Tuesday, September 22, 2020

¡Dame más fe! Sermón para el Decimoquinto Domingo después de la Santa Trinidad

Sermón del 15º domingo después de Trinidad, primero en castellano, luego en inglés

Sermon for the 15th Sunday after Trinity, first in Spanish, then in English

Decimoquinto Domingo después de Trinidad

20 de septiembre, A+D 2020

Dame más fe, Señor Jesús, Dame la fe, ¡oh Salvador!
Que al afligido da la paz, La fe que salva del temor;
Fe de los santos galardón, Gloriosa fe de salvación.
 
Dame la fe, que trae poder, De los demonios vencedor;
Que fieras no podrá vencer, Ni dominarla el opresor,
Que puede hogueras soportar, Premio de mártir alcanzar.
 
Dame la fe que vencerá, en todo tiempo, mi Jesús;
Dame la fe que fijará Mi vista en tu divina cruz;
Que puede proclamar tu amor; Tu voluntad hacer ,Señor.
 
Dame la fe que da el valor, que ayuda al débil a triunfar,
que todo sufre con amor, Y puede en el dolor cantar,
Que puede el cielo escalar, O aquí con Cristo caminar.


Dame más fe.  Hemos cantado “Dame más fe…” 

    Danos más fe, para que podamos tener paz en la aflicción… para que podamos vencer sobre los demonios, y aún soportar la hoguera, y así alcanzar al premio de mártir… 

 Dame más fe.  ¿De verdad la queremos?

      Todas nuestras lecturas de hoy nos hablan de la vida de la fe cristiana, y en total es un poco intimidante, ¿no?

      Quizás la epístola desde la carta a los Gálatas es la más suave de los tres.  Habla de no ser vanagloriosos, de no irritarse ni envidiarse unos a otros, más bien que busquemos oportunidad de hacer el bien, especialmente a los de la familia de la fe.  Muy bien, pues, todo el mundo está de acuerdo con estas ideas, creo. 

     También, en una nota particularmente consoladora para mí, San Pablo enseña sobre la importancia de compartir con y apoyar a los ministros de la Palabra, los que enseñan la Ley y el Evangelio.  Es lógico, ¿no?  Si queremos tener pastores para proveernos los dones de Cristo a través de su Palabra y los Sacramentos, tendremos que apoyar a ellos, porque, hablando económicamente, la Ley dura y el Evangelio puro no tienen mucha potencia, no ofrecen mucha rentabilidad.  La alternativa de apoyar al ministerio sería tentar a los pastores a torcer el mensaje del perdón y salvación gratis, para cambiarlo en algo más lucrativo.  Porque el diablo ayuda a los predicadores falsos, dándolos fama y riqueza por predicar la salvación por obras, y otras mentiras.  Tristemente, tales predicadores son comunes, y por ende mucha gente rechazan a la fe cristiana, porque  nunca la han oído de verdad.  Segaremos lo que sembramos. 

   Hay otra cosa llamativa en la epístola:  Pablo quiere que nos atrevamos corregir e intentar restaurar a los hermanos cristianos de nuestra congregación que sea sorprendido en alguna falta.  Esta parte de la vida de fe no nos interesa tanto, porque no nos gusta la confrontación, y también tememos que en la conversación el otro vaya a apuntar a nuestros pecados.  Pero si nadie está preparado para arriesgar corregir a nadie, ¿quién va a salvar a mí, cuando yo necesite corrección?  ¿Quién te ayudará a ti?  Necesitamos arriesgar corregir los unos a los otros, dentro de la congregación, con toda humildad, y mucha oración.     

   Pero bueno, en general, los consejos de Pablo no son muy desagradables, al menos por un vistazo corto.  Pero vivirlos, esto sí, va a requerir mucha fe.   

    Lo que hoy nos dice Jesucristo sobre la vida de fe es diferente, y aún más difícil, creo.  En resumen, nuestro Señor nos dice: “No te preocupes, cristiano, de nada.  Comida, ropa, vida, ninguna de estas deben darte preocupaciones, ni desviarte de tu meta principal, que es buscar el reino de Dios y su justicia.  Si, lleva tu mascarilla y limpia las manos, pero no temas a la Covid19, Dios es mayor que un virus. 

     Estos días sabemos más que nunca qué difícil es confiar correctamente en el Señor, de no dudar que las otras necesidades serán añadidas por el mismo Dios gracioso que nos ha provisto la justicia salvadora en el mismo Cristo Jesús. 

    La regla de Jesús es, “no os preocupéis, nunca jamás.”  No por el trabajo, ni por los niños, ni por el futuro.   Preocuparse o afanarse a cerca de las cosas materiales o aun de la vida, es una señal de una fe incorrecta.  Entonces, no lo hagáis.  No os preocupéis. 

     ¿Cómo os parece?  ¿Irrealista?  ¿Imposible?  ¿De qué hablaríamos mientras tomamos un café si no tuviéramos nuestras preocupaciones? 

     Bueno, si no preocuparse era una cosa normal o fácil, no hubiera sido necesario que Jesús lo enseñara.  Así, es útil que hoy también tenemos el ejemplo de la mujer viuda de Sarepta para considerar.  Porque, a pesar de que su historia es dura, hay mucha esperanza para nosotros en ella. 

     Nuestro lectura del Antiguo Testamento viene de un tiempo difícil para el Pueblo de Dios, el Pueblo de Israel.  El Reino de David y Solomon había dividido en dos, los reyes eran idolatras, y Dios castigaba a la tierra con una sequía y hambruna, para llevar a su gente al arrepentimiento.  Y, añadiendo insulto sobre herida, el Señor envió su profeta Elías a vivir con una viuda fuera de Israel, en la tierra de Sidón. 

     Dios dio una orden a esta mujer viuda, que ella sostenga a Elías, pero no parece que Dios le explicara todo a ella.  Aparentemente había detalles escondidos, detalles llenos de promesa, que esperaba ser anunciado a ella por la boca del profeta. 

     Cuando Elías llegó a la puerta de la ciudad, la viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba. Parece que ella entendió la orden que recibió fue de un Dios verdadero, y que Elías fue el hombre sobre quién el Señor la había dado la orden de sostenerle, porque ella fue para traérsela. 

 ¿Pero en este momento, cómo era su fe? ¿Tenía ella confianza en el amor y la protección de este Señor Dios de Elías? Es difícil de decir.  Porque, cuando Elías la volvió a llamar, y le dijo: “Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano,” ella respondió: “Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir.” 

¿Ella tiene una voz de fe, o de resignación? 

    Aquí vemos un cuadro de la dificultad que encontramos cuando intentamos juzgar la fe de un ser humano.  Aun los mejores cristianos, aun las personas elegidas por Dios para grandes obras, todavía llevan dudas y faltan esperanza.  Esta viuda de Sarepta, sierva elegida por el Señor, todavía necesita oír, como todos nosotros, alguna buena nueva, una Palabra consoladora, para ser reanimada, revivificada. 

     Entonces, vamos a las buenas nuevas, al Evangelio.  Porque Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra. 

    ¿Cuál parte de esta proclamación fue la clave que el Espíritu Santo usó para convencer a la viuda a obedecer a Elías?  ¿La autoridad en la voz de Elías?  ¿La audacia de la promesa?  No sé, ni puedo decir si en este momento la viuda tenía fe salvadora.  Pero, lo importante es que Dios iba a salvarle. 

     Vemos en esto un punto de la doctrina cristiana que puede sonar raro, especialmente en un día en que cantamos “Dame más fe.”  La salvación eterna no depende de la fuerza de nuestra fe.  Es recibida solamente por la fe, sí, pero no depende de la fe.  La salvación depende de la voluntad y bondad de Dios.  La fe es imprescindible, pero solamente es el medio por lo cual recibimos el don del perdón y salvación, como un vaso que recibe agua.  Es el agua que da vida, no el vaso.  Pero el vaso es imprescindible también.  Y ambos la fe y la salvación, están obradas en nosotros por Dios, a través de la proclamación de su Palabra de Promesa.  El Espíritu crea una fe en nosotros, la vasija que recibe las promesas de Dios. 

     Considerad esta mujer:  sufriendo de la hambruna, preparada para morirse, junto con su niño.  Es muy triste.  Pero, a pesar de todo esto, Dios no la olvidó.  Tampoco olvidó de su profeta.  Tenía el Señor preocupación por los tres.  Pero tenía más preocupación por la Palabra y su divulgación.  Porque como el Señor Jesús nos enseña, el Reino de Dios no depende de cosas materiales, no de harina y aceite, ni de ropa ni de casas.  Más bien el Reino depende de la Palabra, la voluntad de Dios, anunciada en idiomas humanas.  Así, vemos que Dios usó este milagro de harina y aceite no solamente para salvar la vida por un tiempo, sino también para revelar su gracia y amor eterno a esta mujer.   

     Cosas materiales son importantes, para esta vida terrenal, y aún más porque Dios las usa para comunicar la Palabra de Justicia.  El profeta necesita fuerza para predicar, y por eso Dios le provee su pan de cada día.  Y, como con la viuda de Sarepta, Dios decidió y dio un orden de antemano, que tú reciba lo más importante. 

   Antes de tu nacimiento, Dios decidió salvarte; ya había planeado tu bautismo.  Antes de tu concepción, Dios preparó su Justicia salvadora para dártela.  La preparó en una Cruz.  Antes de la Creación del Universo, el Cordero de Dios fue inmolado, porque Dios sabía que era necesario, para tenerte en su Reino.  Todo esto preparado de antemano, para asegurar tu futuro bendito.  Luego, con confianza en el futuro, naturalmente viviremos sin preocupaciones excesivas, y con bondad a nuestros prójimos, especialmente para los de la familia de la fe.  Sí Señor, dame más fe.   

     Hoy, todo esto, que te ha sido entregado muchas veces, el Espíritu te está dando otra vez.  La mujer viuda de Sarepta tenía una tinaja de harina y una vasija de aceite que nunca se agotaron, hasta que la sequía y la hambruna fueran aliviadas.  Tú tienes algo mejor.  Porque Dios ha ordenado que este pan y este vino nunca se agotan.  Y a través de este pan y vino, convertidos en ser también el cuerpo y la sangre de Cristo, Dios te entrega su perdón, su fuerza y su infinita vida, a ti y a ti, y a toda su iglesia, hasta que vuelva Jesús para inaugurar visiblemente su Reino Eterno. 

    Entonces, busquemos la justicia de Dios por recibir su Palabra en nuestros oídos, por la cual vemos al Cristo crucificado y resucitado, y nuestra fe será fortalecida con las mejores promesas.  Entremos el Reino de Dios a través del comer de este banquete misterioso, en que tenemos la comunión más íntima con el Señor.  No os preocupéis, más bien, venid, recibid, y regocijaos.  El Reino es vuestro, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén. 


Fifteenth Sunday after Trinidad

September 20, A + D 2020

Give me more faith. We have sung "Give me more faith ..." 

   Give us more faith, so that we can have peace in affliction ... so that we can conquer the demons, and still endure the stake, and thus reach the martyr's prize ... 

Give me more faith. Do we really want it?

      All of our readings today tell us about the life of the Christian faith, and altogether it's a bit intimidating, right?

     Perhaps the epistle from the letter to the Galatians is the mildest of the three. It speaks of not being boastful, of not getting irritated or envious of each other, rather that we seek opportunities to do good, especially to those of the family of faith. All right, well, everyone agrees with these ideas, I think. 

     Also, on a particularly comforting note to me, St. Paul teaches about the importance of sharing with and supporting ministers of the Word, those who teach the Law and the Gospel. It is logical, right? If we want to have pastors to provide us with the gifts of Christ through his Word and the Sacraments, we will have to support them, because, economically speaking, the hard Law and the pure Gospel do not have much power, they do not offer much profitability. The alternative of supporting the ministry would be to tempt pastors to twist the message of free forgiveness and salvation, to change it into something more lucrative.  Because the devil helps false preachers, giving them fame and wealth for preaching the salvation by works, and other lies. Sadly, such preachers are common, and therefore many people reject the Christian faith, because they have never really heard it.  We will reap what we sow. 

   There is another striking thing in the epistle: Paul wants us to dare to correct and try to restore the Christian brothers of our congregation who are caught in some fault. This part of the life of faith does not interest us so much, because we don´t like confrontation, and we fear that in the conversation the other will point to our sins.   But if no one is prepared to risk correcting anyone, who is going to save me when I need correction? Who will help  you ?   We need to risk correcting each other within the congregation, with all humility, and much prayer.     

   But hey, overall, Pablo's advice isn't very unpleasant, at least at a short glance. But living them, yes, this is going to require a lot of faith.   

    What Jesus Christ tells us today about the life of faith is different, and even more difficult, I think. In short, our Lord tells us: “Don't worry, Christian, about anything. Food, clothing, life, none of these should give you worries, or deviate from your main goal, which is to seek the kingdom of God and his justice.   Yes, wear your mask and clean your hands, but you are not afraid of Covid19, God is greater than a virus. 

     These days we know more than ever how difficult it is to trust the Lord correctly, not to doubt that the other needs will be added by the same gracious God who has provided us with saving justice in Christ Jesus himself. 

    The rule of Jesus is, “ don't worry, never ever. "   Not for work, not for children, not for the future. Worrying or toil about material things or even life, is a sign of faith incorrect. So don't do it. Do not worry. 

     How do you think? Unrealistic? Impossible? What would we talk about over coffee if we didn't have our worries? 

     Well, if not worrying was a normal or easy thing, it wouldn't have been necessary for Jesus to teach it. Thus, it is helpful that today we also have the example of the widow woman of Sarepta to consider. Because even though her story is tough, there is a lot of hope for us in her. 

     Our reading of the Old Testament comes from a difficult time for the People of God, the People of Israel. The Kingdom of David and Solomon had divided in two, the kings were idolaters, and God was punishing the land with a drought and famine, to bring his people to repentance. And, adding insult to injury, the Lord sent his prophet Elijah to live with a widow outside of Israel, in the land of Sidon. 

     God gave an order to this widow, to sustain Elijah, but it seems that God didn´t explain everything to her. Apparently there were hidden details, details full of promise, waiting to be announced to her by the mouth of the prophet. 

     When Elijah arrived at the city gate, the widow who was there gathering wood; and he called her: I beg you, bring me a little water in a glass, so that I can drink. It seems that she understood the order she received was from a true God, and that Elijah was the man upon whom the Lord had given her the order to sustain him, because she went to bring it to him.   

 But at this moment, how was her faith? Did she have confidence in the love and protection of this Lord God of Elijah? It is difficult to say. Because, when Elijah called her again, and said: “Please bring me a morsel of bread also in your hand,” she replied: “As Jehovah your God lives, I have no baked bread; I only have a handful of flour in the jar, and a little oil in a jar; and now I was gathering two sticks of firewood, to go in and prepare it for me and my son, so that we could eat it, and then die." 

Does she have a voice of faith, or of resignation? 

    Here we see a picture of the difficulty we encounter when trying to judge the faith of a human being. Even the best Christians, even people chosen by God for great works, still have doubts and lack of hope. This widow of Sarepta, a servant chosen by the Lord, still needs to hear, like all of us, some good news, a consoling Word, in order to be encouraged, revived. 

     So, let's go to the good news, to the Gospel.  Because Elijah said to her: Do not be afraid; go, do as you said; but make me first of it a little cake baked under the ashes, and bring it to me; and then you will do for yourself and your child. For this is what the LORD God of Israel has said: The flour in the jar will not run out, nor will the oil in the jar diminish, until the day when the LORD rains on the face of the earth.  

    What part of this proclamation was the key the Holy Spirit used to convince the widow to obey Elijah? The authority in Elijah's voice? The audacity of the promise? I do not know, nor can I say if at this moment the widow had saving faith. But, the important thing is that God was going to save her. 

     We see in this a point of Christian doctrine that may sound strange, especially on a day when we sing "Give me more faith."  Eternal salvation does not depend on the strength of our faith. It is received only by faith, yes, but it does not depend on faith.  Salvation depends on the will and goodness of God. Faith is essential, but it is only the means by which we receive the gift of forgiveness and salvation, like a glass that receives water. It is the water that gives life, not the glass. But the glass is essential too. And both faith and salvation are worked in us by God, through the proclamation of his Word of Promise. The Spirit creates a faith in us, the vessel which receives the promises of God. 

     Consider this woman: suffering from famine, prepared to die, along with her child. Its very sad. But despite all this, God did not forget her.  Nor did he forget his prophet. The Lord had concern for all three. But He was more concerned with the Word and its spread. Because as the Lord Jesus teaches us, the Kingdom of God does not depend on material things, not on flour and oil, or on clothes or houses. Rather the Kingdom depends on the Word, the will of God, announced in human languages. Thus, we see that God used this miracle of flour and oil not only to save life for a time, but also to reveal his grace and eternal love to this woman.   

     Material things are important, for this earthly life, and even more because God uses them to communicate the Word of Justice. The prophet needs strength to preach, and that is why God provides him with his daily bread. And, as with the widow of Sarepta, God decided and gave an order beforehand, that you receive the most important thing.  

   Before your birth, God decided to save you; He had already planned your baptism. Before your conception, God prepared His saving Justice to give it to you. He prepared it on a Cross. Before the Creation of the Universe, the Lamb of God was slain, because God knew it was necessary in order to have you in His kingdom. All of this prepared in advance, to ensure your blessed future.  Then, with confidence in the future, we will naturally live without undue worry, and with kindness to our neighbors, especially to those of the family of faith. Yes Lord, give me more faith.    

     Today, all this, which has been given to you many times, the Spirit is giving you again. The widowed woman of Sarepta had a jar of flour and a jar of oil that were never exhausted, until the drought and famine were relieved. You have something better. Because God has ordained that this bread and this wine never run out. And by this bread and wine, converted to be also the body and the blood of Christ, God gives you his forgiveness, his strength and his infinite life, to you, and to you, and to all His church, until Jesus returns to inaugurate visibly His Eternal Kingdom.  

    So, let us seek God's righteousness by receiving his Word in our ears, by which we see the crucified and risen Christ, and our faith will be strengthened with the best promises. Let us enter the Kingdom of God through the eating of this mysterious banquet, in which we have the most intimate communion with the Lord. Do not worry, rather, come, receive, and rejoice. The Kingdom is yours, in the Name of the Father and of the Son and of the Holy Spirit, Amen. 


Sunday, September 13, 2020

¡Pietismo, no, Cristianismo, sí! Pietism no, Christianity, yes!

 Sermón del 14º domingo después de la Santa Trinidad, primero en español, luego en inglés

Sermon for the 14th Sunday after Holy Trinity, first in Spanish, then in English.


Decimocuarto Domingo después de la Santa Trinidad

13 de septiembre, A+D 2020

Pietismo No, Cristianismo Sí.

    “Pietism, baaaaad.”  O, en castellano, “el pietismo, malísimo.” Esto fue un dicho frecuente de uno de mis profesores favoritos, el Doctor Larry Rast, actualmente el Presidente de Seminario Concordia en Fort Wayne, Indiana.  Aprendí mucho de él sobre la historia de la iglesia luterana.  Pero lo más duradero e impactante para mí siempre ha sido su eslogan:  Pietism, Baaaad.  El pietismo es malísimo. 

   ¿Qué es el pietismo, y porque vale la pena de hablar de ello?  Bueno, empiezo por decir que la piedad, o una vida piadosa, es decir, intentar vivir como un cristiano, esto es bueno.  Debemos evitar el pecado y buscar oportunidades de amar a nuestros prójimos, claro que sí.  Es esencial que aprovechemos con frecuencia de las oportunidades de escuchar la Palabra de Cristo, recibir sus dones y darle alabanzas.  Todo esto es muy bueno.  La piedad cristiana, buena.  Pero el pietismo es malo, de verdad muy destructivo y peligroso a la fe. 

   ¿Qué es la diferencia entre una vida piadosa y el pietismo?  Es que pietismo, en cualquier forma, (y hay muchas), el pietismo siempre pone nuestra vida, nuestras obras, y nuestra piedad en el centro de la fe y la vida.  Un pietista no niega a Cristo, no dice que no sea el Salvador.  Pero el pietista no centra su fe y vida en Jesús y su sacrificio para nosotros; más bien suele centrar sus pensamientos y actividades en su propia vida, en hacer todo lo posible para mostrar su fe, por buenas obras, y la ausencia del pecado, o del pecado obvio, al menos.  El problema es que, finalmente, lo que ponemos en el centro llega a ser el fundamento.  El riesgo es que el pietista empiece a pensar, en su corazón, que es por sus obras, por su piedad, que Dios sea complacido con él.  Es decir, aunque surge desde dentro de la iglesia cristiana, y tiene muchas similitudes con la verdadera fe, el pietismo es al fin y al cabo una religión de la ley. 

     Al extremo, aunque comparte muchas marcas externas con la cristiandad, el pietismo es una fe falsa, porque no confía en Cristo solo.  Así, el pietista elige ponerse a sí mismo bajo la ley de nuevo.  Pero, igual como un incrédulo, el pietista no tiene la fuerza y pureza dentro de sí mismo para cumplir adecuadamente las expectativas de la Ley de Dios.  San Pablo lo deja muy claro, la vida cristiana fluye de nuestra comunión con Dios, su causa es Dios obrando en nosotros.  Como dice en Filipenses 2: ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, 13 porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito

O en Gálatas 2:  Pues mediante la ley yo morí a la ley, a fin de vivir para Dios. 20 Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. 21 No hago nula la gracia de Dios, porque si la justicia viene por medio de la ley, entonces Cristo murió en vano.   La ley fue nuestro ayo, nuestro tutor, para llevarnos a Cristo.  Pero a menos que somos perfeccionados, 100% sin pecado, la ley no nos puede salvar. 

   Pero, como el experto en la ley en el evangelio del domingo pasado, por naturaleza queremos justificarnos a nosotros mismos.  Queremos jactarnos de haber hecho algo, alguna contribución al menos, en la gran obra de salvación.  Y si esta tendencia no está erradicada en nosotros, estamos en peligro de caernos en el pietismo.

  El pietista busca honor y reconocimiento de sus prójimos.  Y aquí viene otro gran problema.  Una vez encaminado en la vía pietista, es una vergüenza admitir de nuevo que su piedad es defectiva, que su corazón no es puro como debe ser.  Esta vergüenza aplica una presión terrible sobre el pietista, una presión a fingir santidad, por afuera, para mantener su reputación como un buen cristiano.  Para el pietista extremo, la necesidad de dar la apariencia de ser un buen cristiano llega a ser un dios falso, un ídolo que reemplaza a Cristo mismo.  

   Además, el pietista en su miseria suele enseñar a otros a seguirle en su error, suele acusar a otros por no ser perfectos.  Lo peor es cuando un pietista llega a ser un maestro en la iglesia.  De verdad malísimo.  Señor ten piedad. 

   Para evitar el pietismo, es importante entender que hay muchos diferentes tipos.  En los evangelios, el ejemplo por excelencia es el caso de los fariseos y los escribas.  Estos expertos en la escritura y líderes religiosos conocían que este Jesús de Nazaret estaba cumpliendo todas las profecías sobre el Mesías, el prometido Salvador.  Pero, por su deseo de mantener sus reputaciones de ser piadosos, y por no querer dejar al lado su orgullo de la idea de salvarse a sí mismos por obras de ley, los fariseos rehusaron reconocer y dar su adoración a Jesús.  Rechazaron a Él porque siempre quería hablar de pecado y perdón, y su propio cruz.  Los fariseos no quisieron aceptar que la salvación solo viene a través del sacrificio del Cristo.  Preferían fingir una santidad exterior, mientras en sus corazones amaban a la riqueza, el prestigio ante el pueblo, y el poder de sus posiciones privilegiadas.

   Hoy en día, vemos varios estilos del pietismo entre cristianos.  Uno podría tomar un voto de pobreza y hacer un show de vivir humildemente.  Otro podría usar vocabulario cristiano constantemente, para dar la impresión de ser un creyente piadoso, aunque en su mente su vocabulario y pensamientos son llenos de enojo, orgullo y celos. 

   Es incluso posible hacer una especie del pietismo de la conducta de la liturgia, dando todo el énfasis a la manera que nosotros hacemos todo correcto en el culto, así olvidando que el propósito de la liturgia no es impresionar a Dios, sino para que él pueda otorgar a pecadores el perdón de los pecados. 

   Al otro extremo, hay pietistas que minimizan la importancia de asistir al culto, en favor de dedicar todo su tiempo en mostrar obras de amor en el mundo. 

   Ahora, no me malentendáis.  No amar la riqueza, usar vocabulario cristiano, hacer una liturgia digna, y amar a nuestros prójimos, todos estos son valiosos, y deben adornar la fe cristiana.  Pero si llegan a ser el foco, se pone en riesgo la salvación.  Porque el foco del cristianismo solo puede ser, como el nombre implica, Cristo.     

   La tragedia del pietismo incluso podemos ver en los 9 leprosos sanados.  Estos buenos judíos fueron bendecidos por Jesús, más allá de lo que uno puede imaginar.  Un momento, andando en sufrimiento, llenos de úlceras; el próximo, liberados del dolor, con piel perfecto.  ¡Qué sorpresa, qué alegría!  Sin embargo, los 9 siguen en el camino de la ley, sin la sabiduría de volver para adorar a Cristo Jesús.

   Desde Moisés los judíos recibieron una sistema compleja para afrontar la terrible enfermedad del piel que se llama la lepra.  Los leprosos tuvieron que vivir aparte, para no contagiar a los sanos.  Y si fueron curados, antes de volver a vivir dentro de la cultura, tuvieron que ir a los sacerdotes para ser inspeccionados, para recibir su declaración de sanidad.  Este régimen servía a la sanidad pública de Israel, por seguro, pero más importante, fue un metáfora para el pecado, y su capacidad de excluirnos del reino de Dios, en la tierra y en la eternidad. 

   No es que los nueve nunca deberían haber ido a los sacerdotes.  Pero justo recibieron, desde este hombre Jesús, un milagro divino.  Algo más grande que el Templo y más poderoso que el sacerdocio judío estaba presente en la tierra, Dios en la carne, venido para curar, sanar y salvar.  La fe en Cristo por naturaleza va a intentar cumplir las normas de la vida, la ley de Dios.  Pero su primer preocupación es dar gracias y alabanzas a Cristo, el Señor de Moisés, el edificador del Templo celestial, el Sumo Sacerdote eterno, que dio a sí mismo para rescatarnos de la lepra del pecado. 

     Estoy seguro que los nueve leprosos sanados estaban agradecidos, pero les parecía más importante cumplir la ley que regresar a Cristo para adorarle.  Pensaban que estaban cumpliendo la voluntad de Dios en su obediencia a la letra de Moisés, y podemos ofrecerlos indulgencia, puesto que el ministerio salvífico de Jesús todavía se estaba revelando. En el día de su sanación, la Cruz y la Resurrección todavía quedaban en el futuro.  Pero, todavía, que triste, que perdieron la oportunidad de caerse a los pies de Dios hecho hombre, para adorar a su Salvador.  

   Como hizo el samaritano.  Por la gracia de Dios, en el momento que fue sanado, no pensaba más en irse a los sacerdotes, sino volvió a Jesús, para adorar y darle gracias.  Como un buen cristiano.  Tal vez su ventaja, un medio por lo cual el Espíritu Santo hacía su obra salvadora, fue el hecho que los sacerdotes judíos realmente no habrían sido útiles para él. Siendo un samaritano, un pueblo de verdad despreciado por los judíos, el samaritano no tenía derecho de pedir la certificación de sanidad de un sacerdote judío.  Los samaritanos tuvieron su propio sacerdocio, su propio lugar de culto, distorsiones del sistema de Moisés, parecidos, pero separados.  Tal vez porque literalmente este samaritano no estaba bajo la ley de Moisés, él sentía la libertad de volver y adorar a Cristo.

     Igual como el domingo pasado, cuando consideramos la historia del Buen Samaritano, queremos imitar este samaritano.  De verdad, aún más debemos imitar a este leproso sanado. 

   El papel del Buen Samaritano finalmente pertenece singularmente a Jesucristo.  Debemos amar al prójimo, sí, pero no podemos amar como Jesús.  Pero, como el samaritano sanado, somos infectados con la lepra.  No literalmente, espero, sino una lepra peor, la lepra espiritual del pecado, la cual, sin sanación, puede plagiarnos hasta la eternidad.  Gracias a Dios, por la piedad de Cristo, hemos sido sanados.  Cristo, por su sufrimiento, muerte y resurrección, nos ha rescatado de las acusaciones de la ley, y nos ha dado salud eterna, por el perdón de todos nuestros pecados. 

   ¿Entonces, que debemos hacer primero? 

   Adoremos en libertad a los pies de Cristo Jesús.  Si, esto podemos hacer.  Se llama el cristianismo verdadero.  El cristianismo no es una forma de vida con muchas reglas y leyes y normas que cumplimos para complacer a Dios y ganar su favor. No, el cristianismo es la vida de leprosos sanados, ya favorecidos por Dios, libertados de las dolencias y la culpa de nuestro pecado, libres para adorar al hombre Jesús, quien es el mismo Dios, en la carne, quien, por su Palabra y su Espíritu y en su Cuerpo y Sangre, está todavía presente para salvarnos. 

   Volvamos corriendo a Jesús, en alegría y agradecimiento, y para ser sanados de los pecados leprosos que todavía nos plagan.  Así es el cristianismo, y, por el poder del Espíritu de Cristo, desde esta fuente también fluye la verdadera piedad cristiana, obras de amor, no hechas para ganar el favor de Dios, ni tampoco para hacer una impresión ante los hombres, sino obras libres que fluyen sin esfuerzo de corazones limpios y llenos del amor de Cristo. 

   De Jesús recibimos el amor que nos salva, y que rebosa a la bendición de nuestros prójimos, porque descansamos en la promesa que nuestro futuro está seguro, en Cristo Jesús, nuestro Sanador y Salvador, Amén.    

 


Fourteenth Sunday after the Holy Trinity

September 13, A + D 2020

Pietism No, Christianity Yes.

   " Pietism, baaaaad ."  This was a frequent saying of one of my favorite professors, Dr. Larry Rast, currently the President of Concordia Theological Seminary in Fort Wayne, Indiana. I learned a lot from him about the history of the Lutheran Church. But the most lasting and important thing for me has always been his catchphrase:  Pietism, baaaaad.   

   What is Pietism, and why is it worth talking about? Well, I’ll begin by saying that godliness, or a godly life, that is, trying to live like a Christian, avoiding sin and looking for opportunities to love our neighbors, is good.  Likewise, frequently taking advantage of opportunities to hear the Word of Christ, receive his gifts and give him praise, this is all very good. Piety, good. But pietism is bad, truly very destructive and dangerous to faith. 

   What is the difference between a godly life and pietism? It’s that pietism, in whatever form, and there are many, pietism always puts our life, our works, our piety at the center of faith and life. A pietist does not deny Christ, he does not deny He is the Savior. But he does not center his faith and life on Him and his work for us.  Rather a pietist focuses his thoughts and activities on his own life, on doing everything possible to show his faith by good works, and the absence of sin, or of obvious sin, at least. The problem is that, ultimately, what we put in the center becomes the foundation. The risk is that the pietist begins to think, in his heart, that it is because of his works, because of his piety, that God is grateful to him. That is, although it arises from within the Christian Church, and has many similarities to the true faith, pietism is in the end, a religion of the law. In the extreme, although it shows many external marks of Christianity, Pietism is a false faith, which does not trust in  Christ alone. 

   So the pietist chooses to put himself under the law again. But, just like an unbeliever before baptism, the pietist does not have the strength and purity within himself to adequately fulfill the expectations of God's Law. St. Paul makes it very clear, the Christian life flows from our communion with God, its cause is God working in us. As it says in Philippians 2 : work out your own salvation with fear and trembling; 13 because it is God who works in you both to will and to do, for his pleasure . Or in Galatians 2:  For through the law I died to the law, in order to live for God. 20 With Christ I have been crucified, and it is no longer I who lives, but Christ lives in me; and the life that I now live in the flesh, I live by faith in the Son of God, who loved me and gave himself for me. 21 I do not nullify the grace of God, because if justice comes through the law, then Christ died in vain .    The law was our schoolmaster, our tutor, to lead us to Christ. But until we are perfected, 100% sinless, the law cannot save us.                          

   But, like the expert on the law in last Sunday's gospel, by nature we want to justify ourselves. We want to boast of having done something, to have made some contribution at least, in the great work of salvation. And if this tendency is not eradicated in us, we are in danger of falling into pietism. 

  The pietist seeks honor and recognition from his fellow men. And here comes another big problem. Once headed down the pietist way, it is shameful to admit again that your piety is flawed, that your heart is not pure as it should be. This shame puts terrible pressure on the pietist, a pressure to feign holiness, on the outside, to maintain his reputation as a good Christian. For the extreme pietist, the need to appear to be a good Christian becomes a false god, an idol that replaces Christ himself.  

   Even more, the pietist in his misery usually teaches others to follow in his error, and he is prone to accuse others for not being perfect.  The worst is when a pietist becomes a teacher in the Church.  Truly baaaad.  Lord have mercy. 

   To avoid pietism, it’s important to know there are many types.  In the Gospels, the example par excellence is the case of the Pharisees and the scribes. These scriptural experts, and religious leaders, knew that this Jesus of Nazareth was fulfilling all the prophecies about the Messiah, the promised Savior. But, out of their desire to uphold their reputations of being godly, and not wanting to put aside their dedication to saving themselves by works of law, the Pharisees refused to acknowledge and worship Jesus. They rejected Him because He always wanted to talk about sin and forgiveness and His Cross.  The pharisees would not accept that salvation comes only through the Cross of Jesus.  They preferred to fake an outward holiness, while in their hearts they loved wealth, prestige before the people, and the power of their privileged positions. 

   Today, we see various styles of Pietism among Christians. One could take a vow of poverty and put on a show of living humbly. Another might use Christian vocabulary constantly, to give the impression of being a believer, although in his mind his vocabulary and thoughts are full of anger, pride and jealousy. 

   It is also possible to make a kind of pietism out of the conduct of the liturgy, giving all our emphasis to how we do everything right in the liturgy, although we have forgotten that the purpose of the liturgy is not to impress God, but to grant sinners the forgiveness of sins. 

At the other extreme, there are other pietists who minimize the importance of attending worship, in favor of spending all the time showing works of love in our lives. 

   Now, don't get me wrong. Not loving wealth, using Christian vocabulary, having a worthy liturgy, and loving our neighbors, all of these are valuable, and should adorn the Christian faith. But if they become the focus, salvation is jeopardized. Because the focus of Christianity can only be, as the name implies, Christ.     

   The tragedy of Pietism can even be seen in the 9 healed lepers.  These good Jews were blessed by Jesus, beyond what one could imagine.  On moment, walking in suffering, skin full of ulcers, the next, freed from pain, with perfect skin.  What a surprise!  What joy! Nevertheless, the nine continued in the path of the law, without the wisdom to return to worship Jesus Christ. 

   From Moses the Jews received a whole system to deal with the terrible skin disease of leprosy. Lepers had to live apart, so as not to infect the healthy. And if they were cured, before returning to live within the culture, they had to go to the priests to be inspected, to receive their declaration of healing. This regime served the public health of Israel, to be sure, but more importantly, it was a metaphor for sin, and its ability to exclude us from the kingdom of God, on earth and in eternity. 

   Not that the nine shouldn't have gone to the priests. But they just received, from this man Jesus, a divine miracle. Something greater than the Temple and more powerful than the Jewish priesthood was present on earth, God in the flesh, come to heal, heal and save. Faith in Christ will fulfill the rules of life, but the first concern of faith is to give thanks and praise to Christ, the Lord of Moses, the builder of the heavenly Temple, the eternal High Priest, who gave himself to rescue us from the leprosy of sin. 

     I’m sure that the nine cleansed lepers were thankful, but it seemed more important to them to fulfill the law than to return to Christ to worship Him.  They thought they were fulfilling God's will in their obedience to the letter of Moses, and we can offer them leniency, since the salvific ministry of Jesus was still being revealed.  In the day of their healing, the Cross and the Resurrection still remained in the future. But, still, how sad, that they missed the opportunity to fall at the feet of God in the flesh to worship their Savior.  

     Like the Samaritan did. By the grace of God, the moment he was healed, he no longer thought about going to the priests, but went back to worship and give thanks to Christ. Like a good Christian. Perhaps his advantage, a means by which the Holy Spirit did his saving work, was the fact that the Jewish priests would not have been of any use to him. As a Samaritan, a people hated by the Jews, he had no right to request a Jewish priest's certification of healing. The Samaritans had their own priesthood, their own place of worship, distortions of the Moses system, similar but separate. Perhaps because literally this Samaritan was not under the law of Moses, he had the freedom to return and worship Christ.   

     Just like last Sunday, when we considered the story of the Good Samaritan, we want to imitate this Samaritan today. Indeed, we must even more imitate this healed leper. 

   The role of the Good Samaritan ultimately belongs uniquely to Jesus Christ. We must love our neighbor, but we cannot fulfill love like Jesus. But yes, like today’s Samaritan, we are infected with the leprosy.  Not literally, I hope, but with a worse leprosy, the spiritual leprosy of sin, which, without healing, can plague us eternally. But, thanks be to God, by the piety of Christ, we have been healed. Christ by his suffering, death and resurrection, rescued us from the obligations of the law, and has given us eternal health through the forgiveness of all our sins. 

   So what should we do first? 

   Let us worship in freedom at the feet of Jesus Christ. Yes, this we can do. It's called true Christianity. Christianity is not a way of life with lots of rules and laws and regulations that we follow to please God and earn his favor. No, Christianity is the life of healed lepers, already favored by God, freed from ailments and guilt and our sin, free to worship the man Jesus, who is the God himself, in the flesh, who, through his Word and his Spirit and in his Body and Blood, is still present to save us. 

Let us run back to Jesus, in joy and gratitude, and to be healed of the leprous sins that still plague us. This is Christianity, and, ironically, from this source also flows true Christian piety, works of love, not done to win God's favor, nor to make an impression on others, but free works that flow without effort from cleansed hearts, filled with the love of Christ.  

   From Jesus we receive the love that saves us, and that overflows to the blessing of our neighbors, because we rest in the promise that our future is secure, in Christ Jesus, our Healer and Savior, Amen.    

Sunday, September 6, 2020

Christus Solus - Solo Cristo

 Sermón para el 13º domingo después de la Santa Trinidad, primeramente en español, luego en inglés

Sermon for the 13th Sunday after Holy Trinity, first in Spanish, then in English

Decimotercer Domingo después de la Trinidad

Solus Christus – Solo Cristo                                         6 de septiembre, A+D 2020

   Solus Christus.  Esto es Latín para Solo Cristo, la lema de la Reforma Luterana que declara que la salvación y vida eterna en el Reino de Dios dependen solo de Jesucristo.  Solus Christus – Solo Cristo.  ¿Entendemos todo el significado de esta frase?  Seguramente no, pero el Buen Samaritano nos ayudará a comprender un poco más. 

   Tenemos una idea bastante clara de varias ideas centrales de esta enseñanza de Jesús:  La Ley de Dios, que te exige amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente;  y a tu prójimo como a ti mismo, esta ley justa, bonita y santa, no nos puede salvar.  Porque es demasiado exigente.  Por mucho es demasiado exigente para nosotros.  Y para todos.  Así entonces, el experto en la Ley busca una manera de minimizar la fuerza de la Ley de Dios, “¿Y quién es mi prójimo?”  Jesús responde con la historia del Buen Samaritano. 

   Y con este relato, Jesús lo deja muy claro que, mientras la salvación por cumplir la Ley es, en teoría, una posibilidad, al final la Ley nos mata, porque no nos ofrece ninguna flexibilidad.  No importa quién o qué tipo de persona que el Señor pone en nuestro camino, sea amigo, o enemigo, una persona capaz o muy necesitada, este ser humano es tu prójimo y la Ley te manda amarlo, sí o sí.  Punto, fin de discusión. Por ende, no hay esperanza según la Ley, porque no la cumplimos.  No amamos de esta manera tan radical. 

  Pero no te rindas, aunque estás medio muerto, postrado al lado del camino, golpeado por las acusaciones justas de Dios, sin fuerza ni amigos, completamente a solas ante la justicia de Dios.  No te rindas, porque viene el Buen Samaritano, para rescatarte. 

   El Buen Samaritano representa a Jesucristo, quien, con su propia sangre, lava nuestras heridas, y nos lleva al mesón, cuidándonos y aun ordenando al mesonero que te cuide, dándote este servidor, el ministro de la casa, para decirlo así, para cuidarte en el Nombre del Buen Samaritano, hasta su vuelta. 

   Muy bien.  Pero hay más para descubrir del Solus Christus.  No es que Jesús solamente ocupa el papel del Salvador.  La verdad del Solus Christus, de Solo Cristo, es que Jesús tuvo que cumplir los roles de cada personaje en la historia, porque es el Salvador del Mundo.  No hay salvación en ninguna otra persona.  Solo en Cristo.  Para salvar a todos, Él tiene que hacer todo.  Y de verdad, cumplió todo, con sus ojos puestos en la alegría del futuro celestial.  

   ¿Cómo es que Jesús cumple cada papel, cada rol de esta historia?  Vamos a ver.                                                                                           

   Jesús es el Buen Samaritano: ya es obvio.  El eterno Hijo de Dios Padre vino a este mundo, para rescatar a un pueblo, a una raza, que todo el tiempo estaba en rebelión contra Él.  Parecido a un samaritano rescatando a un judío, pero mucho más.   

   También el Señor es la víctima inocente.  Pero esta víctima es realmente inocente, 100%, sin mancha.  Y no solamente medio muerto, sino muerto-muerto.  La victima en el relato de Jesús está presentada como inocente, aunque sabemos desde la Escritura y desde la experiencia que cada persona tiene culpa, nadie es totalmente inocente. 

   Jesús relata una historia de negro y blanco, de malos y buenos, sin ninguna matiz de gris, para hacer su punto.  Pero nosotros somos muy de gris.  No existe ninguna víctima totalmente inocente entre nosotros. 

   ¿Pero Jesús?  Sí, el Hijo de María fue totalmente inocente, sin pecado, sin pecado original, y sin ningún pecado propio.  Además, este Inocente sometió a los peores ataques de la raza humana:  traicionado por un amigo íntimo, arrestado sin causa, condenado en un juicio grotesco, ejecutado en una manera vergonzante y horrible, hasta que murió.  No medio muerto, sino totalmente muerto, un cadáver que no dio ninguna reacción a la estocada de una lanza romana, salvo derramar agua y sangre sobre la tierra.  Solus Christus – Solo Cristo.  Ninguna otra persona sufrió así.  Porque también sometió a la justicia divina, la ira de Dios contra el pecado de hombres.  Ningún otro hubiera podido sufrir así.  Solus Christus – Solo Cristo. 

   ¿El levita y el sacerdote?  Jesús también cumplió sus responsabilidades.  Ellos evitaron ayudar al hombre herido, justificando su falta de compasión con su fidelidad a su trabajo en el Templo.  Eran comprometidos a evitar estar profanado por tocar un cuerpo muerto, porque sin estar ritualmente puros, no pudieran servir en el Templo.  Fue la ley de Moisés. 

   Observaron las normas del Templo muy bien.  Pero se olvidaron, a su propia ventaja y confort, que el hombre no fue creado para el sábado, sino que el sábado fue creado para el hombre, para salvar su vida.  La Ley, incluso la Ley litúrgica del Templo del Señor, fue dada para guiarnos a Cristo Solo, para que no muriéramos, sino que pudiéramos recibir vida nueva.  La Ley y el Templo eran servidores de la vida, y por ende el levita y el sacerdote debería haber priorizado la vida de este pobre, tumbado, medio muerto, en el camino. 

   Como hizo Jesucristo.  Y sólo Jesucristo.  Nuestro Buen Samaritano es también nuestro gran sumo sacerdote, nuestro liturgista celestial que hizo el sacrificio necesario, el sacerdote que fue al mismo tiempo el sacrificio, presentado ante su Padre como la única víctima digna de rescatar a todo el mundo.

   Cristo consumió en su propio ser todos los errores e imperfecciones de todos los sacerdotes, y del pueblo que representaban a Dios, para cumplir y dejar al lado todo el sistema sacrificial, una vez, y para todos. 

     Ahora Jesucristo se para ante el Altar Celestial, no para hacer nuevo sacrificio por los pecados, sino para presentar su propio ser, su cuerpo resucitado y glorificado, la prueba de la victoria que ganó, una vez, para todos los pecadores.  Todos y cada uno.

   Sí, Jesús hasta cumplió el papel de los ladrones, los malhechores que golpeaban y robaron a la víctima y le dejaron para morir. 

   No es que Jesús hiriera a nadie, no, no.  Pero cuando Cristo presenta a sí mismo ante su Padre como el pago de todos los pecados de todo el mundo, Él quiere decir todos los pecados, de todas las personas.  Vemos su compromiso para con los malhechores en Gólgota, donde colgaba en una cruz, ¿entre qué?  Sí, entre dos ladrones, dos malhechores, pagando su deuda justa a la sociedad, los dos en camino a enfrentar su juicio eterno ante Dios.  Jesús se ofreció para ellos también. 

   Luego, por oír la buena noticia de perdón que Jesús siempre estaba proclamando hasta su último momento de la Cruz, también los dos ladrones crucificados con Él pudieran creer.  Y esto es lo que vemos en el caso de uno, convertido en un creedor de Jesús, para la vida eterna.  “Señor, acuérdate de mí en tu reino” Y la respuesta:  “Hoy estarás conmigo en el Paraíso.”   

   Solus Christus – Solo Cristo.  Solo en Jesucristo hay salvación.  Solo Cristo pudo hacer lo necesario, y Él lo ha hecho.  Solo Cristo ha amado al Señor Dios con todo su corazón, y con toda su alma, y con todas sus fuerzas, y con toda su mente.  Y al amar perfectamente a su Padre, Jesús también amó a su  prójimo como a ti mismo, aceptando nuestro castigo, para compartir con nosotros su justicia eterna y su vida indestructible. 

     ¿Y quién es el prójimo de Jesús?  Tú.  Tú eres el prójimo de Jesús.  Todos nosotros somos prójimos de Cristo.  Su ofrenda cubre la necesidad de todos.  Créelo, es tuyo.  La salvación por cumplir la ley es imposible para todos, salvo Cristo.  En amor, Él la ha alcanzado, para nosotros. 

   Entonces, cree en Él, y recibes todo.  Créelo, y regocíjate.  Declara en voz alta la buena noticia del Solus Christus – Solo Cristo, para que muchos más puedan encontrar su todo, en Él, el único Buen Samaritano, nuestro Señor y Salvador. Amén.   


 

Thirteenth Sunday after the Trinity

Solus Christus – Christ Alone     

September 6, A+D 2020

   Solus Christus . This is Latin for Christ Alone, the motto of the Lutheran Reformation that declares that salvation and eternal life in the Kingdom of God depend only on Jesus Christ.  Solus Christus - Christ Alone.  Do we understand the full meaning of this phrase? Surely not, but the Good Samaritan will help us understand a little more. 

   We have a fairly clear idea of ​​several central ideas of this teaching of Jesus: The Law of God, which requires you to love the Lord your God with all your heart, and with all your soul, and with all your strength, and with all your mind; and your neighbor as yourself, this just, holy and beautiful law, cannot save us. Because it is too demanding. By far it is too demanding for us. For everyone. So the expert in the law seeks a way to minimize the force of the Law of God: “and who is my neighbor?” Jesus responds with the story of the Good Samaritan. 

    With this account, Jesus makes it very clear that, while Salvation by fulfilling the Law is, in theory, a possibility, in the end it kills us, because the Law does not offer us any flexibility.  It does not matter who or what type of person the Lord puts in our path, be it a friend or an enemy, capable or very needy, this human being is your neighbor and the Law commands you to love him, no matter what. Period.  Therefore, there is no hope according to the Law, because we do not fulfill it.  We do not love in this radical way. 

   But do not give up, even though you are half dead, prostrate by the side of the road, struck by the righteous accusations of God, without strength or friends, completely alone before the justice of God. Do not give up, because the Good Samaritan is coming to rescue you. 

   The Good Samaritan represents Jesus Christ, who, with his own blood, washes our wounds, and takes us to the inn, taking care of us and even ordering the innkeeper to take care of you, giving you this servant, the minister of the house, to put it like that, to take care of you in the Name of the Good Samaritan, until his return. 

   Very good. But there is more to discover about the Solus Christus . It is not that Jesus only occupies the role of the Savior. The truth of Solus Christus, Christ Alone, is that Jesus had to fulfill the roles of each character in the story, because He is the Savior of the World. There is salvation in no one else. Only in Christ.  To save everyone, He has to do everything.  And truly, he accomplished everything, with his eyes set on the joy of the heavenly future.  

   How does Jesus fulfill every role in this story? Let’s  see.               

   The Good Samaritan: This one’s already obvious.  Jesus Christ, the eternal Son of God the Father, came to this world, and rescued a people, a race, that all the time was in rebellion against Him. Like a Samaritan rescuing a Jew, but much more.   

   He is also the innocent victim. But this time, really, 100% innocent, without blemish. And not just half dead, but dead-dead. The victim in Jesus' account is presented as innocent, although we know from Scripture and experience that each person every person has guilt, no one is totally innocent.

   Jesus tells a story of black and white, of bad guys  and good guys, without any shade of gray, to make his point. But we are very gray, there is no totally innocent victim among us. 

     But Jesus? Yes, the Son of Mary was totally innocent, without sin, without original sin, and without any sin of his own. And this Innocent was subjected to the worst attacks of the human race: betrayed by a close friend, arrested without cause, sentenced in a grotesque trial, executed in a shameful and horrible manner, until he died. Not half dead, but fully dead, a corpse that did not give any reaction to the thrust of a Roman spear, except to shed water and blood on the earth.  Solus Christus - Christ Alone. No other person suffered like this. Because He also submitted to Divine Justice, the wrath of God against the sin of mankind.  No one else could have suffered like this.  Solus Christus - Christ Alone. 

   The Levite and the priest? Jesus also fulfilled their responsibilities. They avoided helping the wounded man, justifying their lack of compassion by their fidelity to their work in the Temple.  They were committed to avoid being desecrated by touching a dead person, because without being ritually pure, they could not serve in the Temple.  This was the law of Moses. 

     They observed well the rules of the Temple.  But they forgot, to their own advantage and comfort, that man was not created for the Sabbath, but rather that the Sabbath was created for man, for his life. The Law, including the liturgical Law of the Temple of the Lord, was given to guide us to Christ Alone, so that we could receive new life. The Law and the Temple were servants of life, and therefore the Levite and the priest should have prioritized the life of this poor man, prostrated on the way. 

     Like Christ Jesus did. And only Christ Jesus. Our Good Samaritan is also our great high priest, our heavenly liturgist who made the necessary sacrifice, the priest who was at the same time the sacrifice, presented before his Father as the only victim worthy of rescuing the whole world. 

   Christ consumed in his own being all the errors and imperfections of all the priests, and of the people who represented God, to fulfill and put aside the entire sacrificial system, once, and for all. 

   Now he stands before the Heavenly Altar, not to make a new sacrifice for sins, but to present his own being, his resurrected and glorified body, the proof of the victory that he once won , for all sinners.  Each and every one.  

   Yes, Jesus even fulfilled the role of the thieves, of those criminals who beat and robbed the victim and left him to die.  Not that Jesus hurt anybody, no, no, but when Christ presents himself before his Father as paying for all the sins of the whole world, He means all the sins, of all the people . We see his commitment to criminals on Golgotha, where he hung on a cross, between what? Yes, between two thieves, two malefactors, paying their just debt to society, on their way to face their eternal judgment before God. Jesus offered himself for them too. 

   Then, by hearing the good news of forgiveness that Jesus was always proclaiming, until his last moment on the Cross, the two thieves crucified with Him could also believe.  And this is what we see in the case of one, converted into a believer in Jesus, unto eternal life. “Lord, remember me in your Kingdom” And the response: "Today you will be with me in Paradise."   

   Solus Christus - Christ Alone. Only in Jesus Christ is there salvation. Christ Alone could do what was necessary, and He has done it. Christ Alone has loved the Lord God with all his heart, and with all his soul, and with all his strength, and with all his mind. And by perfectly loving his Father, Jesus also loved his neighbor as yourself , accepting our punishment, to share with us his eternal justice and his indestructible life . 

     And who is Jesus' neighbor? You are. You are a neighbor to Jesus.  We are all neighbors to Jesus. His offering covers the need of all. Believe it, it's yours. Salvation by keeping the law is impossible for everyone except Christ. He has achieved it, for us. 

   So, believe in Him, and you receive everything.  Believe it, and rejoice, declare aloud the good news of the Solus Christus - Christ Alone, so that many more may find their all in all, in Him, the only Good Samaritan, our Lord and Savior. Amen.