Saturday, October 17, 2015

Sermón para la Asamblea de IELE, 11 de octubre, 2015

Sermón para la Asamblea de la Iglesia Evangélica Luterana Española
Vigésimo Domingo después de Pentecostés, 11 de Octubre, A+D 2015, Madrid
¿Qué Vamos a Hacer?          Textos Libres: Isaías 5:1 – 7, Efesios 4:1 -16, San Juan 15:1 – 8

(Las lecturas están en el fondo de la página.)

     ¿Qué vamos a hacer?  Es una pregunta inevitable, inevitable en una reunión como esa asamblea de la Iglesia Evangélica Luterana Española.  ¿Qué vamos a hacer? 

     Sin dudo, vamos a mirar atrás, revisar un poco.  Quince años de historia, una historia con muchos logros, muchos éxitos, y también muchos problemas, y desafíos.  Tiempos de gozo y paz, tiempos emocionantes, y emocionales.  Sonrisas, y también lágrimas. 



     Ahora, cambios.  Misioneros nuevos, americanos, del Sínodo de Misuri, con mucha oportunidad  para mejorar su control del idioma.   Además, tenemos ahora el cambio muy feliz de disfrutar más tiempo con un misionero original, el segundo misionero de la IELE, nuestro amigo Dr. Arturo Just, y también con su querida esposa Linda.  Tiempos de cambios, y oportunidades.  Por eso, también son tiempos de preguntas.  ¿Qué va a pasar ahora en la IELE, con tantos cambios?  Con los cambios, nos parece que tengamos que revisar el plan estratégico.  Cuando pensamos en el plan general para IELE, de pronto también pensamos en preguntas específicas. 

     Preguntas como, ¿Podemos conseguir un sitio bueno para la Congregación San Pablo en Sevilla?  Tenemos la oportunidad por la oferta de ayuda de un distrito del Sínodo de Misuri en el estado de Iowa.  Os conocéis a Brian Saunders, el presidente que ha hecho la oferta.  Es una bendición, pero también un desafío.    ¿Podemos lograr en esto, para tener una presencia física y un lugar fijo y mejor para estudios, clases, y adoración? 

     ¿Podemos empezar otra vez en Valencia, casi de nuevo, quizás utilizando el piso ya vacío de la madre de José Luis?  ¿Cómo debemos proceder?

     ¿Nuestros hombres buscando al oficio de pastor, José Luis y Antonio: van a completar los estudios seminarios?  ¿Nuestro Pastor Juan Carlos finalmente va a estudiar el griego? 

     ¿Qué haremos en Madrid?  ¿Continuamos usando la capilla San Jorge, de la iglesia anglicana?  ¿Cómo podemos efectuar una presencia y una esfuerza evangélica en esta ciudad tan grande? 

     Madrid es una ciudad grande, y España un país grande.  ¿Cómo podemos servir a nuestros miembros, esparcidos en cada rincón de Iberia, y también de Canarias y las Baleares?  ¿Cómo podemos servir a todos, y también edificar y crecer a las congregaciones y grupos ya constituidos?   

     Muchas preguntas.  ¿Qué vamos a hacer?

     Muy bien.  Tenemos preguntas, y hoy Jesucristo nos tiene respuestas.  Tres respuestas, tres mensajes para nosotros, en este día de preguntas. 
  
La primera respuesta de Jesús es esta: “Podéis hacer nada, separados de mí.”  Es bueno cuando tenemos deseos de hacer cosas en la iglesia; de verdad, este deseo es un don del Espíritu.  Pero Jesús nos quiere recordar que, en medio de nuestros esfuerzos de hacer buenas cosas, nuestros esfuerzos de llevar fruto, que es en este momento bastante fácil olvidar que la iglesia cristiana es nada más que el cuerpo de Cristo.  Es decir, la iglesia es una unión divino hecho por Dios, una comunión entre pecadores humanos perdonados y la única humana sin pecado, Jesucristo, quien se hizo a ser pecado, para recibir nuestro castigo justo, para que en Él, podamos ser la justicia de Dios.  Solo cuando estamos permaneciendo en Cristo podamos hacer buenas cosas, cosas aceptables a nuestro Santo Dios, porque solamente en Él hay perdón de pecados que nos sane y nos dé el poder de trabajar con la voluntad de Dios.  El ejemplo de la vid y los pámpanos es apto.  Cuando permanezcamos en Cristo, su savia, aun podemos decir su sangre, fluye en nosotros, produciendo en nosotros los frutos que quiere el Padre, el labrador de la viña.
 
La segunda respuesta de Jesús es esta: “No quieres estar separado de mí.”  No es agradable considerarlo, pero con esta metáfora de la vid y los pámpanos viene también una precaución muy dura.  Al fin, separado de Jesús, solamente hay fuego, castigo, y muerte.  Y como oímos del profeta Isaías, esto es lo que merecieron la viña de Dios, el pueblo de Israel, que por todo su historia siempre trataba de separar del Señor su Dios.  También hoy, el castigo y el fuego son lo que nosotros merecemos por nuestros pecados.  Dice Jesús: Él que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.

     El primer de los 95 tesis de Martín Lutero dice así: Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: “Haced penitencia...”, ha querido decir que toda la vida de los creyentes fuera penitencia.  Arrepentimiento.  Siempre, antes de la pregunta de llevar fruto, (lo cual quiere Dios sin dudo), es la pregunta de vivir.  Como pecadores, debemos recordar que aparte del arrepentimiento, no hay vida.  La doctrina de Cristo, que es nada más que las enseñanzas claras de la Biblia, es muy despreciada hoy.  Es muy de modo a rechazar que la Biblia es verdad, la verdadera palabra de Dios. 

     Es muy de modo decir que no hay una religión que es mejor a las otras.  Y, en su sabiduría muy misteriosa, Dios permite que el mundo continúa diciendo estas mentiras, y muchos otros.  Pero, la realidad es que cuando rechazamos al único Dios verdadero revelado en Cristo, seamos como un pámpano diciendo que no necesita permanecer en la vid.  Y en estos momentos, solo hay una palabra adecuada para predicar: la viña del Señor merece destrucción, y va a recibirlo.  Todos los pecados serán castigados, igual los del mundo, y los del pueblo de Dios.  La justicia de Dios va a estar realizado.  Es inevitable. 
 
     Es inevitable, y más temeroso que podemos comprender.  Arrepentíos, y escuchad las buenas noticias.  Gracias al Señor, esta destrucción de la viña vil ya ha pasado, en Cristo Jesús, la verdadera vid.  Porque Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios, ya ha recibido la destrucción merecido por su pueblo, por todo el mundo, y por cada uno de nosotros.  Por amor a su Padre y por amor a nosotros, Jesús se ha hizo a ser la viña vil, para ser destruido en nuestra lugar, para que en su resurrección podamos encontrar la bendición merecido por los fieles pámpanos que nunca aun ha pensado en separarles de la vid verdadera. 



     Nosotros hemos recibido este don más precioso de todos los dones.  Hemos recibido la limpieza del labrador de la viña, el lavamiento con el agua y la palabra, y aun bebemos de la savia, la verdadera sangre de Cristo, que nos perdona y nos fortalece.  Todo eso hace Dios, para que  permanezcamos en Cristo, la Vid verdadera.  

     Entonces, es imprescindible que recordamos que nuestra salvación es al 100% la obra de Cristo.  Si empezamos pensar que hacemos una contribución, aún muy pequeño, a la obra de salvación, empezamos también a separarnos de la Vid.  El fondo del arrepentimiento no es simplemente confesar que hemos pecado, sino que es la confesión que somos pecadores, y no podemos hacer lo que es necesario para remover nuestro pecado y ser santos.  Solo el Santo de Dios, Cristo Jesús muerto y resucitado, tiene el poder de destruir el poder del pecado.  Y, Él ha hecho esto, al 100%, para ti, y para todo el mundo. 

     Cuando queremos reclamar un parte del crédito para la salvación, despreciamos la obra y el don de Cristo.  Es empezar a separarnos de la Vid. Dios no quiere que tú separes de Él.  Él te quiere, Él te ama mucho, y por eso, Dios continúa su obra salvadora.  Ahora, aquí, en este momento.  El Señor nos ha congregado aquí en este día para servirnos, para darnos su savia, para limpiarnos, otra vez.  Aquí en este altar Cristo va a llenarnos con sí mismo, con su santo cuerpo y preciosa sangre, para perdonarnos, y prepararnos para nuestras obras, que Él quiere, y prepara para nosotros.

     Todas las cosas buenas que queremos hacer como miembros y siervos de la IELE tienen la misma meta simple: recibir y compartir esta Palabra que limpia de pecados y la muerte, con nuestras familias, nuestros vecinos, con cualquiera persona con quien Dios nos dé la oportunidad de comunicar. 

     Queremos hacer, podemos decir que necesitamos hacer, muchas cosas.  Por eso, el tercer y final mensaje que Jesús tiene para nosotros hoy es este: La obra todavía pertenece a mí. 

     Nos puede confundir un poco, porque esta verdad es también un misterio, una paradoja.  Dios quiere que llevemos buen fruto, que hagamos buenas obras, que, de acuerdo con nuestra posición en el Cuerpo de Cristo,  ayudemos cada uno de nosotros en su misión.  Y como muchos de vosotros bien sabéis, trabajar en la misión de Dios puede ser un trabajo duro.  Pero, como un pámpano no vive ni lleva nada de fruto sin conexión a la vid, y como todo el poder y crecimiento viene no del pámpano pero de la vid y las raíces, también para los cristianos es verdad que todas nuestras obras buenas son hechas a través de nosotros por el Espíritu de Cristo.  Como dice San Pablo en su carta a los Filipenses, Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.        

     Entonces, si hoy queremos hacer algo bueno en el nombre de la iglesia de Cristo, primero necesitamos recibir la savia, es decir, recibir la Palabra que limpia.  La cosa sin que no podemos sobrevivir es el perdón de Dios, entregado a nosotros por el Espíritu usando su Palabra.  Este mismo perdón también nos da el deseo y el poder de servir a un vecino, o compartir la razón que nos da esperanza. 

     Dice Jesús: Yo voy a usarte, y tú vas a tener tareas difíciles, aun temerosas.  Pero no te preocupes, y no te olvides: las obras todavía pertenece a mí, y la obra final ya está terminada, perfeccionada, en mí, en mí cuerpo, que todavía lleva los marcos de los clavos.  Yo estoy contigo, como la vid esta con los pámpanos.  Conmigo, no puedes desfallecer.   

Oremos: Padre celestial, labrador de la viña, te damos gracias por nuestra conexión por la fe a la Verdadera Vid, tu hijo nuestro Señor Jesucristo.  Te rogamos que nos ayuda permanecer en el.  Y como tú quieres también que nosotros llevemos mucho fruto, te pedimos que siempre nos dé la savia de vida que fluye de Cristo.  Por tu Espíritu Santo, nos fortalezca para vidas de servicio y confesión, para que a través de nosotros, tu iglesia crezca, en todo el mundo, y especialmente aquí en España.  Te rogamos todo en el nombre de Jesucristo, nuestro Salvador, Amén. 

Antiguo Testamento: Isaías 5:1-7
    1Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en una ladera fértil.  La había cercado y despedregado y plantado de vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella un lagar (bodega); y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres.
    3 Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre mí y mi viña.  ¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando yo que diese uvas, ha dado uvas silvestres?  Os mostraré, pues, ahora lo que haré yo a mi viña: Le quitaré su vallado, y será consumida; aportillaré su cerca, y será hollada.  Haré que quede desierta; no será podada ni cavada, y crecerán el cardo y los espinos; y aun a las nubes mandaré que no derramen lluvia sobre ella.
    7 Ciertamente la viña de Jehová de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá planta deliciosa suya. Esperaba juicio, y he aquí vileza; justicia, y he aquí clamor.

Epístola: Efesios 4:1-16
    1Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.
    7 Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo.  Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres. 
    9 Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra?  10 El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.
    11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; 14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, 15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

Evangelio: San Juan 15:1-8
    [Jesús dice] Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.  Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.  Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
     4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.  Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.  El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.
     7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.  En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.