Sunday, July 2, 2017

La Visitación – Salvador del Mundo Ven – San Lucas 1:39 - 56

La Visitación - Salvador del Mundo Ven

     Siempre me gusta cuando el leccionario nos da la oportunidad de volver al Adviento y la Navidad en medio del verano.  Hoy la tenemos, con la celebración de la Visitación de María a su prima Elisabet, justo después la Anunciación, cuando el ángel Gabriel vino a María para anunciar la maravilla que ella iba a ser la Madre de Dios.  La Encarnación, la muy buena noticia que el Hijo de Dios fue hecho carne para salvarnos, es nuestro enfoque hoy.  La canción de su Madre María, cantada en el momento de su visita a Elisabet, nos va a servir un poco como nuestro lente a través de que vamos a considerar la buena noticia, que Dios en Cristo fue hecho hombre. 

     Junto con el Cántico de María, que se llama el Magníficat, vamos a usar nuestro himno del día, Salvador del Mundo Ven, un himno muy anciano del Adviento y la Navidad, como esqueleto del sermón.  Fue escrito en el siglo cuatro por Ambrosio, Obispo de Milano, y es una joya de la Iglesia.  Así, vamos a cantar una estrofa, oír algunos comentarios sobre el tema del día, entonces la segunda, comentarios, la tercera, etc.  Vamos entonces a la primera estrofa del himno. 

1. Salvador del mundo, ven,
Hijo de la Virgen es,
Maravilla sin igual
Nacimiento virginal.

     Ciertamente hay demasiado para considerar en la Visitación.  Hoy, cuando el gobierno británico está planificando la muerte del niño Charlie Gard, aunque sus padres quieren llevarlo a los EEUU para un tratamiento nuevo, y tienen el dinero para hacerlo, sería apropiada que hablemos del valor de la vida, desde la concepción hasta la muerte.  También desde el vientre de Elisabet, Juan el Bautista nos enseña que no solamente son los niños en útero personas, seres humanos creados por Dios, pero también pueden tener fe, saltando en alegría al saber que la madre del Señor está llevando el Cristo a medio de nosotros.  Además, Dios en Cristo ha honrado a todos los seres humanos por convertirse en uno.  Por todo esto, cada vida individual es preciosa, y merece nuestra protección.    

    Por otro lado, podríamos hablar del honor que anuncia Elisabet, exclamando como María es “Bendita entre las mujeres” y llamándola “Madre de mi Señor.”  Es justo que celebramos y honramos a María hoy, porque Dios lo ha hecho, y porque a través de ella, el Cristo ha venido a nosotros.  No puede ser un mejor honor dado a ninguna persona.

     El Cántico de María, el Magníficat, es uno de los primeros y más importantes canciones de la Iglesia.  Y de verdad, Ambrosio y María tratan en gran parte de los mismos temas.  María, en las primeras líneas del Magníficat, dice:

Engrandece mi alma al Señor;
Y mi espíritu se regocija
en Dios mi Salvador. 
Porque ha mirado la bajeza de su sierva. 

     Buenas noticias, Dios es el Salvador del mundo lleno de las personas bajas.  Es decir, aunque es temeroso considerar que cualquier persona lleva el Hijo de Dios hecho carne dentro de su propio cuerpo, no obstante, es una buena noticia, porque Dios ha venido para salvar, para rescatar a los hombres, que son todos bajos, todos pecadores, todos en necesidad de salvación.  ¡Y el Salvador ha venido! 

2. Carne no lo concibió,
Del Espíritu nació.
Hombre vino Cristo-a ser
Nace fruto de mujer.

     Carne no lo concibió.  Como nos enseña San Juan en el primer capítulo de su Evangelio, la concepción y el nacimiento de los hijos de Dios vienen de la concepción y el nacimiento de Cristo, el Hijo Unigénito de Dios.  Como es Cristo, también son los cristianos, en el sentido derivativo y apropiado: no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

     Esto, entonces, es el significado de que el nacimiento del Cristo fue virginal:  Salvación pertenece a Dios, y viene de Dios, cien por ciento.  Porque, desde el fracaso de Adán en no proteger a su esposa del ataque de la serpiente, todos los descendientes de Adán han sido pecadores, sin la capacidad de contribuir a su propio rescate.  La culpa pertenece a todos, porque somos todos sus descendientes, todos somos pecadores.  Pero la transmisión del pecado y de la culpa a los hijos es por parte de los varones, no las madres, porque Dios originalmente le dio la responsabilidad a Adán, y él fracasó. 

     Pero Dios no aceptó nuestro fallecimiento.  Desde la Caída en Pecado, Dios ha sido anunciando su intención de corregir el fracaso de Adán.  Moisés nos dio una predicción del nacimiento virginal en Génesis capítulo 3, en la promesa de “la simiente de la mujer”, que vendría para derrotar a la serpiente.  Ahora, en la Encarnación, vemos que el fracaso del primer Adán ya ha sido asumido por el nuevo Adán, el Nuevo y Único Hombre capaz de salvar al mundo.

     Por eso es apropiado e importante reconocer y honrar a la nueva Eva, María, madre del Nuevo Adán.  Pero necesitamos cuidado, porque es muy fácil enfocar demasiado sobre su persona, dado que su vida y experiencia son absolutamente únicas.  Sobre todo, siguiendo sus propias palabras, la Iglesia se junta a María en confesar que el Niño engendrado en ella es el Señor y Salvador, vino para ayudar a la bajeza de nosotros, empezando con María misma, la sierva baja de Dios.  Ella confiesa su necesidad de un Salvador, y en fe recibe a Él, porqué Él recuerde su misericordia, que es de generación en generación. 
    Que el Espíritu nos ayude hacer lo mismo siempre.    

3. En el vientre concibió,
Virgen casta-ella quedó.
La virtud resplandeció,
Dios, su trono, reveló.

     El tabernáculo de Dios está entre los hombres, y El habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. (Apoc 21:3)  Empezando  con el sueño de Jacob, cuando se dio cuenta que el Señor estaba presente en el mismo lugar que él, y Jacob no lo sabía, y continuando durante los años del Tabernáculo en el desierto y el Templo en Jerusalén, la promesa que Dios moraría con su pueblo fue repetido y revelado un poco más y un poco más.  Pero ahora, en la Encarnación, Dios reveló su trono, que siempre ha estado en los cielos.  Ahora también, en el momento de la Visitación, su trono fue María misma.  El Señor exaltó a esta humilde joven, haciendo en ella durante un tiempo el trono de su Hijo. 

      Por eso, por causa de Emanuel, Dios con nosotros, Juan el Bautista y su madre Elisabet se regocijaron, y también María brotó en canción.  Aunque todavía quedaba la pregunta de cómo pudiera ser que el Santo Dios morara con pecadores, la buena noticia es indiscutible:  en el Hijo de María, quien es también el Hijo de Dios, el Señor mora con nosotros, acordándose de la misericordia, y las promesas que hizo a Abraham y su descendencia para siempre.

4. De la-altura descendió
Para darnos salvación.
De la muerte infernal,
Volvió-al trono celestial.

     Para solucionar un problema, es necesario enfrentarlo directamente.  Todo el mundo le gusta celebrar la Navidad, no importa la fe personal que se tiene, especialmente porque en el norte nos da una excusa para una celebración en medio del invierno.  Pero sin una conexión a la finalidad del camino del Niño Jesús, la Navidad es una fiesta vacía, sin el poder de ofrecer una esperanza cierta.

     Es importante que la Iglesia siempre recuerde lo que también supo María, que una espada iba a traspasar aun su propia alma, que la madera del pesebre se convertiría en la madera de la Cruz.  Nuestra amenaza principal siempre ha sido la muerte causada por nuestro pecado.  Por consiguiente, el Hijo de Dios entronizado temporalmente en el matriz de María siempre estaba andando al Calvario. 

     También siempre estaba en camino a su trono celestial, que implica que la Cruz no sería la palabra final.  Pero allí está, no podemos ignorar la Cruz.  Más bien, considerémoslo diariamente.     

5. ¡Oh Santísimo de Dios!
Lo que-el hombre mereció,
Soportaste-hasta la cruz,
Para darle gracia-y luz.

     Nunca queremos considerar que un niño sufra del mal de los hombres.  Por eso el caso de Charlie Gard en Inglaterra está en las noticias, y debe darnos mucha preocupación.  Aun menos queremos pensar que el Santísimo de Dios, el Hijo Jesucristo, tuvo que sufrir no solo por el pecado de los hombres, pero por mi pecado, y vuestro pecado.  “Lo que el hombre mereció” no refiere a una persona anónima, refiere a mí.  Refiere a vosotros. 


     Una de las varias paradojas de la vida cristiana es que, aunque vivimos en y desde el perdón de los pecados, nos sentimos nuestros pecados más y más con el paso del tiempo.  Se puede parecer a otros que un buen cristiano está creciendo en santidad todos los días de su vida, pero la realidad es que, cuanto más que un cristiano acerca a Dios a través de Cristo, cuanto más grave sus propios pecados le van a parecer.  Pero, aunque difícil, esta realidad es también una bendición, porque esta paradoja nos fuerza depender más y más en Cristo, y no en nosotros mismos.  Y la dependencia en Cristo es buena, es la vida, es el lugar de donde vemos su gracia y luz.  Entonces, los cristianos viven día tras día en arrepentimiento, en oración, … y en alegría, porque el Padre siempre está listo de perdonar, en el nombre de Jesús, quién soportó a todo, para redimirnos de todo pecado.     

6.  Tu pesebre-en esplendor,
Da-en la noche resplandor.
Las tinieblas huyen ya,
Pues la fe ha de brillar.

   La fe ha de brillar.  Aunque todavía hay muchos desafíos en la vida cristiana, la fe tiene que brillar, porque su objeto es Cristo, Dios hecho hombre.  Cristo es la luz del mundo, y aún más, junto con su Padre, Jesús es la luz de los cielos, la fuente de toda luz y vida. 

     Esta luz brilló desde el mismo cuerpo del Cristo resucitado, durante los cuarenta días entre la Resurrección y la Ascensión, y todavía lo hace.  En Cristo, la misión de salvación ya está completado.  Por eso, Elisabet se regocijó.  Por eso María cantó, y también nosotros. 

     Como escribió San Pablo a Timoteo, “indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne,  Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria. 
     Entonces, con María y Elisabet, con todos los ángeles, con la Iglesia triunfante, y la Iglesia militante en toda la tierra, cantemos la última estrofa de nuestro himno, exaltando al Santísimo Trinidad, en quien tenemos perdón, salvación, y vida eterna, Amén. 

7. Gloria-al Padre eternal,
Gloria-al Hijo Redentor,
Gloria-al Santo-Espíritu, 
Será por eternidad.  

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