Sermón para la
Asamblea de la Iglesia Evangélica Luterana Española
Vigésimo Domingo
después de Pentecostés, 11 de Octubre, A+D 2015, Madrid
¿Qué Vamos a
Hacer? Textos Libres: Isaías 5:1
– 7, Efesios 4:1 -16, San Juan 15:1 – 8
(Las lecturas están en el fondo de la página.)
¿Qué vamos a
hacer? Es una pregunta inevitable,
inevitable en una reunión como esa asamblea de la Iglesia Evangélica Luterana
Española. ¿Qué vamos a hacer?
Sin dudo, vamos
a mirar atrás, revisar un poco. Quince
años de historia, una historia con muchos logros, muchos éxitos, y también
muchos problemas, y desafíos. Tiempos de
gozo y paz, tiempos emocionantes, y emocionales. Sonrisas, y también lágrimas.
Ahora,
cambios. Misioneros nuevos, americanos,
del Sínodo de Misuri, con mucha oportunidad
para mejorar su control del idioma.
Además, tenemos ahora el cambio muy
feliz de disfrutar más tiempo con un misionero original, el segundo misionero
de la IELE, nuestro amigo Dr. Arturo Just, y también con su querida esposa Linda. Tiempos de cambios, y oportunidades. Por eso, también son tiempos de
preguntas. ¿Qué va a pasar ahora en la
IELE, con tantos cambios? Con los
cambios, nos parece que tengamos que revisar el plan estratégico. Cuando pensamos en el plan general para IELE,
de pronto también pensamos en preguntas específicas.
Preguntas
como, ¿Podemos conseguir un sitio bueno para la Congregación San Pablo en
Sevilla? Tenemos la oportunidad por la
oferta de ayuda de un distrito del Sínodo de Misuri en el estado de Iowa. Os conocéis a Brian Saunders, el presidente
que ha hecho la oferta. Es una
bendición, pero también un desafío. ¿Podemos lograr en esto, para tener una
presencia física y un lugar fijo y mejor para estudios, clases, y adoración?
¿Podemos
empezar otra vez en Valencia, casi de nuevo, quizás utilizando el piso ya vacío
de la madre de José Luis? ¿Cómo debemos
proceder?
¿Nuestros
hombres buscando al oficio de pastor, José Luis y Antonio: van a completar los
estudios seminarios? ¿Nuestro Pastor
Juan Carlos finalmente va a estudiar el griego?
¿Qué haremos
en Madrid? ¿Continuamos usando la
capilla San Jorge, de la iglesia anglicana?
¿Cómo podemos efectuar una presencia y una esfuerza evangélica en esta
ciudad tan grande?
Madrid es una
ciudad grande, y España un país grande.
¿Cómo podemos servir a nuestros miembros, esparcidos en cada rincón de
Iberia, y también de Canarias y las Baleares?
¿Cómo podemos servir a todos, y también edificar y crecer a las
congregaciones y grupos ya constituidos?
Muchas preguntas. ¿Qué vamos a hacer?
Muy bien.
Tenemos preguntas, y hoy Jesucristo nos tiene respuestas. Tres respuestas, tres mensajes para nosotros,
en este día de preguntas.
La primera respuesta de Jesús es esta: “Podéis hacer nada, separados de mí.”
Es bueno cuando tenemos deseos de hacer cosas en la iglesia; de verdad,
este deseo es un don del Espíritu. Pero
Jesús nos quiere recordar que, en medio de nuestros esfuerzos de hacer buenas
cosas, nuestros esfuerzos de llevar fruto, que es en este momento bastante fácil
olvidar que la iglesia cristiana es nada más que el cuerpo de Cristo. Es decir, la iglesia es una unión divino
hecho por Dios, una comunión entre pecadores humanos perdonados y la única
humana sin pecado, Jesucristo, quien se hizo a ser pecado, para recibir nuestro
castigo justo, para que en Él, podamos ser la justicia de Dios. Solo cuando estamos permaneciendo en Cristo
podamos hacer buenas cosas, cosas aceptables a nuestro Santo Dios, porque
solamente en Él hay perdón de pecados que nos sane y nos dé el poder de
trabajar con la voluntad de Dios. El
ejemplo de la vid y los pámpanos es apto.
Cuando permanezcamos en Cristo, su savia, aun
podemos decir su sangre, fluye en nosotros, produciendo en nosotros los frutos
que quiere el Padre, el labrador de la viña.
La segunda respuesta de Jesús es esta: “No quieres estar separado de mí.” No es agradable considerarlo, pero con esta
metáfora de la vid y los pámpanos viene también una precaución muy dura. Al fin, separado de Jesús, solamente hay fuego,
castigo, y muerte. Y como oímos del
profeta Isaías, esto es lo que merecieron la viña de Dios, el pueblo de Israel,
que por todo su historia siempre trataba de separar del Señor su Dios. También hoy, el castigo y el fuego son lo que
nosotros merecemos por nuestros pecados.
Dice Jesús: Él que en mí no permanece, será echado
fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y
arden.
El primer de
los 95 tesis de Martín Lutero dice así: Cuando nuestro Señor y Maestro
Jesucristo dijo: “Haced penitencia...”, ha querido decir que toda la vida de
los creyentes fuera penitencia. Arrepentimiento. Siempre, antes de la pregunta de llevar
fruto, (lo cual quiere Dios sin dudo), es la pregunta de vivir. Como pecadores, debemos recordar que aparte
del arrepentimiento, no hay vida. La
doctrina de Cristo, que es nada más que las enseñanzas claras de la Biblia, es
muy despreciada hoy. Es muy de modo a
rechazar que la Biblia es verdad, la verdadera palabra de Dios.
Es muy de modo
decir que no hay una religión que es mejor a las otras. Y, en su sabiduría muy misteriosa, Dios
permite que el mundo continúa diciendo estas mentiras, y muchos otros. Pero, la realidad es que cuando rechazamos al
único Dios verdadero revelado en Cristo, seamos como un pámpano diciendo que no
necesita permanecer en la vid. Y en estos
momentos, solo hay una palabra adecuada para predicar: la viña del Señor merece
destrucción, y va a recibirlo. Todos los
pecados serán castigados, igual los del mundo, y los del pueblo de Dios. La justicia de Dios va a estar
realizado. Es inevitable.
Es inevitable,
y más temeroso que podemos comprender. Arrepentíos,
y escuchad las buenas noticias. Gracias
al Señor, esta destrucción de la viña vil ya ha pasado, en Cristo Jesús, la
verdadera vid. Porque Jesús, verdadero
hombre y verdadero Dios, ya ha recibido la destrucción merecido por su pueblo,
por todo el mundo, y por cada uno de nosotros.
Por amor a su Padre y por amor a nosotros, Jesús se ha hizo a ser la
viña vil, para ser destruido en nuestra lugar, para que en su resurrección
podamos encontrar la bendición merecido por los fieles pámpanos que nunca aun
ha pensado en separarles de la vid verdadera.
Nosotros hemos recibido este don más
precioso de todos los dones. Hemos
recibido la limpieza del labrador de la viña, el lavamiento con el agua y la
palabra, y aun bebemos de la savia, la verdadera sangre de Cristo, que nos
perdona y nos fortalece. Todo eso hace
Dios, para que permanezcamos en Cristo, la
Vid verdadera.
Entonces, es imprescindible que recordamos
que nuestra salvación es al 100% la obra de Cristo. Si empezamos pensar que hacemos una
contribución, aún muy pequeño, a la obra de salvación, empezamos también a
separarnos de la Vid. El fondo del arrepentimiento
no es simplemente confesar que hemos pecado, sino que es la confesión que somos
pecadores, y no podemos hacer lo que es necesario para remover nuestro pecado y
ser santos. Solo el Santo de Dios,
Cristo Jesús muerto y resucitado, tiene el poder de destruir el poder del
pecado. Y, Él ha hecho esto, al 100%,
para ti, y para todo el mundo.
Cuando queremos reclamar un parte del
crédito para la salvación, despreciamos la obra y el don de Cristo. Es empezar a separarnos de la Vid. Dios no
quiere que tú separes de Él. Él te
quiere, Él te ama mucho, y por eso, Dios continúa su obra salvadora. Ahora, aquí, en este momento. El Señor nos ha congregado aquí en este día
para servirnos, para darnos su savia, para limpiarnos, otra vez. Aquí en este altar Cristo va a llenarnos con
sí mismo, con su santo cuerpo y preciosa sangre, para perdonarnos, y
prepararnos para nuestras obras, que Él quiere, y prepara para nosotros.
Todas las cosas buenas que queremos hacer como miembros y siervos de la
IELE tienen la misma meta simple: recibir y compartir esta Palabra que limpia
de pecados y la muerte, con nuestras familias, nuestros vecinos, con cualquiera
persona con quien Dios nos dé la oportunidad de comunicar.
Queremos hacer, podemos decir que necesitamos
hacer, muchas cosas. Por eso, el tercer y final mensaje que Jesús tiene
para nosotros hoy es este: La obra todavía pertenece a mí.
Nos puede confundir un poco, porque esta
verdad es también un misterio, una paradoja.
Dios quiere que llevemos buen fruto, que hagamos buenas obras, que, de
acuerdo con nuestra posición en el Cuerpo de Cristo, ayudemos cada uno de nosotros en su misión. Y como muchos de vosotros bien sabéis,
trabajar en la misión de Dios puede ser un trabajo duro. Pero, como un pámpano no vive ni lleva nada
de fruto sin conexión a la vid, y como todo el poder y crecimiento viene no del
pámpano pero de la vid y las raíces, también para los cristianos es verdad que
todas nuestras obras buenas son hechas a través de nosotros por el Espíritu de
Cristo. Como dice San Pablo en su carta
a los Filipenses, Dios es el que en vosotros produce así el querer como el
hacer, por su buena voluntad.
Entonces, si hoy queremos hacer algo bueno
en el nombre de la iglesia de Cristo, primero necesitamos recibir la savia, es
decir, recibir la Palabra que limpia. La
cosa sin que no podemos sobrevivir es el perdón de Dios, entregado a nosotros por
el Espíritu usando su Palabra. Este
mismo perdón también nos da el deseo y el poder de servir a un vecino, o
compartir la razón que nos da esperanza.
Dice Jesús: Yo voy a usarte, y tú vas a
tener tareas difíciles, aun temerosas.
Pero no te preocupes, y no te olvides: las obras todavía pertenece a mí,
y la obra final ya está terminada, perfeccionada, en mí, en mí cuerpo, que
todavía lleva los marcos de los clavos.
Yo estoy contigo, como la vid esta con los pámpanos. Conmigo, no puedes desfallecer.
Oremos: Padre celestial, labrador
de la viña, te damos gracias por nuestra conexión por la fe a la Verdadera Vid,
tu hijo nuestro Señor Jesucristo. Te
rogamos que nos ayuda permanecer en el.
Y como tú quieres también que nosotros llevemos mucho fruto, te pedimos
que siempre nos dé la savia de vida que fluye de Cristo. Por tu Espíritu Santo, nos fortalezca para
vidas de servicio y confesión, para que a través de nosotros, tu iglesia
crezca, en todo el mundo, y especialmente aquí en España. Te rogamos todo en el nombre de Jesucristo,
nuestro Salvador, Amén.
Antiguo Testamento: Isaías 5:1-7
1Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en una ladera fértil. 2 La había cercado y despedregado y plantado de vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella un lagar (bodega); y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres.
3 Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre mí y mi viña. 4 ¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando yo que diese uvas, ha dado uvas silvestres? 5 Os mostraré, pues, ahora lo que haré yo a mi viña: Le quitaré su vallado, y será consumida; aportillaré su cerca, y será hollada. 6 Haré que quede desierta; no será podada ni cavada, y crecerán el cardo y los espinos; y aun a las nubes mandaré que no derramen lluvia sobre ella.
7 Ciertamente la viña de Jehová de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá planta deliciosa suya. Esperaba juicio, y he aquí vileza; justicia, y he aquí clamor.
Epístola: Efesios 4:1-16
1Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, 2 con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, 3 solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; 4 un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; 5 un Señor, una fe, un bautismo, 6 un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.
7 Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. 8 Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres.
9 Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? 10 El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.
11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; 14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, 15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
Evangelio: San Juan 15:1-8
1 [Jesús dice] Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. 3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.
7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.