Tuesday, July 31, 2018

Jugar según las Reglas: Noveno Domingo después de Trinidad


Noveno Domingo después de Trinidad
Jugar según las Reglas
San Lucas 16:1-13

     ¿Estáis preparados a jugar según las reglas?  Hoy, dos días después de que celebramos la confirmación y la primera comunión de dos nuevos miembros de la Iglesia Luterana en España, nuestro texto, del mayordomo malo, es muy apropiado.  Porque el viernes escuchamos a Carlos y Elke confesando públicamente su acuerdo con la doctrina cristiana, como está explicada por la iglesia luterana, en el Catecismo Menor de Martín Lutero.  Y aunque seguramente la vida cristiana no es un mero juego, según una manera de hablar, ellos, como nosotros,  han prometido a jugarla según la regla de Dios.  Por ende, debería ser servicial que consideremos un rato esta parábola, en que Jesús nos habla del conducta recta, en el reino de la luz, y, sorprendentemente, también en el reino de la oscuridad, es decir, el reino del mundo, lo que es gobernado por Satanás. 



     Debería ser servicial estudiar esta parábola del mayordomo malo.  Pero no es fácil de entender.  Porque al primer vistazo parece que Jesús está instruyéndonos a mentir y hurtar para ganar nuestro acceso a su reino.  El hombre rico, el amo, cuando supo que su mayordomo le había defraudado, alabó a él por haber hecho sagazmente.  Y luego nuestro Señor añade:  porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz. 

     Normalmente ser llamado sagaz es bueno, ¿no?  ¿Está Jesús invitándonos a engañar y defraudar? Entonces el Salvador dice:  Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas.  ¿Defraudar y ser deshonesto nos ayudarán acceder al cielo eterno?  No puede ser.  Pero, Jesús dice…. ¿Qué pasa aquí? 

     Escuchar y considerar la parábola del mayordomo malo cada año es un gran don para la Iglesia, porque nos ayuda recordar las reglas, reglas importantes acerca del plan de salvación de Dios, que es su plan, no nuestro, y su plan funciona según su entendimiento, y no según nuestro. 

     Esta historia del mayordomo malo nos ayuda recordar que Cristo y su Evangelio del perdón de pecados, ganado en su muerte y resurrección, y dado a pecadores gratuitamente a través de la fe, es el centro y la clave de toda la doctrina, toda la Biblia, toda la vida cristiana.  Además, esta historia nos recuerda que el Evangelio de Cristo es radical, que él es completamente contrario de nuestra forma de pensar y actuar en este mundo. 

     Jesús usa el ejemplo del mayordomo malo para mostrarnos la importancia de vivir y actuar según las reglas, aunque las reglas del mundo del mayordomo son malos.  En este mundo, la meta de todo es construir tu propio camino a la vida buena.  En este mundo, no importa la ley, no importa la honestidad, en el mundo del hombre rico y su mayordomo, la victoria va a él que halla el método de conseguir más dinero, más bienes materiales, una vida más cómoda. 


     Según las reglas de este juego, hurtar, mentir, y defraudar son aceptables.  También, en el momento adecuado, ofrecer misericordia está lícito, siempre que des descuentos a los deudores del hombre rico para ganar el favor de ellos para el futuro.  El mayordomo malo gana amigos por medio de perdonar las deudas, para uno, 20%, para otro 50%.  Su generosidad, generosidad deshonesto, compartiendo la riqueza de su amo, fue sagaz, según las reglas del mundo, tan sagaz que el amo tuvo que alabarle. 

    Y, dentro de las reglas de su reino de la luz, Jesús nos exhorta que también seamos sagaces.  ¿Esto quiere decir que es lícito que hurtamos y mentimos y defraudamos para ganar acceso al reino de Dios?  ¡De ninguna manera!  Nunca jamás. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él?  Pero, el punto principal que deberíamos sacar de la parábola del mayordomo malo es la necesidad de seguir las reglas de nuestro juego, es decir, seguir la doctrina de Cristo y su Salvación. 

    Y aquí hallamos la cosa verdaderamente asombrosa.  El mundo rechaza al Cristo porque la asunción de los incrédulos es que la regla de su juego es seguir la Ley.  Y la Ley es importante a Cristo; pero no es céntrico a su reino.

    Las reglas del juego para los hijos de la luz son mucho más radicales que las reglas del juego del mundo.  En términos de otorgar regalos inmerecidos, el mayordomo juega en la cuarta o quinta división, no se acerca a los estándares de la primera, de la liga teológica de Santander, la liga de Cristo.  El mayordomo malo es de baja división, porque el perdón de solo 20% o 50% de la deuda es, según las reglas de Dios, muy tacaño.  El centro céntrico de las reglas del juego del Reino de Dios es que solamente hay un tipo de perdón aceptable: 100%. 


     Perdonar menos, 20, 50, aun hasta 99%, sería un insulto al Árbitro, quien hace 2 mil años declaró una vez y para siempre que todos los pecados de todos los pecadores ya son expiados en la Cruz.  Consumado es.  Entonces, los mayordomos buenos en la casa de Cristo no pueden hacer menos que compartir este cien por ciento perdón, en conformidad con la regla de Cristo. 

     La idea de que el mayordomo malo es alabado por su deshonestidad nos parece un escándalo.  Que Jesús usa este ejemplo es difícil para nosotros.  Pero el escándalo mas fuerte es la regla de Dios sobre el 100% perdón.  Aunque somos hijos e hijas de la luz, elevados de las divisiones bajas a través del Evangelio de Cristo, todavía por naturaleza entendemos mejor las reglas del juego del mundo, donde nada es gratuito, y todo tiene que ser comprado o merecido o robado, no hay otra forma de ganar.  Pero no es así en el Nuevo Reino de la Luz, el Reino de Cristo.  Porque a él que no conoció pecado, [Dios] le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en él.  Cien por cien.   

     El perdón pleno y gratuito por causa de Cristo es la regla central, la cosa que Jesús siempre estaba enseñando a los Apóstoles, como en Mateo 18 cuando Pedro quería saber el límite del perdón:    Entonces Pedro se le acercó a Jesús, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces? 
     Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.  Es decir, que el tiempo de descuento del partido va a ser terminado por el pito del Árbitro mucho antes de que lleguemos al fin del perdón. 

     Es como dice el Rey David en Salmo 32:  Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño.  Los hijos e hijas de la luz son honestos acerca de su pecado, y por ende no obstaculizan la gracia de Dios.  Como confesamos cada domingo en los primeros momentos de la Eucaristía:   Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.  (1 Juan 1:8-9)  Cien por ciento perdonado.  Cada vez.  Es la regla del juego. 

     En el juego de la oscuridad, la regla principal es conseguir todo que tú puedes, sin escrúpulos, porque nadie va a rescatarte, tu futuro depende en ti.  En el juego del reino de la luz, los bienes de este mundo caído son todos riquezas injustas, no porque toda riqueza es mala en sí, sino porque nuestra codicia y mal uso los contaminan.  Pero, la centralidad del perdón en las reglas de Cristo es tan potente que aun las riquezas injustas pueden servir el reino de la luz.  Jesús dice:  Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas.  No dice que accederemos al reino eterno por causa de los amigos que ganamos con riquezas.  No, pero ganar amigos significa, para un hijo de la luz, ganar otro hermano o hermana en Cristo, y la riqueza injusta puede tener un rol en esto. 


     El uso adecuado de los bienes terrenales para nosotros cristianos es para amar a nuestros prójimos, cristianos o no.  Amamos a los prójimos libremente, sin deseo de avanzar nuestra posición, porque ya tenemos todo en Cristo.  Y cuando amamos así, algunos que juegan en las divisiones bajas van a preguntarnos por qué jugamos diferentemente que el mundo.  Y entonces tendremos la oportunidad de explicar la regla diferente de Jesús, la regla de perdón, pleno y gratuito, ganado por todos los pecadores en la Cruz de Jesús, perdón que nos hace participantes en la vida resucitada y eterna de Cristo mismo.  Y así ganaremos más amigos en las moradas celestiales. 

     Por lo tanto, sigamos hasta el pito final la regla del juego de Cristo, la regla de perdón y salvación, en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén.

Monday, July 9, 2018

El Último Cuadrante


El Sexto Domingo después de la Trinidad
El Último Cuadrante

     Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.       Éste es el Evangelio del Señor.  

     ¿En serio?  ¿Este es una buena noticia, que nuestro adversario pueda echarnos en la cárcel, hasta que paguemos el último cuadrante, es decir, el último céntimo de nuestra deuda?  No me suena como una buena noticia. 

     Pues, entendemos que la palabra Evangelio tiene matices de significado.  Los cuatro libros que se llaman “evangelios” son en total buenas noticias, pero no son exclusivamente llenos de buenas noticias en cada versículo.  Toda la Biblia es una mezcla de Ley y Evangelio, desde Génesis hasta Apocalipsis.  Pero es un poco gracioso cuando nuestra lectura del evangelio en un determinado domingo termina en una palabra de ley fuerte, y luego digo: Éste es el Evangelio del Señor.

     La cuestión más aguda es ¿qué haremos con esta Palabra de Dios?  Es cierto que el discurso de Jesús que hemos oído hoy es fuerte.  Fíjate como el Señor nos pone muy incómodos.  Dice que la ley de Dios tiene que ser cumplido, cien por ciento, sin excepción, “Ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.”  Además, nuestra justicia tiene que superar la de los fariseos, quienes serían las personas más religiosas que nunca hubiéramos visto. 

     Y la interpretación de la ley por Jesús es novedosa, y sumamente exigente.  “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, o Idiota, quedará expuesto al infierno de fuego.” Finalmente Jesús pone la carga de ser justo ante el juez directamente sobre nuestros hombros: “Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.”

     Estos es de verdad una mala noticia para nosotros, para los cristianos igual que para los incrédulos.  Porque según Jesús, asesinamos los unos a los otros cada día.  El enojo y los insultos son tan comunes en nuestra vida como comida y bebida.  Y lo peor es que el Señor continúa en la misma línea en los siguientes versículos de Mateo, capítulo 5, enseñándonos sobre el adulterio de los pensamientos, la realidad mentirosa de nuestras promesas, y el requisito de Dios que amemos a nuestros enemigos.  Según la proclamación de la ley por Jesús, somos perdidos, sin esperanza.   

     Yo solía pensar que la Iglesia inventó el purgatorio en la Edad Media por razones pecuniarias, para ganar más dinero.  Después de todo, la proclamación de indulgencias que movió a Lutero a chispar la Reforma fue autorizada por el Papa para pagar el techo de la basílica de San Pedro en Roma.  Pero tal vez el motivo original fue un poco mejor, todavía equivocado, pero más misericordioso.  El purgatorio es la enseñanza falsa que los pecadores con una deuda de pecado en el día de su muerte van a un lugar entre el infierno y el cielo, donde pagan en sufrimientos por sus pecados restantes para eventualmente ganar al cielo.  El purgatorio ha sido utilizado para ganar dinero, seguramente, pero tal vez fue inventado por un pobre teólogo quién no pudo encontrar una salida de las palabras de Jesús en Mateo 5. 

     El problema con purgatorio o cualquier otro esquema en lo cual tenemos que pagar el último céntimo de nuestra deuda de pecado es que el tesoro divino solo acepta monedas puras y perfectas.  Los sacrificios tienen que ser sin manchas o defectos. 

     Es como si aquí en la calle Serrano hubiera una tienda tan exclusiva que solamente aceptarían euros perfectamente nuevos, billetes sin ninguna arruga ni mancha.  Pudiéramos entrar en tal tienda con un millón de euros viejos: no valdría nada.  Sabéis como es: una vez doblado, una vez manejado por manos sudosas o sucias, un billete nunca puede ser nuevo otra vez.  Si intentamos limpiar o planchar el billete, su imperfección será aún más obvio. 

     Y así es con Dios y el pago de la deuda del pecado humano.  En teoría, pudiéramos, con suficientes años, tal vez un millón de años, sufrir y pagar nuestra deuda en un purgatorio, si existiera tal lugar.   Es teóricamente posible, excepto por el hecho de que ninguna obra nuestra de expiación puede evitar ser manchada por nuestra pecaminosidad.  Nuestros sacrificios nunca son perfectas.  Somos como esos billetes sucios. 

     Si la tomamos en serio, no nos gusta nuestra lectura del Evangelio de hoy, porque sabemos que no hay ninguna salida para nosotros.  Por nuestra parte, tenemos que enfrentar la realidad de que nunca podemos pagar el último cuadrante.  Mala noticia, sin duda. 

     Pero no desesperéis.  El discurso de Jesús hoy es muy, muy duro.  Pero no desesperéis, porque no es sobre vosotros.  No es sobre ti, ni ti, ni tampoco es sobre mí.  El discurso es verdad.  Es la Palabra de Dios, y la interpretación correcta de la Ley.  Y, como cada Palabra de Dios, tiene una aplicación para nosotros.  Pero primeramente y principalmente, como fue su hábito, Jesús está predicando acerca de sí mismo.

     A veces es más obvio que otros, pero Jesús fijó el patrón en su primer sermón registrado, cuando entró en la sinagoga de Nazaret, leyó las promesas de Isaías del Salvador que vendría, y luego dijo:  Hoy esta escritura está cumplido en tus oídos.  O cuando, antes de su Cruz en San Juan, y después de su Resurrección en San Lucas, Cristo explicó que toda las Escrituras, todo el Antiguo Testamento, habla de Él y su misión.  La Biblia entera, incluso los discursos de Jesús, es sumamente Cristocéntrico, es todo sobre el Hijo de Dios, hecho hombre. 

     ¡Qué buena noticia es esto!  Volvamos a Mateo 5 un momento, y veréis lo que os digo.  Nos desmayamos cuando dice Jesús que “Ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.”  Pero escuchad bien.  Justo antes, el Señor dice algo muy importante.  “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.”  Jesús vino a cumplir la ley en su totalidad, hasta la última tilde. 

     Y esto es exactamente lo que Él ha hecho con su vida sin pecado.  El Autor de la Ley, Dios mismo, ha bajado de su trono y ha entrado en nuestra carne, para cumplir su propia ley, en nuestro lugar.  En Cristo, la ley ya está cumplido, no queda ningún requisito para cumplir.  Fue Jesús quién nunca odió, nunca sintió un deseo impuro, nunca mintió, nunca codició, siempre amó perfectamente.   

     ¿Y qué del requisito de amar a tus enemigos y hacer bien a ellos que te aborrecen?  Esto es la mejor parte.  Porque nosotros fuimos los enemigos de Cristo.  Por nuestro pecado, por nuestra rebelión contra la buena voluntad de Dios, tu y yo fuimos enemigos del Santo Dios.  No obstante, el Santo Dios, en la persona de Cristo Jesús, subió en la Cruz, para pagar el último cuadrante, el último céntimo que debimos a la Juez, su Padre Celestial.  En Cristo, no queda deuda, es cien por ciento pagado, hasta el último cuadrante. 

     Esto es la primera parte del gran intercambio.  El Santo Hijo de Dios quitó los pecados del mundo.  Todos los pecados de todos las personas son totalmente expiados, pagados no con plata ni oro, pero con su inocente sufrimiento y muerte y su preciosa sangre.  Su sangre es el pago puro, el billete de euros de valor infinito, y sin mancha, la expiación que hace puro y limpio todo lo que toca. 

     La segunda parte del gran intercambio es cuando la sangre limpiadora de Jesús toca a ti.  Como en tu bautismo.  ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 

     Nuestra motivación para vivir según los Diez Mandamientos nunca puede ser para ganar el favor de Dios, ya sabemos la futilidad de este camino.  No, la motivación de seguir la Ley de Dios es porque, aunque estuvimos sin esperanza, en Cristo hemos sido hecho vivos, justificados por su sangre, perdonados y renacidos, para vivir con Dios para siempre.  ¿Por qué no querríamos seguir la Ley que ya ha sido cumplido para nosotros?  La Ley es claramente bueno, y somos liberados de su condenación en Cristo.  Ahora, podemos atrevernos de amar a Dios y al prójimo, sin miedo. 

     La sangre de Jesús, la cual es la moneda del Reino de Dios, nos ha tocado a través del agua y la Palabra.  La sangre de Jesús es la autoridad y el poder de la Palabra de Perdón, la Absolución de Dios en todas sus formas, liberalmente proclamado a todos por el Espíritu Santo dondequiera el Evangelio está proclamado.  Y, misterio de misterios, recibimos la sangre y el cuerpo de Cristo dentro de nosotros en la Santa Cena, el Evangelio que comemos, la medicina de inmortalidad, el perdón recibido por la boca, que nos fortalece para la vida cristiana. 

     Cada vez que nos encontramos con la sangre de Cristo, el Espíritu nos anima a regocijarnos, porque es la prueba que nuestro último cuadrante ha sido pagado, y debido a esto, somos liberados, hoy, y hasta la eternidad, para vivir, y amar, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

Sunday, July 1, 2018

Callaos; Echad la Red; No Teméis. (English version after the Spanish)


Quinto Domingo después de Trinidad
Callaos; Echad la Red; No Teméis.
     ¡Qué maravilla!  Durante muchos siglos el Espíritu Santo iba guiando a la Iglesia en la elección de nuestras lecturas de hoy.  Y todo el tiempo, tenemos que decir que el Señor tenía su ojo en este domingo, y en nuestra iglesia, para proveernos un conjunto de lecturas, lo cual llamamos “los propios del día,” que hablarían precisamente a nuestra situación actual.  
     No veo otra posibilidad.  Fíjate como nuestros “propios” de hoy aplican a nuestra actualidad como iglesia misional. 
     En nuestra lectura del A.T., tenemos a Elías, un predicador fuertísimo, audaz y poderoso en su ministerio, pero ahora agotado, desesperado, escondido en una cueva, buscando una salida de su vocación.  Elías solo pudiera ver su situación fatal; aparentemente no sabía que Dios estaba guardando todavía 7.000 Israelitas fieles. 
     Me pregunto si los 7.000 conocían los unos a los otros, o si ellos también, por causa de la soledad, apenas se aferraban a la fe.  Los 7.000 fueron unos pocos, esparcidos entre tanta gente, parientes y amigos, llamados igualmente por el Señor, pero gente que había salido del camino recto, siguiendo dioses falsos.
     Gracias a Dios, oímos también de las próximas generaciones de predicadores, de Eliseo, un joven que iba a continuar el trabajo, después de Elías.  Y, un milenio más tarde, de San Lucas, oímos de la vocación por Jesús mismo de Simón Pedro, un hombre maduro, que no buscaba una vocación nueva.  Oímos como el Señor escogió a este hombre común y simple, un hombre quien fue, según nuestro entendimiento, poco preparado para ser un predicador.  Pero, el Señor le escogió, y a sus compañeros, Juan y Jacobo.  “Te haré un pescador de hombres,” dice Jesús a Pedro, y por lo tanto, así es como es, no importa lo que pensemos.
     ¿Y qué de nuestra situación?  Seguramente, durante los 18 años de la misión, los luteranos en España se han regocijado en mucho; nunca deberíamos olvidar las alegrías.  Y no creo que queramos comparar nuestra situación a la de Elías e Israel, sufriendo bajo los ataques de los reyes malvados Acab y Jezabel.  No hemos sufrido así.  Pero la historia de la Iglesia Luterana en España tampoco ha sido fácil. 
     Creo que nuestros miembros, diseminado por todas partes de España, sepan algo de ser aislados y poco conectados. 
     También tenemos predicadores sirviendo en varias etapas del ministerio.  Tenemos por ejemplo: 
·       Un nuevo pastor, intentando descubrir el patrón de su ministerio, recientemente ordenado, pero a la vez, el hermano mayor de todos nuestros pastores. 
·       Un pastor con experiencia, que durante algunos años llevó mucha carga sin mucha ayuda, intentando servir entre golpes y fracasos fuera de su control.  Y estos dos, como San Pablo, realizan su servicio pastoral mientras también trabajan a tiempo completo.  
·       Para acompañarlos y ayudarlos, tenemos dos norteamericanos, todavía luchando para dominar el idioma, y comprender la cultura.  
     Finalmente, tenemos tres seminaristas, cada uno siguiendo un camino distinto al ministerio pastoral.  Tenemos:
·       Uno en formación “a distancia,” buscando tiempo para hacer las clases por internet, mientras trabajando, y siendo padre, y esposo… y catequista… y líder de una congregación. 
·       Otro hombre con mucha experiencia pastoral, pero en una iglesia distinta, un hombre familiarizado con luchas dentro del pueblo de Dios, entrando ahora mismo en un año más de formación intensiva, mientras continúa buscando opciones laborales que pudieran dejarle tiempo para servir a su nueva iglesia. 
·       Y finalmente, un joven, un hombre quien, para conseguir la mejor formación pastoral, está saliendo de su país, su cultura, y su entorno familiar, para realizar un vicariato con una congregación dominicana, y algunos estudios en el nuevo seminario luterano en Santiago.  
         Y todo este esfuerzo misional se ha realizado en España, donde mucha gente no quieren nada más que salir completamente de la iglesia, y otros que entienden un luterano como algo raro, pero más o menos igual a un pentecostal, un bautista, o aun igual a un mormón, o un testigo de Jehová.     
     Como decía el Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén, “nada hay nuevo debajo del sol.”  (Eclesiastés 1:9b)  El fiel predicador y los creyentes siempre van a recibir el rechazo de los sabios del mundo, que no quieren oír nada que no conforme a su entendimiento.  Más bien, demandan que la teología sometan a las últimas modas y los deseos bajos de los hombres, por ejemplo, cualquier de las muchas religiones de auto-justificación, o la religión secular de hoy, el cientificismo materialista y evolucionista, o la religión popular de la libertad sexual.
    El fiel predicador y los creyentes también sufrirán de los que solo quieren aceptar demostraciones de poder obvio, los que quieren encontrar a Dios en el viento que quiebra peñas, o en terremotos o en fuego ardiente, es decir, por ejemplo, ellos que buscan a Dios en grandes edificios, instituciones razonables y eficaces, o en movimientos populares. 
     Pero el Señor solo da a sus predicadores un silbo delicado, una predicación de locura.  Según las preferencias del mundo, la palabra de la Cruz, aunque la gritamos de las azoteas, no tiene más importancia que un susurro, menos poder que un murmullo de un niño.  Pero, lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.  Y por eso, predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.      
     Y, mientras predicamos y escuchamos a Cristo crucificado, aprendemos que nuestro Siervo Sufriente siempre ha sido con su iglesia, con sus creyentes, dondequiera se han sido encontrado.  El Señor siempre estaba con Elías y todos sus profetas, perseguidos por gobernantes viles y líderes religiosos diabólicos, hasta que Jesús mismo fue ejecutado por personas iguales. 
     El Señor estaba morando por la fe en el corazón de cada uno de los 7.000 fieles, agarrando a ellos en los momentos cuando su fe desmayaba, guardándolos para la vida eterna.  Fue el compromiso de Dios a ellos por la promesa de la circuncisión, y es su compromiso a vosotros, por la promesa mejor de vuestro bautismo, que es la circuncisión hecho no por manos humanas, sino la circuncisión del corazón, hecho por el Espíritu Santo. 
     El Cristo siempre estaba con Pedro, corrigiéndole y enseñándole como pescar, y al final, tomando su título de “hombre pecador,” colgando en la Cruz no como solo un pecador más, sino sufriendo allí como “el pecador de pecadores.”  Jesús fue completamente sin pecado, pero en amor, aceptó, para Pedro, y para nosotros, toda la deuda y todo el pecado que nos separaban de su Santo Padre.  No teméis: con, por, y en Cristo, tenéis pleno perdón y toda la bendición de Dios, eternamente. 
     Ciertamente hoy, por la Palabra designada, el Espíritu Santo tiene un mensaje particular para nosotros, los miembros y servidores de la Iglesia Evangélica Luterana Española:  Callaos; Echad la Red; y No Teméis.
     Callaos.  Cuando sentimos aislados, olvidados, o perseguidos, cuando dudamos nuestra vocación como cristianos, o cuando pastores actuales o futuros dudan la validez de su vocación para predicar, el Señor nos dice:  Callaos. Tranquilizaos. 
     Callaos, y escuchad mi voz apacible, la locura de la Palabra de la Cruz.  No es una palabra poderosa según el poder de hombres, pero tiene todo el poder de Dios, más que suficiente para llevarnos a la meta.  El Señor, crucificado y resucitado, es nuestra luz y nuestra salvación; ¿de quién temeremos?   
     Echad la red.  Cuando, por la falta del logro visible, lo cual nuestra carne pecaminosa siempre quiere ver, estamos tentados de diseñar un modo nuevo para crecer la Iglesia, el Señor nos manda:  Echad la red.  Echad la red que es red, es decir, echad la red que es la locura de la predicación de Cristo crucificado.  Echad la red del misterio de la promesa de la Santa Cena, y el lavamiento en agua que nos une a la muerte y la resurrección de Jesús.  Echad la red para el bien de los fieles creyentes, y también echadla a los perdidos.  Luego, dejad que el Señor llene su propio red, según su propio plan. 

     Y finalmente, no teméis.  El Señor, crucificado y resucitado, es nuestra luz y nuestra salvación; ¿de quién temeremos? Tendremos días de alegría, y días de lágrimas.  No os desmayéis ante dificultades, como si Cristo os hubiera abandonado.  Ni tampoco en los días buenos deberíais tener orgullo en vosotros mismos, como si habéis ganado algo por vuestro poder.  No teméis, sino recordad la Palabra de la Cruz, y hallad vuestro orgullo y confianza exclusivamente allí, porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios, y sabiduría de Dios.  Es nuestro sumo bien, y nuestra salvación completa, en el Nombre de Jesús, Amén.

Fifth Sunday after Trinidad
Be quiet; Throw the net; Do not fear.
     What a marvel! For many centuries the Holy Spirit was guiding the Church in the choice of our readings today. And all the time, we have to say that the Lord had his eye on this Sunday, and on our church, to provide us with a set of readings, what we call "the propers of the day," that would speak precisely to our current situation.

     I do not see another possibility. Look at how our “propers” today apply to our present reality as a missionary church.

     In our reading of the OT, we have Elijah, a strong preacher, audacious and powerful in his ministry, but now exhausted, desperate, hidden in a cave, looking for a way out of his vocation. Elijah could only see his fatal situation; apparently he did not know that God was still guarding 7,000 faithful Israelites.

     I wonder if the 7,000 knew each other, or if they too, because of loneliness, barely clung to the faith. The 7,000 were a few, scattered among so many people, scattered among relatives and friends, also called by the Lord, but people who had strayed from the straight path, following false gods.

     Thank God, we also heard from the next generations of preachers, of Elisha, son of Safat , a young man who was going to continue the work, after Elijah. And, a millennium later, from St Luke, we heard about the calling by Jesus himself of Peter, a mature man, who was not looking for a new vocation. We hear how the Lord chose this common and simple man, an man who, according to our understanding, was unprepared to be a preacher. But the Lord chose him, and his companions, John and James. I will make you a fisher of men, says Jesus to Simon Peter, and so, that's how it is, it does not matter what we think.

     And what of our situation? Surely, during the 18 years of the mission, the Lutherans in Spain have rejoiced in much; we should never forget the joys. And I do not think we want to compare our situation to that of Elijah and Israel, suffering under the attacks of the evil kings Ahab and Jezebel. We have not suffered like that. But the history of the Lutheran Church in Spain has not been easy either.

     I believe that our members, scattered throughout Spain, know something about being be isolated and barely connected. 

     We also have preachers serving in various stages of the ministry. We have for example:
  • A new pastor, trying to discover the pattern of his ministry, recently ordained, but at the same time the older brother of our pastors. 
  • An experienced pastor, who for years carried a lot of burden without much help, trying to serve between blows and failures beyond his control. And these two, like Saint Paul, doing their pastoral service while also working full time.
  • To accompany and help them, two Americans still struggling to master the language, and understand the culture.
     Finally, we have three seminarians, each one following a different path to the pastoral ministry.
  • One in formation "at a distance," looking for time to do the classes online, while working, and being a father, and husband ... and catechist ... and leader of a congregation.
  • Another one with a lot of pastoral experience, but in a different church, a man familiar with struggles within the people of God, entering now in another year of intensive formation, while continuing to look for work options that could leave him time to serve his new church.
  • And finally, a young man, a man who, to get the best pastoral formation, is leaving his country, his culture, and his family environment, to make a vicariate with a Dominican congregation, and some studies in the new Lutheran seminary in Santiago.
     And all this missionary effort has been carried out in Spain, where many people
want nothing more than to leave the church completely, and others that understand a Lutheran as something strange, more or less equal to a Pentecostal, a Baptist, or even the same as a Mormon, or a Jehovah´s Witness.

     As the Preacher, son of David, king in Jerusalem, said, "there is nothing new under the sun." (Ecclesiastes 1: 9b) The faithful preacher and the believers will always find the rejection of the wise men of the world, who do not want to hear anything that does not conform to their understanding.  Rather, they demand that theology submit to the latest fashions and the base desires of men, for example, any of the many religions of self-justification, or the secular religion of today, the materialistic and evolutionary  scientism, or the popular religion of sexual freedom.

     The faithful preacher and the believers will also suffer from those who only want to accept demonstrations of obvious power, those who want to find God in the wind that breaks rocks, or in earthquakes or in burning fire, that is, for example, those who seek God in great buildings, reasonable and effective institutions, or popular movements.

    But the Lord only gives his preachers a delicate whistle, a preaching of madness. According to the preferences of the world, the word of the Cross, although we shout it from the rooftops, has no more importance than a whisper, less power than a murmur of a child. But the foolishness of God is wiser than men, and the weakness of God is stronger than men. And so, we preach Christ crucified, for the Jews a stumbling block, and for the Gentiles foolishness; but for those who are called, both Jews and Greeks, Christ the power of God, and the wisdom of God.      

     And, as we preach and listen to the crucified Christ, we learn that our Suffering Servant has always been with his church, with his believers, wherever they had been found. The Lord was always with Elijah, persecuted by vile rulers and diabolical religious leaders, until Jesus himself was executed by equals.

     The Lord was dwelling by faith in the hearts of each of the 7,000 faithful, holding on to them at those times when their faith fainted, saving them for eternal life. It was His commitment to them by the promise of circumcision, and it is his commitment to you, by the better promise of your baptism, which is the circumcision made not by human hands, the circumcision of the heart, made by the Holy Spirit.

      The Christ was always with Peter, correcting and teaching him, and in the end, taking his place, and his title of sinful man, hanging on the Cross not as just another sinner, but suffering there as a sinner of sinners. Jesus was completely without sin, but in love, he accepted, for Peter, and for us, all the debt and sin that separated us from his Holy Father. Do not fear: with, for, and in Christ, you have full forgiveness and all the blessing of God, eternally.

     Today, by the appointed Word, the Holy Spirit has a particular message for us, the members and servants of the Evangelical Lutheran Spanish Church: Be Quiet; Cast the Net; and Do not Fear.

     1. Be Quiet:  When we feel isolated, forgotten, or persecuted, when we doubt our vocation as Christians, or when current or future pastors doubt the validity of their vocation to preach, the Lord tells us: Be quiet. Calm down.
     Be still, and listen to my peaceful voice, the madness of the Word of the Cross. It is not a powerful word according to the power of men, but it has all the power of God, more than enough to take us to the goal. The Lord, crucified and risen, is our light and our salvation; Whom shall we fear?  

     2. Cast the Net:  When, because of the lack of visible achievement, which our sinful flesh always wants to see, we are tempted to design a new way to grow the Church, the Lord commands us: Cast the net. Cast out the net that is my net, that is, cast the net that is the folly of the preaching of the crucified Christ. Cast out the net of the mystery of the promise of the Holy Supper, and the washing in water that unites us to the death of Jesus, and also to his resurrection. Cast out the net for the good of the faithful believers, and also cast it out to the lost. Then, let the Lord fill his own net, according to his own plan.


     3.  Do not fear. The Lord, crucified and resurrected, is our light and our salvation; Whom shall we fear? You will experience days of joy, and days of tears. Do not lose heart in the face of difficulties, as if Christ were leaving you. Nor in the good days should you take pride in yourself, as you have gained something by your own power. No, remember the Word of the Cross, and seek your pride and confidence exclusively there, because the word of the cross is madness to those who are lost; but to those who are saved, that is, to us, it is the power of God, and the wisdom of God. It is our highest good, and our complete salvation, in the Name of Jesus, Amen.