Noveno Domingo después de Trinidad
Jugar según las Reglas
San Lucas 16:1-13
¿Estáis preparados a jugar según las
reglas? Hoy, dos días después de que celebramos
la confirmación y la primera comunión de dos nuevos miembros de la Iglesia
Luterana en España, nuestro texto, del mayordomo malo, es muy apropiado. Porque el viernes escuchamos a Carlos y Elke
confesando públicamente su acuerdo con la doctrina cristiana, como está
explicada por la iglesia luterana, en el Catecismo Menor de Martín Lutero. Y aunque seguramente la vida cristiana no es
un mero juego, según una manera de hablar, ellos, como nosotros, han prometido a jugarla según la regla de
Dios. Por ende, debería ser servicial
que consideremos un rato esta parábola, en que Jesús nos habla del conducta
recta, en el reino de la luz, y, sorprendentemente, también en el reino de la
oscuridad, es decir, el reino del mundo, lo que es gobernado por Satanás.
Debería ser servicial estudiar esta
parábola del mayordomo malo. Pero no es
fácil de entender. Porque al primer vistazo
parece que Jesús está instruyéndonos a mentir y hurtar para ganar nuestro
acceso a su reino. El hombre rico, el
amo, cuando supo que su mayordomo le había defraudado, alabó a él por haber
hecho sagazmente. Y luego nuestro Señor
añade: porque los hijos de este siglo
son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.
Normalmente ser llamado sagaz es bueno,
¿no? ¿Está Jesús invitándonos a engañar
y defraudar? Entonces el Salvador dice:
Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas
falten, os reciban en las moradas eternas.
¿Defraudar y ser deshonesto nos ayudarán acceder al cielo eterno?
No puede ser. Pero, Jesús dice…. ¿Qué
pasa aquí?
Escuchar y considerar la parábola del
mayordomo malo cada año es un gran don para la Iglesia, porque nos ayuda
recordar las reglas, reglas importantes acerca del plan de salvación de Dios,
que es su plan, no nuestro, y su plan funciona según su entendimiento, y no
según nuestro.
Esta historia del mayordomo malo nos ayuda
recordar que Cristo y su Evangelio del perdón de pecados, ganado en su muerte y
resurrección, y dado a pecadores gratuitamente a través de la fe, es el centro
y la clave de toda la doctrina, toda la Biblia, toda la vida cristiana. Además, esta historia nos recuerda que el
Evangelio de Cristo es radical, que él es completamente contrario de nuestra
forma de pensar y actuar en este mundo.
Jesús usa el ejemplo del mayordomo malo
para mostrarnos la importancia de vivir y actuar según las reglas, aunque las
reglas del mundo del mayordomo son malos.
En este mundo, la meta de todo es construir tu propio camino a la vida
buena. En este mundo, no importa la ley,
no importa la honestidad, en el mundo del hombre rico y su mayordomo, la
victoria va a él que halla el método de conseguir más dinero, más bienes
materiales, una vida más cómoda.
Según las reglas de este juego, hurtar,
mentir, y defraudar son aceptables.
También, en el momento adecuado, ofrecer misericordia está lícito,
siempre que des descuentos a los deudores del hombre rico para ganar el favor
de ellos para el futuro. El mayordomo
malo gana amigos por medio de perdonar las deudas, para uno, 20%, para otro
50%. Su generosidad, generosidad
deshonesto, compartiendo la riqueza de su amo, fue sagaz, según las reglas del
mundo, tan sagaz que el amo tuvo que alabarle.
Y, dentro de las reglas de su reino de la
luz, Jesús nos exhorta que también seamos sagaces. ¿Esto quiere decir que es lícito que hurtamos
y mentimos y defraudamos para ganar acceso al reino de Dios? ¡De ninguna manera! Nunca jamás. Porque los que hemos muerto al
pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él?
Pero, el punto principal que deberíamos sacar de la parábola del
mayordomo malo es la necesidad de seguir las reglas de nuestro juego, es decir,
seguir la doctrina de Cristo y su Salvación.
Y aquí hallamos la cosa verdaderamente
asombrosa. El mundo rechaza al Cristo
porque la asunción de los incrédulos es que la regla de su juego es seguir la
Ley. Y la Ley es importante a Cristo;
pero no es céntrico a su reino.
Las
reglas del juego para los hijos de la luz son mucho más radicales que las
reglas del juego del mundo. En términos
de otorgar regalos inmerecidos, el mayordomo juega en la cuarta o quinta
división, no se acerca a los estándares de la primera, de la liga teológica de
Santander, la liga de Cristo. El
mayordomo malo es de baja división, porque el perdón de solo 20% o 50% de la
deuda es, según las reglas de Dios, muy tacaño.
El centro céntrico de las reglas del juego del Reino de Dios es que
solamente hay un tipo de perdón aceptable: 100%.
Perdonar menos, 20, 50, aun hasta 99%,
sería un insulto al Árbitro, quien hace 2 mil años declaró una vez y para
siempre que todos los pecados de todos los pecadores ya son expiados en la Cruz. Consumado es.
Entonces, los mayordomos buenos en la casa de Cristo no pueden hacer
menos que compartir este cien por ciento perdón, en conformidad con la regla de
Cristo.
La idea de que el mayordomo malo es
alabado por su deshonestidad nos parece un escándalo. Que Jesús usa este ejemplo es difícil para
nosotros. Pero el escándalo mas fuerte
es la regla de Dios sobre el 100% perdón.
Aunque somos hijos e hijas de la luz, elevados de las divisiones bajas a
través del Evangelio de Cristo, todavía por naturaleza entendemos mejor las
reglas del juego del mundo, donde nada es gratuito, y todo tiene que ser
comprado o merecido o robado, no hay otra forma de ganar. Pero no es así en el Nuevo Reino de la Luz,
el Reino de Cristo. Porque a él que no
conoció pecado, [Dios] le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos
justicia de Dios en él. Cien por
cien.
El perdón pleno y gratuito por causa de
Cristo es la regla central, la cosa que Jesús siempre estaba enseñando a los
Apóstoles, como en Mateo 18 cuando Pedro quería saber el límite del perdón: Entonces
Pedro se le acercó a
Jesús, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo
haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces?
Jesús le dijo: No te digo hasta siete
veces, sino hasta setenta veces siete.
Es decir, que el tiempo de descuento del partido va a ser terminado por
el pito del Árbitro mucho antes de que lleguemos al fin del perdón.
Es como dice el Rey David en Salmo
32: Bienaventurado aquel cuya
transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre
a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño. Los hijos e hijas de la luz son honestos
acerca de su pecado, y por ende no obstaculizan la gracia de Dios. Como confesamos cada domingo en los primeros
momentos de la Eucaristía: Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos
nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda maldad. (1 Juan
1:8-9) Cien por ciento perdonado. Cada vez.
Es la regla del juego.
En el juego de la oscuridad,
la regla principal es conseguir todo que tú puedes, sin escrúpulos, porque
nadie va a rescatarte, tu futuro depende en ti.
En el juego del reino de la luz, los bienes de este mundo caído son
todos riquezas injustas, no porque toda riqueza es mala en sí, sino porque
nuestra codicia y mal uso los contaminan.
Pero, la centralidad del perdón en las reglas de Cristo es tan potente
que aun las riquezas injustas pueden servir el reino de la luz. Jesús dice:
Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas
falten, os reciban en las moradas eternas.
No dice que accederemos al reino eterno por causa de los amigos que
ganamos con riquezas. No, pero ganar
amigos significa, para un hijo de la luz, ganar otro hermano o hermana en
Cristo, y la riqueza injusta puede tener un rol en esto.
El uso adecuado de los bienes
terrenales para nosotros cristianos es para amar a nuestros prójimos,
cristianos o no. Amamos a los prójimos
libremente, sin deseo de avanzar nuestra posición, porque ya tenemos todo en Cristo. Y cuando amamos así, algunos que juegan en
las divisiones bajas van a preguntarnos por qué jugamos diferentemente que el
mundo. Y entonces tendremos la
oportunidad de explicar la regla diferente de Jesús, la regla de perdón, pleno
y gratuito, ganado por todos los pecadores en la Cruz de Jesús, perdón que nos
hace participantes en la vida resucitada y eterna de Cristo mismo. Y así ganaremos más amigos en las moradas
celestiales.
Por lo tanto, sigamos hasta el
pito final la regla del juego de Cristo, la regla de perdón y salvación, en el
Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén.