Monday, November 26, 2018

La Buena Noticia de la Comida Seca de la Serpiente


Último Domingo del Año Eclesiástico
ANTIGUO TESTAMENTO              Isaías 65:17-25 (RV60)     
EPÍSTOLA                           1 Tesalonicenses 5:1-11 (RV60)
EVANGELIO                          San Mateo 25:1-13 (RVR60)

El lobo y el cordero serán apacentados juntos,
     y el león comerá paja como el buey;
     y el polvo será el alimento de la serpiente.

     Hay una cierta falta de simetría en estas últimas líneas de nuestra lectura de Isaías.  Primero, tenemos dos parejas de enemigos naturales, el lobo y el cordero, y el león y el buey, convertidos en amigos, compartiendo su alimentación.  Pero en la tercera, la serpiente, sola, sin compañero, recibe una comida no muy agradable.  Es interesante que, casi al final de esta lectura que es, desde su inicio, totalmente alegre y llena de promesa, viene esta nota disonante.  ¿Por qué?

     Podría ser una respuesta simple, la realidad de que vivimos en un mundo caído.  Aún después de nuestra conversión a ser creyentes bautizados, es imprescindible que, siendo todavía pecadores, sigamos oyendo las advertencias y amenazas de la Ley de Dios.  Por eso, la Palabra de Dios es dividido entre ley, y evangelio.  Por un lado, los requisitos y prohibiciones de Dios para nosotros, y por el otro, las promesas, las cosas que el Señor hace, para salvarnos.  Necesitamos oír la ley, no porque ahora podamos cumplirla y conseguir o mantener nuestro estatus como cristianos.  No, no, no.  Más bien seguimos escuchando la ley de Dios para que nos demos cuenta de nuestra continua necesidad de la gracia de Dios en Cristo. 

    Por lo tanto, oímos, juntos con los Tesalonicenses, la ley desde nuestra Epístola:  Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, … animaos unos a otros, y edificaos unos a otros.  También desde el Evangelio de San Mateo, con la parábola de los vírgenes esperando la llegada del Novio, quien es Cristo, conocemos que es necesario velar por su venida sin parar; velar, y mantener nuestras lámparas llenas con la fe viviente.  

   Pero esta última idea de Isaías 65, de la serpiente que solo va a comer polvo, es más notable por la gran alegría del resto del pasaje.   

     Escuchad de nuevo:  Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento… Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; … me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor. …  No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos. Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído.”

     ¡Qué excelente, qué bonito!  Los únicos recordatorios de imperfecciones vienen dentro de promesas de que nunca más sufrirán los fieles de Dios de estos problemas. 

     Luego oímos: “El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey.”  Muy bien, la violencia de la naturaleza convertida en paz.  Pero, finalmente, “y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová.”

    ¿Por qué, en la penúltima frase, el Señor añadió esta maldición a la serpiente, cuando todo lo demás es de paz y la ausencia de mal?  Empieza por decir que nada del viejo mundo será parte del nuevo, ni aun la memoria. Pero, seguramente esto de la serpiente parece algo de la creación anterior. ¿Por qué está mencionada?  ¿Es solamente que el Señor quería dar una patada al antiguo enemigo malvado?  ¿O podría indicar algo más, algo que concuerda mejor con el tema de alegría en todo el resto de la profecía?

     Pues, tal vez ya habéis hecho una conexión a otro versículo, uno que seguramente es de referencia, la maldición que anunció el Señor a la serpiente, en el jardín, justo después de su tentación exitosa del primer hombre y mujer.  Después de hallarlos, escondiendo de Él por miedo, porque entendieron que habían hecho muy mal, el Señor Dios dijo a la mujer: ¿Qué es esto que has hecho? Y la mujer respondió: La serpiente me engañó, y yo comí. Y el Señor Dios dijo a la serpiente:
Por cuanto has hecho esto,
maldita serás más que todos los animales,
y más que todas las bestias del campo;
sobre tu vientre andarás,
y polvo comerás todos los días de tu vida.
   
    Es indudablemente correcto ver una conexión fuerte con Génesis 3 y nuestra lectura de Isaías 65.  ¿Pero, es solamente que el Señor, en medio de su profecía de los nuevos cielos y la nueva tierra, quisiera dar un recordatorio de que la serpiente, que era Satanás, sería castigada, y nada más?  Posiblemente, pero ¿porque insertar esto aquí, en este anuncio alegre del paraíso nuevo, donde la serpiente, el diablo, no vaya a estar presente?     

    A ver.  La maldición de la serpiente a comer polvo es un versículo famoso, pero no es la primera vez que la palabra “polvo” ocurre en Génesis.  Antes, en capítulo 2, ya hemos oído del polvo.  Porque, el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente.  El polvo de la tierra es la masa de que Adán fue construido.  Además, polvo ocurre de nuevo en Génesis 3, en la maldición de Adán por su pecado.  El Señor le dijo: Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. 

    El polvo de la tierra, originalmente la masa elegida por Dios para crear la vida humana, ahora, después de la introducción destructiva del pecado en la buena creación de Dios, es cambiado a ser la comida de la serpiente y una marca de la muerte para los hombres. 

     Todo eso me da más preguntas sobre por qué Isaías termina su profecía de promesa y celebración con una mención del polvo como alimento de la serpiente.  ¿Por qué en nuestro pasaje de Isaías el Espíritu Santo interrumpe el flujo de felicidad y promesa con este recordatorio de muerte y castigo? 

     Cuando en la Palabra de Dios encontramos algo difícil de entender, es muy servicial recordar que toda la Biblia es una historia sobre Jesucristo, el Hijo de Dios.  Jesús mismo dijo lo mismo varias veces.  Por ejemplo, a los judíos en San Juan capítulo 5: “Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.”  También en San Lucas 24, en la tarde del día de la Resurrección, Jesús dijo a sus discípulos: “Esto es lo que yo os decía cuando todavía estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo que sobre mí está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.  Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: Así está escrito, que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día.” 

    Así, podemos esperar oír de Cristo y su Cruz en todas partes de la Biblia, y esto es lo que tenemos en este versículo de Isaías sobre la serpiente comiendo el polvo.  Sí, nos recuerda de la maldición proclamada a la serpiente en el jardín, pero también, es una profecía de la obra de salvación de Cristo en su Cruz. 

     Porque el Hijo de Dios se hizo el Hijo del Hombre, se convirtió en el Segundo Adán, por su nacimiento de la Virgen María.  El primer Adán fue formado desde el polvo, y por su pecado fue destinado a regresar al polvo en la muerte, y nosotros juntos con él.  Pero, para salvar a él y todos sus descendientes, el Segundo Adán, el Nuevo Adán, el Hijo de Dios, asumió esta misma carne, hecho originalmente del polvo.  Se hizo hombre, para cambiar nuestro destino, un cambio que logró por su propia muerte. 

     Como también profetizó el Señor en el jardín, la serpiente iba a morder, o se podría decir, iba a intentar comer, al Simiente de la mujer, pero esta mordida resultaría en su propia destrucción.  Dijo el Señor a la serpiente:  Y pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y su simiente; él te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el talón.      
     Por intentar comer el Segundo Adán, Satanás precipitó su propia derrota eterna.   

    Es como muchos antiguos teólogos de la iglesia, desde Gregorio de Nisa, hasta Lutero, explicaron:  El hombre Jesús, colgado en la Cruz, fue como un cebo que la serpiente, el Diablo, no pudo resistir.  Por su odio ciego, Satanás pasó por alto el hecho que este hombre, este nuevo Adán, fue también Dios mismo.  Intentó morderlo, comerlo vivo, y al principio, parecía exitoso, porque Cristo se falleció. 

     Pero este nuevo hombre de polvo fue diferente, fue el Creador, el Autor de Vida, y su muerte fue parte del plan.  En su autosacrificio, todos los pecados y la muerte merecida por Adán y todos sus descendientes son pagados, totalmente borrados.  En este sacrificio, Jesucristo nos rescató, por destruir el poder de Satanás a acusarnos por nuestros pecados.  Porque en Cristo, no queda ninguna deuda.  Por intentar alimentar de este polvo, la carne del Nuevo Adán, la serpiente fue destruido, y nosotros recibimos perdón, y acceso a los nuevos cielos y la nueva tierra, el paraíso de Dios.

    Por lo tanto, esta frase: “y el polvo será el alimento de la serpiente,” es ciertamente una buena noticia.  Cabe perfectamente en este anuncio de puro Evangelio de Isaías 65.  Es cierto, todas las promesas del paraíso son nuestros, porque la serpiente tuvo polvo por su alimento.

    Y ahora, para mantenernos velando por su regreso, Él que ofreció su propio cuerpo para rescatar al mundo caído nos alimenta con comida tan bueno que es difícil describirlo adecuadamente.  Por su Palabra, verdadera comida para el alma, el Espíritu de Cristo nos convence, nos perdona, y nos consuela, recordándonos como, en nuestro bautismo, hemos sido vestidos en la justicia de Cristo.  Y en su Cena, el mismo Jesús nos ofrece su propio cuerpo y sangre, una vez ofrecidos en la Cruz, y ahora glorificados a la diestra del Padre. Con su cuerpo y sangre, Jesús nos limpia de cada mancha.  Esta alimentación divina nos lleva por toda esta vida, hasta la vida eterna. 

    Así somos vírgenes prudentes, bien preparados para saludar al Novio; así somos hijos de la luz, preparados por su retorno, cuando con Jesucristo entraremos en el Paraíso de Dios. 

  Por lo tanto, oremos:  Ven, Señor Jesús, ven, Amén. 

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