Tuesday, September 22, 2020

¡Dame más fe! Sermón para el Decimoquinto Domingo después de la Santa Trinidad

Sermón del 15º domingo después de Trinidad, primero en castellano, luego en inglés

Sermon for the 15th Sunday after Trinity, first in Spanish, then in English

Decimoquinto Domingo después de Trinidad

20 de septiembre, A+D 2020

Dame más fe, Señor Jesús, Dame la fe, ¡oh Salvador!
Que al afligido da la paz, La fe que salva del temor;
Fe de los santos galardón, Gloriosa fe de salvación.
 
Dame la fe, que trae poder, De los demonios vencedor;
Que fieras no podrá vencer, Ni dominarla el opresor,
Que puede hogueras soportar, Premio de mártir alcanzar.
 
Dame la fe que vencerá, en todo tiempo, mi Jesús;
Dame la fe que fijará Mi vista en tu divina cruz;
Que puede proclamar tu amor; Tu voluntad hacer ,Señor.
 
Dame la fe que da el valor, que ayuda al débil a triunfar,
que todo sufre con amor, Y puede en el dolor cantar,
Que puede el cielo escalar, O aquí con Cristo caminar.


Dame más fe.  Hemos cantado “Dame más fe…” 

    Danos más fe, para que podamos tener paz en la aflicción… para que podamos vencer sobre los demonios, y aún soportar la hoguera, y así alcanzar al premio de mártir… 

 Dame más fe.  ¿De verdad la queremos?

      Todas nuestras lecturas de hoy nos hablan de la vida de la fe cristiana, y en total es un poco intimidante, ¿no?

      Quizás la epístola desde la carta a los Gálatas es la más suave de los tres.  Habla de no ser vanagloriosos, de no irritarse ni envidiarse unos a otros, más bien que busquemos oportunidad de hacer el bien, especialmente a los de la familia de la fe.  Muy bien, pues, todo el mundo está de acuerdo con estas ideas, creo. 

     También, en una nota particularmente consoladora para mí, San Pablo enseña sobre la importancia de compartir con y apoyar a los ministros de la Palabra, los que enseñan la Ley y el Evangelio.  Es lógico, ¿no?  Si queremos tener pastores para proveernos los dones de Cristo a través de su Palabra y los Sacramentos, tendremos que apoyar a ellos, porque, hablando económicamente, la Ley dura y el Evangelio puro no tienen mucha potencia, no ofrecen mucha rentabilidad.  La alternativa de apoyar al ministerio sería tentar a los pastores a torcer el mensaje del perdón y salvación gratis, para cambiarlo en algo más lucrativo.  Porque el diablo ayuda a los predicadores falsos, dándolos fama y riqueza por predicar la salvación por obras, y otras mentiras.  Tristemente, tales predicadores son comunes, y por ende mucha gente rechazan a la fe cristiana, porque  nunca la han oído de verdad.  Segaremos lo que sembramos. 

   Hay otra cosa llamativa en la epístola:  Pablo quiere que nos atrevamos corregir e intentar restaurar a los hermanos cristianos de nuestra congregación que sea sorprendido en alguna falta.  Esta parte de la vida de fe no nos interesa tanto, porque no nos gusta la confrontación, y también tememos que en la conversación el otro vaya a apuntar a nuestros pecados.  Pero si nadie está preparado para arriesgar corregir a nadie, ¿quién va a salvar a mí, cuando yo necesite corrección?  ¿Quién te ayudará a ti?  Necesitamos arriesgar corregir los unos a los otros, dentro de la congregación, con toda humildad, y mucha oración.     

   Pero bueno, en general, los consejos de Pablo no son muy desagradables, al menos por un vistazo corto.  Pero vivirlos, esto sí, va a requerir mucha fe.   

    Lo que hoy nos dice Jesucristo sobre la vida de fe es diferente, y aún más difícil, creo.  En resumen, nuestro Señor nos dice: “No te preocupes, cristiano, de nada.  Comida, ropa, vida, ninguna de estas deben darte preocupaciones, ni desviarte de tu meta principal, que es buscar el reino de Dios y su justicia.  Si, lleva tu mascarilla y limpia las manos, pero no temas a la Covid19, Dios es mayor que un virus. 

     Estos días sabemos más que nunca qué difícil es confiar correctamente en el Señor, de no dudar que las otras necesidades serán añadidas por el mismo Dios gracioso que nos ha provisto la justicia salvadora en el mismo Cristo Jesús. 

    La regla de Jesús es, “no os preocupéis, nunca jamás.”  No por el trabajo, ni por los niños, ni por el futuro.   Preocuparse o afanarse a cerca de las cosas materiales o aun de la vida, es una señal de una fe incorrecta.  Entonces, no lo hagáis.  No os preocupéis. 

     ¿Cómo os parece?  ¿Irrealista?  ¿Imposible?  ¿De qué hablaríamos mientras tomamos un café si no tuviéramos nuestras preocupaciones? 

     Bueno, si no preocuparse era una cosa normal o fácil, no hubiera sido necesario que Jesús lo enseñara.  Así, es útil que hoy también tenemos el ejemplo de la mujer viuda de Sarepta para considerar.  Porque, a pesar de que su historia es dura, hay mucha esperanza para nosotros en ella. 

     Nuestro lectura del Antiguo Testamento viene de un tiempo difícil para el Pueblo de Dios, el Pueblo de Israel.  El Reino de David y Solomon había dividido en dos, los reyes eran idolatras, y Dios castigaba a la tierra con una sequía y hambruna, para llevar a su gente al arrepentimiento.  Y, añadiendo insulto sobre herida, el Señor envió su profeta Elías a vivir con una viuda fuera de Israel, en la tierra de Sidón. 

     Dios dio una orden a esta mujer viuda, que ella sostenga a Elías, pero no parece que Dios le explicara todo a ella.  Aparentemente había detalles escondidos, detalles llenos de promesa, que esperaba ser anunciado a ella por la boca del profeta. 

     Cuando Elías llegó a la puerta de la ciudad, la viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba. Parece que ella entendió la orden que recibió fue de un Dios verdadero, y que Elías fue el hombre sobre quién el Señor la había dado la orden de sostenerle, porque ella fue para traérsela. 

 ¿Pero en este momento, cómo era su fe? ¿Tenía ella confianza en el amor y la protección de este Señor Dios de Elías? Es difícil de decir.  Porque, cuando Elías la volvió a llamar, y le dijo: “Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano,” ella respondió: “Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir.” 

¿Ella tiene una voz de fe, o de resignación? 

    Aquí vemos un cuadro de la dificultad que encontramos cuando intentamos juzgar la fe de un ser humano.  Aun los mejores cristianos, aun las personas elegidas por Dios para grandes obras, todavía llevan dudas y faltan esperanza.  Esta viuda de Sarepta, sierva elegida por el Señor, todavía necesita oír, como todos nosotros, alguna buena nueva, una Palabra consoladora, para ser reanimada, revivificada. 

     Entonces, vamos a las buenas nuevas, al Evangelio.  Porque Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra. 

    ¿Cuál parte de esta proclamación fue la clave que el Espíritu Santo usó para convencer a la viuda a obedecer a Elías?  ¿La autoridad en la voz de Elías?  ¿La audacia de la promesa?  No sé, ni puedo decir si en este momento la viuda tenía fe salvadora.  Pero, lo importante es que Dios iba a salvarle. 

     Vemos en esto un punto de la doctrina cristiana que puede sonar raro, especialmente en un día en que cantamos “Dame más fe.”  La salvación eterna no depende de la fuerza de nuestra fe.  Es recibida solamente por la fe, sí, pero no depende de la fe.  La salvación depende de la voluntad y bondad de Dios.  La fe es imprescindible, pero solamente es el medio por lo cual recibimos el don del perdón y salvación, como un vaso que recibe agua.  Es el agua que da vida, no el vaso.  Pero el vaso es imprescindible también.  Y ambos la fe y la salvación, están obradas en nosotros por Dios, a través de la proclamación de su Palabra de Promesa.  El Espíritu crea una fe en nosotros, la vasija que recibe las promesas de Dios. 

     Considerad esta mujer:  sufriendo de la hambruna, preparada para morirse, junto con su niño.  Es muy triste.  Pero, a pesar de todo esto, Dios no la olvidó.  Tampoco olvidó de su profeta.  Tenía el Señor preocupación por los tres.  Pero tenía más preocupación por la Palabra y su divulgación.  Porque como el Señor Jesús nos enseña, el Reino de Dios no depende de cosas materiales, no de harina y aceite, ni de ropa ni de casas.  Más bien el Reino depende de la Palabra, la voluntad de Dios, anunciada en idiomas humanas.  Así, vemos que Dios usó este milagro de harina y aceite no solamente para salvar la vida por un tiempo, sino también para revelar su gracia y amor eterno a esta mujer.   

     Cosas materiales son importantes, para esta vida terrenal, y aún más porque Dios las usa para comunicar la Palabra de Justicia.  El profeta necesita fuerza para predicar, y por eso Dios le provee su pan de cada día.  Y, como con la viuda de Sarepta, Dios decidió y dio un orden de antemano, que tú reciba lo más importante. 

   Antes de tu nacimiento, Dios decidió salvarte; ya había planeado tu bautismo.  Antes de tu concepción, Dios preparó su Justicia salvadora para dártela.  La preparó en una Cruz.  Antes de la Creación del Universo, el Cordero de Dios fue inmolado, porque Dios sabía que era necesario, para tenerte en su Reino.  Todo esto preparado de antemano, para asegurar tu futuro bendito.  Luego, con confianza en el futuro, naturalmente viviremos sin preocupaciones excesivas, y con bondad a nuestros prójimos, especialmente para los de la familia de la fe.  Sí Señor, dame más fe.   

     Hoy, todo esto, que te ha sido entregado muchas veces, el Espíritu te está dando otra vez.  La mujer viuda de Sarepta tenía una tinaja de harina y una vasija de aceite que nunca se agotaron, hasta que la sequía y la hambruna fueran aliviadas.  Tú tienes algo mejor.  Porque Dios ha ordenado que este pan y este vino nunca se agotan.  Y a través de este pan y vino, convertidos en ser también el cuerpo y la sangre de Cristo, Dios te entrega su perdón, su fuerza y su infinita vida, a ti y a ti, y a toda su iglesia, hasta que vuelva Jesús para inaugurar visiblemente su Reino Eterno. 

    Entonces, busquemos la justicia de Dios por recibir su Palabra en nuestros oídos, por la cual vemos al Cristo crucificado y resucitado, y nuestra fe será fortalecida con las mejores promesas.  Entremos el Reino de Dios a través del comer de este banquete misterioso, en que tenemos la comunión más íntima con el Señor.  No os preocupéis, más bien, venid, recibid, y regocijaos.  El Reino es vuestro, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén. 


Fifteenth Sunday after Trinidad

September 20, A + D 2020

Give me more faith. We have sung "Give me more faith ..." 

   Give us more faith, so that we can have peace in affliction ... so that we can conquer the demons, and still endure the stake, and thus reach the martyr's prize ... 

Give me more faith. Do we really want it?

      All of our readings today tell us about the life of the Christian faith, and altogether it's a bit intimidating, right?

     Perhaps the epistle from the letter to the Galatians is the mildest of the three. It speaks of not being boastful, of not getting irritated or envious of each other, rather that we seek opportunities to do good, especially to those of the family of faith. All right, well, everyone agrees with these ideas, I think. 

     Also, on a particularly comforting note to me, St. Paul teaches about the importance of sharing with and supporting ministers of the Word, those who teach the Law and the Gospel. It is logical, right? If we want to have pastors to provide us with the gifts of Christ through his Word and the Sacraments, we will have to support them, because, economically speaking, the hard Law and the pure Gospel do not have much power, they do not offer much profitability. The alternative of supporting the ministry would be to tempt pastors to twist the message of free forgiveness and salvation, to change it into something more lucrative.  Because the devil helps false preachers, giving them fame and wealth for preaching the salvation by works, and other lies. Sadly, such preachers are common, and therefore many people reject the Christian faith, because they have never really heard it.  We will reap what we sow. 

   There is another striking thing in the epistle: Paul wants us to dare to correct and try to restore the Christian brothers of our congregation who are caught in some fault. This part of the life of faith does not interest us so much, because we don´t like confrontation, and we fear that in the conversation the other will point to our sins.   But if no one is prepared to risk correcting anyone, who is going to save me when I need correction? Who will help  you ?   We need to risk correcting each other within the congregation, with all humility, and much prayer.     

   But hey, overall, Pablo's advice isn't very unpleasant, at least at a short glance. But living them, yes, this is going to require a lot of faith.   

    What Jesus Christ tells us today about the life of faith is different, and even more difficult, I think. In short, our Lord tells us: “Don't worry, Christian, about anything. Food, clothing, life, none of these should give you worries, or deviate from your main goal, which is to seek the kingdom of God and his justice.   Yes, wear your mask and clean your hands, but you are not afraid of Covid19, God is greater than a virus. 

     These days we know more than ever how difficult it is to trust the Lord correctly, not to doubt that the other needs will be added by the same gracious God who has provided us with saving justice in Christ Jesus himself. 

    The rule of Jesus is, “ don't worry, never ever. "   Not for work, not for children, not for the future. Worrying or toil about material things or even life, is a sign of faith incorrect. So don't do it. Do not worry. 

     How do you think? Unrealistic? Impossible? What would we talk about over coffee if we didn't have our worries? 

     Well, if not worrying was a normal or easy thing, it wouldn't have been necessary for Jesus to teach it. Thus, it is helpful that today we also have the example of the widow woman of Sarepta to consider. Because even though her story is tough, there is a lot of hope for us in her. 

     Our reading of the Old Testament comes from a difficult time for the People of God, the People of Israel. The Kingdom of David and Solomon had divided in two, the kings were idolaters, and God was punishing the land with a drought and famine, to bring his people to repentance. And, adding insult to injury, the Lord sent his prophet Elijah to live with a widow outside of Israel, in the land of Sidon. 

     God gave an order to this widow, to sustain Elijah, but it seems that God didn´t explain everything to her. Apparently there were hidden details, details full of promise, waiting to be announced to her by the mouth of the prophet. 

     When Elijah arrived at the city gate, the widow who was there gathering wood; and he called her: I beg you, bring me a little water in a glass, so that I can drink. It seems that she understood the order she received was from a true God, and that Elijah was the man upon whom the Lord had given her the order to sustain him, because she went to bring it to him.   

 But at this moment, how was her faith? Did she have confidence in the love and protection of this Lord God of Elijah? It is difficult to say. Because, when Elijah called her again, and said: “Please bring me a morsel of bread also in your hand,” she replied: “As Jehovah your God lives, I have no baked bread; I only have a handful of flour in the jar, and a little oil in a jar; and now I was gathering two sticks of firewood, to go in and prepare it for me and my son, so that we could eat it, and then die." 

Does she have a voice of faith, or of resignation? 

    Here we see a picture of the difficulty we encounter when trying to judge the faith of a human being. Even the best Christians, even people chosen by God for great works, still have doubts and lack of hope. This widow of Sarepta, a servant chosen by the Lord, still needs to hear, like all of us, some good news, a consoling Word, in order to be encouraged, revived. 

     So, let's go to the good news, to the Gospel.  Because Elijah said to her: Do not be afraid; go, do as you said; but make me first of it a little cake baked under the ashes, and bring it to me; and then you will do for yourself and your child. For this is what the LORD God of Israel has said: The flour in the jar will not run out, nor will the oil in the jar diminish, until the day when the LORD rains on the face of the earth.  

    What part of this proclamation was the key the Holy Spirit used to convince the widow to obey Elijah? The authority in Elijah's voice? The audacity of the promise? I do not know, nor can I say if at this moment the widow had saving faith. But, the important thing is that God was going to save her. 

     We see in this a point of Christian doctrine that may sound strange, especially on a day when we sing "Give me more faith."  Eternal salvation does not depend on the strength of our faith. It is received only by faith, yes, but it does not depend on faith.  Salvation depends on the will and goodness of God. Faith is essential, but it is only the means by which we receive the gift of forgiveness and salvation, like a glass that receives water. It is the water that gives life, not the glass. But the glass is essential too. And both faith and salvation are worked in us by God, through the proclamation of his Word of Promise. The Spirit creates a faith in us, the vessel which receives the promises of God. 

     Consider this woman: suffering from famine, prepared to die, along with her child. Its very sad. But despite all this, God did not forget her.  Nor did he forget his prophet. The Lord had concern for all three. But He was more concerned with the Word and its spread. Because as the Lord Jesus teaches us, the Kingdom of God does not depend on material things, not on flour and oil, or on clothes or houses. Rather the Kingdom depends on the Word, the will of God, announced in human languages. Thus, we see that God used this miracle of flour and oil not only to save life for a time, but also to reveal his grace and eternal love to this woman.   

     Material things are important, for this earthly life, and even more because God uses them to communicate the Word of Justice. The prophet needs strength to preach, and that is why God provides him with his daily bread. And, as with the widow of Sarepta, God decided and gave an order beforehand, that you receive the most important thing.  

   Before your birth, God decided to save you; He had already planned your baptism. Before your conception, God prepared His saving Justice to give it to you. He prepared it on a Cross. Before the Creation of the Universe, the Lamb of God was slain, because God knew it was necessary in order to have you in His kingdom. All of this prepared in advance, to ensure your blessed future.  Then, with confidence in the future, we will naturally live without undue worry, and with kindness to our neighbors, especially to those of the family of faith. Yes Lord, give me more faith.    

     Today, all this, which has been given to you many times, the Spirit is giving you again. The widowed woman of Sarepta had a jar of flour and a jar of oil that were never exhausted, until the drought and famine were relieved. You have something better. Because God has ordained that this bread and this wine never run out. And by this bread and wine, converted to be also the body and the blood of Christ, God gives you his forgiveness, his strength and his infinite life, to you, and to you, and to all His church, until Jesus returns to inaugurate visibly His Eternal Kingdom.  

    So, let us seek God's righteousness by receiving his Word in our ears, by which we see the crucified and risen Christ, and our faith will be strengthened with the best promises. Let us enter the Kingdom of God through the eating of this mysterious banquet, in which we have the most intimate communion with the Lord. Do not worry, rather, come, receive, and rejoice. The Kingdom is yours, in the Name of the Father and of the Son and of the Holy Spirit, Amen. 


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