Friday, May 13, 2016

La Maravillosa Asensción de Jesús

La Maravillosa Ascensión de Jesús

     En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;

     En el evangelio que lleva su nombre, San Lucas nos habló acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar.  A continuación, en el libro que se llama Hechos, Lucas nos habla de las cosas que Jesús continúa haciendo y enseñando.  No hay un fin de los actos y la enseñanza de Cristo Jesús; Él prosigue en su gran obra.  Él fue elevado antes los ojos de los Apóstoles, pero no fue llevado muy lejos. Jesús ascendió y está sentado a la diestra de Dios Padre.  Pero la diestra de Dios Padre está en todas partes.  Dios no está restringido a un sitio físico, es Dios, y en El vivimos, nos movemos y existimos.  (Hechos 17:28)  Por lo tanto, el Hombre Jesús, quien es también Dios, el único hijo del Padre, la segunda persona de la Santa Trinidad, también está en todas partes.  Nunca está muy lejos. 

    Jesús en su Ascensión fue recibido por una nube, y le ocultó de los ojos de sus Apóstoles.  La Ascensión no significa que Jesús ahora está muy lejos del mundo, atrapado en el cielo, sin contacto con su Iglesia.  Él está presente para salvar y bendecir en el medio de su Iglesia. 

Recuerda las promesas que están escritos en el evangelio de San Mateo, donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos, y también “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

     Los Apóstoles no podían ver a Jesús, pero Él estaba con ellos, y Él ha estado siempre con la Iglesia que ha sido construido sobre el fundamento que es los Apóstoles, sobre su ministerio y su enseñanza.  Por eso, confesamos que creemos en una Iglesia Cristiana, Santa y Apostólica: Santa debido a la presencia de Cristo, Apostólica debido al hecho que seguimos en la Doctrina de Cristo, escrito por los Apóstoles para nosotros en el Nuevo Testamento.  Somos la Iglesia Apostólica porque continuamos reuniendo en el nombre de Jesús, predicando su verdad, y recibiendo su Cuerpo y Sangre, dado y derramada por nosotros, para el perdón de todos nuestros pecados. 
    
     Entonces, aunque no somos Apóstoles, no importa, todavía el Señor, crucificado, resucitado y ascendido, está con nosotros.  No podemos ver a Jesús; está ocultado a nuestros ojos.  Pero Él está aquí.  Él quien es Dios hecho hombre ha prometido estar con su iglesia, y Dios siempre cumple sus promesas.  Jesús está con su Iglesia, haciendo su obra.   Siempre está cuidando a su enseñanza; todavía está trabajando por el bien de su pueblo, que es la Iglesia Cristiana.  Es maravilloso. 
     Es maravilloso.  Sin embargo, todo el mundo, incluyendo tú y yo, tenemos una tendencia muy fuerte de buscar para cosas impresionantes, cosas que podemos ver, cosas que nos quitan el aliento.  En la Iglesia, históricamente, esta tendencia ha sido realizado en competencias entre ministros, y entre congregaciones y sus patrocinadores, para tener los templos más grandes, el arte más bella, la música más linda, los tesoros más llenos de oro y plata. 

     Y de verdad no hay un problema con invertir dinero para tener cosas de belleza en la Iglesia.  La presencia de Dios nos llama a adornar la adoración con hermosura, siempre y cuando nuestro motivo es de verdad glorificar a Dios y cantar sus alabanzas.  Pero cuando decimos que compramos cosas para decorar y hacer bella la adoración de la Iglesia, sino en realidad buscamos gloria para nosotros mismos, esto es pecado.  Cuando la belleza y el poder y ser impresionante al mundo se convierten en nuestros objetivos, en lugar de proclamar Cristo y su Evangelio, entonces estamos pecando.  También somos capaces de hacer lo mismo con nuestras buenas obras, o nuestro acumen teológico.  No importa la cosa, aunque sea buena si usamos para la gloria de Dios; cuando la usamos para glorificar a nosotros mismos, es contra el evangelio, es anticristiana.      

    Pero, cuando reunimos en fe, sea en un templo grande o en una sala de un hotel, cuando reunimos en el nombre de Jesús, no importa si seamos 3, o 300, cuando congregamos confesando nuestros pecados, en la esperanza fiable que Dios quiere oír nuestra confesión y perdonarnos todos nuestros pecados, cuando unimos en una sola fe para comer y beber la medicina de inmortalidad, entonces, Jesús está con nosotros para bendecirnos.  Reunidos alrededor de Cristo, estamos en tierra santa, el paraíso ha venido al mundo, porque Dios está con nosotros.  Es maravilloso.

     Es maravilloso.  Y también temeroso.  Somos todavía pecadores, ahora contemplando la presencia de Dios Santo.  Nosotros pecadores pobres no deberíamos estar en la presencia de Dios, pero aquí estamos.  Quizás fue este temor que causó a los discípulos a continuar mirando al cielo cuando Jesús ascendió.  Quizás los Apóstoles pensaban: Cristo Jesús, el Hijo de Dios, nos ha llamado a ser su Iglesia, su Cuerpo, su voz en este mundo pecaminoso.  ¿Qué hacemos ahora?  ¿Cómo no vamos a destrozar a todo? 

     Buena pregunta.  Con solamente nuestra capacidad, por nuestro esfuerzo y santidad propia, es verdad, vamos a destrozar a todo.  Aparte de la Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo, nos caemos en todo tipo de pecado e incredulidad muy fácilmente.  También por esta razón, Jesús está todavía con nosotros, porque Él conoce nuestra debilidad. 
     Sin embargo, Él todavía quiere que su Iglesia sea fuerte y buena y llena de paz, aun cuando no parece como mucho en los ojos del mundo.  Por eso, nos ha dado algunas claves en las lecturas de hoy, varios consejos que ayudan al bienestar de la Iglesia, y algunas cosas que van en contra.  Como el Pueblos de Dios en este sitio hoy, nos conviene considerarlos.   

     Ya sabemos que no debemos mirar fijamente a los cielos; Cristo ha dado tarea a su Iglesia.  Tenemos cosas para hacer, y una de estas no es buscar la gloria en esta vida.  Justo antes la Ascensión, los Apóstoles le preguntaron:  Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?, Jesús les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.  Los Apóstoles estaban buscando a un reino glorioso y visible en este mundo, la restauración de la gloria que tenía Israel bajo el Rey David.  No entendían que la gloria de este mundo es falsa, y no dura.  Dios quiere compartir su propia gloria con nosotros, que es incomparable.  Y la Iglesia tiene esta gloria, pero como Jesús está ocultado, también nuestra gloria está ocultada con Él.  No es bueno que buscamos a la gloria mundanal, sino que testificamos al mundo del Cristo, en quien está toda la gloria de la eternidad, que es el don de Cristo. 


     ¿Y las claves que debemos hacer?  Ya tú las sabes.  Jesús nos anima tener confianza en Él, y mostrarla, confianza que Él es nuestro Salvador, y aunque Él está ocultado, que Él está verdaderamente con nosotros.  Con esta confianza, podemos vivir como cristianos, es decir, con humildad, siempre recordando nuestra debilidad y la bondad y gracia de Dios, que nos salva.  La realidad de nuestra vida en Cristo es algo que nos da un deseo de amar a otros, como Dios nos ama.  Nuestra conexión a Dios nos ayuda vivir con confianza, porque sabemos cómo Dios nos ha amado, y, algún día, en el tiempo del Señor, Jesús va a venir otra vez, visiblemente, apareciendo en las nubes que una vez le ocultaron, volviendo para reunirnos con todos los santos, eternamente en el paraíso. 

     Mientras tanto, Jesús quiere que nos reunamos aquí, celebrando nuestros bautismos, en el poder del Espíritu Santo, quién está con nosotros para enseñarnos de Cristo a través de su Palabra.  Con la ayuda del Consolador, oímos y confiamos en la Palabra que proclama la historia de la Biblia, que es la historia de todo el mundo, proclamando la Palabra desde Moisés, los Profetas y los Salmos, hasta las escrituras de los Apóstoles, todo junto en un libro divino.  Todo la Biblia predica Cristo, su vida, pasión, muerte, resurrección y ascensión, todo hecho para ganar el perdón de los pecados, para ti, y para todo el mundo. 
  
     Congregamos para el arrepentimiento, que es el dolor por nuestros pecados y el deseo de ser librado de ellos, el arrepentimiento que el Espíritu crea en nosotros por su Ley, que nos revela nuestros pecados.  Oímos la Ley y confesamos nuestros pecados, porque es la verdad, y aún más para que podamos recibir el perdón, la buena noticia que en Cristo estamos perdonados, cien por ciento, y gratuitamente, sin obras ni méritos de nuestra parte. 


     Es maravilloso, porque tenemos la victoria, hoy, y para siempre, en Cristo, nuestro ascendido Salvador, quién está con nosotros, hoy, y por los siglos de los siglos, Amén.   

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