Jesús Lo Hace Todo
Marcos 7:31 - 37
Hay un dicho
norteamericano, tal vez hay uno parecido en España; va como esto: “Si quieres que
un trabajo sea hecho correcto, tienes que hacerlo tú mismo.” Es una idea popular y común. Desde luego, no es verdad. Nadie es competente para hacer cada y
cualquier trabajo. Compartir, y delegar,
y buscar a la persona con la aptitud y el tiempo para una tarea, estos constituyen
el modo de trabajar con éxito.
Quizás un padre, hablando en relación del
trabajo de sus niños, puede decir este dicho con veracidad, pero solo hasta que
sus niños crezcan a ser adolescentes, enseñando a su padre como usar su móvil.
Pero, hay uno
que siempre puede decir este dicho. Lo
puede decir Dios. Para formar y sostener a su Iglesia, Jesús tiene que hacer
todo. Nos puede extrañar, la idea de que el Dios todopoderoso, ubicado en
toda la gloria, el Santo, Santo, Santo Señor, tiene que descender tan profundamente
para lograr su meta de tener un pueblo santo.
Pero así es.
Así también
con el hombre sordo y tartamudo a quien Jesús sanó en nuestro Evangelio de
hoy. Jesús tenía que hacer todo, incluso hasta el punto de involucrarse
en maneras que nos podría parecer desagradable, o aun repugnante.
Siempre lo
odiaba cuando mi madre, justo antes de que llegáramos a visitar a la casa de
unos amigos, escupía en un pañuelo de papel y se giró por atrás en el coche
para limpiar mi cara. Desagradable y
ofensiva, en mi opinión.
Pero el mismo
Señor Jesús no tiene reparos en meter sus dedos en los oídos de este sordo,
escupiendo y tocando su lengua. El texto no dice exactamente, pero parece
que Jesús escupió en sus dedos, y luego tocó la lengua del hombre. Efata,
dijo Jesús, sé abierto, mientras gimiendo y llamando al cielo. Efata. La palabra y las acciones juntas hacen el
milagro. Nuestro Señor lo hace todo, todo lo que sea necesario, no importa
la vergüenza, para desbloquear los oídos de este hombre y darle una lengua
capaz de hablar correctamente.
Esto es el
punto principal que debemos aprender. En relación con las preocupaciones
de Dios, tú y yo no podemos hacer nada por nuestra cuenta. Somos espiritualmente
débiles. Nuestros oídos están llenos y tapados con las mentiras de Satanás
y del mundo. Nuestra lengua está
ocupada con los pensamientos de autobombo
que hoy amamos proclamar sobre nosotros mismos por las redes sociales. La
autoestima es el eslogan favorito de la psicología pop, pero es totalmente
inapropiada para los seguidores de Jesús que saben que nadie es bueno, sino
sólo Dios.
No somos
buenos. No hacemos las cosas bien. Bueno, es verdad que podemos ser
buenos vecinos terrenales, e incluso podemos ser capaces de hacer algunas cosas
de gran valor terrenal, como cocinar una comida, cuidar a un niño, o hacer un
trabajo como cambiar un neumático para una persona varada en la carretera. Las
noticias nos cuentan de héroes en Barcelona y en Houston, ayudando a aquellos
que fueron heridos por los yihadistas y rescatando a personas amenazabas por la
inundación causada por Huracán Harvey.
En medio de estas tragedias encontramos un poco de esperanza.
Demos gracias
a Dios por las buenas obras en Barcelona y Houston. Muy bien.
Pero la fecha de caducidad de estas obras es muy pronto, especialmente en
comparación con la eternidad.
Desgraciadamente, no podemos hacer nada de valor celestial y eternal, no
por nuestros propios poderes.
No podríamos
salvarnos a nosotros mismos si todo lo que se necesitaba era solo un
pensamiento 100% puro, porque somos pecadores, desde el centro de nuestro ser. Nuestra condición infecta cada cosa que hacemos. Cuando se trata del Reino de los Cielos, si
Dios quiere que el trabajo sea hecho correcto, Él tiene que hacerlo su
mismo.
Por eso la
multitud estaba tan asombrada del milagro de Efata, de las orejas abiertas y de
la lengua desatada. Jesús hizo algo muy bueno, un hecho claramente
celestial y divino. Por lo tanto las multitudes exclamaba: Él ha hecho
todas las cosas bien.
Las palabras
griegas para "bien" y “bueno” son “kalon” y “kalos.” En hebreo es “tov,” la misma palabra que Jesús,
junto con su Padre y el Espíritu, vio en la primera luz, y en las primeras
tierras y mares separados, en las plantas y las aves y las criaturas marinas y
los animales. Dios creó estas cosas, y
vio que eran buenas. “Tov” en hebreo. “Kalos” en griego. Dios
hizo bien, y luego sonrió para ver su mejor creación, que era muy buena. Así era la estimación de Dios cuando el
hombre y la mujer fueron añadidos a la obra creativa.
Jesús, al
restaurar un fragmento de la creación en los oídos y la lengua de este hombre
sordo y tartamudo, hizo de nuevo el bien. Algo nuevo estaba entrando en
este mundo caído, por lo que las multitudes estaban asombradas. Sabían que ningún hombre normal podía hacer
todas las cosas bien.
Pero Jesús
podía hacerlo. Y Jesús puede. Jesús lo ha hecho y Él todavía lo
hace. Jesús lo hace todo, y todo lo hace bien. Esta es la importancia
de la Encarnación, cuando el Hijo de Dios se convirtió en ser también un ser
humano, convirtiéndose en el único hombre perfectamente y eternamente bueno,
llegando a vivir la vida llena de buenas obras, para la cual Dios nos
creó. Esa obra buena está ya hecha en
Jesús. Es terminada. Y es buena.
¿Qué fue la
obra de Cristo? Fue más que sanar a
algunos pobres, más que alimentar a la muchedumbre o enseñar correctamente la
Ley de Dios. Jesús es el único hombre
sin pecado. No obstante, vino para dar el pago por el pecado. Vino para enfrentarse a la ira de Dios contra
todo pecado humano, muriendo la muerte eterna que merecemos, todo esto empacado
en unas horribles horas de un viernes que Jesús pasó colgado en una
Cruz. Ese trabajo está hecho. Terminado. Y
es bueno.
Pero espera,
hay más. Jesús no dejó de trabajar en la
Resurrección, ni siquiera después de su Ascensión, cuando se sentó a la diestra
de Dios. Jesús todavía lo está haciendo todo, ahora invisiblemente, a
través del poder de su Palabra.
La intimidad,
la desagradable terrenidad de este milagro de Efata es, en parte, por qué la
Iglesia siempre lo ha asociado con el Bautismo, que es también muy
terrenal. En tu bautismo, que parece
nada más que un poco de agua y algunas palabras, Cristo te unió a su Cruz, a su
muerte y a su nueva vida.
Ahogarse
es aún más desagradable a considerar que alguien toque tu lengua, pero esto es
exactamente lo que Dios te ha hecho en las aguas del Santo Bautismo. Ahogó a tu naturaleza pecaminosa, tu Viejo
Adán, para que un Hombre Nuevo, una nueva criatura, un hijo redimido de Dios,
podría surgir y resucitar para vivir en justicia y pureza ante Dios, para
siempre. El bautismo, aún más que la curación de este sordomudo, es un
milagro personal, incómodo, y muy bueno.
Por supuesto,
otra conexión entre el Bautismo y el milagro de Efata es el desbloqueo de los
oídos y el desatamiento de la lengua. Dios también hace esta obra en el
Bautismo, usando su Palabra de Promesa para crear fe, fe que nos hace vivos, porque
recibimos la Fe Viviente, Jesucristo. La
fe nuestra, entonces, proclama naturalmente las alabanzas de nuestro Salvador.
Normalmente la
gente no se queda asombrada por un bautismo, pero deberíamos maravillar. Yo
digo que los milagros de Jesús hoy son aún más impresionantes que los de los
tiempos bíblicos. Hoy en día, en su Iglesia, Jesús combina, en uno, un
misterio y un maravilloso privilegio. Aunque nuestro Señor no aparece
visiblemente en los Bautismos, ni en la Cena del Señor, Él está verdaderamente
presente. ¡Qué privilegio! Y
misterio de misterios, Él escoge trabajar su bien a través de las palabras y
acciones de pecadores. Como yo. Como el Pastor Adam y el Pastor Juan
Carlos. Y, como Dios te mueve a hablar su nombre y ofrecer su misericordia
en tu vida cotidiana, Jesús también habla y hace el bien a través de ti.
Hoy, aunque
por nuestra cuenta, somos incapaces de hacer algo verdaderamente bueno según el
estándar de la eternidad, Dios elige realizar su mayor bien, recreando el mundo
caído, a través de nuestras palabras. Es decir, a través de las palabras
que el Espíritu de Cristo pone en nuestras bocas, Jesús lo hace todo.
Tendemos a
ponernos nerviosos cuando empezamos a pensar en hacer cosas en la Iglesia, o
hacer cosas en la causa del Evangelio. Pero en la siguiente verdad podemos
relajarnos un poco: si el trabajo es realmente bueno e importante, no tenemos
que lograrlo. Jesús hará lo que haya que hacer. Tendremos cosas que
hacer, sí, pero los resultados están en las manos de Jesús.
Es algo así
como nuestro canto en la Iglesia. Tratamos de cantar bien. Debido a quien,
y de lo que estamos cantando, debido al mensaje evangélico que nos es dado para
cantar, tratamos de cantar bien. Porque el pueblo de Dios está reunido
aquí en su Nombre, Jesús está aquí. Por esta razón también, tratamos de
cantar bien.
Es
importante. No tratar de cantar bien estaría mal. Realmente queremos
cantar bien, es divertido. Pero el valor de nuestro canto, para enseñar y
elevar y consolar, no depende de nuestra calidad musical, sino más bien del
Espíritu de Cristo, que trabaja a través de las palabras que cantamos. Dios lo hace, ya sea que sonamos como una
alondra, o más como un viejo cuervo.
De manera
similar, yo, como todo pastor, tengo un llamado a predicar bien,
verdaderamente, fielmente, y de una manera que podáis oír. Y quiero hacer
esto. Pero la creación de corazones fieles y alegres depende de
Dios.
Cristo es el
que supera las debilidades y fallos de todo hombre llamado a predicar. Él
es el Buen Pastor, el Predicador a quién la Iglesia escucha, para recibir todos
sus dones.
Dios hará
todas las cosas bien, con respecto también a tu papel en la Iglesia. Tal vez
sólo puedes orar, o dar sólo un poco de dinero o tiempo. O tal vez puedes
contribuir una cantidad significativa de dinero, y gastar muchas horas en el
servicio de la Iglesia. No es importante la cantidad de tu trabajo y
ofrenda. Lo que es importante es que
enfoques en Cristo y lo que Él ha hecho para ti. Porque, cuando estás lleno del regalo de
perdón y vida nueva, entonces todo lo que hagas será perfecto, porque Jesús lo
hará.
Tus obras aún
no serán perfectas en el sentido de que no pecarás ni harás errores. Jesús
tendrá que venir a nosotros de nuevo, y otra vez, para desatascar nuestros
oídos y abrir nuestros corazones con su Palabra de Ley y Evangelio. El feliz
estado de estar sin pecado y sin fallos, sin necesidad de ser corregidos por la
Ley, el Día en que no necesitamos más perdón, ese Día no vendrá hasta que la
Nueva Creación esté revelada. Hasta
entonces, necesitamos pedir la misericordia y confesar diariamente nuestros
pecados y escuchar la palabra de perdón, hasta la muerte, o hasta que vemos a
Jesús montado en las nubes, flanqueado por la hueste celestial, introduciendo
los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra.
Sin embargo,
ahora mismo, por la fe en Jesús, tus obras son perfectas, porque estás atrapado
en la Misión de Jesús, y Él hace todas las cosas bien. Él hizo, hace y
hará todo bien, todo lo necesario, para llevarte a su Reino Celestial, en el
Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén.