Monday, December 3, 2018

He aquí, que vienen días. Sermón del Adviento 1


Adviento 1 (Ad Te Levavi)
He aquí, que vienen días.
San Mateo 21:1-9, Romanos 13:8-14, Jeremías 23:5-8

Adaptado del sermón de Pastor Adam Lehman,
que bendiciones sean sobre su cabeza…

En el nombre del Padre, y del + Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Los días vienen.  ¡Preparémonos!  

     Es la temporada del Adviento, un tiempo, sí, para prepararnos la celebración, en unas pocas semanas,  del nacimiento de nuestro Salvador. También es el tiempo de preparación para la Segunda Venida, el Segundo Adviento de nuestro Señor ... su regreso en el Último Día.  Por lo tanto, escuchad bien las palabras del profeta:  He aquí, que vienen días, dice Jehová. Los días están viniendo. Hay urgencia.  El tiempo es esencial.

     ¿Pero, en qué estamos realmente enfocados? ¿Oramos diariamente, “Ven, Señor Jesús, ven”?  ¿O es que olvidemos de enfocar en su regreso porque tenemos que salir de compras y queremos disfrutar de todas las ventas y decoraciones navideñas?  Tal vez lo mejor que podamos decir es que somos generosos, que queremos asegurarnos que cada persona en nuestra lista esté bien atendida, en la Navidad, y los Reyes. 

     Por supuesto, es bueno dar regalos.  Pero ojo, en medio de tanta actividad alegre, es fácil olvidar de lo que es más importante. Es fácil olvidar la urgencia con que el profeta nos llama, y pasar por alto el motivo de la advertencia que el Señor nos está declarando ... He aquí, que vienen días.

     Vienen días para que nuestro Rey venga a nosotros, el mismo renuevo justo de David, que un día pronto reinará como Rey universal, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra.  Es tiempo para preparar. 

     Nos preocupamos mucho por el tiempo, que pasa demasiado rápido, excepto cuando corre demasiado lento.  Pero los días vienen cuando toda nuestra preocupación por el tiempo terminará, porque el tiempo en sí terminará. Para todos que estén en Cristo, con la terminación del tiempo llegarán otros finales: el final de la preocupación, el final de tener que estar aquí y allá.  El estrés, los problemas de dinero, la enfermedad, la angustia, las divisiones familiares, el pecado, todos estos terminarán, y sí, vendrá el final de la muerte en sí.

He aquí, que vienen días.

     Pues, tan segura que ocurrió la entrada triunfal de nuestro Señor en Jerusalén, la que fue predicha por los profetas, esperada durante miles de años por la gente, y llevada a cabo en la plenitud del tiempo, así también, su Segundo Adviento llegará. Su venida en gloria. Su triunfo final. Su regreso para tomar su trono y su corona. En aquel día, Él no viene manso y humilde, sobre un asno.  No tomará una cruz ni llevará una corona de espinas, sino que más bien será aclamado en un triunfo mundial que lo colocará a Jesús visiblemente en el centro del universo, cumpliendo todo lo que se ha testificado de Él en las Escrituras.

He aquí, que vienen días.

     De verdad, todos nos estamos moviendo hacia este día, sea conscientemente, o no.  Por eso el tiempo es esencial. Y por eso, San Pablo nos dice que debemos levantarnos del sueño. Celebrar la Navidad con gozo está bien, siempre que recordemos que hay algo mucho más importante que las compras y las fiestas, más esencial que cocinar y decorar.

     ¡Estamos preparando el camino real para encontrarnos con nuestro Rey! ¡Estamos almacenando tesoros eternos en el cielo para disfrutarlos en la fiesta que nunca terminará! En aquella mesa allá, saludaremos a nuestros hermanos de todos los tiempos y lugares, todos nosotros alrededor del trono del Cordero, y cantaremos: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! 

La meta es gloriosa.  ¡Preparémonos!

     La primera vez que el Señor vino a nosotros, quedó indefenso y fue colocado en un pesebre. Él vino a nosotros como uno de nosotros. Se unió a nosotros en nuestra debilidad y mortalidad, aunque no fuera justo que Él sufriera, porque no tuvo ningún pecado. Pero lo hizo todo, por amor. 

     Y cuando vino a reclamar su reino en Jerusalén, su ciudad real ancestral, vino manso, y sentado sobre una asna, sobre un pollino, hijo de animal de carga. Al entrar en la ciudad, fue aclamado como rey, y las multitudes querían darle una corona.  Cinco días después, recibió una corona distinta, y lo llevaron a Él fuera de las murallas de la ciudad, burlándose de Él como un mesías fraudulento y falso, echándolo fuera de Jerusalén, para ser crucificado.

     Él vino la primera vez para sufrir en nuestro lugar, por nuestros pecados. Murió soportando nuestro castigo, sacrificándose para lograr nuestra redención. Y luego, resucitó como vencedor de la muerte, para que nosotros, su pueblo amado, pudiéramos vivir para siempre con Él.

     Y así, esperamos ansiosamente este regreso trascendental de nuestro Señor. Porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. El tiempo es esencial, porque el tiempo nos lleva a la eternidad. 

     Entonces, mientras nos preparamos para el ajetreo de la temporada navideña, preparémonos también espiritualmente para la próxima era. Encontrémonos preparados para saludar a nuestro Señor en la eternidad, ya sea que Él venga a nosotros al fin del mundo, o que vayamos a Él al final de nuestras vidas. Porque no sabemos cuándo sucederá ninguno de los dos eventos. Pero al igual que la entrada triunfal de nuestro Señor en Jerusalén, su Segundo Adviento y el fin vendrán.

     ¿Y cómo podemos prepararnos?  Empecemos por recordar como Jesús ha venido a nosotros, individualmente y como Iglesia.  Aunque cada uno de nosotros estábamos muertos en nuestro pecado, Dios nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados).  Hemos sido redimidos por la Santa Sangre del Señor, bautizados por el Agua Santa del Señor, perdonados por la Santa Absolución del Señor. Estamos invitados a una unión mística con Él a través de la Santa Cena del Señor.

     Él nos ha preparado todo, en el día en que se ofreció a sí mismo por nosotros. Ahora, nos ha invitado a la fiesta. Él ha preparado este camino de Palabra y Sacramentos para que nos unamos a Él por la eternidad, dejando atrás el tiempo mismo y todo el ajetreo, la preocupación y el dolor, la enfermedad, el pecado, y la muerte.

     Entonces ven. Ven a Él, donde y cuando Él viene a ti este Adviento, y durante todo el año.  Él vino a nosotros para nuestra salvación como el Bebé en Belén, como el Rey montado en un asno, y como el Pecador castigado por Dios en la Cruz. Ahora el Cristo resucitado nos ofrece el fruto de su obra, hoy en día, aquí mismo.  Ven a Él, así como Él nos llega humildemente, montado sobre su Palabra de promesa, y con el pan y vino, perdonando nuestros pecados y dándose Él mismo en el milagro de la Eucaristía.

     El tiempo es esencial, porque la noche está avanzada, y se acerca el día. Ven a Él, así como Él viene a ti en cada Misa, para prepararte y unirte a Él, hoy, y por la eternidad.  Y así, estés preparado por el Día en que Él vendrá a nosotros, la Iglesia, su Novia.  Él vendrá como Conquistador al final de los siglos, derrotando a Satanás y la muerte de una vez por todas.

He aquí, que vienen días, dice Jehová.

     Los días están viniendo. El tiempo es esencial. Hay un sentido de urgencia. Porque esto es verdaderamente importante.

     Pero a la vez, es un tiempo de gozo, porque nos viene el mejor regalo de todos.
He aquí, tu Rey viene a ti.  

Por ende, cantemos juntos: 
¡Hosanna al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!  Amén. 

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