Friday, December 25, 2015

Que Tú Recibas Mas Esta Navidad

El Nacimiento de Nuestro Señor – Día de Navidad, Servicio Matutino
Que Tú Recibas Mas Esta Navidad - San Lucas 2:1-20

     Que tú recibas más esta Navidad.  Esta frase me suena como un anuncio de una tienda, un eslogan, quizás de Corte Ingles, Fnac, o MediaMarkt.  Y de verdad, aunque el Nacimiento de Jesucristo es la fundación para la fiesta más grande en todo el mundo, para la mayoría, la fiesta no tiene mucho que ver con la verdadera historia de Jesús.  Realmente, el modo común de celebrar la Navidad tiene mucho que ver con el ocio, los placeres, y las compras, mucho de consumismo. 


     La comercialidad de la temporada causa otra tradición anual: las quejas sobre el hecho que, para demasiada gente, la Navidad es solamente una excusa para recibir regalos.  Pastores, sacerdotes, y probablemente rabinos también protestan porque debemos simplificar y hacer algo diferente con la temporada navideña.

     Muy bien.  Las quejas sobre el comercialismo y consumismo son válidas, en un sentido.  Es posible que muchos de tus deseos sean pecaminosos y egoístas. Yo no sé.  Pero realmente, “que tú recibas más esta Navidad” no es un eslogan de una tienda.  Esto es mi deseo para ti, en esta Navidad.  Bueno, mis deseos no importan tanto.  Pero tengo buenas noticias.  Dios quiere “que tú recibas más esta Navidad.” Esto es su voluntad, para ti. 

     Que tú recibas más esta Navidad.  Realmente, no es el caso de que tú esperas demasiado.  Es mucho más probable que estés esperando muy poco, que solamente quieras cosas pequeñas.  Debes desear y esperar regalos más grandes.  Porque necesitas regalos más grandes.  Mucho más grandes, y mejores. 

     Todo el mundo sabe cómo la mayoría de los regalos de la temporada no duran.  Las baterías se gastan, los juguetes se rompen, y después de poco tiempo, los nuevos videojuegos y móviles de Samsung cambiarán a ser viejos, fuera de moda.  No hay un fin de nuestros deseos para cosas materiales, porque no hay nada de este mundo que puede durar y no envejecer. Quieres cosas buenas que no envejezcan, pero no las encuentras.  Verdaderamente, necesitas las cosas que duran, las cosas que realmente mejoran la vida.   

     Que todos nosotros recibamos más esta Navidad.  Como un fin a la violencia y la guerra.  Hay mucho odio en nuestro mundo de hoy.  Cada domingo, tenemos otra atrocidad por lo que necesitamos orar: la guerra civil en Siria, los asesinatos de cristianos y otras minorías por el Daesh, los sufrimientos de los refugiados, o los atentados en París, Mali, y California.  Sin duda, sería un deseo mejor si pudieras pedir y recibir paz en el mundo como tu regalo.  Seguramente, debemos rogar al Dios y exigir a nuestros gobiernos que las fuerzas de mal sean parados, para que tengamos paz en el mundo, como cantaron los ángeles.    

     Pero, de la propia boca de Jesús, sabemos que no vamos a conseguir una paz perfecta en este mundo.  El nivel de paz puede ser mejor o peor, y ciertamente estamos listos para una situación mejor.  Pero la paz en este mundo pecaminoso nunca será perfecta, porque cada uno de nosotros destruimos la paz con nuestros propios hechos.  Todos nosotros tenemos una parte de la responsabilidad para el ciclo del mal en el mundo.  Porque, como nos recuerda San Pablo, nosotros también en otro tiempo éramos necios, desobedientes, extraviados, esclavos de deleites y placeres diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y odiándonos unos a otros.  En otro tiempo fuimos así, y, a nuestra vergüenza, todavía hoy, tenemos que confesar que pecamos mucho cada día, si no en nuestras actos y palabras, al menos en nuestros pensamientos.  Queremos ver paz entre los hombres.  Pero necesitamos algo mejor esta Navidad.  Necesitamos recibir la paz entre los hombres y Dios.  Necesitamos recibir a Dios mismo.  
  
     Que tú recibas más esta Navidad.  ¿Pero, deseas a Dios mismo, de verdad?  Nuestro impulso, aun como cristianos, es huir de Dios, es evitar a Dios.  Cada vez que Dios le aparece a una persona, o aun solamente uno de sus ángeles, la reacción es siempre la misma: temor. Temor, y a veces terror.  Recuerda Moisés y la zarza ardiente, cayendo en su rostro lleno de miedo, al oír la voz del Señor.  O a Isaías, llevado al corte celestial del Señor, gritando: “¡Ay de mí! Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos… porque han visto mis ojos al Rey, el Señor de los ejércitos.”  La primera palabra del ángel a los pastores fuera de Belén tenía que ser: “No temáis,” porque los pastores tuvieron gran temor.  Es temeroso encontrar a los seres celestiales, y aún más a Dios mismo.  Dios es santo, y todopoderoso, completamente opuesto al mal, contra el pecado, un fuego consumidor.  Sabemos solo un poco de cómo es Dios, y sin embargo, cuando tenemos el coraje para considerar nuestra vida honestamente, la idea de encontrar a Dios nos da miedo. 

     Por miedo de nuestros pecados, y por nuestra vergüenza de ser pecadores, muchas veces no queremos las cosas mejores, no queremos recibir a Dios mismo.  Es más fácil distraerse con divertimiento, con juguetes para nuestros niños y comidas buenas para nuestras familias.  Hemos vivido en esta manera desde siempre.  Pero, sin embargo, Dios quiere que tú recibas más esta Navidad, que tengas el único regalo que puede darte paz, salud y alegría, para siempre.  Por eso, Dios vino.

     Dios vino, para que tú puedas recibir los mejores regalos.  Él vino con un propósito, el propósito de salvarte.  Dios vino, en la forma de un niño, para redimir cada etapa de tu vida.  Como San Pablo dice en Gálatas, capítulo 4, “Cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley,  a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijos.” (Gálatas 4)  Esto es la Navidad.  Y es buenas noticias para ti, porque, como oímos en la epístola de hoy, “cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia la humanidad, Él nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo, que Él derramó sobre nosotros  abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador,  para que justificados por su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna.”   


     Que tú recibas más esta Navidad.  No hay necesariamente un problema con las compras y los deseos de recibir juguetes o ropa o coches o cualquier otro bien de este mundo.  Todos los bienes verdaderos vienen de Dios.  El dar regalos puede ser una celebración buena del nacimiento de Cristo, y para que podamos dar regalos, alguien necesita recibirlos.  Seguramente, necesitamos cuidado en esto, para que no hagamos un Dios del consumismo, un ídolo de las cosas materiales.  Porque hay solo un Dios verdadero, Él que ha venido a nosotros, durmiendo en un pesebre, esperando el Día en el que haría el Sacrificio que te salva.  Las compras y los los regalos no hacen la Navidad.  La Navidad es Dios dándote el regalo mejor, que es sí mismo, como tu Salvador. 

     Es maravilloso, de verdad.  Para tenerte como su propio hijo, Dios Padre nos dio su único Hijo, el Hijo de la eternidad, quién hace 2000 años nació de la Virgen María.  Cristo Jesús vino, para llevar toda la violencia, todo el odio, todo el egoísmo y todo el mal en el mundo.  Jesús, que recordamos hoy como un niño, creció al ser el Hombre de Sufrimiento, para que tú no necesitas sufrir el castigo justo contra tus pecados.  Esta historia, sin los detalles claves, puede parecer como una historia muy fea.  Sin embargo, es la mejor historia de amor, y de paz.  Porque, aunque parecía tan pequeño y débil, de verdad, este Jesús, desde su concepción hasta su muerte en la Cruz, ha sido el todopoderoso Dios, el Dios de toda la riqueza, el Dios de toda la gloria.  Pero aún más que el poder o la riqueza o la gloria, este Niño en el pesebre es el Amor de Dios.  Él quiere darte el regalo mejor de todos, el regalo de sí mismo, como tu Salvador, tu Amigo y Buen Pastor, hoy, y hasta siempre. 
  
     Para que tú recibas más esta Navidad, hoy Jesús envía su Espíritu Santo, para revelar estas buenas nuevas, para que tú confíes en ellas, y puedas descansar en las promesas.  Necesitamos la ayuda del Espíritu Santo constantemente, porque la salvación es por fe, y no es muy fácil creer el evangelio, especialmente en este mundo violento y lleno de pena.  No podemos ver las pruebas, y por eso no es fácil creer que vayas a recibir todos los regalos prometidos, como vida y paz eterna, como una existencia completamente libre de mal.  Es aún más difícil creer que tus propios pecados son perdonados.  Por tus dudas y por las mentiras del mundo y de satanás, quizás tu corazón está muchas veces lleno de duda.

     Por eso, Jesús te dice hoy: todos tus pecados son perdonados por mí Padre, porque todos tus pecados están perdonados, en mí, en mí propio cuerpo.  Todo esto es verdad, es mi evangelio para ti. 

     Las promesas de Cristo son verdaderas.  Y para que tú puedes creer y empezar regocijándote, aunque todavía vives en este mundo, Jesús ha dado a su iglesia las siguientes tareas: “Proclamar todos los días que yo he cambiado la madera de mi pesebre para la madera de mi cruz.” “Proclamar sin cesar que he quitado los pecados del todo el mundo, y que vengo todavía, en mi Palabra, en mi Bautismo, y en mi Cena, para quitar todos tus pecados, y darte mi justicia, santidad, y paz.”  “Aquí,” promete Jesús, “tú recibes los mejores regalos, directamente de Dios.”   


     Cuando la iglesia proclama este mensaje buenísimo, Jesús ha prometido que estará allí, con su iglesia, para entregar los regalos.  Y además, en los rebaños de Cristo, en la congregación, sea grande o pequeñita, también Jesús te regala una familia, hermanos verdaderos, unidos contigo, por la misma fe en el Evangelio de perdón y paz. Estas son las promesas del Niño de Navidad, su mejor regalo, para ti, hoy, y todos los días, en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén.