Tuesday, July 23, 2019

El Buscador Divino - Tercer Domingo después de Trinidad


Tercer Domingo después de Trinidad
7 de julio, A+D 2019
El Buscador Divino

     ¿Alguna vez has estado perdido?  Hoy el Salmista nos pone en la posición del perdido.  Solo y afligido.  Completamente perdido, sin capacidad de encontrar el camino a nuestro hogar.  Hicimos nuestra entrada a la presencia de Dios esta mañana orando como rezaría la famosa oveja, separada de los 99.  Mírame, y ten misericordia de mí, oh Señor, porque estoy solo y afligido.

     Es bueno considerar un rato estar perdido. 

     ¿Alguna vez has estado perdido?  Cuando tuve 5 o 6 años, una vez estaba en Billings, Montana, con mi familia, haciendo compras en una tienda, una versión americana de El Corte Inglés.  Estaba siguiendo a mi madre, peregrinando entre el laberinto de percheros redondos que llenan la sala de ropa de mujeres.  Sé que estábamos en invierno, porque mi madre llevaba un abrigo de lana, de color café, lo cual era mi faro mientras navegaba entre los acantilados de ropa que me rodeaban, intentando evitar sufrir un náufrago contra las rocas.  O así fue en mi imaginación. 

      En un momento dado, el peligro de mi aventura me hizo perder el abrigo de mi madre; y cambié suyo, de color “café con leche” para el abrigo de otra mujer, de color “café cortado.”  No sé cuánto tiempo yo seguía a esta mujer, pero de repente, cuando tiré de su abrigo para preguntarle algo, me encontré perdido, sin mi madre, a solas en un bosque oscuro de ropa.  Aunque no recuerdo que tenía mucho miedo, el hecho de que todavía, casi 5 décadas después, me acuerdo de tantos detalles del acontecimiento, esto sugiera otra realidad.  Estuve perdido, y sentí afligido y amenazado.    

     Puedo reírme ahora, pero en el momento de estar perdido, es temeroso, y preocupante.  Podría ser que nos falla los Mapas de Google, y nos encontramos en un barrio sospechoso a las 3:00 de la mañana, …
    o que perdemos el sendero en las montañas mientras el sol desaparece debajo del horizonte, …
   o también podría ser que no estamos literalmente perdidos, pero no tenemos ninguna persona en nuestra vida en quien podamos confiar.  No importa como llegamos a estar perdidos, es malísimo.     

     Sea lo que sea la causa, estar solo y perdido es una aflicción.  Y si el terreno de nuestra soledad no es geográfico, sino espiritual, puede ser aun peor. 
     Por grande que sea la incomodidad que sufrimos por considerar estando perdido en esta vida, en posible peligro, separado de nuestra comunidad, o alejado emocionalmente de la familia, … peor es considerar la separación de Dios, actual y eterna.

    Porque, cada vez que consideramos honestamente la verdad de nuestras vidas, la distancia que solemos poner entre nosotros y el Señor Dios, y cómo y porqué terminamos tan lejos de Dios, descubrimos de nuevo la realidad de que espiritualmente, no estamos perdidos, temporalmente, sino que somos perdidos.  Ser perdido es nuestra condición natural, y fácilmente pudiera llegar a ser eterna.

     La verdad es que elegimos salir del camino recto y bueno de Dios cada vez que pecamos, y así corremos el riesgo de perdernos.  Con frecuencia buscamos socorro desde otras fuentes falsas, en vez de saciarnos de la fuente de vida.  Simplemente hay que considerar tu vida y conducta según los Diez Mandamientos, y pronto sabrás no sólo de estar perdido, sino que también de la perdición.           



      Pero basta.  No quiero continuar en este camino, es demasiado difícil y triste; no lo podemos soportar.  Mejor que cambiemos el tema, que consideremos el otro lado, de ser un buscador.  ¿Qué hacemos, por ejemplo, cuando perdemos algo valioso?  ¿Qué haces, pues, si pierdas tu móvil, o tu billetera?  

     Igual que hicieron el pastor y la mujer en las parábolas de Jesús.  Cuando perdemos algo valioso, dejamos todo y enfocamos 100% en la búsqueda de la perdida.  Cambiamos planes, reclutamos toda la familia, y no hacemos nada excepto respirar y buscar, hasta que encontremos el objeto valioso.  Y si, Dios nos guarde, lo perdido no sea un objeto, sino una persona, entonces extendemos la alarma a la comunidad.  Hemos visto cómo toda España puede enfocar en un niño perdido.  Y recordamos cómo, hace un año en estas mismas fechas, el mundo entero estaba esperando, orando, y ofreciendo ayuda para que los niños y entrenadores del club de futbol de Tailandia fueran rescatados de una cueva.

     Nuestra concentración y esfuerzos cuando perdemos algo valioso pueden ser maravillosos, y a veces, cuando el resultado está bueno, estas experiencias puedan forjar una familia o comunidad más integrada y solidaria. 

     Otro beneficio para nosotros del pensar en cómo actuamos cuando perdemos algo valioso es que nos ayuda sacar la lección principal de las parábolas de Jesús que oímos hoy:  Dios mismo, cuando perdió su posesión más querida y valiosa, hizo la misma cosa que nosotros hacemos.  De hecho, el Señor hizo mucho más. 

     Por tan malo que sea considerar seriamente nuestra tendencia a perdernos, hasta aun huir de nuestro Dios, y rebelar contra Él,
     y por tan triste y difícil que sea pensar en la soledad actual y eternal que arriesgamos cuando nos apartamos de Dios,
     el mensaje de Jesús para nosotros hoy es aún más consolador.  Porque Dios nos ama, a pesar de cómo somos.   A pesar de nuestros pecados, somos muy valiosos en sus ojos, y él ha estado enfocado en buscarnos y rescatarnos desde la primera vez que elegimos apartarnos de su presencia y amor.  De hecho, misterio de misterios, el Señor ya tuvo su plan para rescatarnos, antes de la fundación del mundo.  Tan fuerte es su compromiso de rescatarnos.        



    La parábola del pastor loco, quien dejó a noventa y nueve ovejas obedientes, y salió de su hogar cómodo y seguro, para entrar en el desierto y buscar a una sola oveja, descarriada y perdida, es una metáfora de la carrera del Hijo de Dios, quien fue reinando en gloria, rodeado por ángeles y arcángeles cantando loores al Padre, Hijo y Espíritu Santo.  Jesucristo tuvo todo, pero eligió descender de la diestra de su Padre y entrar en nuestro mundo destrozado por pecado.  Y no solo entrar, pero quiso unirse con nosotros, tomando nuestra forma, asumiendo la carne humana en su persona divina, para hacerse el Cristo, Hombre y Dios en un solo ser, el único capaz de ganar nuestra salvación.  ¡Y su objetivo en todo esto eras tú!

     Aunque Jesús no te llevó a casa literalmente sobre sus hombros, esta imagen debería recordarnos de otro evento literal, cuando nuestro Señor soportó una carga en sus hombros, la de una cruz romana, que el Hijo de Dios llevó al monte Calvario.  Aun peor, y más asombroso, Jesús no solamente aceptó el castigo peor de los romanos, nuestro Salvador también aceptó el castigo divino contra nuestros pecados, para deshacer la causa de nuestra separación y perdición.  Lo que fue necesario, Jesús, nuestro Buscador Divino, ya ha hecho, para encontrarte y rescatarte.  ¡Consumado es! 

     Y ahora, anticipamos la celebración.  La última parte de cada de las tres parábolas es sorprendente:  la celebración hecho por cada buscador, fiestas que nos parecen demasiado extravagantes en relación con las cosas encontradas de nuevo. 
     ¿No te parece que reunirse con todos los amigos y vecinos es demasiado, comparado con el valor de una sola oveja? 
     ¿No es que la mujer gastó más que el valor de la moneda perdida para hacer la fiesta después de encontrarla? 
     ¿Y ya habiendo dado la mitad de sus bienes al hijo menor, cómo es que el padre tiene suficientes recursos para poner un anillo en el dedo de este pródigo, matar el becerro gordo y hacer una fiesta tan grande? 
     Las fiestas nos parecen muy desproporcionadas al valor de las cosas encontradas.

     Así sería con nosotros, pero no estamos hablando de nosotros, estamos hablando del Señor Dios, Rey de los cielos, Comandante de los ejércitos celestiales, Creador del universo, y el Buscador Divino.  La grandeza de su gozo está reflejada en los ángeles, regocijándose perpetuamente por la maravilla que es el amor de Dios, revelado en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.   


     Celebremos con los ángeles este Dios, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad.  Nuestro Dios se deleita en misericordia, y tiene misericordia de nosotros.  El Señor ha sepultado nuestras iniquidades, y echó en lo profundo del mar todos nuestros pecados.

     A través del perdón de los pecados, ganado para todo el mundo, Jesús otorga la resurrección a la vida eterna a todas las ovejas perdidas que Él encuentra.  Y las ovejas nuevamente encontradas causan una fiesta entre los ángeles.  Ovejas como nosotros, congregados aquí otra vez en arrepentimiento, para recibir los dones de perdón y salvación, y tomar un anticipo de la fiesta venidera,

En el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.  









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