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Sunday, July 1, 2018

Callaos; Echad la Red; No Teméis. (English version after the Spanish)


Quinto Domingo después de Trinidad
Callaos; Echad la Red; No Teméis.
     ¡Qué maravilla!  Durante muchos siglos el Espíritu Santo iba guiando a la Iglesia en la elección de nuestras lecturas de hoy.  Y todo el tiempo, tenemos que decir que el Señor tenía su ojo en este domingo, y en nuestra iglesia, para proveernos un conjunto de lecturas, lo cual llamamos “los propios del día,” que hablarían precisamente a nuestra situación actual.  
     No veo otra posibilidad.  Fíjate como nuestros “propios” de hoy aplican a nuestra actualidad como iglesia misional. 
     En nuestra lectura del A.T., tenemos a Elías, un predicador fuertísimo, audaz y poderoso en su ministerio, pero ahora agotado, desesperado, escondido en una cueva, buscando una salida de su vocación.  Elías solo pudiera ver su situación fatal; aparentemente no sabía que Dios estaba guardando todavía 7.000 Israelitas fieles. 
     Me pregunto si los 7.000 conocían los unos a los otros, o si ellos también, por causa de la soledad, apenas se aferraban a la fe.  Los 7.000 fueron unos pocos, esparcidos entre tanta gente, parientes y amigos, llamados igualmente por el Señor, pero gente que había salido del camino recto, siguiendo dioses falsos.
     Gracias a Dios, oímos también de las próximas generaciones de predicadores, de Eliseo, un joven que iba a continuar el trabajo, después de Elías.  Y, un milenio más tarde, de San Lucas, oímos de la vocación por Jesús mismo de Simón Pedro, un hombre maduro, que no buscaba una vocación nueva.  Oímos como el Señor escogió a este hombre común y simple, un hombre quien fue, según nuestro entendimiento, poco preparado para ser un predicador.  Pero, el Señor le escogió, y a sus compañeros, Juan y Jacobo.  “Te haré un pescador de hombres,” dice Jesús a Pedro, y por lo tanto, así es como es, no importa lo que pensemos.
     ¿Y qué de nuestra situación?  Seguramente, durante los 18 años de la misión, los luteranos en España se han regocijado en mucho; nunca deberíamos olvidar las alegrías.  Y no creo que queramos comparar nuestra situación a la de Elías e Israel, sufriendo bajo los ataques de los reyes malvados Acab y Jezabel.  No hemos sufrido así.  Pero la historia de la Iglesia Luterana en España tampoco ha sido fácil. 
     Creo que nuestros miembros, diseminado por todas partes de España, sepan algo de ser aislados y poco conectados. 
     También tenemos predicadores sirviendo en varias etapas del ministerio.  Tenemos por ejemplo: 
·       Un nuevo pastor, intentando descubrir el patrón de su ministerio, recientemente ordenado, pero a la vez, el hermano mayor de todos nuestros pastores. 
·       Un pastor con experiencia, que durante algunos años llevó mucha carga sin mucha ayuda, intentando servir entre golpes y fracasos fuera de su control.  Y estos dos, como San Pablo, realizan su servicio pastoral mientras también trabajan a tiempo completo.  
·       Para acompañarlos y ayudarlos, tenemos dos norteamericanos, todavía luchando para dominar el idioma, y comprender la cultura.  
     Finalmente, tenemos tres seminaristas, cada uno siguiendo un camino distinto al ministerio pastoral.  Tenemos:
·       Uno en formación “a distancia,” buscando tiempo para hacer las clases por internet, mientras trabajando, y siendo padre, y esposo… y catequista… y líder de una congregación. 
·       Otro hombre con mucha experiencia pastoral, pero en una iglesia distinta, un hombre familiarizado con luchas dentro del pueblo de Dios, entrando ahora mismo en un año más de formación intensiva, mientras continúa buscando opciones laborales que pudieran dejarle tiempo para servir a su nueva iglesia. 
·       Y finalmente, un joven, un hombre quien, para conseguir la mejor formación pastoral, está saliendo de su país, su cultura, y su entorno familiar, para realizar un vicariato con una congregación dominicana, y algunos estudios en el nuevo seminario luterano en Santiago.  
         Y todo este esfuerzo misional se ha realizado en España, donde mucha gente no quieren nada más que salir completamente de la iglesia, y otros que entienden un luterano como algo raro, pero más o menos igual a un pentecostal, un bautista, o aun igual a un mormón, o un testigo de Jehová.     
     Como decía el Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén, “nada hay nuevo debajo del sol.”  (Eclesiastés 1:9b)  El fiel predicador y los creyentes siempre van a recibir el rechazo de los sabios del mundo, que no quieren oír nada que no conforme a su entendimiento.  Más bien, demandan que la teología sometan a las últimas modas y los deseos bajos de los hombres, por ejemplo, cualquier de las muchas religiones de auto-justificación, o la religión secular de hoy, el cientificismo materialista y evolucionista, o la religión popular de la libertad sexual.
    El fiel predicador y los creyentes también sufrirán de los que solo quieren aceptar demostraciones de poder obvio, los que quieren encontrar a Dios en el viento que quiebra peñas, o en terremotos o en fuego ardiente, es decir, por ejemplo, ellos que buscan a Dios en grandes edificios, instituciones razonables y eficaces, o en movimientos populares. 
     Pero el Señor solo da a sus predicadores un silbo delicado, una predicación de locura.  Según las preferencias del mundo, la palabra de la Cruz, aunque la gritamos de las azoteas, no tiene más importancia que un susurro, menos poder que un murmullo de un niño.  Pero, lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.  Y por eso, predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.      
     Y, mientras predicamos y escuchamos a Cristo crucificado, aprendemos que nuestro Siervo Sufriente siempre ha sido con su iglesia, con sus creyentes, dondequiera se han sido encontrado.  El Señor siempre estaba con Elías y todos sus profetas, perseguidos por gobernantes viles y líderes religiosos diabólicos, hasta que Jesús mismo fue ejecutado por personas iguales. 
     El Señor estaba morando por la fe en el corazón de cada uno de los 7.000 fieles, agarrando a ellos en los momentos cuando su fe desmayaba, guardándolos para la vida eterna.  Fue el compromiso de Dios a ellos por la promesa de la circuncisión, y es su compromiso a vosotros, por la promesa mejor de vuestro bautismo, que es la circuncisión hecho no por manos humanas, sino la circuncisión del corazón, hecho por el Espíritu Santo. 
     El Cristo siempre estaba con Pedro, corrigiéndole y enseñándole como pescar, y al final, tomando su título de “hombre pecador,” colgando en la Cruz no como solo un pecador más, sino sufriendo allí como “el pecador de pecadores.”  Jesús fue completamente sin pecado, pero en amor, aceptó, para Pedro, y para nosotros, toda la deuda y todo el pecado que nos separaban de su Santo Padre.  No teméis: con, por, y en Cristo, tenéis pleno perdón y toda la bendición de Dios, eternamente. 
     Ciertamente hoy, por la Palabra designada, el Espíritu Santo tiene un mensaje particular para nosotros, los miembros y servidores de la Iglesia Evangélica Luterana Española:  Callaos; Echad la Red; y No Teméis.
     Callaos.  Cuando sentimos aislados, olvidados, o perseguidos, cuando dudamos nuestra vocación como cristianos, o cuando pastores actuales o futuros dudan la validez de su vocación para predicar, el Señor nos dice:  Callaos. Tranquilizaos. 
     Callaos, y escuchad mi voz apacible, la locura de la Palabra de la Cruz.  No es una palabra poderosa según el poder de hombres, pero tiene todo el poder de Dios, más que suficiente para llevarnos a la meta.  El Señor, crucificado y resucitado, es nuestra luz y nuestra salvación; ¿de quién temeremos?   
     Echad la red.  Cuando, por la falta del logro visible, lo cual nuestra carne pecaminosa siempre quiere ver, estamos tentados de diseñar un modo nuevo para crecer la Iglesia, el Señor nos manda:  Echad la red.  Echad la red que es red, es decir, echad la red que es la locura de la predicación de Cristo crucificado.  Echad la red del misterio de la promesa de la Santa Cena, y el lavamiento en agua que nos une a la muerte y la resurrección de Jesús.  Echad la red para el bien de los fieles creyentes, y también echadla a los perdidos.  Luego, dejad que el Señor llene su propio red, según su propio plan. 

     Y finalmente, no teméis.  El Señor, crucificado y resucitado, es nuestra luz y nuestra salvación; ¿de quién temeremos? Tendremos días de alegría, y días de lágrimas.  No os desmayéis ante dificultades, como si Cristo os hubiera abandonado.  Ni tampoco en los días buenos deberíais tener orgullo en vosotros mismos, como si habéis ganado algo por vuestro poder.  No teméis, sino recordad la Palabra de la Cruz, y hallad vuestro orgullo y confianza exclusivamente allí, porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios, y sabiduría de Dios.  Es nuestro sumo bien, y nuestra salvación completa, en el Nombre de Jesús, Amén.

Fifth Sunday after Trinidad
Be quiet; Throw the net; Do not fear.
     What a marvel! For many centuries the Holy Spirit was guiding the Church in the choice of our readings today. And all the time, we have to say that the Lord had his eye on this Sunday, and on our church, to provide us with a set of readings, what we call "the propers of the day," that would speak precisely to our current situation.

     I do not see another possibility. Look at how our “propers” today apply to our present reality as a missionary church.

     In our reading of the OT, we have Elijah, a strong preacher, audacious and powerful in his ministry, but now exhausted, desperate, hidden in a cave, looking for a way out of his vocation. Elijah could only see his fatal situation; apparently he did not know that God was still guarding 7,000 faithful Israelites.

     I wonder if the 7,000 knew each other, or if they too, because of loneliness, barely clung to the faith. The 7,000 were a few, scattered among so many people, scattered among relatives and friends, also called by the Lord, but people who had strayed from the straight path, following false gods.

     Thank God, we also heard from the next generations of preachers, of Elisha, son of Safat , a young man who was going to continue the work, after Elijah. And, a millennium later, from St Luke, we heard about the calling by Jesus himself of Peter, a mature man, who was not looking for a new vocation. We hear how the Lord chose this common and simple man, an man who, according to our understanding, was unprepared to be a preacher. But the Lord chose him, and his companions, John and James. I will make you a fisher of men, says Jesus to Simon Peter, and so, that's how it is, it does not matter what we think.

     And what of our situation? Surely, during the 18 years of the mission, the Lutherans in Spain have rejoiced in much; we should never forget the joys. And I do not think we want to compare our situation to that of Elijah and Israel, suffering under the attacks of the evil kings Ahab and Jezebel. We have not suffered like that. But the history of the Lutheran Church in Spain has not been easy either.

     I believe that our members, scattered throughout Spain, know something about being be isolated and barely connected. 

     We also have preachers serving in various stages of the ministry. We have for example:
  • A new pastor, trying to discover the pattern of his ministry, recently ordained, but at the same time the older brother of our pastors. 
  • An experienced pastor, who for years carried a lot of burden without much help, trying to serve between blows and failures beyond his control. And these two, like Saint Paul, doing their pastoral service while also working full time.
  • To accompany and help them, two Americans still struggling to master the language, and understand the culture.
     Finally, we have three seminarians, each one following a different path to the pastoral ministry.
  • One in formation "at a distance," looking for time to do the classes online, while working, and being a father, and husband ... and catechist ... and leader of a congregation.
  • Another one with a lot of pastoral experience, but in a different church, a man familiar with struggles within the people of God, entering now in another year of intensive formation, while continuing to look for work options that could leave him time to serve his new church.
  • And finally, a young man, a man who, to get the best pastoral formation, is leaving his country, his culture, and his family environment, to make a vicariate with a Dominican congregation, and some studies in the new Lutheran seminary in Santiago.
     And all this missionary effort has been carried out in Spain, where many people
want nothing more than to leave the church completely, and others that understand a Lutheran as something strange, more or less equal to a Pentecostal, a Baptist, or even the same as a Mormon, or a Jehovah´s Witness.

     As the Preacher, son of David, king in Jerusalem, said, "there is nothing new under the sun." (Ecclesiastes 1: 9b) The faithful preacher and the believers will always find the rejection of the wise men of the world, who do not want to hear anything that does not conform to their understanding.  Rather, they demand that theology submit to the latest fashions and the base desires of men, for example, any of the many religions of self-justification, or the secular religion of today, the materialistic and evolutionary  scientism, or the popular religion of sexual freedom.

     The faithful preacher and the believers will also suffer from those who only want to accept demonstrations of obvious power, those who want to find God in the wind that breaks rocks, or in earthquakes or in burning fire, that is, for example, those who seek God in great buildings, reasonable and effective institutions, or popular movements.

    But the Lord only gives his preachers a delicate whistle, a preaching of madness. According to the preferences of the world, the word of the Cross, although we shout it from the rooftops, has no more importance than a whisper, less power than a murmur of a child. But the foolishness of God is wiser than men, and the weakness of God is stronger than men. And so, we preach Christ crucified, for the Jews a stumbling block, and for the Gentiles foolishness; but for those who are called, both Jews and Greeks, Christ the power of God, and the wisdom of God.      

     And, as we preach and listen to the crucified Christ, we learn that our Suffering Servant has always been with his church, with his believers, wherever they had been found. The Lord was always with Elijah, persecuted by vile rulers and diabolical religious leaders, until Jesus himself was executed by equals.

     The Lord was dwelling by faith in the hearts of each of the 7,000 faithful, holding on to them at those times when their faith fainted, saving them for eternal life. It was His commitment to them by the promise of circumcision, and it is his commitment to you, by the better promise of your baptism, which is the circumcision made not by human hands, the circumcision of the heart, made by the Holy Spirit.

      The Christ was always with Peter, correcting and teaching him, and in the end, taking his place, and his title of sinful man, hanging on the Cross not as just another sinner, but suffering there as a sinner of sinners. Jesus was completely without sin, but in love, he accepted, for Peter, and for us, all the debt and sin that separated us from his Holy Father. Do not fear: with, for, and in Christ, you have full forgiveness and all the blessing of God, eternally.

     Today, by the appointed Word, the Holy Spirit has a particular message for us, the members and servants of the Evangelical Lutheran Spanish Church: Be Quiet; Cast the Net; and Do not Fear.

     1. Be Quiet:  When we feel isolated, forgotten, or persecuted, when we doubt our vocation as Christians, or when current or future pastors doubt the validity of their vocation to preach, the Lord tells us: Be quiet. Calm down.
     Be still, and listen to my peaceful voice, the madness of the Word of the Cross. It is not a powerful word according to the power of men, but it has all the power of God, more than enough to take us to the goal. The Lord, crucified and risen, is our light and our salvation; Whom shall we fear?  

     2. Cast the Net:  When, because of the lack of visible achievement, which our sinful flesh always wants to see, we are tempted to design a new way to grow the Church, the Lord commands us: Cast the net. Cast out the net that is my net, that is, cast the net that is the folly of the preaching of the crucified Christ. Cast out the net of the mystery of the promise of the Holy Supper, and the washing in water that unites us to the death of Jesus, and also to his resurrection. Cast out the net for the good of the faithful believers, and also cast it out to the lost. Then, let the Lord fill his own net, according to his own plan.


     3.  Do not fear. The Lord, crucified and resurrected, is our light and our salvation; Whom shall we fear? You will experience days of joy, and days of tears. Do not lose heart in the face of difficulties, as if Christ were leaving you. Nor in the good days should you take pride in yourself, as you have gained something by your own power. No, remember the Word of the Cross, and seek your pride and confidence exclusively there, because the word of the cross is madness to those who are lost; but to those who are saved, that is, to us, it is the power of God, and the wisdom of God. It is our highest good, and our complete salvation, in the Name of Jesus, Amen.  


Wednesday, July 19, 2017

Encuentros con Dios

Quinto Domingo después de Trinidad
Encuentros con Dios 
1 Reyes 19:11-21, 1 Corintios 1:18-25, Lucas 5:1-11

     Es normal que Dios nos viene a través de medios.  En el principio, Adán aprendió de su necesidad de una mujer, una ayuda idónea, su compañera de vida, a través de hacer su tarea, recibida del Señor, de nombrar a todos los animales. 

     Dios les ofreció al hombre y la mujer que coman para la vida eterna desde el Árbol de Vida. 

     Dios probó su fe a través de su restricción sobre el comer del fruto del Árbol del Entendimiento del Bien y del Mal. 

     Después de la Caída en Pecado, aún más Dios tenía que venirnos y comunicar con nosotros por medios, puesto que ya era peligroso para nosotros pecadores estar en la presencia del Dios Santísimo, porque su esencia justa y santa destruye y echa aparte a toda cosa pecaminosa.  Así que, desde una zarza ardiente, en una nube, en una columna de fuego, y, más que todo, por su Palabra, procedente de la boca de sus profetas, el Señor se encontraba y comunicaba y bendecía a su Pueblo.   

     Elías fue uno de estos profetas de Dios, uno de los mayores.  Fue un hombre de fe, y acción, un hombre de la Palabra, un predicador y hacedor de milagros en el Nombre del Señor, un hombre a quién vino personalmente y con frecuencia la Palabra de Dios.   

     Pero en nuestra lectura del Antiguo Testamento de hoy, Dios viene a Elías por un modo especial.  Parece que esto fue por causa de los sufrimientos y persecuciones que había sufrido Elías.  La causa del Señor y su Pueblo parecía derrotada:  profetas asesinados, altares derribados, ídolos adorados por la gran mayoría de la gente.  Justo antes de nuestra lectura, en desesperación, Elías pidió al Señor que se deje morir.  El Señor no lo quiso.  Dios tenía todavía algunas tareas pendientes para su profeta valiente.  Lo animó, lo alimentó, y lo envió de nuevo en camino, hasta que Elías vino a la cueva en el monte de Horeb, donde le encontramos hoy.   

     Y el Señor le dijo (a Elías): Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva.

     No se presentó Dios a Elías en el modo que esperaríamos: no estaba en el viento fuerte, ni en el terremoto, ni en el fuego.  Más bien Dios vino en un silbo apacible y delicado, en un susurro, una voz pequeña y pacífica.  Qué sorpresa. 


     No nos debería sorprender, porque el Señor siempre ha querido relacionarse con nosotros por medios creados, a través de cosas terrenales, y muchas veces inesperadas.  Pero siempre el Señor nos busca, para bendecirnos. 

     Como Él hizo con Elías.  El profeta fue agotado, y podemos percibir dudas en su corazón sobre el futuro de la misión de Dios.  No obstante, a pesar de sus dudas, el Señor amó a Elías y le dio una audiencia especial, y además, una promesa, dicha en esta voz pequeña: Mi Palabra y mi Misión no van a fallar.  Entiendo que estás cansado Elías, y la situación actual parece fatal.  Pero ¡ánimo!  Todavía estoy guardando en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron. Le dio a Elías instrucciones específicas, para ungir a nuevos reyes, y a un nuevo profeta, Eliseo, para encargarle con las responsabilidades de Elías.  La Misión de Dios no puede fallar; el Pueblo de Dios siempre será.  Dios mismo lo jura, y nunca fallará en sus propósitos.  Desde una voz pequeña, una promesa grande y consolador. 

     En el evangelio, de San Lucas 5, vemos algo diferente, un encuentro muy agradable.  Vemos que la multitud está buscando oír la Palabra de Dios.  Y la ha encontrado, en la persona de Jesús de Nazaret.  El gentío agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. 

     Que pudiéramos ver algo parecido hoy en día.  Ahora las multitudes buscan cualquier otra palabra, excepto la de Dios.  ¿Por qué la diferencia, entre el siglo primero y hoy? 

     Bueno, hoy, la vida para muchos es bastante fácil, controlada.  La tecnología y la economía moderna dan a nosotros un nivel de vida que hubiera sido incomprensible durante la mayoría de la historia.  Con estómagos llenos y cuerpos cómodos, no pensamos tanto en Dios y la eternidad.  Después de todo, según muchos de los científicos, los sabios que nos proveen la tecnología que mejora el mundo de hoy, Dios y la eternidad no existen.  Al menos, ellos piensan así.  Dios tiene otra opinión.  Y lo insensato de Dios es más fuerte que los hombres.

     Seguramente, la condición de vida en Israel en el primer siglo fue mucho peor materialmente, una realidad que siempre causa que el ser humano considere a los temas espirituales.  También hay una diferencia en la realidad de la cultura del Israel antigua, una cultura bien basada en la Palabra de Dios, escrito por Moisés, y en los Salmos y los Profetas.  Jesús interpretaba con autoridad la existente palabra de Dios, y declaró que todas las profecías estaban llegando a su cumplimiento, en Él.  Por el amor y el entendimiento de la Palabra de Dios, la gente de aquel entonces estaba lista para escuchar a Jesús, hasta agolparse sobre Él para oírla.      

     Además, junto con predicar el cumplimiento de las promesas de la Palabra de Dios, este Jesús estaba también mejorando las vidas cotidianas de sus oidores, sanando enfermedades, dando de comer, haciendo milagros. 

    Hay lecciones para nosotros en esto.  No sé si alguien de nosotros tenga poderes milagrosos, pero tenemos la capacidad de ayudar a personas.  Igualmente, no sé si vayamos a tener éxito en inculcar un amor para la Biblia en la población general en España.  Ojalá que sí.  Pero tenemos oportunidades menos difíciles, oportunidades de compartir la palabra que son posibles dentro de nuestro alcanzo y capacidad. 

    Estamos aquí hoy, congregado en torno a la Palabra.  Muy bien.  Siempre podemos invitar a asistir a amigos y vecinos.  También pudiéramos oír la Palabra en casa.  Memorizar versículos claves, y así llevarlos por adentro.  Compartir la Palabra con nuestros hijos y nietos.  Expandir las oportunidades de reunirse alrededor la Palabra de Cristo puramente proclamada, por el ministerio de la Iglesia Luterana, nuestra iglesia aquí en España.  Podemos animar los unos a los otros que no dejemos de congregarnos, que es una tendencia latente en cada cristiano todavía viviendo en este mundo.


     No es dentro de nuestro control el resultado de nuestros esfuerzos de promulgar la Palabra de Dios; esto pertenece al Espíritu Santo.  Pero sí, sabemos que difundir la Palabra es tarea buena, un privilegio de todos los miembros de la Iglesia, y una actividad que nos sirve igualmente.  Mientras proclamamos la Palabra al mundo, nuestros esfuerzos en la misión de Dios resultarán que nos profundicemos en el Evangelio, fortaleciendo nuestra fe y enriqueciendo nuestras vidas.

     Finalmente, volvamos al lado del lago de Genesaret, y consideremos otro encuentro, el muy especial, entre Simón Pedro y Dios.  Por la captura enorme de peces que habían realizado Pedro y sus compañeros, se dio cuenta que Jesús fue divino.

     Es fácil decir que Pedro no debía haber tenido miedo, porque Jesús es bueno, el Amor de Dios hecho carne.  Y es verdad, Dios, y solamente Dios, es bueno en sí mismo.  Pero esto no quiere decir que la reacción de Pedro fue incorrecta.  No, fue completamente correcta.  Elías cubrió su cara al encontrar la presencia de Dios en un susurro.  Moisés tuvo que quitar sus sandalias ante la zarza ardiente, y se postró con la cara en el suelo.  Al ver el Señor en una visión, Isaías declaró:  Ay de mí, estoy perdido, porque soy pecador, y estoy en la presencia del Altísimo.  Siguiendo esta tradición santa, Pedro, cuando de repente supo que había estado en la presencia de Dios durante un largo rato, dijo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.



      Pedro dio la respuesta de un pecador arrepentido, una vez consciente que esté en la presencia de Dios. 

    Y nuestro Dios, encarnado en Jesús de Nazaret, dio la repuesta del Dios quién nunca va a dejar que su misión fracase:  No temas; desde ahora serás pescador de hombres.

     En el hecho y en el momento que Simón Pedro consideró que fue indigno, y lo confesó, él fue convertido por Jesús en un ser digno, por la gracia de Dios, obrando por la Palabra de Paz:  No temas; desde ahora serás pescador de hombres.  Es como dijo el profeta Miqueas, ¿Qué Dios hay como tú, que perdona la iniquidad y pasa por alto la rebeldía del remanente de su heredad? No persistirá en su ira para siempre, porque se complace en la misericordia. Volverá a compadecerse de nosotros, hollará nuestras iniquidades. Sí, arrojarás a las profundidades del mar todos nuestros pecados.  (Miqueas 7:18-19)

     No hay un dios como el Señor Dios.   Otros dioses, los falsos, los ídolos, siempre quieren encontrar justicia dentro de las personas, requiriendo que produzcamos nuestra propia santidad.  Pero nuestro Dios trae la justicia, su propia justicia, para dárnosla, y por eso hacernos santos.  Desde mucho antes de su conversación en susurro con Elías, Dios había sido preparando la entrega de su justicia y gracia a nosotros. 

     Este mismo Simón Pedro, pescador, iba a cambiar de carreras, para pescar a pecadores.  Su cebo sería, otra vez y como siempre, la Palabra de Dios, específicamente el Evangelio de la muerte y resurrección de Cristo para el perdón de los pecados. 

    Somos beneficiarios y participantes en esta misma misión de Dios.  Aquí, hoy en día, el Señor nos encuentra y nos comunica a través de los medios elegidos de Él:  todavía la Palabra, y también la Cena misteriosa, donde recibimos perdón, vida y salvación, entregado a nosotros por el pan y el vino, cambiado por el Espíritu en ser también el cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo. 

     Por eso, aunque últimamente la situación de la Iglesia de Cristo nos parece muy mal, y aunque quizás tu propia fe te parece débil, no temas.  No pierdas la esperanza porque tu consciencia tiene fuerte lucha con tus pecados.  Cuanto más sientas deshonra por tu pecado, siempre que lo confiesas y deseas la salida de tu pecado, cuanto más rápido el Señor Dios imparta su gracia a ti, junto con la fuerza de seguir a Él.  Por eso Dios nos ha congregado aquí.  Y Él va con nosotros después, para realizar todas sus promesas a ti, y a todo el mundo,

En el Nombre de Jesús, Amén.