La Maravillosa
Ascensión de Jesús
En
el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús
comenzó a hacer y a enseñar, 2 hasta el día en que fue recibido
arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles
que había escogido;
En el evangelio que lleva su nombre, San
Lucas nos habló acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a
enseñar. A continuación, en el libro que
se llama Hechos, Lucas nos habla de las cosas que Jesús continúa haciendo y
enseñando. No hay un fin de los actos y
la enseñanza de Cristo Jesús; Él prosigue en su gran obra. Él fue elevado antes los ojos de los
Apóstoles, pero no fue llevado muy lejos. Jesús ascendió y está sentado a la
diestra de Dios Padre. Pero la diestra
de Dios Padre está en todas partes. Dios
no está restringido a un sitio físico, es Dios, y en El vivimos, nos movemos y existimos. (Hechos 17:28) Por lo tanto, el Hombre Jesús, quien es
también Dios, el único hijo del Padre, la segunda persona de la Santa Trinidad,
también está en todas partes. Nunca está
muy lejos.
Jesús en su Ascensión fue recibido por una
nube, y le ocultó de los ojos de sus Apóstoles.
La Ascensión no significa que Jesús ahora está muy lejos del mundo,
atrapado en el cielo, sin contacto con su Iglesia. Él está presente para salvar y bendecir en el
medio de su Iglesia.
Recuerda
las promesas que están escritos en el evangelio de San Mateo, donde están dos o tres congregados en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos, y también “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles
que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
Los Apóstoles no podían ver a Jesús, pero
Él estaba con ellos, y Él ha estado siempre con la Iglesia que ha sido
construido sobre el fundamento que es los Apóstoles, sobre su ministerio y su
enseñanza. Por eso, confesamos que
creemos en una Iglesia Cristiana, Santa y Apostólica: Santa debido a la
presencia de Cristo, Apostólica debido al hecho que seguimos en la Doctrina de
Cristo, escrito por los Apóstoles para nosotros en el Nuevo Testamento. Somos la Iglesia Apostólica porque
continuamos reuniendo en el nombre de Jesús, predicando su verdad, y recibiendo
su Cuerpo y Sangre, dado y derramada por nosotros, para el perdón de todos
nuestros pecados.
Entonces, aunque no somos Apóstoles, no
importa, todavía el Señor, crucificado, resucitado y ascendido, está con
nosotros. No podemos ver a Jesús; está
ocultado a nuestros ojos. Pero Él está
aquí. Él quien es Dios hecho hombre ha
prometido estar con su iglesia, y Dios siempre cumple sus promesas. Jesús está con su Iglesia, haciendo su obra. Siempre está cuidando a su enseñanza;
todavía está trabajando por el bien de su pueblo, que es la Iglesia Cristiana. Es maravilloso.
Es maravilloso. Sin embargo, todo el mundo, incluyendo tú y
yo, tenemos una tendencia muy fuerte de buscar para cosas impresionantes, cosas
que podemos ver, cosas que nos quitan el aliento. En la Iglesia, históricamente, esta tendencia
ha sido realizado en competencias entre ministros, y entre congregaciones y sus
patrocinadores, para tener los templos más grandes, el arte más bella, la
música más linda, los tesoros más llenos de oro y plata.
Y de verdad no hay un problema con
invertir dinero para tener cosas de belleza en la Iglesia. La presencia de Dios nos llama a adornar la
adoración con hermosura, siempre y cuando nuestro motivo es de verdad
glorificar a Dios y cantar sus alabanzas.
Pero cuando decimos que compramos cosas para decorar y hacer bella la
adoración de la Iglesia, sino en realidad buscamos gloria para nosotros mismos,
esto es pecado. Cuando la belleza y el
poder y ser impresionante al mundo se convierten en nuestros objetivos, en
lugar de proclamar Cristo y su Evangelio, entonces estamos pecando. También somos capaces de hacer lo mismo con
nuestras buenas obras, o nuestro acumen teológico. No importa la cosa, aunque sea buena si
usamos para la gloria de Dios; cuando la usamos para glorificar a nosotros mismos,
es contra el evangelio, es anticristiana.
Pero, cuando reunimos en fe, sea en un
templo grande o en una sala de un hotel, cuando reunimos en el nombre de Jesús,
no importa si seamos 3, o 300, cuando congregamos confesando nuestros pecados,
en la esperanza fiable que Dios quiere oír nuestra confesión y perdonarnos
todos nuestros pecados, cuando unimos en una sola fe para comer y beber la
medicina de inmortalidad, entonces, Jesús está con nosotros para bendecirnos. Reunidos alrededor de Cristo, estamos en
tierra santa, el paraíso ha venido al mundo, porque Dios está con
nosotros. Es maravilloso.
Es maravilloso. Y también temeroso. Somos todavía pecadores, ahora contemplando
la presencia de Dios Santo. Nosotros
pecadores pobres no deberíamos estar en la presencia de Dios, pero aquí
estamos. Quizás fue este temor que causó
a los discípulos a continuar mirando al cielo cuando Jesús ascendió. Quizás los Apóstoles pensaban: Cristo Jesús,
el Hijo de Dios, nos ha llamado a ser su Iglesia, su Cuerpo, su voz en este
mundo pecaminoso. ¿Qué hacemos
ahora? ¿Cómo no vamos a destrozar a
todo?
Buena pregunta. Con solamente nuestra capacidad, por nuestro
esfuerzo y santidad propia, es verdad, vamos a destrozar a todo. Aparte de la Palabra de Dios y el poder del
Espíritu Santo, nos caemos en todo tipo de pecado e incredulidad muy
fácilmente. También por esta razón,
Jesús está todavía con nosotros, porque Él conoce nuestra debilidad.
Sin embargo, Él todavía quiere que su
Iglesia sea fuerte y buena y llena de paz, aun cuando no parece como mucho en
los ojos del mundo. Por eso, nos ha dado
algunas claves en las lecturas de hoy, varios consejos que ayudan al bienestar
de la Iglesia, y algunas cosas que van en contra. Como el Pueblos de Dios en este sitio hoy,
nos conviene considerarlos.
Ya sabemos que no debemos mirar fijamente
a los cielos; Cristo ha dado tarea a su Iglesia. Tenemos cosas para hacer, y una de estas no
es buscar la gloria en esta vida. Justo
antes la Ascensión, los Apóstoles le preguntaron: Señor,
¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?, Jesús les dijo: No os toca a
vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola
potestad; 8 pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre
vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea,
en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
Los Apóstoles estaban buscando a un reino glorioso y visible en este
mundo, la restauración de la gloria que tenía Israel bajo el Rey David. No entendían que la gloria de este mundo es
falsa, y no dura. Dios quiere compartir
su propia gloria con nosotros, que es incomparable. Y la Iglesia tiene esta gloria, pero como
Jesús está ocultado, también nuestra gloria está ocultada con Él. No es bueno que buscamos a la gloria
mundanal, sino que testificamos al mundo del Cristo, en quien está toda la
gloria de la eternidad, que es el don de Cristo.
¿Y las claves que debemos hacer? Ya tú las sabes. Jesús nos anima tener confianza en Él, y
mostrarla, confianza que Él es nuestro Salvador, y aunque Él está ocultado, que
Él está verdaderamente con nosotros. Con
esta confianza, podemos vivir como cristianos, es decir, con humildad, siempre
recordando nuestra debilidad y la bondad y gracia de Dios, que nos salva. La realidad de nuestra vida en Cristo es algo
que nos da un deseo de amar a otros, como Dios nos ama. Nuestra conexión a Dios nos ayuda vivir con
confianza, porque sabemos cómo Dios nos ha amado, y, algún día, en el tiempo
del Señor, Jesús va a venir otra vez, visiblemente, apareciendo en las nubes
que una vez le ocultaron, volviendo para reunirnos con todos los santos,
eternamente en el paraíso.
Mientras tanto, Jesús quiere que nos
reunamos aquí, celebrando nuestros bautismos, en el poder del Espíritu Santo,
quién está con nosotros para enseñarnos de Cristo a través de su Palabra. Con la ayuda del Consolador, oímos y
confiamos en la Palabra que proclama la historia de la Biblia, que es la
historia de todo el mundo, proclamando la Palabra desde Moisés, los Profetas y
los Salmos, hasta las escrituras de los Apóstoles, todo junto en un libro
divino. Todo la Biblia predica Cristo,
su vida, pasión, muerte, resurrección y ascensión, todo hecho para ganar el
perdón de los pecados, para ti, y para todo el mundo.
Congregamos para el arrepentimiento, que
es el dolor por nuestros pecados y el deseo de ser librado de ellos, el
arrepentimiento que el Espíritu crea en nosotros por su Ley, que nos revela
nuestros pecados. Oímos la Ley y
confesamos nuestros pecados, porque es la verdad, y aún más para que podamos
recibir el perdón, la buena noticia que en Cristo estamos perdonados, cien por
ciento, y gratuitamente, sin obras ni méritos de nuestra parte.
Es maravilloso, porque tenemos la
victoria, hoy, y para siempre, en Cristo, nuestro ascendido Salvador, quién
está con nosotros, hoy, y por los siglos de los siglos, Amén.