Tuesday, July 23, 2019

Las Ovejas y el Pastor - El Tercer Domingo de la Pascua - Misericordias Domini 2019


Tercer Domingo de Pascua
Misericordias Domini
5 de Mayo, A+D 2019, Cartagena, España
Ezequiel 34:11-16, Salmo 23,
1 Pedro 2:21-25, Juan 10:11-16

Las Ovejas y el Pastor

Aquí estamos, en el Tercer Domingo de Pascua, el Domingo del Buen Pastor, con lecturas que conectan entre sí y hacen comentarios los unos a los otros, un domingo con un tema claro, fuerte y consolador. 

En cuanto a este tema, es bueno vivir en España, donde hay todavía muchas ovejas y pastores, cuidando a sus rebaños, en el campo, y en las afueras de las grandes ciudades también.  Todos los españoles entienden lo que es una oveja, un redil, o un pastor.  Que la gente conozca todo esto no es cierto en muchas otras partes del mundo. 

Vivir en un país con muchas ovejas nos da una ventaja, que nos ayuda comprender el mensaje de este domingo.  Para mí, y hay mucha evidencia para mi perspectiva en los relatos sobre ovejas en la Biblia, ser descrito como oveja no es un cumplido.  Por ejemplo, una oveja, en mi experiencia, y como se describe en la Biblia, no es tan inteligente.  Ovejas son propensas a perderse, y son indefensas contra los lobos y otros depredadores.  Sin un pastor, o varios pastores, cuidándolo, un rebaño es un blanco fácil y favorito para los enemigos. 

Pero, en una de mis congregaciones en Montana, otra comarca con muchas ovejas, tuve un miembro, una viuda que se llama Nancy, que era de otra opinión.  Ella me quejaba cada vez que mencioné en un sermón o estudio las características menos favorables de las ovejas.  El marido de Nancy fue un ganadero, y también ella trabajaba en el mismo, aunque menos después del fallecimiento de su esposo.  Ellos tenían vacas, y especialmente ovejas.  Y Nancy siempre me quería corregir cuando dijera que las ovejas no son inteligentes ni fuertes, un animal que necesita mucho cuidado para sobrevivir.  Me decía que eran más inteligentes que los perros, y valientes como padres de sus corderos…  

No sé.  Tal vez Nancy tiene razón.  Al menos es indudable que ella ama a las ovejas, que tienen un valor grande en sus ojos, y esto es bueno. 

Pero, al final, la naturaleza de las ovejas no importa hoy, en el Domingo del Buen Pastor, porque cuando la Biblia habla de ovejas y rebaños y pastores no quiere enseñarnos sobre la ganadería.  El Señor nos está enseñando sobre nosotros mismos.  Nosotros somos los que son poco inteligentes, propensos a descarriarnos, presa fácil para los lobos, en particular uno que se llama Satanás. Seguro, humanamente hablando, hay muchas personas muy inteligentes, con mucha destreza, capaces de hacer grandes cosas.  Pero para con Dios, en temas de la justicia, la moralidad y la espiritualidad, no tenemos sabiduría.  No somos capaces de hacer nada bueno por nuestra propia cuenta.  No podemos protegernos del peligro de pecado, ni continuar recto en el sendero del Señor.  Muy fácilmente nos descarriamos y nos perdemos en el desierto.  Esto es el testimonio bíblico sobre las ovejas, quienes somos nosotros. 

Como cristianos, como los bautizados viviendo la vida cristiana, asistiendo al culto público, intentando organizar nuestra vida según los Diez Mandamientos, tal vez leyendo la Biblia y orando al Señor cada día, es muy fácil que empecemos de pensar mejor de nosotros mismos.  Sí, un niño que traemos a la pila bautismal, y al que enseñamos orar, este encaja bien con la imagen de un cordero, dependiente 100% de Jesús.  ¿Pero nosotros, que llevamos años en la Iglesia?   Somos más capaces, ¿no?  Tal vez éramos ovejas una vez, ¿pero ahora?  No tanto, queremos pensar.  Somos soldados de Cristo, ¿no?  Nos estamos alimentando con la Palabra de Dios, la cual nos hace fuerte y nos engorda con la sabiduría de Señor, para hacer grandes cosas en el nombre de Dios ¿no?  Por supuesto, no decimos que ya seamos perfectos, sin necesidad de ayuda ninguna, pero seguramente no seamos tan débiles como una oveja descarriada y perdida.  Al menos, somos mejor que muchos, mejor que los pecadores fuera de la Iglesia.  ¿Correcto?

Hay dos problemas con tener esta percepción de nosotros mismos.

Primero, es falso.  Como dice Jesús, utilizando otra metáfora agricultora, “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer.” (Juan 15:5)  O, como dice San Pablo en Romanos 14, en términos teológicos, “todo lo que no procede de fe (en Cristo), es pecado.”  Es verdad que Pablo también dice:  “Todo lo puedo.” Pero es imprescindible que terminemos el versículo: “en Cristo que me fortalece.” (Filipenses 4:13)  La actitud de la fe verdadera es humildad, porque el cristiano sabio entiende que, sin nuestro Buen Pastor, no podamos mantenernos en su rebaño, nos descarriemos muy pronto. 

Y esto nos dirige al segundo problema.  Si negamos nuestra naturaleza como ovejas, espiritualmente débiles e indefensas, al mismo tiempo nos rechazamos al Buen Pastor.  En dejar atrás el título, tal vez poco agradable, de ser una oveja, dejamos también a Jesús, el Pastor y Obispo de nuestras almas.  Si rehusamos ser ovejas, Él no pueda ser nuestro Pastor.  

En nuestra lectura de Ezequiel, Dios promete venir y ser sí mismo nuestro pastor, una promesa y presagio de la Encarnación del Hijo de Dios.  Pero, justo al final de la lectura, hay una amenaza fuerte contra las ovejas gordas y fuertes.  Dice el Señor:  mas a la engordada y a la fuerte destruiré; las apacentaré con justicia. 

Cualquier oveja del Señor que rechaza ser dependiente de Dios para todo, cualquier oveja orgullosa que quiere jactarse en cuanto a su destreza espiritual, vaya a recibir del Señor el alimento de justicia.  Y por nosotros mismos no podemos digerir la justicia del Señor.  Nos destruirá, porque todos tenemos pecado, todos somos espiritualmente débiles, aun perversos, aparte de Cristo. 

Ante Dios, siempre tenemos que admitir nuestra debilidad, nuestra naturaleza como ovejas débiles, propensas a descarriarnos.  Aunque nos humilla hacer esta confesión, es bueno confesar así.  Porque a cada oveja que confiesa así, nuestro Jesús tiene una buena noticia.  Al fin y al cabo, vas a comer justicia, pero no para castigo.  El Señor apacienta a sus ovejas arrepentidas con la justicia también, pero es la justicia de Dios cumplida en la Cruz.  Allí, nuestro Pastor y Obispo Jesucristo ya ha tragado toda la justicia de condenación y castigo.  Ya está pagado toda la deuda de nuestros fallos y pecados, nuestros y los de todo el mundo.

Ahora, resucitado y viniendo a su rebaño para congregar, apacentar y bendecirlo, el Buen Pastor nos alimenta con su Palabra, y con su Cena, en la cual nos da de comer de su santo cuerpo y santa sangre, dado y derramada para salvarnos.  Nos da para comer su justicia, que no nos daña, sino que nos cubre, convirtiéndonos en corderos amados del Padre, por causa del Cordero de Dios, que nos ha quitado todos nuestros pecados.   

Fíjate como el Buen Pastor nos cuida y nos apacienta.  Él viene para darse sí mismo a nosotros, para unirse con nosotros, y llevarnos en sus hombros a su Padre.  Porque el ama a sus ovejas, y esto es lo que somos, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén. 
















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