Sermón del 15º domingo después de Trinidad, primero en castellano, luego en inglés
Sermon for the 15th Sunday after Trinity, first in Spanish, then in English
Decimoquinto Domingo después de
Trinidad
20 de septiembre, A+D 2020
Que al afligido da la paz, La fe que salva del temor;
Fe de los santos galardón, Gloriosa fe de salvación.
Dame la fe, que trae poder, De los demonios vencedor;
Que fieras no podrá vencer, Ni dominarla el opresor,
Que puede hogueras soportar, Premio de mártir alcanzar.
Dame la fe que vencerá, en todo tiempo, mi Jesús;
Dame la fe que fijará Mi vista en tu divina cruz;
Que puede proclamar tu amor; Tu voluntad hacer ,Señor.
Dame la fe que da el valor, que ayuda al débil a triunfar,
que todo sufre con amor, Y puede en el dolor cantar,
Que puede el cielo escalar, O aquí con Cristo caminar.
Dame más fe. Hemos cantado “Dame
más fe…”
También, en una nota particularmente
consoladora para mí, San Pablo enseña sobre la importancia de compartir con y
apoyar a los ministros de la Palabra, los que enseñan la Ley y el
Evangelio. Es lógico, ¿no? Si queremos tener pastores para proveernos
los dones de Cristo a través de su Palabra y los Sacramentos, tendremos que
apoyar a ellos, porque, hablando económicamente, la Ley dura y el Evangelio
puro no tienen mucha potencia, no ofrecen mucha rentabilidad. La alternativa de apoyar al ministerio sería
tentar a los pastores a torcer el mensaje del perdón y salvación gratis, para
cambiarlo en algo más lucrativo. Porque
el diablo ayuda a los predicadores falsos, dándolos fama y riqueza por predicar
la salvación por obras, y otras mentiras.
Tristemente, tales predicadores son comunes, y por ende mucha gente
rechazan a la fe cristiana, porque nunca
la han oído de verdad. Segaremos lo que
sembramos.
Hay otra cosa llamativa en la epístola: Pablo quiere que nos atrevamos corregir e
intentar restaurar a los hermanos cristianos de nuestra congregación que sea
sorprendido en alguna falta. Esta parte
de la vida de fe no nos interesa tanto, porque no nos gusta la confrontación, y también tememos que en la conversación el otro vaya a apuntar a nuestros pecados. Pero si nadie está preparado para arriesgar
corregir a nadie, ¿quién va a salvar a mí, cuando yo necesite corrección? ¿Quién te ayudará a ti? Necesitamos arriesgar corregir los unos a los
otros, dentro de la congregación, con toda humildad, y mucha oración.
Pero bueno, en general, los consejos de
Pablo no son muy desagradables, al menos por un vistazo corto. Pero vivirlos, esto sí, va a requerir mucha
fe.
Lo que hoy nos dice Jesucristo sobre la
vida de fe es diferente, y aún más difícil, creo. En resumen, nuestro Señor nos dice: “No te
preocupes, cristiano, de nada. Comida,
ropa, vida, ninguna de estas deben darte preocupaciones, ni desviarte de tu
meta principal, que es buscar el reino de Dios y su justicia. Si, lleva tu mascarilla y limpia las manos,
pero no temas a la Covid19, Dios es mayor que un virus.
Estos días sabemos más que nunca qué
difícil es confiar correctamente en el Señor, de no dudar que las otras
necesidades serán añadidas por el mismo Dios gracioso que nos ha provisto la
justicia salvadora en el mismo Cristo Jesús.
La regla de Jesús es, “no os preocupéis,
nunca jamás.” No por el trabajo, ni por
los niños, ni por el futuro.
Preocuparse o afanarse a cerca de las cosas materiales o aun de la vida,
es una señal de una fe incorrecta.
Entonces, no lo hagáis. No os
preocupéis.
¿Cómo os parece? ¿Irrealista?
¿Imposible? ¿De qué hablaríamos
mientras tomamos un café si no tuviéramos nuestras preocupaciones?
Bueno, si no preocuparse era una cosa
normal o fácil, no hubiera sido necesario que Jesús lo enseñara. Así, es útil que hoy también tenemos el
ejemplo de la mujer viuda de Sarepta para considerar. Porque, a pesar de que su historia es dura,
hay mucha esperanza para nosotros en ella.
Nuestro lectura del Antiguo Testamento
viene de un tiempo difícil para el Pueblo de Dios, el Pueblo de Israel. El Reino de David y Solomon había dividido en
dos, los reyes eran idolatras, y Dios castigaba a la tierra con una sequía y
hambruna, para llevar a su gente al arrepentimiento. Y, añadiendo insulto sobre herida, el Señor
envió su profeta Elías a vivir con una viuda fuera de Israel, en la tierra de
Sidón.
Dios dio una orden a esta mujer viuda, que
ella sostenga a Elías, pero no parece que Dios le explicara todo a ella. Aparentemente había detalles escondidos,
detalles llenos de promesa, que esperaba ser anunciado a ella por la boca del
profeta.
Cuando Elías llegó a la puerta de la
ciudad, la viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó: Te ruego que
me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba. Parece que ella
entendió la orden que recibió fue de un Dios verdadero, y que Elías fue el
hombre sobre quién el Señor la había dado la orden de sostenerle, porque ella
fue para traérsela.
¿Ella tiene una voz de fe, o de resignación?
Aquí vemos un cuadro de la dificultad que encontramos cuando intentamos juzgar la fe de un ser humano. Aun los mejores cristianos, aun las personas elegidas por Dios para grandes obras, todavía llevan dudas y faltan esperanza. Esta viuda de Sarepta, sierva elegida por el Señor, todavía necesita oír, como todos nosotros, alguna buena nueva, una Palabra consoladora, para ser reanimada, revivificada.
Entonces, vamos a las buenas nuevas, al Evangelio. Porque Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.
¿Cuál parte de esta proclamación fue la clave que el Espíritu Santo usó para convencer a la viuda a obedecer a Elías? ¿La autoridad en la voz de Elías? ¿La audacia de la promesa? No sé, ni puedo decir si en este momento la viuda tenía fe salvadora. Pero, lo importante es que Dios iba a salvarle.
Vemos en esto un punto de la doctrina cristiana que puede sonar raro, especialmente en un día en que cantamos “Dame más fe.” La salvación eterna no depende de la fuerza de nuestra fe. Es recibida solamente por la fe, sí, pero no depende de la fe. La salvación depende de la voluntad y bondad de Dios. La fe es imprescindible, pero solamente es el medio por lo cual recibimos el don del perdón y salvación, como un vaso que recibe agua. Es el agua que da vida, no el vaso. Pero el vaso es imprescindible también. Y ambos la fe y la salvación, están obradas en nosotros por Dios, a través de la proclamación de su Palabra de Promesa. El Espíritu crea una fe en nosotros, la vasija que recibe las promesas de Dios.
Considerad esta mujer: sufriendo de la hambruna, preparada para morirse, junto con su niño. Es muy triste. Pero, a pesar de todo esto, Dios no la olvidó. Tampoco olvidó de su profeta. Tenía el Señor preocupación por los tres. Pero tenía más preocupación por la Palabra y su divulgación. Porque como el Señor Jesús nos enseña, el Reino de Dios no depende de cosas materiales, no de harina y aceite, ni de ropa ni de casas. Más bien el Reino depende de la Palabra, la voluntad de Dios, anunciada en idiomas humanas. Así, vemos que Dios usó este milagro de harina y aceite no solamente para salvar la vida por un tiempo, sino también para revelar su gracia y amor eterno a esta mujer.
Cosas materiales son importantes, para esta vida terrenal, y aún más porque Dios las usa para comunicar la Palabra de Justicia. El profeta necesita fuerza para predicar, y por eso Dios le provee su pan de cada día. Y, como con la viuda de Sarepta, Dios decidió y dio un orden de antemano, que tú reciba lo más importante.
Antes de tu nacimiento, Dios decidió salvarte; ya había planeado tu bautismo. Antes de tu concepción, Dios preparó su Justicia salvadora para dártela. La preparó en una Cruz. Antes de la Creación del Universo, el Cordero de Dios fue inmolado, porque Dios sabía que era necesario, para tenerte en su Reino. Todo esto preparado de antemano, para asegurar tu futuro bendito. Luego, con confianza en el futuro, naturalmente viviremos sin preocupaciones excesivas, y con bondad a nuestros prójimos, especialmente para los de la familia de la fe. Sí Señor, dame más fe.
Hoy, todo esto, que te ha sido entregado muchas veces, el Espíritu te está dando otra vez. La mujer viuda de Sarepta tenía una tinaja de harina y una vasija de aceite que nunca se agotaron, hasta que la sequía y la hambruna fueran aliviadas. Tú tienes algo mejor. Porque Dios ha ordenado que este pan y este vino nunca se agotan. Y a través de este pan y vino, convertidos en ser también el cuerpo y la sangre de Cristo, Dios te entrega su perdón, su fuerza y su infinita vida, a ti y a ti, y a toda su iglesia, hasta que vuelva Jesús para inaugurar visiblemente su Reino Eterno.
Entonces, busquemos la justicia de Dios por recibir su Palabra en nuestros oídos, por la cual vemos al Cristo crucificado y resucitado, y nuestra fe será fortalecida con las mejores promesas. Entremos el Reino de Dios a través del comer de este banquete misterioso, en que tenemos la comunión más íntima con el Señor. No os preocupéis, más bien, venid, recibid, y regocijaos. El Reino es vuestro, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
Fifteenth Sunday after Trinidad
September 20, A + D 2020
Give me more faith. We have sung "Give me
more faith ..."
Give us more faith, so that we can
have peace in affliction ... so that we can conquer the demons, and still
endure the stake, and thus reach the martyr's prize ...
Give me more faith. Do we really want it?
All of our readings
today tell us about the life of the Christian faith, and altogether it's a bit
intimidating, right?
Perhaps the epistle from the
letter to the Galatians is the mildest of the three. It speaks of not
being boastful, of not getting irritated or envious of each other, rather that
we seek opportunities to do good, especially to those of the family of
faith. All right, well, everyone agrees with these ideas, I think.
Also, on a particularly
comforting note to me, St. Paul teaches about the importance of sharing with
and supporting ministers of the Word, those who teach the Law and the
Gospel. It is logical, right? If we want to have pastors to
provide us with the gifts of Christ through his Word and the Sacraments, we
will have to support them, because, economically speaking, the hard Law and the
pure Gospel do not have much power, they do not offer much
profitability. The alternative of supporting the ministry would be to
tempt pastors to twist the message of free forgiveness and salvation, to change
it into something more lucrative. Because the devil helps false
preachers, giving them fame and wealth for preaching the salvation by
works, and other lies. Sadly, such preachers are common, and
therefore many people reject the Christian faith, because they have never really
heard it. We will reap what we sow.
There is another striking thing in the
epistle: Paul wants us to dare to correct and try to restore the Christian
brothers of our congregation who are caught in some fault. This part of
the life of faith does not interest us so much, because we don´t like
confrontation, and we fear that in the conversation the other will point
to our sins. But if no one is prepared to risk correcting
anyone, who is going to save me when I need correction? Who will
help you ? We need to risk correcting each other within
the congregation, with all humility, and much
prayer.
But hey, overall, Pablo's advice
isn't very unpleasant, at least at a short glance. But living them, yes,
this is going to require a lot of faith.
What Jesus Christ tells us today
about the life of faith is different, and even more difficult, I think. In
short, our Lord tells us: “Don't worry, Christian, about anything. Food,
clothing, life, none of these should give you worries, or deviate from your
main goal, which is to seek the kingdom of God and his justice.
Yes, wear your mask and clean your hands, but you are not afraid of Covid19,
God is greater than a virus.
These days we know more than
ever how difficult it is to trust the Lord correctly, not
to doubt that the other needs will be added by the same gracious God who
has provided us with saving justice in Christ Jesus himself.
The rule of Jesus is,
“ don't worry, never ever. " Not for work, not for
children, not for the future. Worrying or toil about material
things or even life, is a sign of faith incorrect. So don't
do it. Do not worry.
How do you
think? Unrealistic? Impossible? What would we talk about over
coffee if we didn't have our worries?
Well, if not worrying was a normal
or easy thing, it wouldn't have been necessary for Jesus to teach
it. Thus, it is helpful that today we also have the example of
the widow woman of Sarepta to consider. Because even though her story is
tough, there is a lot of hope for us in her.
Our reading of the Old
Testament comes from a difficult time for the People of God, the People of
Israel. The Kingdom of David and Solomon had divided in two, the kings
were idolaters, and God was punishing the land with a drought and famine, to
bring his people to repentance. And, adding insult to injury, the Lord
sent his prophet Elijah to live with a widow outside of Israel, in the land
of Sidon.
God gave an order to this
widow, to sustain Elijah, but it seems that God didn´t explain everything to
her. Apparently there were hidden details, details full of promise,
waiting to be announced to her by the mouth of the prophet.
When Elijah arrived at the
city gate, the widow who was there gathering wood; and he called her: I
beg you, bring me a little water in a glass, so that I can drink. It seems
that she understood the order she received was from a true God, and that Elijah
was the man upon whom the Lord had given her the order to sustain him,
because she went to bring it to him.
But at this moment, how was her faith? Did
she have confidence in the love and protection of this Lord God of
Elijah? It is difficult to say. Because, when Elijah called her
again, and said: “Please bring me a morsel of bread also in your hand,” she
replied: “As Jehovah your God lives, I have no baked bread; I only have a
handful of flour in the jar, and a little oil in a jar; and now I was
gathering two sticks of firewood, to go in and prepare it for me and my son, so
that we could eat it, and then die."
Does she have a voice of faith, or of
resignation?
Here we see a picture of
the difficulty we encounter when trying to judge the faith of a human
being. Even the best Christians, even people chosen by God for great
works, still have doubts and lack of hope. This widow of Sarepta,
a servant chosen by the Lord, still needs to hear, like all of us,
some good news, a consoling Word, in order to be encouraged,
revived.
So, let's go to the good
news, to the Gospel. Because Elijah said
to her: Do not be afraid; go, do as you said; but make me first of
it a little cake baked under the ashes, and bring it to me; and then
you will do for yourself and your child. For this is what the LORD God of
Israel has said: The flour in the jar will not run out, nor will the oil in the
jar diminish, until the day when the LORD rains on the face of the
earth.
What part of this proclamation
was the key the Holy Spirit used to convince the widow to obey Elijah? The
authority in Elijah's voice? The audacity of the promise? I do not
know, nor can I say if at this moment the widow had saving faith. But, the
important thing is that God was going to save her.
We see in this a point of
Christian doctrine that may sound strange, especially on a day when we sing
"Give me more faith." Eternal salvation does not
depend on the strength of our faith. It is received only by
faith, yes, but it does not depend on faith. Salvation depends on the will and
goodness of God. Faith is essential, but it is only the means by which we
receive the gift of forgiveness and salvation, like a glass that receives
water. It is the water that gives life, not the glass. But the glass
is essential too. And both faith and salvation are worked in us by God,
through the proclamation of his Word of Promise. The Spirit creates a
faith in us, the vessel which receives the promises of God.
Consider this woman:
suffering from famine, prepared to die, along with her child. Its very
sad. But despite all this, God did not forget her. Nor did
he forget his prophet. The Lord had concern for all three. But He
was more concerned with the Word and its spread. Because as the Lord Jesus
teaches us, the Kingdom of God does not depend on material things,
not on flour and oil, or on clothes or houses. Rather the Kingdom
depends on the Word, the will of God, announced in human
languages. Thus, we see that God used this miracle of flour and oil not
only to save life for a time, but also to reveal his grace and eternal love to
this woman.
Material things are
important, for this earthly life, and even more because God uses them to
communicate the Word of Justice. The prophet needs strength to preach, and
that is why God provides him with his daily bread. And, as with the widow
of Sarepta, God decided and gave an order beforehand, that you receive the most
important thing.
Before your birth, God decided to
save you; He had already planned your baptism. Before your conception,
God prepared His saving Justice to give it to you. He prepared it on a
Cross. Before the Creation of the Universe, the Lamb of God was
slain, because God knew it was necessary in order to have you in
His kingdom. All of this prepared in advance, to ensure your blessed
future. Then, with confidence in the future, we will naturally
live without undue worry, and with kindness to our neighbors, especially to
those of the family of faith. Yes Lord, give me more faith.
Today, all this, which has been
given to you many times, the Spirit is giving you again. The widowed woman
of Sarepta had a jar of flour and a jar of oil that were never exhausted, until
the drought and famine were relieved. You have something
better. Because God has ordained that this bread and this wine never run
out. And by this bread and wine, converted to be also the body
and the blood of Christ, God gives you his forgiveness, his strength
and his infinite life, to you, and to you, and to all His church, until Jesus
returns to inaugurate visibly His Eternal Kingdom.
So, let us seek God's righteousness
by receiving his Word in our ears, by which we see the crucified and risen
Christ, and our faith will be strengthened with the best promises. Let us enter
the Kingdom of God through the eating of this mysterious banquet, in which we
have the most intimate communion with the Lord. Do not worry, rather,
come, receive, and rejoice. The Kingdom is yours, in the Name of the
Father and of the Son and of the Holy Spirit, Amen.