Segundo Domingo de la Pascua de la Resurrección
Cincuenta Días, y Aun Más, San Juan
20:19-31
¿Cuantos
días de la Resurrección necesitas tú?
¿Qué pruebas necesitas ver, o tocar, para que tengas fe?
El Apóstol
Tomás tiene mala fama. Aunque en la
Biblia se llama Tomás el Dídimo, es decir “el Mellizo,” en la Iglesia mucho más
se ha sido llamado “Tomás el Incrédulo.”
Su historia se ha sido repetida en este Segundo Domingo de la Pascua, en
miles y miles de iglesias, durante siglos y siglos. Pero, aunque su nombre es malo, hay en esta
historia buenas noticias, para Tomás, y para nosotros. Porque, aunque él tenía mucha duda, ocho días
después de la Resurrección, Jesús hizo lo que Tomás necesitaba para
salvarle. No importa si se necesitan 8
días, 50 días, o aún más, Jesús disipando quitando dudas y creando fe en los
incrédulos.
¿Y qué de
nosotros? ¿Estamos todavía guardando
dudas? ¿Hacemos demandas como Tomás,
demandando tocar, o meter nuestros dedos en las pruebas del Evangelio, antes de
creerlo? ¿Podemos regocijarnos en la
Resurrección? ¿O estamos todavía
atrapados en dudas, sufrimiento y dolor?
Shelee y yo
ya hemos pasado nuestra primera Semana Santa en Sevilla. Como hacen muchos de los miembros de IELE, a
menudo consideramos las cosas que vemos en España con la misión de la Iglesia
Luterana Española en nuestra mente.
Y, como
escribió Shelee en su artículo más reciente para nuestro boletín, que enviamos
a nuestros socios en los EEUU, es muy interesante el modo en que España observa
la Semana Santa y la Pascua de la Resurrección.
En Sevilla, y en toda España, la Semana Santa está llena de muchas
imágenes de la Pasión, y mucho de los sufrimientos de Jesús, y representan mucho
del dolor de su madre, María. Pero, no
hay casi nada de la Resurrección. En
Sevilla, hay 60 procesiones, desde el viernes antes del Domingo de Ramos, el
“Viernes de Dolores”, hasta la Pascua de la Resurrección. De estas 60 procesiones, ¿sabéis cuantas hay
que celebran la Resurrección?
Solo Una.
Solo una
procesión en el Domingo de Pascua de Resurrección, y con poca gente en la calle
para verla. Hay mucho, muchísimo, de sufrimiento y dolor, que claramente son
importante para recordar. ¿Pero, por qué
hay tan poco de la Resurrección?
¿Por
qué? No sé. Pero estoy seguro que no es correcto. Es bueno y necesario considerar la Pasión. De verdad, la Resurrección de Jesús sin el
sufrimiento es un cuento sin significado, sin utilidad para nosotros los pecadores. Pero el sufrimiento, la Pasión de Cristo, sin
la Resurrección es nada más que una derrota.
Es una historia sin esperanza. Es
muy deprimente.
Y no es
bíblico. Solo se necesita leer la Biblia
para entender que la Resurrección de Cristo Jesús para la salvación del mundo
es el objetivo, es la meta de toda la historia.
No se puede tener una resurrección sin una muerte primera, y el
Evangelio es la combinación de sufrimientos y muerte con la nueva vida de la
Resurrección. Pero, de todas formas, el
tema central y la meta de toda la Biblia es la victoria de Cristo, su victoria
sobre el pecado, la muerte y el diablo, su victoria, que es también nuestra
victoria, la victoria revelada en la Resurrección.
La Cuaresma
y la Semana Santa sirven con el fin de prepararnos para celebrar la fiesta más
grande de la Iglesia, la Resurrección. Hay
40 días de Cuaresma, un periodo largo de meditación en los sufrimientos de
Cristo. ¿Pero sabes que en el calendario
litúrgico hay 50 días de celebración de la Resurrección? Cincuenta días en que especialmente
celebramos la victoria, y el gozo de vida eterna, recibido en el perdón de los pecados. Durante 50 días concentramos nuestras
reuniones en la derrota de Satanás, la destrucción del poder del pecado y la muerte. Celebramos que en Cristo somos más que
vencedores.
Pero
todavía, dudamos. Todavía, pensamos
mucho en el dolor, la culpa, y los sufrimientos. ¿Vivimos como creemos en la Resurrección? Si no, ¿Qué nos lo impide?
Bueno, para
empezar, podemos mencionar el dolor actual.
Nadie sufre como Cristo sufrió, pero seguramente sufrimos, de
enfermedades, debilidades, de los insultos grandes y pequeños que recibimos de
otros. También sufrimos porque el mundo
rechaza a Cristo y su Evangelio, el mundo que dice que es toda una fábula,
completamente falsa. Y, porque todavía
somos pecadores, y débiles, porque todavía nuestra fe no es perfecta, a veces
escuchamos y damos crédito a las mentiras del mundo, añadiéndolo a nuestra
duda.
Los sufrimientos, pequeños y grandes, de la vida
cotidiana, nos hacen dudar. También, las
noticias mundiales impugnan nuestra fe, porque hay mucho malo en todos
lugares. Nuestros gobiernos y naciones
parecen ser en camino a desastre, siguiendo políticas que asesinan inocentes en
los vientres de sus madres, que están destruyendo a la familia en la forma
creada por Dios, que ignoran guerras e injusticias en todas partes, y dan
favores a los poderosos, mientras están pidiendo más y más de la población
normal. Y, por encima de todo esto, hay
cientos de terroristas escondidos en Europa, y miles y miles en todas partes
del mundo. Claramente, hay muchos
problemas en el mundo de hoy que nos hacen dudar que la victoria de Cristo es
verdad, que es realmente nuestro futuro, nuestra esperanza verdadera.
Y, si de
algún modo, podemos superar todas estas razones que nos hacen dudar, finalmente
el diablo tiene un arma más para usar contra nosotros, nuestro propio
pecado. Todos nosotros tenemos nuestros
propios pecados, nuestros hechos, palabras y pensamientos malos, algunos obvios
para todos, y otros, los peores, escondidos de todos, excepto que son muy
visibles cuando buscamos dentro de nuestros corazones. Necesitamos mucha evidencia de la
Resurrección para creer que es para nosotros, porque sabemos que nuestro pecado
es grande.
Dolores,
las mentiras del mundo, dudas, las tonterías de los gobiernos, la violencia y
amenaza de los terroristas, nuestros propios pecados. Todas estas cosas las conoce Dios muy bien. De verdad, esto es lo que Dios quiere revelar
en el Viernes Santo. En la Cruz de
Cristo, el Espíritu nos revela la profundidad de pecado, tan profundo que
solamente el sufrimiento y la muerte de Dios hecho hombre puede proveer una
solución.
Dios, a
través de Cristo, crucificado, nos ha revelado que sí, el problema de pecado y la
muerte y el dolor es grande, más grande de lo que pudiéramos imaginar. Gracias a Dios, a la misma vez, en la Cruz
también el Señor nos revela que Cristo ha recibido toda la ira de Dios contra
el mal, en nuestro lugar. Ahora, en
Cristo, no hay ninguna condenación restante.
Él ha hecho paz entre los hombres y Dios. El castigo merecido por todo el mal en el
mundo, desde el pecado original de Eva y Adán, hasta el último fallo de un
pecador en la hora antes de su venida, esto es lo que Jesús recibió en la Cruz.
La
Resurrección es la prueba de que Dios Padre ha aceptado el sacrificio de
Cristo, para el perdón de todo el mundo.
La buena noticia de la Pascua de Resurrección es que, en Cristo, y a
través de Él, nosotros somos perdonados y santificados, cien por ciento listos
para vivir con Dios para siempre.
Y espera,
hay más. Ahora, como hizo para Tomás,
Cristo continúa haciendo lo que sea necesario, entregándonos lo que requerimos
para creer, entrando en medio de nosotros para demostrarnos otra vez que su
victoria es la realidad en la que vivimos.
No podemos
ver a Cristo. Sin embargo, Jesús nos
dice que somos dichosos porque creemos, aunque no le hemos visto. Recuerda, la salvación no es algo que
ganamos, sino que es lo que recibimos, de Cristo, por el poder de su Espíritu,
en el buen placer del Padre. No podemos
poner nuestros dedos en el lugar de los clavos, de donde derramó su santa
sangre. Pero sí, podemos beber esta
misma sangre, bajo el vino en la Santa Cena, para el perdón de todos nuestros
pecados. No podemos meter la mano en su costado,
pero recibimos su verdadero Cuerpo en nuestras bocas, bajo el pan bendecido. Somos dichosos, porque hemos recibido el
mismo Cristo que Tomás. Somos dichosos
porque confesamos con Tomás: ¡Señor mío y Dios mío!
Por eso,
seguimos celebrando la Resurrección, y pidiendo ayuda del Espíritu Santo para
vivir con esperanza y confianza, y con amor para nuestros vecinos.
Hay 50 días
de la Pascua de Resurrección en el calendario litúrgico de la Iglesia, y, de verdad,
celebramos la Resurrección 365 días al año.
No importa cuántos días sean requeridos, Cristo Jesús estará aquí en
medio de nosotros para echar afuera la duda y darnos la fe, a través de su
Palabra Santa y Evangélica, que ha sido escrito para que creáis que Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios, y para que, al creer, tengáis vida en su nombre.
Jesús el
Resucitado, es el Cristo, y tú tienes vida, en el Nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo, hoy, y por los siglos de los siglos, Amén.