Monday, July 9, 2018

El Último Cuadrante


El Sexto Domingo después de la Trinidad
El Último Cuadrante

     Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.       Éste es el Evangelio del Señor.  

     ¿En serio?  ¿Este es una buena noticia, que nuestro adversario pueda echarnos en la cárcel, hasta que paguemos el último cuadrante, es decir, el último céntimo de nuestra deuda?  No me suena como una buena noticia. 

     Pues, entendemos que la palabra Evangelio tiene matices de significado.  Los cuatro libros que se llaman “evangelios” son en total buenas noticias, pero no son exclusivamente llenos de buenas noticias en cada versículo.  Toda la Biblia es una mezcla de Ley y Evangelio, desde Génesis hasta Apocalipsis.  Pero es un poco gracioso cuando nuestra lectura del evangelio en un determinado domingo termina en una palabra de ley fuerte, y luego digo: Éste es el Evangelio del Señor.

     La cuestión más aguda es ¿qué haremos con esta Palabra de Dios?  Es cierto que el discurso de Jesús que hemos oído hoy es fuerte.  Fíjate como el Señor nos pone muy incómodos.  Dice que la ley de Dios tiene que ser cumplido, cien por ciento, sin excepción, “Ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.”  Además, nuestra justicia tiene que superar la de los fariseos, quienes serían las personas más religiosas que nunca hubiéramos visto. 

     Y la interpretación de la ley por Jesús es novedosa, y sumamente exigente.  “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, o Idiota, quedará expuesto al infierno de fuego.” Finalmente Jesús pone la carga de ser justo ante el juez directamente sobre nuestros hombros: “Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.”

     Estos es de verdad una mala noticia para nosotros, para los cristianos igual que para los incrédulos.  Porque según Jesús, asesinamos los unos a los otros cada día.  El enojo y los insultos son tan comunes en nuestra vida como comida y bebida.  Y lo peor es que el Señor continúa en la misma línea en los siguientes versículos de Mateo, capítulo 5, enseñándonos sobre el adulterio de los pensamientos, la realidad mentirosa de nuestras promesas, y el requisito de Dios que amemos a nuestros enemigos.  Según la proclamación de la ley por Jesús, somos perdidos, sin esperanza.   

     Yo solía pensar que la Iglesia inventó el purgatorio en la Edad Media por razones pecuniarias, para ganar más dinero.  Después de todo, la proclamación de indulgencias que movió a Lutero a chispar la Reforma fue autorizada por el Papa para pagar el techo de la basílica de San Pedro en Roma.  Pero tal vez el motivo original fue un poco mejor, todavía equivocado, pero más misericordioso.  El purgatorio es la enseñanza falsa que los pecadores con una deuda de pecado en el día de su muerte van a un lugar entre el infierno y el cielo, donde pagan en sufrimientos por sus pecados restantes para eventualmente ganar al cielo.  El purgatorio ha sido utilizado para ganar dinero, seguramente, pero tal vez fue inventado por un pobre teólogo quién no pudo encontrar una salida de las palabras de Jesús en Mateo 5. 

     El problema con purgatorio o cualquier otro esquema en lo cual tenemos que pagar el último céntimo de nuestra deuda de pecado es que el tesoro divino solo acepta monedas puras y perfectas.  Los sacrificios tienen que ser sin manchas o defectos. 

     Es como si aquí en la calle Serrano hubiera una tienda tan exclusiva que solamente aceptarían euros perfectamente nuevos, billetes sin ninguna arruga ni mancha.  Pudiéramos entrar en tal tienda con un millón de euros viejos: no valdría nada.  Sabéis como es: una vez doblado, una vez manejado por manos sudosas o sucias, un billete nunca puede ser nuevo otra vez.  Si intentamos limpiar o planchar el billete, su imperfección será aún más obvio. 

     Y así es con Dios y el pago de la deuda del pecado humano.  En teoría, pudiéramos, con suficientes años, tal vez un millón de años, sufrir y pagar nuestra deuda en un purgatorio, si existiera tal lugar.   Es teóricamente posible, excepto por el hecho de que ninguna obra nuestra de expiación puede evitar ser manchada por nuestra pecaminosidad.  Nuestros sacrificios nunca son perfectas.  Somos como esos billetes sucios. 

     Si la tomamos en serio, no nos gusta nuestra lectura del Evangelio de hoy, porque sabemos que no hay ninguna salida para nosotros.  Por nuestra parte, tenemos que enfrentar la realidad de que nunca podemos pagar el último cuadrante.  Mala noticia, sin duda. 

     Pero no desesperéis.  El discurso de Jesús hoy es muy, muy duro.  Pero no desesperéis, porque no es sobre vosotros.  No es sobre ti, ni ti, ni tampoco es sobre mí.  El discurso es verdad.  Es la Palabra de Dios, y la interpretación correcta de la Ley.  Y, como cada Palabra de Dios, tiene una aplicación para nosotros.  Pero primeramente y principalmente, como fue su hábito, Jesús está predicando acerca de sí mismo.

     A veces es más obvio que otros, pero Jesús fijó el patrón en su primer sermón registrado, cuando entró en la sinagoga de Nazaret, leyó las promesas de Isaías del Salvador que vendría, y luego dijo:  Hoy esta escritura está cumplido en tus oídos.  O cuando, antes de su Cruz en San Juan, y después de su Resurrección en San Lucas, Cristo explicó que toda las Escrituras, todo el Antiguo Testamento, habla de Él y su misión.  La Biblia entera, incluso los discursos de Jesús, es sumamente Cristocéntrico, es todo sobre el Hijo de Dios, hecho hombre. 

     ¡Qué buena noticia es esto!  Volvamos a Mateo 5 un momento, y veréis lo que os digo.  Nos desmayamos cuando dice Jesús que “Ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.”  Pero escuchad bien.  Justo antes, el Señor dice algo muy importante.  “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.”  Jesús vino a cumplir la ley en su totalidad, hasta la última tilde. 

     Y esto es exactamente lo que Él ha hecho con su vida sin pecado.  El Autor de la Ley, Dios mismo, ha bajado de su trono y ha entrado en nuestra carne, para cumplir su propia ley, en nuestro lugar.  En Cristo, la ley ya está cumplido, no queda ningún requisito para cumplir.  Fue Jesús quién nunca odió, nunca sintió un deseo impuro, nunca mintió, nunca codició, siempre amó perfectamente.   

     ¿Y qué del requisito de amar a tus enemigos y hacer bien a ellos que te aborrecen?  Esto es la mejor parte.  Porque nosotros fuimos los enemigos de Cristo.  Por nuestro pecado, por nuestra rebelión contra la buena voluntad de Dios, tu y yo fuimos enemigos del Santo Dios.  No obstante, el Santo Dios, en la persona de Cristo Jesús, subió en la Cruz, para pagar el último cuadrante, el último céntimo que debimos a la Juez, su Padre Celestial.  En Cristo, no queda deuda, es cien por ciento pagado, hasta el último cuadrante. 

     Esto es la primera parte del gran intercambio.  El Santo Hijo de Dios quitó los pecados del mundo.  Todos los pecados de todos las personas son totalmente expiados, pagados no con plata ni oro, pero con su inocente sufrimiento y muerte y su preciosa sangre.  Su sangre es el pago puro, el billete de euros de valor infinito, y sin mancha, la expiación que hace puro y limpio todo lo que toca. 

     La segunda parte del gran intercambio es cuando la sangre limpiadora de Jesús toca a ti.  Como en tu bautismo.  ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 

     Nuestra motivación para vivir según los Diez Mandamientos nunca puede ser para ganar el favor de Dios, ya sabemos la futilidad de este camino.  No, la motivación de seguir la Ley de Dios es porque, aunque estuvimos sin esperanza, en Cristo hemos sido hecho vivos, justificados por su sangre, perdonados y renacidos, para vivir con Dios para siempre.  ¿Por qué no querríamos seguir la Ley que ya ha sido cumplido para nosotros?  La Ley es claramente bueno, y somos liberados de su condenación en Cristo.  Ahora, podemos atrevernos de amar a Dios y al prójimo, sin miedo. 

     La sangre de Jesús, la cual es la moneda del Reino de Dios, nos ha tocado a través del agua y la Palabra.  La sangre de Jesús es la autoridad y el poder de la Palabra de Perdón, la Absolución de Dios en todas sus formas, liberalmente proclamado a todos por el Espíritu Santo dondequiera el Evangelio está proclamado.  Y, misterio de misterios, recibimos la sangre y el cuerpo de Cristo dentro de nosotros en la Santa Cena, el Evangelio que comemos, la medicina de inmortalidad, el perdón recibido por la boca, que nos fortalece para la vida cristiana. 

     Cada vez que nos encontramos con la sangre de Cristo, el Espíritu nos anima a regocijarnos, porque es la prueba que nuestro último cuadrante ha sido pagado, y debido a esto, somos liberados, hoy, y hasta la eternidad, para vivir, y amar, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

No comments:

Post a Comment