Sunday, July 26, 2015

¿Por Qué Andaba Jesús Sobre el Mar?

Sermon para el Noveno Domingo después de Pentecostés

Texto:  San Marcos 6:45-52
45 En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.  46 Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar; 47 y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.
48 Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles.
49 Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron; 50 porque todos le veían, y se turbaron. 
  Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!  51 Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban.  52 Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.

     San Marcos, a diferencia de San Mateo, no incluyó en su versión de esta historia muy famosa el tema de San Pedro y su deseo de andar sobre el agua como Jesús.  Esta elección de San Marcos me parece bien, por nuestra tendencia de enfocar tanto en San Pedro y su deseo de hacer como su Señor.  De verdad, es un momento muy humano e interesante.  Creo que cada uno de nosotros hemos pensado en qué haríamos en la misma situación. 

     Pero esto no vale la pena, ni sirve a nuestra fe.  Debemos recordar que el punto de esta parte de la historia recordado por San Mateo es que Pedro no tuvo la fe ni el poder de hacer las cosas de Jesús.  Trató de andar sobre el agua como Jesús, pero no pudo.  Por su miedo y falta de fe, comenzó a hundirse en el mar, hasta que Jesús lo tomó por la mano. 


     Pedro no tuvo la fe ni el poder a hacerlo como Jesús.  Ni los tenemos nosotros.  El fin de nuestros propios esfuerzos es hundirnos en el agua.  Aparte de la presencia y ayuda del Espíritu Santo, también están endurecidos nuestros corazones. 

     Gracias a Dios, el punto de la  historia de Jesús andando sobre el mar no es demostrarnos las cosas que debemos hacer para ser discípulos de Cristo.  Al revés, el punto, quizás más fácil a ver en la versión de San Marcos, es enseñarnos que hace Jesús para tenernos y guardarnos en su Santa Iglesia. 

     No podemos dejar la tendencia de enfocar nuestros pensamientos espirituales en los requisitos de Dios.  Esta tendencia puede venir de nuestra criatura nueva, creado por el Espíritu Santo, que siempre quiere seguir la voluntad de Dios.  También la puede venir de nuestro hombre viejo, nuestra naturaleza pecaminosa, que, tentado por las mentiras de Satanás, cree que podemos ganar a salvación por nuestros propios esfuerzos.  Lo peor es la realidad que es muy difícil, a veces imposible para nosotros distinguir entre los deseos buenos de la criatura nueva y los deseos orgullosos y feos de la naturaleza pecaminosa, que coexisten en cada cristiano en este mundo. 

     Por esto, necesitamos siempre recordar que la vida de obras buenas es importante, pero para durar en la fe cristiana, debemos enfocar en las obras de Cristo.  Porque nuestra salvación no viene de nada que hemos hecho o vamos a hacer, sino que viene exclusivamente de las cosas Cristo ha hecho, y está haciendo, para nosotros.  Podemos ver esta verdad en la historia de Jesús, andando sobre el mar, algo que no podemos hacer excepto si el mar sea congelado.  Si fuera necesario andar sobre el agua para ser cristianos, tuviéramos un problema grande. 

     Aún más, vemos esta misma verdad en la cruz, dónde Cristo murió por los pecados de todo el mundo, llevándolos en su propio cuerpo, aceptando toda nuestra culpa y todo nuestro castigo, para darnos toda su justicia, santidad y vida.  Este hecho, lo más importante de todos los hechos desde la fundación del mundo, y el centro del evangelio, fue posible solo para una persona: el verdadero Hijo de Dios, hecho hombre para salvarnos. 

     Vamos a tener cruces en nuestras vidas cristianas, sacrificios necesitados por nuestros vecinos, o persecuciones del mundo por llevar el nombre de Cristo.  Pero nadie puede, ni debe, ni necesita llevar la cruz de Calvario.  Gracias a Dios, esta obra pertenece exclusivamente a Jesucristo.  Aún mejor, esta obra es completamente terminada, y es la obra por cual Dios nos ha dado el perdón de pecados, y la vida eterna. 

     Con esta verdad en mente, volvamos al texto, para entenderlo mejor.  Como siempre en la Biblia, la barca representa la Iglesia, llena de discípulos, puestos a dentro por la Palabra de Cristo.  Y aunque, como los discípulos en el medio del mar, no podemos ver a Jesús, sí podemos confiar en esto: Él siempre tiene sus ojos fijados en nosotros.  Él siempre está mirando a su Iglesia, para saber cómo remamos en el mar peligroso de este mundo pecaminoso.  Él está, mirándonos, o andando adelante, preparando nuestro camino.  De verdad, si pudiéramos ver la realidad del mundo espiritual, las cosas pasando alrededor de nosotros cada momento, también nos asustaría, como los apóstoles cuando vieron a Jesús, andando sobre el agua.  Somos todavía pecadores, sin derecho propio a estar en la presencia de la santidad del verdadero Dios.  La vista de la realidad espiritual sería demasiado para nosotros.       

     Por eso, para calmarnos, Jesús esconde su poder y majestad y viene a nosotros en formas simpáticas y graciosas.  ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!  Como habló a los apóstoles en la barca, también nos habla Cristo hoy, verdaderamente presente con  nosotros cada vez que un grupo de creyentes congregan alrededor de su Palabra, cada vez que acudimos a su santa altar para recibir el cuerpo y la sangre para el perdón de todos nuestros pecados, cada vez que, escuchando y confiando en su absolución gratuita, acercamos a Él en oración.


     Vamos juntos, entonces, en la barca de Dios, en la iglesia, no por nuestra santidad y amor, pero mucho mejor, por la santidad y amor de Él que dio su vida en la cruz, para que pueda darnos su paz.  Cristo Jesús, tu salvador, te dice hoy: ¡Ten ánimo; yo soy, no temas!  Tú puedes durar en esta paz de Cristo, que es la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, y que guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús, Amén.