People of God, a hierarchy of holiness, that does not fit well with the teaching that the Church, all believers, are members different from the same body of Christ, each with different functions, but with equal value and glory, because the value and glory have nothing to do with us and our works, but belong only to Christ, the head, who in his goodness shares His justice, merit and glory with us.

     In addition, the idea that there is a class of special saints with spiritual superpowers to fulfill the Beatitudes goes against the biblical meaning of the word "saint," or “holy one.” According to the Bible, a saint, referring to a person, is nothing more and nothing less than a Christian, someone who has been rescued from the kingdom of sin and death, cleansed and recreated from the heart by God, declared to be holy because of the sanctifying blood of Jesus. 

     There are distinctions to be made among some Christians, especially with those sinners used in a great way by God in his Mission, such as Mary, Paul, Peter, or James. It is good to thank God for the outstanding saints, and to emulate their life of faith. But, in the end, a saint is a baptized believer, a sinner made clean and holy, by the work of the Holy Spirit.
  
     We cannot avoid the Beatitudes by only applying them to a group of super Christians. Do they apply to us, then? 

     Ooh ... well, I do not know ...

     We would like to be recognized as peacemakers and heirs of the earth and citizens of heaven. But the hard requirements that come with all this? Do we want to suffer persecution, to be blessed? No. Thank you very much for the offer, but no.
  
     Is there a way out of our dilemma? Perhaps, here, in the first sentence of the reading we find a clue. 
Seeing the crowd, (Jesus) climbed the mountain; and sitting down, his disciples came to him. St. Matthew makes a distinction between, on the one hand, the disciples, who for Matthew were always the twelve, the future Apostles, and on the other hand, the multitude. We cannot always understand every little detail of the Scriptures, but the Spirit does not speak in without purpose. Although it is probable that the multitudes listened to the Beatitudes, Jesus directed them first to the Twelve.

It is like the end of the same Gospel, when Jesus sends the Eleven to make disciples of all nations. This mandate has meaning for all, Christian or not, but its first meaning and application was to the Eleven. The most basic meaning for us of Matthew 28 is benefit. We were baptized and saved because Jesus sent the Eleven. And, as we can see in the last Beatitude, when Jesus changes his way of speaking to use the pronoun “you,” the first application of the beatitudes is to the Apostles.

     Still, with this we only postpone the difficulties, we do not escape them. Because, although by the grace of God, the Apostles are outstanding saints, neither did they fulfill the requirements of Jesus. If the Christian faith depended on the Apostles having pure hearts, 100% merciful, poor and meek and with an intense hunger and thirst for justice, the faith would have failed two millenia ago.  For as we see in the same Gospel of Matthew and the rest of the New Testament that the Apostles suffered from many errors and weaknesses.

We know very well that only Jesus Christ has fulfilled the requirements of the Beatitudes. Only Christ has fulfilled them ...  Only Christ…
     Could it be that Jesus with the Beatitudes is preaching from himself?


Of course! In his Beatitudes, Jesus is repeating the idea of ​​Psalm 24: 3-5. Listen to the echo:   Who shall ascend   to the mountain of   Sir? And who can be in his holy place? The one with clean hands and a pure heart; who has not lifted up his soul to falsehood, nor sworn deceitfully. That will receive blessing from the Lord, and justice from the God of his salvation.  
  
Yes, among human beings, only Jesus Christ fulfills the requirements of the Lord. Therefore, He says that "I am the way to the Father," the only way. Our hope is found in the very fulfillment of Jesus of his own preaching:
For example:
     Blessed are those who mourn, as Jesus wept, for the blindness of Jerusalem, and the death of Lazarus, and for his own suffering, the cup of our salvation, which Christ consumed to the last, to win our consolation.

And again:
Blessed are the poor in spirit and the meek, theirs is the kingdom of heaven, and because they will receive the land as an inheritance. The Son of God, in humility and charity, poor in spirit and meek in all his deeds, came down from heaven, to return later to open them to us.  Now that man Jesus governs all the earth and the heavens, from the right hand of the Father, eagerly awaiting our arrival;
     Blessed are those who hunger and thirst for justice, and no one has ever hungered and thirst for righteousness like Jesus, who at the same time satiated all the demands of divine justice that cried out for our just punishment, and also provided his own divine-human justice, an eternal justice, vindicated in the Resurrection, with which He covers us and cleanses us from our sins, satisfying our lack of justice.

Blessed are the peacemakers, which is in truth Jesus Christ, the peacemaker, who suffered persecution and vituperation and the lies of men and satan, sacrificing himself on the Cross to create in his own body an eternal peace between God and man.

      Yes, indeed, we first apply the Beatitudes to Jesus, so that, through the teaching of his Apostles, He could apply them to us, not by our works, but rather by his mercy. This is what the Apostolic Church means, that the Head of the Body of Christ, that is, our Lord Jesus, always goes first. Then the Apostles transmit His saving Truth in the Gospel in Word and Sacraments. 

     Mu bien.  We better understand the Beatitudes, and we want to live in them.  But, when we fail on the way, what then? God's expectation for his people is still valid. What will we do, when we do not fulfill the requirements of the Beatitudes? 
     Let us go back to Revelation, and remember that even in the heavens, the saints are "those who have come out of the great tribulation, and have washed their clothes, and made them white in the blood of the Lamb." The Christian life is the great tribulation, living as saints, children of God, who still have to face sin, in the world around us, and within our own beings.

     Although we do not want to, we are going to fail in our fulfillment of the Beatitudes of Jesus. But you already know the solution. We return to where we can access his holiness, where we can clean our clothes in his bleaching blood. It was preaching, of the law that leads us to repentance, and the gospel that gives us Christ and his justice, that made us Christians. The same thing keeps us in faith, within the Church of Christ. When we sin, the correct answer is not: behave better, do it correctly, or you will be lost. No, the Christian response is to go back to the beginning, to the confession of sin, to repentance, to receive the grace of forgiveness. 

     Then, this afternoon and tomorrow, and every day, we will try to walk in the Beatitudes, always with Christ. This is the way of the saints, a path not merely prepared by the Lord, rather, and more blessedly, it is the path that is Jesus himself.

What joy! What blessing! In the blood of the Lamb, our Savior Jesus, Amen.



Sunday, September 3, 2017

Jesús Lo Hace Todo

Jesús Lo Hace Todo
Marcos 7:31 - 37

     Hay un dicho norteamericano, tal vez hay uno parecido en España; va como esto: “Si quieres que un trabajo sea hecho correcto, tienes que hacerlo tú mismo.”  Es una idea popular y común.  Desde luego, no es verdad.  Nadie es competente para hacer cada y cualquier trabajo.  Compartir, y delegar, y buscar a la persona con la aptitud y el tiempo para una tarea, estos constituyen el modo de trabajar con éxito.

     Quizás un padre, hablando en relación del trabajo de sus niños, puede decir este dicho con veracidad, pero solo hasta que sus niños crezcan a ser adolescentes, enseñando a su padre como usar su móvil. 

     Pero, hay uno que siempre puede decir este dicho.  Lo puede decir Dios. Para formar y sostener a su Iglesia, Jesús tiene que hacer todo. Nos puede extrañar, la idea de que el Dios todopoderoso, ubicado en toda la gloria, el Santo, Santo, Santo Señor, tiene que descender tan profundamente para lograr su meta de tener un pueblo santo.  Pero así es.

     Así también con el hombre sordo y tartamudo a quien Jesús sanó en nuestro Evangelio de hoy.  Jesús tenía que hacer todo, incluso hasta el punto de involucrarse en maneras que nos podría parecer desagradable, o aun repugnante. 

     Siempre lo odiaba cuando mi madre, justo antes de que llegáramos a visitar a la casa de unos amigos, escupía en un pañuelo de papel y se giró por atrás en el coche para limpiar mi cara.  Desagradable y ofensiva, en mi opinión. 

     Pero el mismo Señor Jesús no tiene reparos en meter sus dedos en los oídos de este sordo, escupiendo y tocando su lengua. El texto no dice exactamente, pero parece que Jesús escupió en sus dedos, y luego tocó la lengua del hombre.  Efata, dijo Jesús, sé abierto, mientras gimiendo y llamando al cielo.  Efata.  La palabra y las acciones juntas hacen el milagro. Nuestro Señor lo hace todo, todo lo que sea necesario, no importa la vergüenza, para desbloquear los oídos de este hombre y darle una lengua capaz de hablar correctamente. 

     Esto es el punto principal que debemos aprender. En relación con las preocupaciones de Dios, tú y yo no podemos hacer nada por nuestra cuenta. Somos espiritualmente débiles. Nuestros oídos están llenos y tapados con las mentiras de Satanás y del mundo.  Nuestra lengua está ocupada  con los pensamientos de autobombo que hoy amamos proclamar sobre nosotros mismos por las redes sociales. La autoestima es el eslogan favorito de la psicología pop, pero es totalmente inapropiada para los seguidores de Jesús que saben que nadie es bueno, sino sólo Dios.

     No somos buenos.  No hacemos las cosas bien. Bueno, es verdad que podemos ser buenos vecinos terrenales, e incluso podemos ser capaces de hacer algunas cosas de gran valor terrenal, como cocinar una comida, cuidar a un niño, o hacer un trabajo como cambiar un neumático para una persona varada en la carretera. Las noticias nos cuentan de héroes en Barcelona y en Houston, ayudando a aquellos que fueron heridos por los yihadistas y rescatando a personas amenazabas por la inundación causada por Huracán Harvey.  En medio de estas tragedias encontramos un poco de esperanza.

     Demos gracias a Dios por las buenas obras en Barcelona y Houston.  Muy bien.  Pero la fecha de caducidad de estas obras es muy pronto, especialmente en comparación con la eternidad.  Desgraciadamente, no podemos hacer nada de valor celestial y eternal, no por nuestros propios poderes. 

     No podríamos salvarnos a nosotros mismos si todo lo que se necesitaba era solo un pensamiento 100% puro, porque somos pecadores, desde el centro de nuestro ser.  Nuestra condición infecta cada cosa que hacemos.  Cuando se trata del Reino de los Cielos, si Dios quiere que el trabajo sea hecho correcto, Él tiene que hacerlo su mismo. 

     Por eso la multitud estaba tan asombrada del milagro de Efata, de las orejas abiertas y de la lengua desatada. Jesús hizo algo muy bueno, un hecho claramente celestial y divino. Por lo tanto las multitudes exclamaba: Él ha hecho todas las cosas bien. 

     Las palabras griegas para "bien" y “bueno” son “kalon” y “kalos.”  En hebreo es “tov,” la misma palabra que Jesús, junto con su Padre y el Espíritu, vio en la primera luz, y en las primeras tierras y mares separados, en las plantas y las aves y las criaturas marinas y los animales.  Dios creó estas cosas, y vio que eran buenas. “Tov” en hebreo. “Kalos” en griego. Dios hizo bien, y luego sonrió para ver su mejor creación, que era muy buena.  Así era la estimación de Dios cuando el hombre y la mujer fueron añadidos a la obra creativa.

     Jesús, al restaurar un fragmento de la creación en los oídos y la lengua de este hombre sordo y tartamudo, hizo de nuevo el bien. Algo nuevo estaba entrando en este mundo caído, por lo que las multitudes estaban asombradas.  Sabían que ningún hombre normal podía hacer todas las cosas bien.

     Pero Jesús podía hacerlo. Y Jesús puede. Jesús lo ha hecho y Él todavía lo hace. Jesús lo hace todo, y todo lo hace bien. Esta es la importancia de la Encarnación, cuando el Hijo de Dios se convirtió en ser también un ser humano, convirtiéndose en el único hombre perfectamente y eternamente bueno, llegando a vivir la vida llena de buenas obras, para la cual Dios nos creó.  Esa obra buena está ya hecha en Jesús.  Es terminada. Y es buena.

     ¿Qué fue la obra de Cristo?  Fue más que sanar a algunos pobres, más que alimentar a la muchedumbre o enseñar correctamente la Ley de Dios.  Jesús es el único hombre sin pecado. No obstante, vino para dar el pago por el pecado.  Vino para enfrentarse a la ira de Dios contra todo pecado humano, muriendo la muerte eterna que merecemos, todo esto empacado en unas horribles horas de un viernes que Jesús pasó colgado en una Cruz. Ese trabajo está hecho.  Terminado. Y es bueno.

     Pero espera, hay más.  Jesús no dejó de trabajar en la Resurrección, ni siquiera después de su Ascensión, cuando se sentó a la diestra de Dios. Jesús todavía lo está haciendo todo, ahora invisiblemente, a través del poder de su Palabra.

     La intimidad, la desagradable terrenidad de este milagro de Efata es, en parte, por qué la Iglesia siempre lo ha asociado con el Bautismo, que es también muy terrenal.  En tu bautismo, que parece nada más que un poco de agua y algunas palabras, Cristo te unió a su Cruz, a su muerte y a su nueva vida.

     Ahogarse es aún más desagradable a considerar que alguien toque tu lengua, pero esto es exactamente lo que Dios te ha hecho en las aguas del Santo Bautismo.  Ahogó a tu naturaleza pecaminosa, tu Viejo Adán, para que un Hombre Nuevo, una nueva criatura, un hijo redimido de Dios, podría surgir y resucitar para vivir en justicia y pureza ante Dios, para siempre. El bautismo, aún más que la curación de este sordomudo, es un milagro personal, incómodo, y muy bueno.


     Por supuesto, otra conexión entre el Bautismo y el milagro de Efata es el desbloqueo de los oídos y el desatamiento de la lengua. Dios también hace esta obra en el Bautismo, usando su Palabra de Promesa para crear fe, fe que nos hace vivos, porque recibimos la Fe Viviente, Jesucristo.  La fe nuestra, entonces, proclama naturalmente las alabanzas de nuestro Salvador.

     Normalmente la gente no se queda asombrada por un bautismo, pero deberíamos maravillar. Yo digo que los milagros de Jesús hoy son aún más impresionantes que los de los tiempos bíblicos. Hoy en día, en su Iglesia, Jesús combina, en uno, un misterio y un maravilloso privilegio. Aunque nuestro Señor no aparece visiblemente en los Bautismos, ni en la Cena del Señor, Él está verdaderamente presente. ¡Qué privilegio!  Y misterio de misterios, Él escoge trabajar su bien a través de las palabras y acciones de pecadores. Como yo. Como el Pastor Adam y el Pastor Juan Carlos. Y, como Dios te mueve a hablar su nombre y ofrecer su misericordia en tu vida cotidiana, Jesús también habla y hace el bien a través de ti. 

     Hoy, aunque por nuestra cuenta, somos incapaces de hacer algo verdaderamente bueno según el estándar de la eternidad, Dios elige realizar su mayor bien, recreando el mundo caído, a través de nuestras palabras. Es decir, a través de las palabras que el Espíritu de Cristo pone en nuestras bocas, Jesús lo hace todo.

     Tendemos a ponernos nerviosos cuando empezamos a pensar en hacer cosas en la Iglesia, o hacer cosas en la causa del Evangelio. Pero en la siguiente verdad podemos relajarnos un poco: si el trabajo es realmente bueno e importante, no tenemos que lograrlo. Jesús hará lo que haya que hacer. Tendremos cosas que hacer, sí, pero los resultados están en las manos de Jesús.

     Es algo así como nuestro canto en la Iglesia. Tratamos de cantar bien. Debido a quien, y de lo que estamos cantando, debido al mensaje evangélico que nos es dado para cantar, tratamos de cantar bien. Porque el pueblo de Dios está reunido aquí en su Nombre, Jesús está aquí. Por esta razón también, tratamos de cantar bien. 


     Es importante. No tratar de cantar bien estaría mal. Realmente queremos cantar bien, es divertido. Pero el valor de nuestro canto, para enseñar y elevar y consolar, no depende de nuestra calidad musical, sino más bien del Espíritu de Cristo, que trabaja a través de las palabras que cantamos.  Dios lo hace, ya sea que sonamos como una alondra, o más como un viejo cuervo.

     De manera similar, yo, como todo pastor, tengo un llamado a predicar bien, verdaderamente, fielmente, y de una manera que podáis oír. Y quiero hacer esto. Pero la creación de corazones fieles y alegres depende de Dios. 

     Cristo es el que supera las debilidades y fallos de todo hombre llamado a predicar. Él es el Buen Pastor, el Predicador a quién la Iglesia escucha, para recibir todos sus dones.

     Dios hará todas las cosas bien, con respecto también a tu papel en la Iglesia. Tal vez sólo puedes orar, o dar sólo un poco de dinero o tiempo. O tal vez puedes contribuir una cantidad significativa de dinero, y gastar muchas horas en el servicio de la Iglesia.   No es importante la cantidad de tu trabajo y ofrenda.  Lo que es importante es que enfoques en Cristo y lo que Él ha hecho para ti.  Porque, cuando estás lleno del regalo de perdón y vida nueva, entonces todo lo que hagas será perfecto, porque Jesús lo hará. 

     Tus obras aún no serán perfectas en el sentido de que no pecarás ni harás errores. Jesús tendrá que venir a nosotros de nuevo, y otra vez, para desatascar nuestros oídos y abrir nuestros corazones con su Palabra de Ley y Evangelio. El feliz estado de estar sin pecado y sin fallos, sin necesidad de ser corregidos por la Ley, el Día en que no necesitamos más perdón, ese Día no vendrá hasta que la Nueva Creación esté revelada.  Hasta entonces, necesitamos pedir la misericordia y confesar diariamente nuestros pecados y escuchar la palabra de perdón, hasta la muerte, o hasta que vemos a Jesús montado en las nubes, flanqueado por la hueste celestial, introduciendo los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra.

     Sin embargo, ahora mismo, por la fe en Jesús, tus obras son perfectas, porque estás atrapado en la Misión de Jesús, y Él hace todas las cosas bien. Él hizo, hace y hará todo bien, todo lo necesario, para llevarte a su Reino Celestial, en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén.